Populismo fiscal

Una de las herramientas que tienen los gobiernos a su alcance para continuar en el poder es sin duda el control sobre el gasto público. En teoría, el Estado no debería gastar más de lo que recauda. El fenómeno que registra la falta de relación entre el gasto de una jurisdicción respecto de su propia recaudación puede ser catalogado como populismo fiscal. Este concepto da cuenta no sólo de la ausencia de correspondencia fiscal, como señala gran parte de la literatura, sino que resalta y rescata que los ciudadanos no tienen en claro cuál es el destino de sus impuestos y, por lo tanto, no pueden controlar su uso. Para el año 2012, las provincias argentinas recaudaban el 19,1%  del total pero gastaron el 37%.

Una política pública típica del populismo fiscal es el empleo público creciente. Así encontramos que en Tierra del Fuego la planta de empleados estatales se amplió un 106% desde el año 2003 hasta el 2013. En esta década, las plantas de agentes se incrementaron un 80% en Catamarca, 66% en Santa Cruz, 59% en Salta y 51%  en Jujuy, el promedio para todas las jurisdicciones es del 43%.  Un indicador de este crecimiento para comparar entre jurisdicciones es la cantidad de empleados públicos cada mil habitantes. Así encontramos que en Tierra del Fuego y Santa Cruz hay mayor presencia de empleados públicos con 119 y 117 agentes cada mil habitantes respectivamente. Sigue Catamarca con 101, Neuquén con 89, y La Rioja con 85/1000.

En la misma línea, a comienzos de este mes, el ministro Tomada anunció que la administración pública nacional incorporará antes del 31 de diciembre próximo 7500 nuevos empleados públicos a la planta permanente, provenientes de la planta transitoria y de contratos temporarios. Los 7500 nuevos empleados se suman a la planta permanente de 376.145 empleados públicos nacionales, ello representa una masa salarial de $ 85.000 millones.

La creación desmedida de empleo con fines clientelares no es una novedad en nuestro país, pero ¿cómo se hace para frenarlo? Crear empleo es para todos los gobiernos una prioridad, pero existen alternativas al empleo estatal. ¿Qué pasaría si invirtiéramos más en las pymes, que son a nivel mundial el sector que mayor empleo genera? Una forma de romper con el círculo vicioso que genera el clientelismo es invertir en el sector privado adoptando un enfoque de “retorno social de la inversión”: en muchos países lo que se incentiva es la contratación de personal en situaciones de vulnerabilidad por parte de privados. Eso supone que el gobierno se hace cargo de una parte del sueldo o de las cargas sociales, pero genera empleo real. Ese incentivo va a quien contrata al trabajador (por ejemplo, por lapsos no inferiores a un año) y o directamente a la persona que se encontraba en situación precaria para insertarse laboralmente. De este modo el Estado no expande sus redes clientelares sino que genera oportunidades e incentivos para crear empleos reales.

El empleo estatal lo pagamos todos. Argentina es un país con fuerte ausencia de conciencia fiscal, esto es que, quien paga impuestos es el que paga el sueldo del empleado. El empleo público en nuestro país no es accountable, es decir, no rinde cuentas por su desempeño, sea bueno o malo, por lo tanto tampoco tiene incentivos para hacer las cosas mejor.

Todo lo dicho resulta en un anacronismo flagrante: la pérdida o mal uso de recursos pagados por el contribuyente. Los ciudadanos son electores, votantes, pero también, contribuyentes. A 30 años del retorno de la democracia, es una tarea pendiente la construcción de ciudadanía fiscal.

Estado, gobierno y sociedad

Estado y gobierno no son lo mismo. Pero en el imaginario colectivo se confunden y se funden. Siempre me ha parecido que se parecían a un edificio: el administrador de turno es el gobierno, el edificio es el estado. Los propietarios e inquilinos somos siempre lo mismo: espectadores. Su funcionamiento también es muy similar: los consorcistas no se interesan por las reuniones con el administrador hasta que hay que poner más plata porque se terminó. El administrador con caja llena puede hacer obras y responder a las demandas, cuando la plata se termina aumenta las expensas, no sabe gestionar sin dinero.

Durante gran parte de los años noventa, el estado retrocedió, dejando importantes espacios vacíos y tareas básicas sin cumplir, aquellas que le dan la razón de su existencia. En la última década fuimos testigos de un estado que regresó, fuerte, a ocupar un lugar prominente. Ese estado amplió sus funciones mucho más allá y sus oficinas se expandieron así como su personal. El estado, sin embargo, aquel que resuelve problemas, que resuelve la convivencia social, sigue ausente. Así como el retroceso noventista dio voz a un reclamo de más estado, el mega estado kirchnerista está generando su propia bestia: un súper estado incapaz de resolver los problemas más urgentes de la población está provocando un clamor social en su contra. El estado no fue capaz de controlar la situación de los trenes a los cuales subsidiaba millonariamente, pero tampoco fue capaz de actuar en la tragedia. Ni en la de Once, ni en las inundaciones de La Plata ni en tantas otras ocasiones: lo que quedó en evidencia fue una cáscara vacía, repleta de funcionarios cuya retórica no basta. Es cierto que esta elefantiasis estatal está plagada de problemas: funcionarios que no están preparados para la tarea que asumen, burocracias políticas, impericia e inoperancia. Esto es cuestión del gobierno, no del estado. O, volviendo a nuestra comparación inicial, así como demandamos del administrador una gestión eficiente de los recursos e intentamos tomar medidas precautorias, el mismo reclamo o demanda debiéramos hacer a cada gobierno.

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La importancia de la movilidad estudiantil

No todas son malas noticias en la educación. El intercambio y la movilidad de estudiantes universitarios que deciden realizar sus carreras en otros lugares distintos a sus países de origen permite una experiencia enriquecedora, tanto para ellos como para quienes los reciben.

Las aulas de las universidades se han transformado en los últimos años. Desde ya los avances tecnológicos han hecho estragos en la forma en que se enseña y aprende, pero la composición de los estudiantes ha cambiado de la mano del crecimiento de los estudiantes que deciden estudiar en otro país distinto al de su origen. Desde el año 2000 la cantidad de estudiantes extranjeros en el exterior creció un 77%.

El documento de la OCDE (Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico) señala tres grupos de países según la relación entre el valor de la matrícula para nacionales y para extranjeros. Es así que en el primer grupo la matrícula es más alta para internacionales que para alumnos nacionales. Aquí encontramos a Gran Bretaña, Estados Unidos, Dinamarca, Australia, Austria, Canadá y la Federación Rusa entre otros. En segundo lugar, cuando es igual en ambos casos, es así en Alemania, Francia, Italia, Japón, Corea y España. Por último, cuando ni los nacionales ni los extranjeros tienen que pagar matrícula. Este es el caso de Finlandia, Suecia, Noruega e Islandia. Australia, Canadá, Francia, Alemania y Gran Bretaña junto a Estados Unidos, reciben cada uno más del 5% de todos los estudiantes extranjeros del mundo.

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El saqueo y la ley

En las últimas semanas hemos sido espectadores de un sinfín de protestas cuya violencia nos sorprende: desde los saqueos que se iniciaron en Córdoba y que ahora se repiten a todo lo largo de nuestro país a la marcha de la FUBA, hay un factor en común.

Mucho se puede decir sobre lo que ha pasado en esta década. Los analistas hoy se desgarran las vestiduras sobre la situación económica a la que nos ha empujado el kirchnerismo. Sin embargo, el mayor déficit de estos años, la mayor pérdida no es económica y tampoco política: es la ausencia de respeto a la ley.

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