Dos años de liderazgo transformador

Hoy se cumplen dos años del día en que el Cardenal argentino Jorge Bergoglio se convertía en el Papa Francisco. Y, además de la relevancia objetiva de ejercer un cargo con jurisdicción mundial, este segundo aniversario como máxima autoridad de la Iglesia Católica nos permite resaltar su condición de auténtico líder.

Se trata de un atributo que excede lo formal y que va más allá de la propia investidura: en muy poco tiempo, Francisco logró demostrar a escala global que cuenta con los atributos de un liderazgo excepcional a partir de su 1) imagen, 2) su personalidad, 3) su discurso, 4) su corporalidad y 5) su emocionalidad.

A través de sus acciones y sus palabras, estos cinco factores se amalgaman en forma armónica, coherente y potente, permitiendo la construcción de un liderazgo que ha logrado despertar admiración en millones de personas alrededor del mundo, incluso mucho más allá de la grey católica. Continuar leyendo

Liderazgo en tiempo de crisis: cuatro claves para salir de las cuerdas

Por primera vez desde el 2002, el indicador “consumo” tendrá un año con números negativos (-1,2% a -2% promedio según distintas estimaciones). Esta novedad es relevante porque más allá de las noticias “viejas” de la recesión y la inflación, el consumo parecía mostrar que las cosas no estaban tan mal como algunos “agoreros” querían hacer notar. Ahora bien, detrás de esta noticia está latente la realidad de cientos de empresas -muchas de ellas Pymes-, shoppings y miles de comerciantes que desde hace tiempo vienen sufriendo y de algún modo anticipando este escenario de crisis que exige mucha templanza y liderazgo.

El reto de un liderazgo adaptativo se impone en la medida que el empresario, en la actualidad, siente que camina en medio de la niebla. Cuesta comprender bien a qué tipo de problema hay que hacer frente, o mejor dicho cuál de todos los problemas atacar primero, lo que supone diseñar un plan de contingencias estructurado por prioridades. Continuar leyendo

Saber retirarse a tiempo

En línea de lo ocurrido últimamente en otras monarquías que han evitado que sea la muerte la que, inexorable, disponga la sucesión (un caso bien conocido por el protagonismo de –nuestra- Máxima, fue el de la Reina Beatriz de Holanda), en las próximas horas seremos parte de la audiencia global que asistirá a la entronización de Felipe, luego que el Rey Juan Carlos diera a conocer su impactante decisión de abdicar al trono de España.

En una decisión que sirve como modelo de ejercicio de liderazgo, don Juan Carlos asumió que había llegado el momento de dar un paso al costado y dejar el camino libre a su hijo, representante de una nueva generación que viene preparándose consistente y silenciosamente para esta oportunidad.

Por eso ha preparado la sucesión y se aparta voluntariamente luego de casi cuatro décadas de gestión, en una etapa en la que es necesario llevar adelante transformaciones —entre otras, una reforma constitucional— bajo el arbitraje y la moderación de un nuevo Jefe de Estado.

Para muchos analistas, su decisión se vincula a una serie de fallidos acontecimientos que lo tuvieron como protagonista a él y parte de su familia en un contexto en el cual su país afronta una grave crisis económica.

Esa lectura es válida pero disimula una cuestión central: la abdicación de Juan Carlos es un gran acto creador. Una acción transformadora que abre camino a un periodo de renovación y revitalización.

Lúcido, recuerda que la corona no pertenece a la Familia Real, sino a los españoles. Y plenamente consciente de la necesidad de un cambio de aire y de rumbo, Juan Carlos sabe que el ciclo que se cierra con un clima de controversias rápidamente se va a disipar con la expectativa auspiciosa del que se inaugura.

Pese a que toda su vida afirmó “los reyes mueren, no abdican”, su fina inteligencia le indicó que era necesario hacer lo contrario. La virtud de saber retirarse a tiempo –o antes que sea demasiado tarde- es el último movimiento en el tablero de un Rey que pensó más en el futuro de la Casa Real y del pueblo español que en si mismo.  

Francisco en clave de coaching

Mientras transitamos Semana Santa, una vez más la figura de Francisco se replica a escala global. Su papel protagónico en las ceremonias de Pascuas hace que el mundo vuelva a admirar la figura de un auténtico líder que rápida y cómodamente logró ocupar ese privilegiado sitial, a fuerza –entre tantísimos otros aspectos ya ampliamente abordados- de haber entendido al ser humano en su totalidad.

Francisco es, probablemente, la personalidad más querida del planeta y esto es porque ha cincelado un perfil de alguien que, ante todo, piensa y obra por y para el prójimo. Un prójimo a quien concibe integralmente, esto es en cuerpo y alma, con su razón y sus emociones.

El Papa argentino ha logrado cautivar  al mundo a través de una palabra clara y llena de esperanza, donde lo que subyace es un extraordinario manejo del lenguaje ontológico.

Esto significa que con su manera de comunicar no sólo describe los hechos sino que por medio de sí mismo se propone construir una nueva realidad. Su palabra es acción ya que impulsa la transformación de las personas proponiendo para ello que revisen, desarrollen y optimicen sus formas de ser y de estar en el mundo.

Esto permite mostrar un perfil que –como sólo ocurre con los grandes líderes- perfectamente puede estudiarse como modelo de buenas prácticas del coaching ontológico.

Y no sólo por su lenguaje: Francisco enseña con total naturalidad a romper con el conformismo convirtiéndonos en impulsores del cambio. En lo que constituye un rasgo central de su liderazgo, no inculca la subordinación inerme y, por el contrario, lleva a todos los que componen su infinita audiencia a ser personas precursoras, capaces de abrir caminos propios, caminos nuevos; dispuestas a adelantarse a su tiempo y no quedarse inmóviles hasta que las cosas ocurran por el mero hecho de esperar.

Para ello nos invita a ver de otro modo (al decir de Marcel Proust, el verdadero viaje del descubrimiento no consiste en cambiar el paisaje sino en cambiar la mirada), a enfocar un aprendizaje desde “el ser” y no exclusivamente desde la acumulación de información.

Al igual que enseña el coaching, Francisco pone el foco en la  persona antes que en un determinado resultado, el cual se producirá sólo si primero se concretan los cambios necesarios en el “ser”, para entonces sí, poder arribar a objetivos o metas postergadas.

En actitud similar a la de un coach, en numerosas oportunidades Francisco entregó sabios consejos a fin de conquistar el dominio de las emociones para poder dialogar, evitando actitudes que impiden este camino de encuentro, tales como la prepotencia, el no saber escuchar, la crispación del lenguaje comunicativo o la descalificación previa.

Su capacidad para construir una coalición entre lo percibido, las creencias, las emociones y la razón, motivan a que los destinatarios de su mensaje se esmeren no solo en reconocer, sino también ejercer valores tales como la solidaridad, la humildad, el diálogo y de la paz.

Francisco ha conmovido a todos: a los fieles de la Iglesia católica, desde ya; pero también ha logrado erigirse en una fuente de inspiración de personas de todos los credos -e incluso a los incrédulos- a través de un mensaje tan potente como amoroso, tan trascendente como humanista.

En esta nueva Semana Santa, con su mensaje esperanzador, Francisco demuestra que, como el coaching, con las herramientas indicadas todo cambio, por profundo que sea, es posible.