Capital humano y crecimiento económico

Javier Milei

¿Porque algunos países son ricos y otros son pobres? Los economistas se han planteado esta pregunta desde los tiempos de Adam Smith (1776). Respecto a las principales ideas sobre los efectos de la acumulación del capital físico en la expansión de largo plazo del ingreso, éstas se deben a Robert Solow y Trevor Swan, quienes desarrollaron el modelo neoclásico de crecimiento. Sin embargo, cuando el modelo fue testeado para el sector privado no agrario de Estados Unidos, la productividad total de los factores -PTF- (parte no explicada por la acumulación de factores, esto es, el residuo de la ecuación) representaba casi un 80% de la tasa de crecimiento de la producción.

El reconocimiento de que la acumulación de capital físico (al menos tal y como se medía en su forma tradicional) explicaba sólo una parte modesta del crecimiento de la renta de numerosos países condujo a la búsqueda de explicaciones más adecuadas. En este contexto, Theodore Schultz hizo notar la importancia del capital humano y su contribución al crecimiento económico, lo cual fue formalizado y testeado por Gary Becker y plasmado en un modelo de crecimiento bisectorial (donde se acumula tanto capital físico como capital humano) por parte de Hirofumi Usawa, quien hacía del tiempo dedicado a la educación el determinante principal de la tasa de crecimiento del progreso tecnológico (PTF).

El capital humano es la cantidad de conocimientos y habilidades que acumulan los individuos y que hacen que sean más productivos. Ejemplos evidentes de capital humano son los gastos en salud y la educación universitaria. Sin embargo, también se acumula capital humano cuando los alumnos de la primaria aprenden a leer, cuando los trabajadores de la construcción aprenden a manejar una grúa y cuando los médicos dominan una nueva técnica quirúrgica que permite mejorar la calidad de vida de los individuos. En este sentido, la diferencia de PTF entre países puede atribuirse, en parte, a que la cantidad y calidad de capital humano de los trabajadores varía de unos a otros.

Respecto al capital humano ligado a la salud, Robert Fogel cuantificó la contribución de la mejora de la nutrición al crecimiento económico en el Reino Unido entre los años 1780 y 1980. Fogel calculó que en 1780 el 20% más pobre de los adultos estaba tan mal alimentado que no tenía la energía necesaria ni siquiera para realizar una hora de trabajo manual diario. Hacia 1980 este tipo de desnutrición había desaparecido y este cambio por sí solo multiplicó por 1,25 la producción por adulto. Por otra parte, el aumento en la ingesta de calorías permitió aumentar un 56% la cantidad de trabajo. Así, la mejora nutricional multiplicó la producción por 1,95 (1,25 x 1,56), que en un período de 200 años significa un aumento de 0,33% al año. Dado que la tasa de crecimiento de la renta per cápita del período fue del 1,15%, la mejora de la nutrición explica casi un tercio de la mejora.

En cuanto al capital humano ligado a la educación, a continuación, la tabla muestra el impacto sobre salarios para países en vías de desarrollo y avanzados. Así, terminar la primaria implica una mejora del salario de 143% respecto a quien no posee estudios de ningún tipo. Por otra parte, la diferencia se estira a un 216% para aquellos que terminan el secundario, mientras que para los que finalizan la universidad la mejora es de un 311%. Además, la desigualdad en la distribución del ingreso está, en general, positivamente correlacionada con la desigualdad en la educación y en otras formas de aprendizaje. Al mismo tiempo, existe una relación estrecha, normalmente negativa, entre educación y desempleo. Esto es, la educación mejora el perfil de la relación renta y riesgo a lo largo del tiempo de manera notable. Por último, en el cuadro se puede apreciar que mientras que la proporción de individuos sin estudios en los países avanzados es del 2,5%, en los países en vías de desarrollo ese número asciende al 20,8%. A su vez, mientras que en el primer grupo un 63,9% tiene terminado el secundario (donde 16,6 puntos son universitarios), en el segundo esa cifra alcanza el 31,4% (con sólo 5,3 en el mayor escalafón).

Desagregación de la población por niveles de estudios y salarios

 

A la luz de la evidencia empírica y en línea con los desarrollos de Paul Romer en materia de crecimiento endógeno, Robert Lucas volvió a la carga con la idea del crecimiento impulsado por el capital humano. En paralelo, Gregory Mankiw, David Romer y David Weil, utilizando una muestra de mixta de 98 países, suponiendo que se gasta una proporción fija de la renta en inversión en capital humano y utilizando la proporción de la población en edad activa matriculada en las escuelas de enseñanza secundaria como un indicador aproximado de la proporción de renta invertida en capital humano, la ecuación estimada no sólo reduce de manera sustancial el residuo (PTF) sino que explica el 80% de la diferencia de la renta per cápita entre países. Al mismo tiempo, el peso del capital físico dentro de la renta (31%) es a muy cercana a la participación calculada de manera directa.

Por lo tanto, la conclusión empírica más importante es que las personas con mayores niveles de educación casi siempre tienen mejores ingresos, lo cual es cierto tanto en países desarrollados como en subdesarrollados. Por otra parte, ningún país ha logrado un crecimiento económico sostenido sin haber invertido sumas importantes en capital humano. En definitiva, tal como afirmara Alfred Marshall en sus “Principios de Economía” (1890): “el capital más valioso de todos es el que se ha invertido en seres humanos… Así, mientras que la naturaleza muestra una tendencia hacia los rendimientos decrecientes, el hombre muestra una tendencia hacia los rendimientos crecientes (lo cual permite el crecimiento endógeno permanente). El saber es nuestra máquina de producción más potente; nos permite someter a la naturaleza y satisfacer nuestros deseos”.