Por qué ganó Dilma en las favelas

Gustavo Gorriz

Hace pocos días finalizaron las elecciones más reñidas que supo tener nuestro gigante vecino y estamos en tiempo de evaluaciones. Hay miles de análisis, son pocos los desinteresados y la gran mayoría están cargados de animosidad y parcialidad ideológica hacia uno u otro sector. La historia electoral de Brasil dirá que el margen final entre los dos candidatos en el balotaje –Dilma Rousseff y Aécio Neves– fue el más estrecho desde el regreso de la democracia, pero también recordará esta contienda como la más feroz, como una batalla desconocida para la política casi light de nuestros socios, con chicanas, operaciones de prensa y acciones impensables que dejaron un tendal de heridos y consecuencias que aún no es tiempo de mensurar.

Fueron meses tensos y de fuertes vaivenes, cuyo resultado final mantuvo a Dilma en la presidencia, aunque solo por escasos 3,6 puntos de diferencia y habiendo además perdido en la Capital y en otros doce estados. Esto produjo, desde la primera hora de la victoria, un importante cambio en la propia actitud de la presidenta, una revisión del futuro gabinete y una mirada aparentemente profunda vinculadas a las medidas que deberá adoptar su gobierno en los próximos cuatro años. Dicen que perdió el sur rico y que ganó el norte pobre y subsidiado. También mucho se comenta que donde no se discutió el triunfo abrumador del oficialismo fue en las empobrecidas favelas de Río, que además aseguraron la reelección del gobernador Luis Fernando Pezão –un aliado de Dilma– con más de diez puntos de ventaja sobre su rival.

Justamente, hace un mes estuvimos en Río haciendo un relevamiento periodístico en varias favelas en vísperas del Seminario de Seguridad Regional que desarrollaremos esta semana en la UCA. Ingresando a las favelas es bastante simple comprender el apoyo generalizado recibido por Dilma Rousseff desde esas barriadas paupérrimas, donde viven hacinadas cientos de miles de personas, dentro de una geografía compleja compuesta por morros inaccesibles. A esta descripción debe sumársele que muchas de ellas limitan con los barrios más pudientes y acomodados de la “cidade maravilhosa” de Sudamérica.

Ni por asomo pensar que ese mundo cambió de manera extraordinaria, pero nosotros, con la revista DEF, hemos seguido este proceso a lo largo de muchos años y valoramos los verdaderos progresos realizados. Estuvimos allí por primera vez en febrero de 2008 e ingresamos a la favela Rocinha, apadrinados por el grupo interno “Amigos da Rocinha” en tiempos superviolentos, en los cuales pensar en la presencia policial era algo absolutamente disparatado. Allí narcos y delincuentes se movían con armas de guerra de todo calibre, en absoluta libertad, haciendo y deshaciendo a su antojo. Manejaban el delito en todas sus formas, pero además reemplazaban al Estado en el control de negocios lícitos, así manejaban las garrafas de gas, la seguridad y cobraban lo pésimos servicios esenciales existentes.

Ya entonces era Secretario de Seguridad Pública José Mariano Beltrame, un gaúcho especialista en inteligencia estratégica, quien mantiene el cargo hasta estos días. Los ciudadanos comunes de Río le reconocen en forma masiva los avances en la lucha contra el delito y también lo señalan como hacedor de la victoria electoral en el Estado, se dice también que la propia presidenta tiene puesta la mirada en el futuro político de Beltrame.

Quizás su éxito más emblemático sea la creación de las Unidades de Policía Pacificadora (UPP), un cuerpo especial que puso pie en las favelas, no para ingresar y salir combatiendo, sino para permanecer en ellas y asegurar así la presencia del Estado de manera definitiva. Aún en proceso de desandar décadas de desconfianza mutua y de violencia parapolicial, pareciera que estas medidas se volvieron esenciales en una batalla que empieza a dar signos positivos y que formó parte fundamental de la campaña electoral del gobernador de Río. En ella prometió incorporar otros once mil efectivos a esas unidades de policía. Imposible aquí olvidar que en el 2008 el BOPE, Unidad de Fuerzas Especiales inmortalizadas en la película Tropas de elite, ingresaba a la favela Complexo Alemão (hoy pacificada), combatiendo en sus hondonadas durante horas desde sus vehículos blindados.

Como dijimos, muchos ha cambiado, pero mucho queda por hacer, alcanza con decir que el Ejército debe hoy ocupar la favela Maré, de 130 mil habitantes, para entender realmente cuánto falta por hacer. Estuvimos hace pocas semanas ahí y conocimos la célebre y apócrifa  “Franja de Gaza”, un corredor donde todas las noches dirimen sus diferencias los narcotraficantes del Comando Vermelho y del Terceiro Comando (TC), las casas de los vecinos cercanos dan muestras de ello con los cientos de miles de impactos de bala en las paredes de sus hogares.

Las favelas entonces, donde viven millares de personas decentes que trabajan y estudian, dieron su apoyo irrestricto porque conocieron desde el gobierno de Lula medidas vinculadas a la inclusión y al desarrollo humano. También votaron las medidas de seguridad en ejecución, esas que tienen el rostro del secretario Beltrame. Él nos visitará en nuestro seminario de Seguridad Regional en los próximos días. Quizás se explaye allí sobre el libro que acaba de editar resumiendo su valiosa experiencia, la de intentar integrar tantas ciudades paralelas dentro de Río, esas ciudades que la gran urbe contenía en su vientre sin control alguno. El título de la obra creo que es emblemático: Todos los días son lunes, lo que pareciera ser la única manera de dar batalla a fuerzas del mal enquistadas a lo largo de décadas.

Todos los días son lunes pareciera un buen título también para combatir seriamente el delito organizado en nuestro país y en el resto de nuestra convulsionada región.