Por: Constanza Mazzina
No todas son malas noticias en la educación. El intercambio y la movilidad de estudiantes universitarios que deciden realizar sus carreras en otros lugares distintos a sus países de origen permite una experiencia enriquecedora, tanto para ellos como para quienes los reciben.
Las aulas de las universidades se han transformado en los últimos años. Desde ya los avances tecnológicos han hecho estragos en la forma en que se enseña y aprende, pero la composición de los estudiantes ha cambiado de la mano del crecimiento de los estudiantes que deciden estudiar en otro país distinto al de su origen. Desde el año 2000 la cantidad de estudiantes extranjeros en el exterior creció un 77%.
El documento de la OCDE (Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico) señala tres grupos de países según la relación entre el valor de la matrícula para nacionales y para extranjeros. Es así que en el primer grupo la matrícula es más alta para internacionales que para alumnos nacionales. Aquí encontramos a Gran Bretaña, Estados Unidos, Dinamarca, Australia, Austria, Canadá y la Federación Rusa entre otros. En segundo lugar, cuando es igual en ambos casos, es así en Alemania, Francia, Italia, Japón, Corea y España. Por último, cuando ni los nacionales ni los extranjeros tienen que pagar matrícula. Este es el caso de Finlandia, Suecia, Noruega e Islandia. Australia, Canadá, Francia, Alemania y Gran Bretaña junto a Estados Unidos, reciben cada uno más del 5% de todos los estudiantes extranjeros del mundo.
En nuestro país, tanto en las universidades públicas como privadas puede observarse el fenómeno de la gran cantidad de jóvenes que han decidido estudiar en la Argentina. Este particular hecho se observa especialmente por el “aluvión” de estudiantes latinoamericanos que eligen realizar sus estudios universitarios en el país. Un dato significativo es que el 73,5% de aquellos que eligen la Argentina como destino provienen de países en los que se habla la misma lengua, según datos de OCDE. Sin embargo, en la Argentina la cantidad de estudiantes extranjeros en el país por cantidad de estudiantes argentinos en el exterior es aún comparativamente baja, representa el 0,2. Lamentablemente el informe no cuenta con datos acerca del porcentaje de estudiantes provenientes de países vecinos que en el caso de Brasil representan el 25.9% y de Chile el 31.9%.
Algunos factores explican este hecho: empezando por la globalización, siguiendo por el tipo de cambio que beneficia a quien trae dólares y los cambia en el mercado no oficial, y el prestigio de nuestras universidades. El total que debe invertir (gastar) un alumno universitario en la Argentina es mucho menor que si decide estudiar en otro país, sea Colombia, México o Chile. Estudiar Derecho en una universidad privada argentina ronda para el estudiante unos 255 dólares mensuales y economía alrededor de 259 (considerando el tipo de cambio no oficial). Las mismas carreras en Chile rondarían los 762 y 868 dólares mensuales respectivamente. En Colombia el costo se acerca a los 1308 dólares mensuales para las mismas carreras. Diferente es el caso del país hermano Brasil, allí, tanto las universidades públicas como privadas aplican el sistema educativo regido por los exámenes Vestibular y ENEM. En este sentido, los valores de matrículas y cursos se desarrollan de acuerdo a los resultados obtenidos por el ingresante en el mencionado sistema. Señalemos por último que, comparativamente, Argentina gasta menos que los otros estados por estudiante universitario.
Siguiendo el citado informe de OCDE el gasto anual por estudiante por instituciones educativas (educación terciaria) en servicios básicos, auxiliares y R&D (investigación y desarrollo) en la Argentina es de 4680 dólares, en Brasil de 13137, en Chile de 7101 y en México de 7872 dólares. En Australia la cifra se eleva a 15142 dólares y en Canadá a 22475, cifras que de todos modos son inferiores a los 25576 de los Estados Unidos.
Mucho se ha avanzado en estos años, pero aún queda mucho por hacer: estimular la realización de estudios en el extranjero para nuestros jóvenes redundará en un valor agregado para ellos y para la sociedad, como lo demuestra la experiencia de otros países.