El petróleo y el gas se van a acabar. No hay nada que podamos hacer y es el resultado de procesos naturales que empezaron millones de años atrás y nuestro consumo voraz como planeta. Lo interesante es que la última gota de petróleo que salga a la superficie no será la última en existencia, sino la última que podamos producir de manera económica.
Esta industria está llena de particularidades y características que la hacen especial y fascinante, pero comparte esa necesidad común para el mundo de los negocios: la rentabilidad. Este concepto es la diferencia más importante entre “recurso” y “reserva”. En el caso de nuestro país tenemos una buena cantidad de recursos, pero limitadas reservas de hidrocarburos. 2.478 millones de barriles de petróleo y 11.742 billones de pies cúbicos de acuerdo con la Secretaria de Energía de la Nación (reservas comprobadas). Si asumimos producciones similares a las del 2012, estas reservas representan 12 y 8 años de producción respectivamente.
La transformación de recursos a reservas es un proceso que lleva mucho tiempo (años, décadas) y pone a prueba nuestras capacidades creativas y tecnológicas. Brasil, con sus nuevas reservas en aguas profundas, o Estados Unidos, logrando incrementos de producción (y de rentabilidad) asombrosos a partir de recursos no convencionales, son pruebas vivientes de esta conversión.
¿Y nosotros? ¿Qué hacemos y cómo hacemos para transformar todos estos recursos en reservas, producción y autoabastecimiento energético? La industria ha estado en esta situación de “enfrentarse a lo desconocido” anteriormente. Las lecciones aprendidas muestran cuatro pilares: inversión, ciencia, reducción de costos y continuidad.
Lo que parece interesante destacar no es el qué o el cómo, sino el cuándo. Es que no importa qué tan buena, ingeniosa o revolucionaria sea esa transformación de recurso a reserva, si no nos va a ayudar a pasar este invierno, o el que viene, o el del 2015. Estamos empezando la aventura de producir hidrocarburos complejos de extraer económicamente y va a llevar mucho tiempo.
Entonces, la última joya de la abuela, la famosa Vaca Muerta, no es un collar de perlas que pueda hacerse dinero (y energía) rápidamente; por el contrario, es un cofre de monedas de oro enorme pero desperdigado por toda la provincia de Neuquén y alrededores. Por ello, vamos a tener que esperar hasta poder juntarlas todas y empezar a “disfrutarlas”. Parece entonces razonable focalizarse en la producción y las reservas que conocemos (el petróleo “fácil” de convertir), antes de apresurar “la búsqueda del tesoro” (el difícil de disfrutar). Sobre todo para pasar el próximo invierno.
En resumen, la transformación de los recursos en reservas es un proceso. Es necesario tiempo e inversiones históricas para cambiar la tendencia de los últimos años, probablemente imposibles sin aportes privados internacionales. La importación de hidrocarburos es extremadamente costosa, especialmente teniendo reservas y potenciales recursos para el futuro. Políticas de Estado a largo plazo son necesarias para ayudar a la espectacular naturaleza que le ha tocado a nuestro país.