Cuba sigue sin democracia

Gabriel Salvia

El intercambio de detenidos entre Cuba y Estados Unidos, junto al anuncio del restablecimiento en las relaciones diplomáticas, han despertado expectativas demasiado exageradas.

Un aspecto fundamental de la relación bilateral no cambiará mientras esté Raúl Castro en el poder y su hermano Fidel siga vivo: la apertura democrática en Cuba. A su vez, en un país como Estados Unidos, respetuoso del estado de derecho y la división de poderes, el fin del embargo norteamericano a Cuba necesitaría de la aprobación de su Congreso y ello es muy poco probable que suceda.

En el caso de Cuba, además de la falta de incentivos para una apertura política por parte de la gerontocracia militar revolucionaria de los Castro, ellos siempre han enfatizado que su régimen jurídico e institucional de partido y pensamiento único es inamovible.

Al respecto, en su reciente alocución sobre las relaciones de Cuba con Estados Unidos publicada por Prensa Latina, Raúl Castro afirmó: “Tenemos profundas diferencias, fundamentalmente en materia de soberanía nacional, democracia, derechos humanos y política exterior”.

Lo anterior significa que el régimen cubano no reconoce los derechos humanos de primera generación – las libertades civiles y políticas – e incluso las considera un delito. Un cambio en la política interna de Cuba es precisamente lo que reclama Estados Unidos y apoya a través de su cooperación internacional.

A su vez, luego de conocido el diálogo iniciado por ambos países gracias a la intermediación de Canadá y el Vaticano, Raúl Castro aclaró en su discurso que “Esto no quiere decir que lo principal se haya resuelto. El bloqueo económico, comercial y financiero que provoca enormes daños humanos y económicos a nuestro país debe cesar”.

Es decir, para Estados Unidos el problema de Cuba es su sistema político y para Cuba sus problemas se deben al embargo impuesto por los Estados Unidos.

Este conflicto se podría haber solucionado a inicio de los noventa si muchos más países, especialmente los de América Latina, hubiesen cuestionado el régimen de partido único de Cuba y reclamado la apertura democrática en la dictadura remanente de la región. Lo cierto es que hasta hoy en día, los gobiernos de América Latina y los organismos regionales e internacionales le piden a Estados Unidos el levantamiento del embargo norteamericano – en muchos casos denominándolo erróneamente como “bloqueo” – y al mismo tiempo no le plantean a Cuba que realice cambios hacia una apertura política o, al menos, que no reprima y encarcele a sus opositores pacíficos por ejercer derechos fundamentales.

Asimismo, un coro de académicos, periodistas y analistas poco sensibles frente a la prohibición y represión de las libertades democráticas en Cuba – sobre lo cual nunca, nunca, se pronuncian – comparten con Raúl Castro que lo más importante es poner fin al embargo comercial de Estados Unidos, como si esta cuestionable medida de política exterior fuera la causa del establecimiento de una dictadura de partido único.

En cualquier caso, si detrás de esta decisión de Obama se llega al levantamiento del embargo a Cuba, esto no implicará que la dictadura de los Castro inicie una apertura política hacia la democracia. No hay más que leer 1984 de George Orwell para comprenderlo.

Finalmente, hay que recordar que los Castro van a cumplir nada más y nada menos que 56 años en el poder. ¡Cuando Obama nació ya estaban en el poder en Cuba! Por eso, ya sea desde la defensa universal de los derechos humanos como desde la memoria sobre los cómplices internacionales que tuvo la dictadura militar argentina, es mucho lo que se le puede criticar a la revolución cubana. Pero ello no implica desconocer la habilidad que han tenido para sobrevivir tanto tiempo impunemente y, por tal motivo, hay que ser prudentes sobre cualquier anuncio de cambios en Cuba. Si hay algo en lo que son expertos los Castro es en perpetuarse ilegítimamente en el poder, gracias a una exitosa fórmula que combina una implacable represión interna junto a una preocupante complicidad internacional.