Gran parte de las apariciones públicas de los principales funcionarios del Gobierno —en especial del Presidente, de Marcos Peña y del ministro del Interior, Rogelio Frigerio— siguen basándose en una carga positiva (es muy evidente en Frigerio, desde el tono y la fuerza que le pone a sus palabras hasta la convicción que trasmite… Es realmente encomiable) crucial acerca de que estamos en el buen camino y que todo va a mejorar en el segundo semestre y que, a partir de entonces, la Argentina —ellos no tienen ninguna duda al respecto— se encaminará a un ciclo positivo de crecimiento, inversiones y mejoramiento de los niveles de vida de todos.
Una vez más: desde el tono hasta la convicción con la que se expresan son realmente valorables. Uno tiene ganas de creerles. Necesidad de creerles. La verdad es que se los ve sinceros, con buena fe. Repito, Frigerio hasta llega al punto de dejarnos convencidos, porque le pone unas ganas a sus palabras que cuesta no creerle.
Pero nosotros somos una cosa y otros muchachos son otra cosa. Nosotros tenemos hasta ganas de creerles, porque ya nos embocaron tantas veces que queremos que una vez nos digan la verdad. Pero la gente de la que depende que se generen los empleos y las condiciones para que la pobreza descienda, el nivel de vida aumente, las villas vayan desapareciendo, todos tengan agua corriente, cloacas y asfalto en la puerta de su casa, no se convencen sólo con un tono firme y unas ganas desbordantes. Necesitan evidencias. Y las evidencias deben surgir de un programa, de un programa coordinado, pensado y estructurado para producir un shock de inversiones que mate los microbios de la miseria. Continuar leyendo