El invierno ha pasado y disfrutamos de una cambiante primavera. La estufa o el acondicionador de aire dejaron de ser nuestros “electrodomésticos” preferidos. Durante esta época del año las interrupciones energéticas se toman un recreo, pero la herida sigue abierta y parece imposible atarla con alambres. La necesaria y “provisoria” solución de la importación de gas mantiene (por ahora) el país andando.
Los cortes en el suministro ante los picos de demanda son solamente la punta del iceberg, un poco de sangre proveniente de un daño profundo. La relación entre demanda y temperatura es directa, razonable y predecible. Teniendo en cuenta que el 60% de nuestra matriz energética está asociada al gas natural, este recurso termina siendo el villano de esta historia y el culpable de nuestra “escasez energética”.
El sector industrial, la red de GNC, las centrales eléctricas y los hogares se disputan la oferta de gas existente. La prioridad está marcada por el consumo domiciliario, principal afectado por las temperaturas extremas (tanto sea calor como frío). Los restantes mercados reducen sus consumos para mantener a los hogares satisfechos y las industrias suelen ser las principales afectadas.