Negar la recesión no la evita

Así como durante siete años el Gobierno nacional se empeñó en negar la inflación a ritmo de dos dígitos altos, ahora parece empeñarse en subestimar al extremo la generalizada retracción de la actividad productiva y comercial y su duro impacto sobre el empleo y la capacidad de gastos de la mayor parte de las familias argentinas, y también sobre el rojo de las cuentas públicas.

Al menos eso es lo que trasunta cada mañana el Jefe de Gabinete de ministros cuando los periodistas acreditados en Casa de Gobierno lo indagan sobre la persistente abultada caída de patentamientos de automotores, las suspensiones de personal en las terminales automotrices y la rama autopartista, así como sobre los índices de vacancia en el comercio o la caída de la tasa de empleo de la economía en su conjunto.

Claramente, siempre se van a encontrar empresas o sectores que le va mejor que el promedio nacional, sea fabricante de automotores, aceitunas, pinturas, o proveedor de servicios de turismo o un gastronómico. Pero lo importante es el resultado global, y en particular la secuencia del proceso, habida cuenta de que se generalizan los casos en los que la retracción del último mes es más marcada que la del mes previo.

Sostener que no hay recesión porque se creció cómo nunca en la última década, hasta 2011, desestimando que el país prácticamente dejó de crecer en 2012, se estancó en 2013 y ahora los principales sectores de actividad ingresaron en la senda negativa, en proporciones variables, sólo contribuirá a profundizar el receso, antes que a frenarlo primero y luego revertirlo, porque no se atina a replantear la política económica, si es que existe una como tal.

Inercia contractiva creciente

Un repaso de un conjunto de indicadores oficiales resume con claridad ese proceso: el Estimador Mensual Industrial del Indec pasó de estar estancado en el primer cuatrimestre de 2013 a caer 3,5% un año después, con un abril que midió una contracción de 4,2% y que FIEL estimó en 6% de baja.

La facturación de los supermercados ajustadas por la inflación real y el efecto de haber ampliado la muestra de consulta en más de siete por ciento mantuvo sendas caídas del orden de 7% en el primer trimestre, con un marzo que arrojó receso de 9,5 por ciento.

El transporte de carga, medido por el Indec, pasó de crecer 1,8% entre enero y marzo del año pasado a contraerse 25,6% un año después y 19,6% en el caso puntual de marzo último.
También el Indicador Sintético de la Construcción acentuó el receso de 1,3% en los primeros tres meses de 2013 a 2,6% en el corriente año y 4,2% al cierre del período.

Mientras que el comercio exterior se deterioró en los dos frentes, pese a la devaluación de enero: las exportaciones pasaron de caer en cantidad de producto uno por ciento en el primer cuatrimestre de 2013 a disminuir 8% un año después y 13%, en el caso particular de abril, en tanto las importaciones revirtieron la suba de 9% y cayeron 5% en dicho período, y 13% en el cuarto mes del año, también en volumen de operaciones.

Como resultado de ese cuadro, el saldo de las cuentas públicas del primer trimestre fue deficitario en 15.180 millones de pesos en las cuentas de Hacienda, aunque si se resta el efecto del auxilio financiero del Banco Central, la Anses y el PAMI se amplió a más de 33 mil millones de pesos, equivalente a 4,6% del PBI, en contraste con 2,7% del producto de un año antes. Y antes del pago de intereses de la deuda el rojo fue de 19.100 millones de pesos, más que duplicando el saldo negativo de un año antes.

Y más grave que eso fue que tanto las tasas de participación de la población en el mercado de trabajo, como la proporción de ocupados, en blanco y también en negro, fueron

Con este escenario y una inflación que parece desacelerarse respecto a los picos del primer trimestre pero que se sostiene bien por arriba de la observada un año antes, sea en la medición de las consultoras privadas, como más aún del Indec, el ministro Kicillof confía cerrar el capítulo del default con los acreedores del Club de París. Sin duda, una empresa difícil y con riesgo de convertirse en una victoria a lo Pirro. Esto es que las grandes potencias acepten cobrar en bonos de la deuda pública a plazos de 10 años y más, pero como hizo Repsol, se desprendan rápidamente de esos papeles, porque buscarían con eso dejar asentado que hoy no confían en la política económica que sigue la Argentina y por tanto no alentarían créditos al sector público y privado en corto plazo, pese a que el largo luce claramente venturoso.

Más inconsistencias en la medición del nuevo PBI

El viernes último el Ministerio de Economía cumplió con la promesa de informar el resultado de la revisión del método de cálculo de la generación de riqueza por el conjunto de los residentes a precios de 2004, a partir de la nueva metodología que sigue para medir la inflación, empalmando con la serie a precios de 1993. Sin embargo, lejos de haber contribuido a disipar la pérdida de credibilidad de las cuentas públicas las ha potenciado, principalmente las elaboradas por el Indec y Economía.

Es que ahora las cuentas nacionales reflejaron claras incongruencias, tanto con la serie anterior como también con la realidad, además de haber transparentado parte de los enormes costos monetarios y sociales que provocó la intervención de forma el Indec por parte de Guillermo Moreno, como ya he analizado en varias notas entre el viernes y lunes último.

A modo de rápido repaso destaco que la reestimación del PBI utilizando precios más cercanos a la realidad corrigió la pérdida de representatividad de los productores de bienes, y redujo la exagerada sobreponderación que habían adquirido los servicios. Pero sorprendió que entre éstos, se observaran varios casos que ahora tienen más contribución a la generación de riqueza, como el comercio, y en menor medida los servicios sociales y de hotelería y restaurantes.

El punto es que si en los servicios en general se calcula su PBI en términos reales a partir de valores monetarios a los que se le saca el efecto de la inflación, si el deflactor pasa de 10% como estimaba el Indec con la estructura de gastos de 1993 a un rango más cercano a 25% como para 2013 midieron las consultoras privadas y en parte corrigió el nuevo IPC Nacional Urbano desde enero último, tendrían que haber crecido en valores constantes menos, y por tanto haber perdido peso en el total.

También se explicó cómo sorprendió el fuerte aumento del PBI en pesos corrientes, y consecuentemente en dólares al cambio oficial promedio de 2013, porque, como analicé en la semana, era de esperar que los productores de bienes aumentaran su incidencia en el cálculo en pesos, no en términos reales porque en ese caso las cifras eran indiscutibles (cantidad de automotores, cosechas, fabricación de bebidas, acero, cemento, refinación de petróleo, etc.), mientras que entre los servicios se esperaba estabilidad del PBI en pesos corrientes que se había informado a precios de 1993, pero menor crecimiento en términos reales. Pero no fue así: el PBI en pesos corrientes de los servicios se elevó en más de 293.000 millones para 2012, equivalente a 1.580 dólares por habitante al tipo de cambio oficial.

Sobreestimación de la apertura de la economía

Otras grandes incongruencias que surgieron en las nuevas cuentas nacionales que pude detectar fue en el caso de los componentes de la oferta (PBI más importaciones) y demanda global (consumo público y privado, inversión y exportaciones), en particular en el grado de apertura de la economía, la cual se mide como proporción del PBI que tiene la suma del comercio con el exterior (compras y ventas). A precios de 1993 esa relación era de 25,4%, mientras que a precios de 2004 se elevó a casi 40 por ciento del PBI.

Como se sabe, las exportaciones totales en el último año sumaron 81.660 millones de dólares y las importaciones u$s73.656 millones, equivalente en forma agregada a 31,2% del PBI, con un superávit resultante de 1,6% del producto. Sin embargo, de las nuevas cuentas nacionales surgió que el resultado del intercambio fue deficitario en 4,7 puntos del PBI. Ese desequilibrio pudo haber explicado la crisis cambiaria de fines de 2013 y principios de 2014 que derivó en la devaluación del peso del 15% en un día y 25% en un mes. Pero no fue así, aun cuando se expliquen uno o dos puntos porcentuales por el déficit que generan los seguros y fletes de esas transacciones con el resto del mundo.

En donde no dejó dudas la reestimación del PBI fue que no pudo ocultar como desde el cepo cambiario de fines de 2011, las importaciones que se quisieron limitar disminuyeron menos que las exportaciones y la tasa de inversión de la economía interrumpió el ritmo de aumento de los años previos, retornando a la gravitación que tenía seis años antes.

¿Estaremos en 2015 mejor que en 2007?

Antes de sacar una conclusión, me parece apropiado ir por partes y analizar los principales tópicos de la economía, de los más sensibles a los más duros que, claramente, son los responsables del desempeño de los primeros.

La ocurrencia de este balance de gestión y la herencia que queda para el próximo gobierno, cuando aún resta más de un año para concluir el segundo mandato presidencial, surgió a partir de los dichos de la Presidente cuando caía la tarde del lunes, sobre que dejará un país mejor al que recibió. Fue en un breve mensaje por videoconferencia desde la Casa Rosada cuando reinauguraba una planta que elaborará biodiesel en Timbúes, Santa Fe, luego de una inversión de 480 millones de dólares que completó en noviembre de 2013, pero que estaba paralizada por las sanciones comerciales que impuso la Europea, ante la lenta reacción del Gobierno nacional.

Está claro que el balance de gestión debe hacerse desde el comienzo de 2008, es decir cotejar los indicadores sociales y económicos con los que las cuentas nacionales registraban en 2007, y no como a veces se pretende hacer con 2003, o peor aún respecto de los niveles posteriores a la crisis de 2001 cuando la Argentina cayó en una profunda depresión, porque no sólo correspondió a otro presidente, sino porque no luce sensato hacer una evaluación de desempeño contra uno de los peores momentos de la historia política, económica y social. Del mismo modo que no parece sensato que otras presidencias se compararan con los cuadros que existían en 1989, 1975, 1958, 1949, u otros de los tantos años malos de la historia argentina y que dieron origen a nuevas administraciones.

Y si bien aún parece prematuro hacer un balance sobre qué país, en el orden económico y social, dejará Cristina Kirchner a fin de su mandato, el 10 de diciembre de 2015, la magnitud de los desajustes macroeconómicos generados desde 2008 y las acciones espasmódicas con la que se vienen tomando medidas desde el cambio parcial de gabinete el 20 de noviembre último, no alientan un giro radical que permita, al menos, volver a los niveles de fines de 2007.

 

Algunos indicadores sensibles
Pobreza e indigencia: El resultado de los grandes desaciertos de política económica desde 2008, con la intensificación de los controles, el aumento de la presión tributaria y ahora el encarecimiento del crédito, fue la amplificación de los focos de precariedad de las familias argentinas, al punto que más del 40% de los jefes de hogar perciben ingresos menores al salario mínimo vital y móvil y estudios privados como el Observatorio Social de la UCA y el IDELAS de la UCES ubican largamente por arriba de 25%. Sin embargo, el Indec no sólo dejó de publicar sus estadísticas, las cuales indicaban un índice de pobreza de apenas 3,7% de los grupos habitacionales, en contraste con 13,8% que informó para el segundo semestre de 2007, sino que peor aún, ahora el jefe de Gabinete reconoce las severas dificultades metodologicas para seguir calculando esos valores.

Mercado de trabajo: La generación neta de empleos pasó de 284 mil puestos netos en 2007 a 119 mil en 2013, aunque ahora no fue menor por efecto de las desmedidas incorporaciones en el sector público, porque el privado acumuló un trienio de estancamiento y las expectativas para este año son más de destrucción de posiciones que de incorporaciones netas. Y si bien la tasa de desempleo se redujo a niveles mínimos históricos en más de 20 años, se explica fundamentalmente por el efecto desaliento al aumento de la oferta de trabajadores, ante las limitadas oportunidades para obtener un empleo genuino.

PBI: El crecimiento de la economía pasó de tasas de más de 8% anual acumulativo y con escasos cuestionamientos, a un cuasi estancamiento desde 2012 y perspectivas moderadamente recesivas para el corriente año, pese a que el contexto internacional se mantiene favorable para la Argentina, a juzgar por el nivel de precios de las materias primas que más exporta el país, por la activa demanda de alimentos y de minerales metalíferos de China. Las complicaciones comerciales con Brasil tienen su origen más en acciones aisladas del gobierno local, como las trabas al pago de importaciones, que en las dificultades del mayor socio en el Mercosur para crecer a tasas superiores a tres por ciento. Ese cuadro desalentó la inversión productiva, tanto de origen externo como también doméstico y se acentuaron las limitaciones de la infraestructura, aunque el Gobierno hizo esfuerzos para disimularla con importaciones de combustibles y aumento sostenido del precio de los combustibles para alimentar la caja de la ahora YPF con predominio estatal.

Inflación: De un ritmo de un dígito alto se pasó a dos dígitos elevados, con tendencia indefinida, como consecuencia del abandono de la política de solvencia fiscal, pese a que se forzó al extremo el aumento de los impuestos, porque el gasto alcanzó una dinámica desenfrenada de tal magnitud que hizo que el financiamiento del Banco Central con emisión no fuera suficiente y se debió recurrir al endeudamiento interno con organismos descentralizados, con el costo de provocar la escalada de las tasas de interés. De un superávit fiscal equivalente a 1,1% del PBI pasó a un rojo de 4,6 por ciento y medido por la variación de la deuda pública neta se expandió de 8.000 millones de dólares a 12.500 millones de dólares. La consecuencia de ese proceso fue el rápido debilitamiento de la capacidad de consumo de las familias, una severa caída de la confianza de las familias y un golpe adicional a la pobre inversión productiva.

Sector externo: La persistencia de alto nivel de inflación, pese a la política de precios administrados, junto con los recurrentes cambios de las regulaciones del comercio y una política arbitraria de pagos de importaciones como estrategia de resguardo de las reservas del Banco Central, minaron las posibilidades de concretar nuevos negocios de exportación, más allá de los vinculados con la colocación de la cosecha de soja y derivados primarios, principalmente. La consecuencia fue un acelerado deterioro de la posición de divisas de la autoridad monetaria, de más de 46.000 millones de dólares que se computaron a fines de 2007 a poco menos de 31.000 millones al cierre de 2013 y actualmente se mantienen por debajo de 29.000 millones, pese a la estacionalidad favorable del comercio exterior.

Por tanto, más que pensar qué país se dejará el 10 de diciembre de 2015 sería mejor que la Presidente y su equipo aceptaran escuchar a los referentes de los partidos de oposición y también a los empresarios sobre sus reclamos para que la Argentina avance hacia un salto de calidad que permita no tanto contentarse en la herencia que recibirá el próximo gobierno, sino mejor aún para poder comenzar ya a transitar el futuro mejor que ofrece el mundo para el país, en lugar de presentarlo hostil y persistir en la confrontación, pese a los elevados costos sociales que ya no se pueden ocultar, aunque Economía decida no difundir los datos reales de pobreza e indigencia, ni los precios que toma para calcular la inflación.

El Indec no solo deo de difundir los indices de pobreza…, sino que peor aun, ahora el Jefe de Gabinete reconoce las severas dificultades metodologicas para seguir calculando esos valores.

Oportunidad perdida de Kicillof

El ministro de Economía volvió de la Asamblea de Primavera del Fondo Monetario Internacional y Banco Mundial con las manos vacías, porque desaprovechó la asistencia de los representantes de las principales potencias y acreedores de la Argentina para avanzar, en modo informal, hacia un acuerdo que posibilite al país volver a emerger y regenerar oportunidades de inversión y empleos de calidad, a través del cierre del capítulo del default parcial de la deuda pública.

La mayoría de los representantes de los 188 países miembros no va a ese tipo de foro a buscar algo específico, pero sin duda vuelven a sus estados con diversos logros, no sólo de tipo intelectual, porque aprovechan la posibilidad de pasar un par de jornadas completas con sus pares para discutir sobre las tendencias de sus países en forma particular, sino porque generan caminos para profundizar las oportunidades de negocios e inversiones bilaterales.

En el caso argentino, a juzgar por el balance que hizo Axel Kicillof en una improvisada conferencia de prensa, donde una vez más se puso el acento en la crítica a la prensa, el ministro fue claro: “No hay resultados porque no fui a buscar nada”.

Y claramente la Argentina necesitaba buscar muchas cosas, no sólo apoyo de los máximos dirigentes de los organismos de crédito multilateral, sino también el de muchos países para poder obtener una resolución del pendiente litigio con los bonistas que no aceptaron las condiciones de canje de deuda, y también de las naciones miembros del denominado Club de París, para encontrar una salida consensuada a más de una década de default, y poder recuperar la capacidad de ser sujeto de crédito.

Y ni que hablar de la necesidad de superar los obstáculos que impiden atraer inversores para explorar y explotar el reservorio hidrocarburífero de Vaca Muerta, revitalizar el paquete tecnológico en el agro, revertir las restricciones energéticas, generar oportunidades de negocios de exportación e importación y romper con la crónica tendencia de muchos residentes con capacidad de ahorro (personas, pero principalmente empresas) a hacerlo en moneda extranjera fuera del sistema financiero.

Pero el impedimento ideológico y la falta de convicción sobre que se está empezando a hacer algunas cosas bien justificaron que el ministro persistiera con la postura de no someter a la Argentina a la auditoría formal de los técnicos del Fondo a las cuentas públicas y política macroeconómica, como establece el reglamento constitutivo del organismo para todos los socios, sea o no su deudor, quiera o no acceder a alguna línea para financiar crisis de balanza de pagos o contar con el aval para acceder a otras líneas de crédito país-país, o de instituciones internacionales.

Obstáculos con costos sociales crecientes

Pese a que sin ese prerrequisito es imposible que la Argentina pueda aspirar a un crecimiento sustentable, con inclusión social y mejora de la distribución del ingreso entre el conjunto de los argentinos, como dijo aspirar el ministro y su Gobierno en la mañana del lunes último, más aún luego del virtual estancamiento del empleo en el último trienio, independientemente del contexto internacional, no porque lo diga el FMI, sino principalmente porque se insiste con no revaluar las instituciones e ir a contramano de la mayor parte del mundo.

Los primeros datos del primer trimestre de 2014 indican que la economía ingresó en una faz recesiva que aún no se sabe cuándo finalizará, según Juan Mario Jorrat, experto econometrista de la Universidad Nacional de Tucumán que estudia permanentemente el ciclo económico.

La tasa de inflación se afirmó arriba del tres por ciento mensual y la desaceleración esperada para abril no podrá perforar el piso de dos por ciento que era el ritmo que registró en el segundo semestre del año anterior. Para peor, la resistencia a frenar el aumento del déficit fiscal amenaza con recrear tensiones inflacionarias y cambiarias en el comienzo del tercer trimestre, cuando finalice la estacionalidad favorable de las exportaciones.

YPF debió tomar deuda a una escalofriante tasa de 8,75% anual en dólares, cuando Grecia pagó menos de cinco por ciento y naciones vecinas se pueden endeudar a un costo de tres a cuatro por ciento anual. Semejante brecha obedece al grado de incertidumbre que despierta una administración que se muestra hostil con el resto del mundo y que se manifiesta amante de romper los protocolos y los moldes de las instituciones, manipular las estadísticas y se muestra enemigo al diálogo franco y transparente no sólo en el orden interno, sino más aún con el resto del mundo. Amén que la petrolera mantiene un enorme rezago en el cumplimiento del plan de cuatro años 2013-17 de exploración y explotación del reservorio de Vaca Muerta, que tiene un objetivo de máxima de 37.200 millones de dólares y de mínima de 16.000 millones.

La devaluación de fines de enero aún no arrojó resultados positivos en términos de comercio exterior y del balance de divisas del turismo internacional y consecuentemente, las reservas del Banco Central no logran proyectar una tendencia de acumulación a tono con la estacionalidad alcista de las exportaciones del complejo oleaginoso y de la cosecha gruesa.

Y el empleo privado no sólo dejó de crecer desde fines de 2012, sino que “las empresas no proyectan despidos masivos, pero tratan de no reponer el puesto que se deja vacante, y en las PyME y en muchas economías regionales comienza a observarse cesantías por problemas de proveedores, restricciones financieras y alta presión tributaria”, dijo el abogado laboralista Julián de Diego.

Mirá lo que hago no lo que digo

Después de su relámpago viaje a Francia el 20 de enero último para comenzar las negociaciones con los acreedores del Club de París el ministro volvió con la receta mágica no autorizada por su ideología marxista: devaluar, subir las tasas de interés y bajar los subsidios a todos y todas las gentes, no a las empresas y al comercio.

Ahora parece encaminado a lo mismo, dijo el ministro que no fue a buscar nada al FMI y por eso no trajo nada, pero pocas horas después de una improvisada conferencia de prensa, mejor dicho, monólogo con la prensa, porque permitir sólo tres preguntas, de las cuales una era para alimentar su ego, la otra fue respondida parcialmente y la tercera no colmó las expectativas de los presentes, la Presidente reflotó el Plan de Competitividad de Domingo Cavallo en los 90, claramente con algunas variantes que pusieron el acento en los micro emprendedores, aunque no alivia el costo laboral del total de la nómina y, además, tiene un horizonte finito, ya que expira a los dos años de la incorporación de cada empleado, con el consecuente costo operativo de administrar la diferente antigüedad del personal.

Pero, como siempre, se avanza uno y se retrocede dos, porque es bienvenido un plan para reducir el costo laboral de las empresas, pero se hace en forma parcial, porque salvo para los micro emprendedores no baja el costo laboral para las empresas y tendrá un costo fiscal, porque no aparecen las luces para reasignar el gasto público, como primer paso para reducir la ineficiencia y despilfarro, menos aún forzar una reducción en términos reales, es decir que crezca menos que la inflación y que la recaudación tributaria, como política sólida para tender a la estabilización de los precios.

¿El FMI es duro o realista?

La presentación de un nuevo informe semestral del Fondo Monetario Internacional, con las perspectivas económicas de los países miembros, volvió a dejar la sensación de otro “más de lo mismo”. No sólo porque nuevamente ubica a la Argentina en el mismo rango que Venezuela, pese a que claramente aún existe un abismo, no sólo en lo referente a brecha cambiaria, de inflación, potencial económico, y más aún en cuanto a la situación política y social, sino principalmente porque, sin decirlo, parece insistir con la muletilla de los 80 del “ajuste fiscal”.

Desde el Gobierno, pero también muchos economistas de la oposición y consultores profesionales, destacan que en el primer trimestre de 2014, después de haber asimilado las nuevas funciones de modo formal, la dupla Kicillof- Fábrega, se abocaron a una vuelta a la denominada ortodoxia económica, como devaluar, bajar los salarios, subir las tasas de interés, reducir los subsidios, enfriar la economía, acordar las condiciones de expropiación de las acciones que Repsol tenía en YPF y que con esas herramientas ahora cuentan con argumentos de peso para recibir una aprobación y recomendación del FMI para que los acreedores del Club de París acepten consensuar la superación del capítulo del default y quedar habilitada la obtención de financiamiento internacional y a menores tasas.

En muy pocas líneas de las 80 páginas del trabajo de marras, los técnicos del FMI indican que “las perspectivas de la Argentina y Venezuela han vuelto a desmejorar”. Claramente, si se repara en la caída del 36% de las ventas de autos, de más de 40% en el caso de las motos, de 7% en el consumo masivo de alimentos, perfumería, ropa, y electrónicos, del promedio de los supermerados, y la caída real de la recaudación tributaria, entre otros, el diagnóstico está en lo cierto.. Mientras que si se observa el giro parcial de política, podría decirse que es exagerado.

“Se prevé que la actividad de la actividad en la Argentina y Venezuela se desacelerará marcadamente en 2014, aunque las perspectivas están sujetas a un alto grado de incertidumbre”, agrega el paper en otra breve referencia a los dos países, en contraste con las previsiones para la mayoría del resto de los países miembros del organismo. La aceleración de la inflación a un rango de 40% y más aún del ritmo de aumento del gasto público y consecuentemente del déficit fiscal, avalan esa consideración.

Y concluye, “las medidas administrativas adoptadas para reducir los desequilibrios internos y externos, entre ellas los controles de precios, de cambio y del comercio, están afectando aún más la confianza y la actividad. Y si bien ambos países ajustaron sus tipos de cambio y la Argentina elevó las tasas de interés, se precisan modificaciones importantes de las políticas para evitar un ajuste desordenado”. Esto es lo que parece subestimarse, y si bien las condiciones son muy distintas, no debiera olvidarse que tras la desprolija salida de la convertibilidad a fines de 2001 se necesitó de casi dos años para reencauzar la economía.

Rojo creciente en las cuentas públicas
El viernes último, la Secretaría de Hacienda difundió el resultado base caja de las finanzas de la administración central correspondiente a febrero, el cual pese a su dinámica desestabilizante, no afectó en demasía al mercado de deuda pública, por el contrario, muchos economistas aparecieron haciendo recomendaciones de compra de bonos públicos, de cara al largo plazo, en la convicción de que en algún momentos se harán los ajustes.

Eso es lo que recomiendan y volverán a hacerlo los técnicos del FMI al ministro Kicillof si en su participación en la Asamblea Anual hiciera un pedido informal de recibir una señal de inmediato apoyo para poder cerrar el capítulo del default con los acreedores del Club de París. No se puede esperar otra cosa cuando se acaba de difundir que el gasto público retomó un ritmo de crecimiento que no se veía desde fines de 2010, y se pasó de un paupérrimo superávit fiscal doce meses antes a un singular desequilibrio ahora, con empresas públicas que pierden el triple en el término de un año.

El descuido de las finanzas públicas, con la consecuente vuelta a un también alarmante aumento de la deuda pública: 14.000 millones de dólares en un año, pese a haber utilizado u$s7.000 millones de reservas del Banco Central para afrontar vencimientos y haber licuado otros 14.000 millones de dólares con la devaluación del peso, ha sido el principal factor determinante de la crisis de la convertibilidad a fines de 2001, y también lo es ahora que parece haberse agotado la capacidad de financiamiento con aumentos de impuestos, incluido el inflacionario.

Podrá evitarse la palabra ajuste, y también evitar hablar de inflación, devaluación, alza de tarifas, recesión, control de precios, etc., y volver a desoír las recomendaciones del Fondo Monetario Internacional, pero no podrá ocultarse que mientras la mayoría de los países dan claras señales de superación, la Argentina y Venezuela siguen retrocediendo en su contribución a la generación de la riqueza mundial y al comercio internacional, con el consecuente costo en términos de calidad de vida de la mayor parte de sus habitantes, al no poder ofrecer suficientes oportunidades laborales productivas.

En las puertas de otro default por disfrazar la realidad

Una semana atrás el ministro de Economía, junto a los técnicos del Indec, se presentó a la prensa para dar a conocer una apretada síntesis de la nueva forma de cálculo del PBI, que determinó que en lugar de crecer 4,9% en 2013 se había expandido 3%. Los mercados entendieron que se trató de una salida desesperada para ahorrarle al país más de 3.000 millones de dólares que debía destinar al pago de cupones que recibieron gran parte de los bonistas que aceptaron los canjes de 2005 y 2010, por un nivel de crecimiento inexistente, en un escenario donde las reservas del Banco Central ya perforaron el piso de 27.000 millones de dólares.

Sin embargo, de la lectura de la letra chica de los prospectos de canje de la deuda que fue declarada en cesación de pagos en los últimos días de 2001, surge con aparente claridad que el cambio de base de cálculo del PBI con una nueva estructura de precios, fenómeno que se prevé se repetirá una o dos veces antes de 2034, determinará una revisión de los parámetros disparadores del pago de una renta condicional a los tenedores de los nuevos bonos.

Así, para el caso actual, el principal mentor de los términos del canje, Guillermo Nielsen, estimó que con la nueva metodología de cálculo del PBI de 2013 el disparador de pago del cupón se reduce de 3,22% que se había establecido en base a los precios de 1993, a 1,75% a precios de 2004, mientras que bancos de inversión de Wall Street achican aún más esa referencia a 1,29 por ciento.

El Gobierno aún no ha dicho nada sobre este punto. Sólo hablaron los mercados, a través de singulares órdenes de venta de cupones, en la convicción de que hasta 2017 no verán un peso, por el receso actual y estancamiento proyectado con alta inflación, al menos hasta el año próximo.

A este grado de confusión se llegó por el estado de hipocresía en el manejo de las estadísticas públicas y en la falta de nobleza para reconocer los errores y enmendarlos sin apelar a mecanismos que pueden derivar en mayores costos a los que se pretende evitar.

Claramente, en 2014 no se puede seguir calculando la capacidad de generación de riqueza del conjunto de la población y empresas a los precios de 1993, porque no sólo se pasó de un escenario de incipiente estabilidad de precios y expectativas de crecimiento, tras haber pasado por dos episodios de hiperinflación, a otro de alta inflación con tendencia recesiva, sino porque también en los últimos 20 años cambiaron los hábitos de consumo, a la luz de las nuevas tecnologías.

Pero previamente hubiera sido más recomendable revaluar las estadísticas base del Indec, tanto de precios y de cantidades, sin cambios metodológicos, tras las denunciadas irregularidades que se cometieron desde 2007, las cuales hubieran arrojado un crecimiento de la economía inferior a tres por ciento, como estimó el consenso de las consultoras privadas con la metodología tradicional a precios de 1993.

La diferencia no es menor, porque haber llegado un número similar, pero por diferentes caminos, puede llevar a caer en un nuevo default, con el consecuente impacto negativo sobre la economía en términos de pérdida de oportunidades de empleo y mejora de la calidad de vida, si Economía decide aferrarse al umbral de 3,22% y comunicar formalmente el no pago del cupon del PBI, ahora o el 19 de septiembre próximo.

Se generaliza la caída de las variables reales
Mientras tanto, hoy se observa que desde que el Gobierno decidió comenzar a sincerar las estadísticas oficiales, aunque lo hace a ritmo lento y desprolijo, todos los indicadores básicos vinculados con la actividad se alinearon en la senda negativa.

El primero fue el reconocimiento del aumento de la inflación, el cual arrastró en sentido inverso a la estimación de crecimiento del PBI, más allá del comentado impacto sobre el no pago del cupón PBI y el ahorro posible de más de 3.000 millones de dólares.

Luego vino el efecto negativo sobre la mejora del poder de compra de los salarios de la aceptación de la escalada de los precios, aunque aún no se acepta el fracaso de los sistemas de controles, porque desde junio de 2013 el promedio de suba nominal de los salarios que calcula el Indec se ubica por debajo del alza real de los precios al consumidor, y se agravó en el primer trimestre del nuevo año.

Pese a ese desagio que sufren los presupuestos de las familias, el Gobierno, que dice que no quiere ser hipócrita, según manifestó la Presidente en uno de sus cuatro mensajes en cadena nacional en una semana, se opone al ajuste de los mínimos no imponibles de Ganancias, para asalariados y más aún para los trabajadores independientes, y menos aún de permitir el ajuste por inflación de las utilidades de las empresas, pese al impacto contractivo que esa decisión ejerce sobre el consumo y la inversión productiva.

Mientras que frente las incapacidades para generar confianza a través de la generación de un clima de negocios saludable, el Gobierno no encontró otra salida para reducir las tensiones cambiarias que endurecer severamente la política monetaria y dejar que las tasas de interés escalaran a niveles de asfixia financiera a las PyME y golpeara a un más las decisiones de consumo a crédito por parte de las familias.

De ahí que la recaudación de impuestos si bien volvió a superar en marzo la pauta presupuestaria de 25,5% de crecimiento interanual, no pudo equiparar a la tasa de aumento de los precios.

De ese modo se alejan las posibilidades de reducción del déficit fiscal, que no sólo es el principal factor de presión inflacionaria, por su financiamiento con emisión espuria del Banco Central, sino también de aumento de la deuda pública: 14.000 millones de dólares en el último año, pese a que el Gobierno usó unos u$s7.000 millones de reservas para pagar vencimiento y que por la devaluación de la moneda licuó otros 14.000 millones de dólares de deuda nominada en pesos.