Los ministros tienen una mirada parcial de las estadísticas

Axel Kicillof y Débora Giorgi, junto al recaudador, Ricardo Echegaray, parecen tener la misma escuela: analizan las estadísticas oficiales sin considerar el contexto, sea local o internacional. De ese modo, logran el objetivo buscado, mostrar a sus conciudadanos que se superan las metas, que se logran resultados superiores a los esperados y que quienes ven una realidad diferente están equivocados y por tanto deben replantearse un cambio en sus posturas.

El común denominador es el análisis nominal de las estadísticas, sea de precios, salarios, PBI, consumo, empleo y desempleo, fiscal, monetarias, y también del comercio exterior, sin pasar a la depuración en términos reales, y menos aún por el filtro del cotejo con el desempeño de esos indicadores en el resto del mundo y en particular en el vecindario que, con diferentes productos, se ha favorecido como la Argentina del auge de los precios de las materias primas y consecuentemente de la mejora de los términos del intercambio, esto es de precios de exportación que subieron más que los de importación, amén de perder de vista las relaciones intersectoriales. Continuar leyendo

Kicillof ve un país y un mundo diferente al real

En la Argentina ya nos hemos acostumbrado a que los indicadores oficiales niegan una realidad que inquieta más a las familias y pequeñas empresas que a los principales dirigentes de la oposición y menos aún a los del oficialismo. Los primeros porque la sufren, los segundos porque su mirada está puesta más en 2016 que en resaltar la crisis y las medidas que deberían tomarse para superarla porque pareciera que temen ser catalogados como “la cadena del desánimo” y los últimos porque sienten la necesidad de sostener el relato y no admiten la posibilidad del fracaso de las nuevas, aunque reiteradamente probadas y fracasadas viejas recetas.

Primero fue con la inflación, aunque se amagó con corregir el desvío con las mediciones privadas a comienzos del año con la elaboración de un nuevo índice nacional que nunca se desagregó, porque pronto se volvió a la práctica desde 2007 de subestimarla en un cincuenta por ciento.

Luego, fue el cálculo del PBI, más alto para la óptica de los técnicos del Indec y más bajo, e incluso ahora negativo, en las diferentes estimaciones privadas que se hacen en Buenos Aires, Córdoba o expertos de la Universidad Nacional de Tucumán.

Más recientemente se agregaron los datos laborales, donde no sólo se publicitó que tímidamente subió el desempleo en términos relativos, sino que además el Indec comunicó un leve aumento del empleo en el agregado de los 31 aglomerados urbanos en cantidad de personas. Pero no sólo la proyección al total país permitió advertir un salto más grande de la tasa de desempleados que la anunciada, sino también una drástica destrucción de empleo y que bien medida la provincia del Chaco acusa una tasa de desocupación de dos dígitos porcentuales en contraste con pleno empleo relativo y absoluto que informó el organismo oficial de estadística.

Y en la 62 Convención Anual de la Cámara Argentina de la Construcción el ministro de Economía, Axel Kicillof, sorprendió al anfitrión, Gustavo Weiss, al desestimar su preocupación por el receso que afecta al sector, como consecuencia de la parálisis del mercado inmobiliario y la destrucción de más de dos por ciento de la nómina, con la mención de que la actividad sigue batiendo récord de permisos de construcción, con un nivel que supera en un 40% el promedio de la convertibilidad, y el secretario de Obras Públicas al vaticinar que se espera cerrar el año con récord de despachos de cemento.

Sin embargo, pocos minutos después el Indec se ocupaba de informar que la caída de las exportaciones en octubre fue la más intensa desde la crisis de 2009, y también excedió a la baja de las importaciones. Además, por los desaciertos de la política económica del ministro desde que era viceministro, omitió hacer referencia que el comercio exterior argentina registra el peor desempeño en más de 20 años en su gravitación en el intercambio mundial de bienes.

Y ayer, el organismo oficial de estadística dio cuenta de que tanto las ventas en supermercados como en grandes centros de compras (shopping) mantienen una contracción en términos reales de más de 6%, la cual no se corresponde con la “capacidad de ahorro” de gran parte de los asalariados, como dijo en su reaparición pública de la Presidente, después de 25 días de convalecencia.

Pero no sólo eso, el ministro de Economía transmitió las preocupaciones de la mayoría de los 19 presidentes de los países del G-20 que representan junto a la Argentina un 85% del PBI mundial, la persistencia de la “segunda peor crisis de la historia económica mundial” y que recordó que “el FMI definió como la nueva mediocridad”, pese a que pocos minutos antes el Departamento de Comercio de los EEUU comunicó que el PBI registró con 4,2% el mayor crecimiento en los últimos once años.

De ahí que se podrá insistir con negar la realidad, pero la crisis se acentúa, la inflación supera el 40%, el déficit fiscal ya bordea el 7% del PBI, el consumo se derrumbó, la inversión ya no alcanza para reponer el envejecimiento del acervo productivo y el Banco Central agotó la capacidad de financiamiento al Tesoro con emisión y llevó a abandonar la política de desendeudamiento de la peor manera: con el retorno de los bonos ajustables, por ahora por el tipo de cambio oficial.

Nada rompe el silencio de la oposición

La crisis se acentúa trimestre a trimestre, mes a mes y día a día, pero los principales referentes de los partidos de la oposición al Gobierno nacional, en particular del área económica, parecen anestesiados e incapaces para hacer oír sus voces de preocupación y buscar consensos, para lograr cambios de políticas que posibiliten que ese proceso primero se frene y luego se revierta.

La semana comenzó con la confirmación de la suba del desempleo por tercer trimestre consecutivo, aunque atenuada por dos fenómenos: el aumento del efecto desaliento que se manifestó en el retiro del mercado de trabajo de más de 340 mil trabajadores en términos simples, pero en casi 540 mil en términos reales, por el crecimiento vegetativo de la población; y las inconsistencias a las que nos tienen acostumbrados las estadísticas del Indec: la Encuesta Permanente de Hogares no constituye la excepción.

Luego apareció la primera estimación seria de variación de la producción del conjunto de las manufacturas, la cual para la consultora Orlando Ferreres arrojó una caída de 6,1% con amplia mayoría de sectores en receso, por efecto de la contracción simultánea y creciente del consumo interno y también de las exportaciones.

Y el martes, sorpresivamente por la fecha, aunque esperado por las tendencias de corto plazo, apareció en el Boletín Oficial el decreto 2129 del 13 de noviembre, con la firma de la Presidente, al parecer en el sanatorio donde estaba internada, que dispuso el aumento del gasto público en unos 57.000 millones de pesos y un salto del déficit fiscal aceptado para el corriente año equivalente a 5% del PBI.

Estos indicadores fueron precedidos por la aceleración de la inflación respecto de un año atrás a un rango firme de más de 40% en doce meses, no obstante que la actividad en su conjunto se afirma en una recesión que para el tercer y cuarto trimestre por arriba del cuatro por ciento.

Y sin embargo, del lado del Gobierno niegan de diversas formas la magnitud de la crisis, y por tanto sus efectos sociales que se manifiestan abiertamente en despidos, suspensiones, vacancias de locales y el reimpulso de la informalidad. Sólo se atina a culpar al escenario internacional, aunque premios nobel que en el pasado avalaban la política económica de la última década ahora la cuestionan abiertamente en seminarios organizados por funcionarios del propio gobierno, como hizo Paul Krugman.

Estrategia que no atiende las necesidades del presente

Por el contrario, los máximos referentes de los partidos que aspiran a competir por la sucesión del gobierno a partir del 10 de diciembre de 2015 sólo se concentran en tejer alianzas y pelear para que un puñado de trabajadores sean eximidos del Impuesto a las Ganancias sobre el medio aguinaldo, para que no lo pierdan en forma plena antes de fin del año, pese a que semejante confiscación del fruto del trabajo y justo reclamo sólo comprende a menos del 10% de la masa de trabajadores registrados y a menos del 7% del total de los ocupados.

Del restante 93%, como de casi el 15% de desocupados o más que surge del reprocesamiento de los datos de la Encuesta Permanente de Hogares, no se habla, y se los mantiene en el olvido, pese a que en algún momento se los irá a buscar para captar su voto.

El momento es ahora. Trece meses, hasta el cambio de gobierno, es mucho tiempo, para dejarlo al libre albedrío, bajo la convicción de que cuánto en peor estado se llegue en el plano económico y social a las elecciones mayor será la contundencia del triunfo opositor, con probabilidad de lograrlo, incluso, en primera vuelta.

Quienes así piensan, que a juzgar por los hechos, hoy no parecen ser pocos, estarían subestimando que un mayor deterioro del escenario económico y social les impedirá imponer giros de política que posibiliten superar rápidamente los efectos inerciales de la crisis y consecuentemente aliviar la carga de los que hoy ya padecen de angustias y privaciones. Basta con recordar el tiempo que le llevó a Carlos Menem preparar la economía para dejar atrás la hiperinflación y Néstor Kirchner para revertir la depresión de 2002.

La salida traumática de la crisis de 2001 derivó en una depresión en 2002 y sólo por la tonificación de los precios de la soja y de otras materias primas que vende la Argentina se pudo pasar de la etapa de la recuperación a la del crecimiento a partir del sexto año, aunque rápidamente se interrumpió, porque la Argentina de los últimos 60 años se especializó en crisis y sus salidas, pero nunca en lograr dar el paso siguiente al del crecimiento genuino, entendido por la superación del pico previo a la recesión y menos aún pensar en estadios de desarrollo, sin uso de contabilidades creativas y atraso cambiario, para mostrar una potencialidad y solvencia superior a la real.

Mantener el silencio, y guardar las recetas para reordenar la economía hasta cuando les toque gobernar, con la esperanza de que el sólo cambio de presidente y equipo atraerá masivamente capitales de riesgo, es desconocer la historia argentina y sobreestimar el apetito de los inversores.

Es cierto que las autoridades del gobierno se muestran cerradas a abrirse al diálogo y, más aún reacias a validar iniciativas de la oposición. Pero no por eso se debe abandonar el intento y menos aún renunciar a la prédica y búsqueda del respaldo popular para lograr consensos que lleven a la vuelta de la racionalidad y la institucionalidad, por sobre la discrecionalidad y el abuso de autoridad para controlar los mercados.

Confesiones ocultas en el Presupuesto 2015

Ya comenté como entre la abundancia de irrealidades que forman parte de la base del presupuesto nacional de gastos y recursos para el año próximo resaltan algunas grandes verdades, como que se prevé usar el 40% de las reservas en divisas del Banco Central para pagar deuda, al costo de alimentar las tensiones cambiarias y con ello de la inflación.

Pero también surge que, pese a pronosticar recuperación de la actividad económica, tanto del lado de la producción como del consumo, proyecta más pobreza e indigencia, y crecimiento del desempleo. Aunque para encontrar esas evidencias hay que tomarse el trabajo de leer al detalle la mayor parte de las 392 páginas del Mensaje del Presupuesto que el Poder Ejecutivo Nacional presentó en Diputados el último lunes, y no sólo detenerse en las pautas macroeconómicas. Continuar leyendo

La economía no es una cuestión de fe

“Tengo fe en que tenemos razón de lo que estamos planteando. Un país que ha dejado atrás un camino de endeudamiento permanente. Pero algunos intentan volver la historia para atrás”, señaló el martes la Presidente en su visita pre elecciones municipales en Santiago del Estero para entregar 750 viviendas.

La economía es una ciencia social, que analiza el comportamiento de las personas físicas y jurídicas frente a situaciones de administración de recursos escasos, que buscan grados de optimización de los sistemas de producción y consumo, tanto para su provecho como para el conjunto de la sociedad, para evitar situaciones de caos, y generar mejores condiciones de vida para el conjunto.

Y como tal, se han estudiado los factores y políticas que contribuyen a su buen y mal funcionamiento, pero no se han agotado. Por tanto es común elaborar teorías a partir de evidencias concretas y dictar leyes, luego de análisis de casos y comprobaciones empíricas relevantes. Pero nunca se diseñan cambios de políticas en función de pálpitos, corazonadas o cuestiones de fe, y menos aún se sacan conclusiones contrarias a las que muestran los datos de las propias cuentas oficiales.

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La economía destruye 127 empleos por hora

Esa es la cantidad de personas que en el segundo trimestre de 2014 perdieron su puesto de trabajo cada sesenta minutos, más de dos cada 60 sesenta segundos, surge de la última Encuesta Permanente de Hogares del Indec.

Si al resultado del sondeo, sobre una muestra representativa de poblaciones que sumaban 26,55 millones de habitantes, se lo extrapola al total nacional de 42,46 millones de personas (hace más de cuatro años que el país superó el umbral de 40 millones de residentes), surge que en un año más de 546 mil personas dejaron de buscar un empleo y otras 555 mil perdieron literalmente su puesto de trabajo.

En ambos casos, la mitad ocurrió en el período abril a junio, antes de que se incurriera en mora con parte de los bonistas reestructurados en los canjes de deuda en default en 2005 y 2010, y que ahora literalmente se incurrió en cesación de pagos, porque depositar en la Argentina no es sinónimo de pagar en Nueva York, como fijó las condiciones para un par de títulos.

En promedio, los 554.800 puestos de trabajo perdidos o cesanteados en los últimos doce meses, sin considerar los afectados por suspensiones parciales con pago acotado de salarios, fueron equivalentes a:

46.237 despidos por mes;
1.541 por día;
64 por hora;
1 por minuto.

Los números fueron más dramáticos en lo correspondiente al segundo trimestre respecto de los tres meses previos, 273.700 personas debieron quedarse en sus casas por haber perdido el empleo, no sólo porque proporcionalmente la cantidad de afectados fue singularmente más significativa, sino porque sucedió en un período estacionalmente aumenta la capacidad de generación de riqueza, la producción y el comercio, y además ese cuadro se dio antes de que empeorara el escenario financiero, porque el Gobierno decidió vivir con lo nuestro y prescindir del mundo. Representaron:

91.230 despidos cada 30 días;
3.041 en un día;
127 por hora;
2 por minuto.

La cuenta es muy simple. El organismo de estadística, siguiendo criterios internacionales, mide la tasa de participación de la población en el mercado de trabajo, como la tasa de empleo, en proporción a la cantidad total de habitantes de un distrito, aglomerado, o conjunto de aglomerados urbanos, que en el caso del Indec abarca a 31 que representan a poco más del 60% de los residentes en toda la nación. En ambos casos, el último relevamiento dio cuenta de una disminución de 1,7 puntos porcentuales respecto de un año atrás y de 0,2 y 0,4 puntos porcentuales, en cada caso, en comparación con los tres meses precedentes.

Como la población crece en términos vegetativos, si bien la tasa de destrucción de empleos en el trimestre fue proporcionalmente similar a la verificada en los pasados doce meses, el efecto en cantidad de personas involucradas es creciente.

El escenario que viene
Si en medio de expectativas positivas que tenían los mercados financieros hasta junio de una solución al litigio de la deuda con los holdouts, con un límite de definición a partir de enero de 2015 cuando supuestamente expira la cláusula RUFO, la economía destruyó más de 270 mil empleos netos (algo más en el sector privado, porque en el ámbito del sector público siguió ampliándose la nómina) en sólo un trimestre, la pregunta que comienzan a plantearse los economistas a la hora de hacer sus proyecciones para el resto del año es cuántos más empleos se destruirán, a partir de la decisión de ingresar en un default prolongado.

No se trata de hacer una regla de tres simple, sino de algo más profundo, porque en primer lugar la economía es una ciencia social que se preocupa por el comportamiento de las personas, jurídicas, pero principalmente físicas que son las que le dan sustento a las empresas y a los gobiernos. Y en segundo lugar porque lo que amerita evaluar es ¿quién va a estar dispuesto en el resto del mundo a financiar el comercio de importación de bienes y servicios esenciales que se requiere para el proceso productivo, como al exportador que necesita ese recurso, si a la hora de pretender cobrar su crédito el deudor le exige que debe venir a su establecimiento en Buenos Aires?.

Ante esa perspectiva, puede sonar como música grata para los oídos de los hombres de la Bolsa que la Presidente les diga, como ocurrió en el acto de celebración de los 160 años de la entidad, que “con el proyecto de ley de cambio de jurisdicción para el pago de los bonos reestructurados, de Nueva York a Buenos Aires, se potenciará el mercado de capitales”.

Se sabe que fue sólo un mensaje de oportunidad, carente de sustento, dado el virtualmente inexistente mercado de capitales local (apenas cotizan regularmente unas 70 u 80 empresas, de las cuales menos de 10% concentran el 80% del mercado, con menos del equivalente a 10 millones de dólares por día) y un sistema financiero acotado, porque muchos ahorristas se resisten a confiar sus excedentes a tasas de interés que no compensan la inflación y mucho menos el riesgo de una devaluación del peso, como se dispuso en enero último.

El default de fines de 2001, principios de 2002, provocó que la proporción de depósitos sobre el PBI cayera a menos de la mitad, hoy, más de doce años después, se mantienen varios puntos por debajo de aquellos índices, los cuales eran bajos en una comparación internacional. Ahora, con una nueva cesación de pagos, aunque parcial, inicialmente, cuánto más volverá a caer la monetización de la economía y con ello la capacidad de financiamiento de la actividad productiva y comercial. Eso tendrá consecuencias negativas sobre el empleo, ya lo detectó el Indec, pese a que la Presidente lo mencionó superficialmente ayer en la Bolsa.