Las 10 causas por la que baja el dólar libre

Cada vez son más los economistas que alertan sobre el maquillaje que el Banco Central de la República Argentina le hace a las reservas monetarias internacionales para que se mantengan por arriba de la barrera psicológica de los u$s30.000 millones, porque teme que perforado ese piso no podrá sostener la estabilidad cambiaria como ancla de la inflación.

Los números en danza reducen el nivel real neto de la posición de divisas disponibles a un rango que va de la mitad hasta cero del que se informa a diario, según se resten sólo los encajes en dólares de depósitos privados en dólares que no se prestan a los exportadores (5.500 millones); el swap de monedas con China (3.400 millones); la deuda con los holdin (bonistas que aceptaron los canjes de deuda de 2005 y 2010), que están depositados en la cuenta del BONY en el Banco Central, en Buenos Aires (1.300 millones); préstamo de Francia por 1.600 millones; y la deuda con importadores por más de 5.000 millones de dólares; o se agreguen los vencimientos de deuda pública en lo que resta del año.

Frente a ese cuadro que revela un singular grado de vulnerabilidad de la posición externa de la Argentina, porque indica que en el mejor de los casos se cuentan con reservas por el equivalente a dos meses de importaciones, o menos, si se considera el trámite que hay que hacer para convertir en líquidas la participación de la Argentina en el capital del Fondo Monetario Internacional (DEG) o los lingotes de oro que en conjunto suman u$s5.000 millones, surge la inevitable pregunta ¿por qué no se dispara el blue y por el contrario baja?. Al respecto se pueden mencionar, al menos, las siguientes razones:

1. El Banco Central le ha dado la clara señal al mercado de que está dispuesto a perder reservas para mantener el dólar oficial y también el libre en niveles deprimidos y desenganchados del contexto internacional y del impacto interno de la inflación, con el uso de reservas hasta el fin de mandato;

2. En esa línea, la autoridad monetaria ha decidido avanzar con el uso del swap de monedas con China para disimular ese drenaje de reservas en operaciones de intervención en el mercado de cambios; y con eso, por tratarse de un mecanismo nuevo, ha logrado un clásico escenario de “esperar y ver” de los mercados;

3. La AFIP parece haber flexibilizado las autorizaciones de venta de cambio para ahorro al subsidiado tipo oficial, al punto de que alcanzó valores récord en enero y febrero se mantiene en esa senda, por la convicción de que gran parte del 90% de los dólares que se compran y se retiran de los bancos con el pago de 20% a cuenta de futuros impuestos se ofrece en el mercado blue para obtener una renta de 25 a 30%, que posibilita reforzar la capacidad de gasto de los salarios en el mercado interno, y contribuye a deprimir la cotización, aunque a ritmo lento, porque el exceso de emisión para financiar el déficit fiscal hace que se mantenga activa una porción de la demanda;

4. La autoridad monetaria abandonó la política de bajas tasas de interés y las fue subiendo al punto de que actualmente llegan a superar en casi 10 puntos porcentuales a la tasa de inflación oficial del 20% y más que duplican a la tasa de devaluación del peso en los últimos doce meses y también a la esperada hasta el 9 de diciembre próximo, como estrategia de restar presión alcista sobre el mercado libre de cambios;

5. La recesión interna ha determinado una menor demanda de dólares de las empresas para hacer frente a compromisos externos de importaciones y pagos de deudas con el resto del mundo, hasta que se destraben las autorizaciones discrecionales de Comercio y del Banco Central;

6. Ese receso de la actividad, que derivó en una drástica destrucción de empleos y caída de las horas extras, determinó una disminución de la generación de riqueza en negro y con ello le quitó fuerza a uno de los impulsores de la demanda de divisas en el mercado marginal de cambios;

7. También la recesión interna y el impuesto inflacionario han ido licuando las ganancias de las empresas, fenómeno que en el caso particular de las firmas de capital extranjero llevó también a menores necesidades de divisas para remunerar a sus accionistas del exterior, como se advierte en el menor caudal de negocios en las operaciones indirectas de fuga a través de transacciones bursátiles denominadas contado con liqui y MEP;

8. La baja de los precios de las materias primas y la drástica caída de la rentabilidad de las producciones pampeanas y también de las economías regionales, contribuyeron a debilitar el excedente de pesos generados por esos sectores de la producción, parte de los cuales en parte se volcaban, aguas abajo de la cadena de valor, al mercado de cambios, en busca de cobertura de costos que están dolarizados, como los agroquímicos y máquinas de uso agrícola;

9. La nueva política de incentivo de los depósitos en dólares en bancos, la cual obliga a las entidades a publicitar las nuevas tasas mínimas para colocaciones en divisas, alentó la posibilidad de fortalecer las reservas del Banco Central con colocaciones en moneda extranjera de excedentes de inversores institucionales como la Anses, compañías de seguros, fondos de inversión y también de inversores particulares que no temen volver a ser defraudados con la pesificación de sus ahorros, como ocurrió en el verano de 2002; y

10. La alerta que emitió la justicia británica al destacar que el fallo del juez Thomas Griesa de los EEUU no tiene efecto sobre los bonos bajo legislación europea, despejó el camino para que el Gobierno pueda acudir a esa plaza a tomar deuda externa, sin amenaza de embargo, para apuntalar las reservas, y con eso la política cambiaria, aunque a un costo cercano a 9% anual en divisas y una mayor hipoteca para las autoridades que asuman el 10 de diciembre próximo.

Se podrán agregar otros factores, como la esperada mejora de la liquidación de divisas a partir del segundo trimestre y luego de las PASO, el posible ingreso de capitales del exterior que buscarán anticiparse al natural cambio de expectativas que generaría un nuevo Gobierno. Pero esos, factores, en la Argentina de hoy, es muy largo plazo como para sumarlos a la lista de marras.

Elevado costo paga el Banco Central para contener al dólar

Después del severo descontrol monetario en los últimos días de diciembre, forzado por el abultado aumento del gasto público sin caja previa, el Banco Central decidió encarar una agresiva política de absorción de pesos de la City por la vía de la colocación de Letras entre cuatro y doce meses de plazo, pagando tasas del orden del 28 por ciento anual.

Técnicamente es lo que venían reclamando los denominados economistas ortodoxos, porque el exceso de pesos respecto de lo que demandan las empresas y las familias genera una presión severa sobre el valor del dólar y por esa vía de la inflación; como también sobre el consumo, y por ese canal, presiona a la suba de los precios, esto es de la inflación.

A partir de ahí Tomás Bulat escribió en otro medio que “el precio más cuidado de la economía es el dólar”. Obviamente, está en lo cierto. Pero del mismo modo podría dicho “el precio más descuidado de la economía es el peso”, porque lo que abunda son los billetes en circulación que dada vez tienen menos poder de compra.

El mejor ejemplo de ese fenómeno, pese a que en los últimos doce meses la base monetaria creció sólo 20%, esto es casi la mitad del ritmo que tuvo la tasa de inflación, es que la relación de convertibilidad con las reservas en divisas en el Banco Central se sostiene por arriba de 14 pesos, un 60 por ciento más alto que la atrasada paridad oficial de 8,68 pesos en el canal minorista. Se trata de una de las relaciones más altas del mundo, o lo que es lo mismo, de las peores si se considera el poder adquisitivo, ya que con un peso apenas se puede comprar 12 centavos de dólar al cambio oficial (antes del pago de un 20% a cuenta de impuestos) o siete centavos en el mercado libre.

De ahí que para evitar que esas relaciones se deterioren aún más, y agraven el grado de empobrecimiento que afecta cada vez a más argentinos, Alejandro Vanoli decidió repentinamente cambiar el rumbo de su política monetaria y retirar del mercado desde comienzos del año más de 22.000 millones de pesos netos, con la colocación de Letras por 68.315 millones de pesos de valor nominal, pese a que vencían 35.400 millones de pesos de valor nominal. Significó reducir en 5% la base monetaria en sólo 30 días y absorber gran parte del giro al sector público el 29 de diciembre de casi 30.000 millones de pesos.

El fantasma del déficit cuasi fiscal se hizo realidad
La mala noticia de esa estrategia es que, por un lado, el exceso de emisión de pesos para atenuar el rojo de las finanzas públicas se hizo a tasa cero, mientras que la posterior esterilización se hace con un costo de 28% anual. Sobre el total de Lebac en circulación de 245.000 millones de pesos el pago de intereses por año asciende a unos 69.000 millones de pesos, equivalente a 1,5 por ciento del PBI.

Ese es uno de los precios que el Banco Central decidió pagar, aunque seguramente será mayor por la demanda de gasto del sector público en un año electoral y Presupuesto 2015 que ya quedó desdibujado antes de empezar el ejercicio, para contener la inflación y la suba del dólar libre. A modo de suposición estadística debo destacar que la citada relación de convertibilidad de 14 pesos por dólar que se observa en la actualidad se elevaría a 22 pesos si la autoridad monetaria decidiera cancelar la totalidad de las Letras en circulación.

Otro de los precios que paga el Central por no inducir al Ministerio de Economía a que reordene las finanzas públicas, con eliminación de subsidios económicos a las empresas y sectores de altos ingresos (familias que perciben más de 30.000 pesos por mes, como posible punto de partida); reducción de la presión tributaria sobre asalariados y empresas, con la suba a proporciones históricas de los mínimos no imponible y ajustes de balance por inflación) y extinción de las retenciones sobre las exportación; junto a precios libres e incentivos a la inversión productiva, y liberación de las tarifas de los servicios públicos. con la creación de una tarifa social para no castigar a los sectores de bajos ingresos -más del 50% de los trabajadores, es el desaliento del crédito al sector productivo a tasas blandas de 19% anual, porque compite con ese segmento tentando a los bancos y a empresas a colocar su liquidez al 28 por ciento anual en Lebac, como ocurrió en las últimas licitaciones.

El resultado de esa política está a la vista, salvo el impulso del turismo doméstico para un cuarto de la población, en una estimación exageradamente optimista, sustentado en la pérdida de capacidad de gasto en el exterior, es la agudización de la recesión; la destrucción de más empleos; el mercado inmobiliario aún no encuentra su piso; la inflación no cede de modo genuino y permanente y por tanto la inversión productiva de envergadura se posterga otro año más.

Además, el exceso de regulaciones sobre el sistema financiero, las cuales se acentuaron en las últimas semanas con suspensiones a varias entidades de las operaciones en el mercado de capitales a través de sus casas de Bolsa, llevó al país a ocupar el puesto 172 sobre 177 en libertad monetaria, según difundió el índice que The Heritage Foundation realiza con el periódico estadounidense The Wall Street Journal.

Todos esos costos y descenso sostenido con prisa y sin pausa a las peores calificaciones en cualquier ranking mundial de indicadores económicos, sociales y políticos, se evitarían si al menos se siguieran las prácticas de la mayoría de los países, en lugar de acercarse cada vez más a los que están severamente reprobados y condenan a sus habitantes a condiciones de pobreza extrema y atraso de más de 50 años.

En ese escenario, el ingreso de capitales del exterior, sea de argentinos, sea de extraños, posibilitaría mejorar sensiblemente la relación de convertibilidad entre la base monetaria y las reservas en divisas, con un menor costo para el conjunto de los residentes. Pero la historia argentina es muy rica y muestra que los políticos prefieren los atajos y el gradualismo, antes que el ordenamiento macroeconómico de shock por su fuerte impacto inicial, pese a que los buenos resultados no sólo sucederían más rápido que tarde, sino que se tornarían sustentables, con efecto inclusivo genuinio sobre los sectores de la población más postergados.

Menos del uno por ciento de los residentes compra dólar ahorro

En su conferencia matinal, en el día de la celebración de la llegada de los Reyes Magos, el Jefe de Gabinete dijo que “el 25 por ciento de la población argentina accede a transacciones para tenencia en moneda extranjera. Esta burda mentira instalada respecto a restricciones al acceso. Si existe declaración jurada impositiva, acceden tanto para viajes al exterior tanto para dólar tenencia”. Jorge Capitanich remarcó que “en el último año 4.798.952 personas accedieron a la compra del dólar ahorro por un monto de 3.061 millones de dólares”.

Sin embargo, como me cuesta creer que el Jefe de Gabinete, Jorge Capitanich, miente, tiendo a pensar que está mal informado y que sus asesores le omitieron advertir que los 4.798.952 que adquirieron dólares para ahorro en el último año, no eran todas personas diferentes, ni todas lo hicieron con fines de tenencia.

La reglamentación de la AFIP establece que sólo se podrá adquirir dólares para ahorro hasta un límite de 2.000 por mes y 24.000 dólares por año, por parte de aquellos que reúnan ingresos comprobables en tareas registradas por un mínimo equivalente a dos salarios mínimos, en la actualidad unos 9.400 pesos de bolsillo (unos 11.800 pesos en valores brutos). Sobre ese monto, se estima una capacidad de ahorro, tentativa y discrecionalmente del 20%, por lo que el monto mínimo de compra de partida es de unos 1.900 pesos, equivalente a menos de 185 dólares por mes.

A ese límite inferior de ingresos accedió, según los últimos datos del Indec correspondiente al tercer trimestre de 2014, apenas poco más del 10% de los jefes de familia, equivalente a menos de 3% de la población total del país, unas 1,1 millones de trabajadores, esto es poco más de la quinta parte del universo que dijo el Jefe de Gabinete.

Los beneficiarios podrían ampliarse a casi cuatro millones de personas favorecidas por la “flexibilidad” de la venta de dólares ahorro al cambio oficial más un pago a cuenta de futuros impuestos de 20% si opta por no dejar en una cuenta ahorro bancaria los billetes. Pero simplificación y licencia de cálculo no es aceptada por la AFIP, porque sólo valida las autorizaciones de compra en función del ingreso habitual declarado y no del grupo habitacional.

Límite por mes que se puede repetir

Pero esa no es la única falacia de la apreciación que, al parecer, los asesores le transmitieron al Jefe de Gabinete. El régimen de venta de dólares para ahorro se ha definido como parámetro mensual, con un tope anual. De ahí que es muy probable que entre las casi cinco millones de operaciones autorizadas y ejecutadas en el último año se hayan verificado reiteraciones de compra en cada uno de los doce meses, con lo que de modo simple, se puede estimar que la cantidad de personas que fueron autorizadas por la AFIP se limitó a apenas 400 mil, equivalente a menos del uno por ciento de los poco más de los 42 millones de habitantes en el país, o si se quiere poco más del dos por ciento de la nómina total de trabajadores; o de menos del 4% de los ocupados en blancos. En todos los casos, muy lejos del cuarto de la población que con satisfacción dijo Jorge Capitanich, porque estarían manifestando capacidad de ahorro.

Pero peor aún, en una economía que ha pasado de una tasa de inflación de 25 a casi 40%; con salarios que en el mejor de los casos subieron 32% y un gasto público que se expande a una tasa superior al 43%, no han sido pocos los trabajadores autorizados a comprar dólares para tenencia, que lo han hecho para ahorro de muy corto plazo, porque los vendían en menos de 15 días de su adquisición en el mercado libre con una diferencia piso de 30 por ciento, para poder llegar a fin de mes, y de ese modo evitar o atenuar la erosión del poder de compra de sus salarios.

De cualquier forma, ese segmento de la población es muy reducido, porque según los datos de la AFIP el promedio de venta de dólar ahorro por operación fue en el último año de 638 dólares, que al cambio actual, significa un universo muy chico de trabajadores que pueden justificar, siempre en promedio, un ingreso de bolsillo de 33.000 pesos.

Según los datos de Distribución del Ingreso que difundió el Indec menos del siete por ciento de los jefes de familia registró ese parámetro de salario medio, muy por debajo del dos por ciento de la población del total del país, aunque muy superior, con unas 700 mil personas, al promedio mensual de transacciones efectivizadas.

Es decir no todos los que tienen alta capacidad de generación de riqueza y de ahorro acuden al mercado oficial de cambios para comprar dólares billetes, más el pago a cuenta de impuestos del 20 por ciento. Si, son más los que gastan en el exterior con el uso de tarjetas de crédito y luego abonan en pesos en el país, al cambio oficial más un pago a cuenta de impuestos del 35 por ciento. Pero, también se trata de un universo que no llega al 10% de la población, esto es menos de la mitad del 25% que aseguró Capitanich.

El Central no era el principal problema

En casi cinco años, Cristina Kirchner removió a tres presidentes del Banco Central: el primero fue Martín Redrado el 22 de enero de 2010 cuando se opuso al uso de las reservas en divisas para pagar vencimientos de la deuda pública; luego Mercedes Marcó del Pont el 18 de noviembre de 2013, por resistirse a someterse a la dependencia del nuevo ministro de Economía, aunque fue una de las responsables de quitar de la fachada interior de la entidad el rol que sostenía la institución: “Es misión primaria y fundamental de este Banco Central preservar el valor de la moneda”; y ahora Juan Carlos Fábrega que, como Redrado, contaba con mandato del Congreso por seis años. Continuar leyendo

Competencia por los malos récords

El Gobierno parece empeñado en romper todas las marcas históricas, no tanto en comparación con tiempos pasados, sino respecto del resto del mundo, porque aquello no sólo sería más que serio, como volver a la hiperinflación del 89-90, o la depresión del 2002, pasado por el singular desempleo que disparó la crisis del Tequila entre fines de 1994 y principios de 1995, sino principalmente porque la memoria colectiva lo tiene presente, sea porque se sufrió en carne propia, sea porque lo recuerdan los familiares maduros, y por tanto no lo toleraría.

Se sabe que la Argentina comparte el top ten de las naciones que conviven con la mayor tasa de inflación del planeta, sea tomando la medición de Indec que acumula más de 20% en los últimos doce meses, como más aún la denominada inflación Congreso que ya supera el 40% en prospectiva y los sondeos de opinión la ubican por arriba de ese rango para los próximos doce meses.

En cambio, poco se dice que mientras la mayoría de los países productores de alimentos en cantidades excedentes para satisfacer sus necesidades internas, como los de otras materias primas, acumulan reservas en divisas y deben hacer malabares para contener la apreciación de sus monedas, en la Argentina la posición de divisas del Banco Central se derrumba a ritmo de más de 7.000 millones de dólares al año.

Menos se repara en que los datos del intercambio comercial que difundió el Indec para agosto dieron cuenta de sendos desplomes de las exportaciones y de las importaciones, tanto en divisas como también en cantidades, fenómeno que cuesta encontrar muchos casos en el mundo de receso a tasas de dos dígitos anuales.

Lo mismo podría decirse del caso del desequilibrio de las cuentas públicas, más aún cuando se origina mayormente en gastos corrientes, subsidios a empresas públicas ineficientes, salvo para generar empleos remunerados que superan en más de tres a cuatro veces la media del mercado de trabajo, según se desprende de los datos del Indec sobre distribución del ingreso.

Y si bien en muchas economías se advierte que este año atraviesan por un ajuste, principalmente por desaceleración de la tasa de crecimiento y en pocos casos pasarán a tasas negativas, cuesta encontrar recesos de la magnitud que está mostrando la Argentina, principalmente en lo que respecta a los productores de bienes de consumo durable y de inversión.

Pese a este escenario, no se ve a los funcionarios preocupados por analizar los números de la realidad y su cotejo con lo que sucede en el resto del mundo, para al menos aspirar estar entre el promedio, con el objetivo de superación, y evitar seguir retrocediendo a los puestos más bajos. Sólo se detienen en casos puntuales, como las potenciales reservas de Vaca Muerta.

Claramente, el cuadro está lejos de ser dramático, pese a que el dólar libre se haya disparado a una brecha de más de 80% con el oficial, sobre todo por el potencial de recursos naturales, humanos y de capital ociosos en el país, como pocos países pueden mostrar.

Pero, la resistencia a tomar los libros que guían a las naciones exitosas, está contribuyendo a generar un escenario cuya superación no podrá lograrse con políticas gradualistas y bajo costo social, en particular para quienes se han acostumbrado a vivir de la dependencia del estado sin trabajar, y no me refiero a la porción de la población con reconocidas amplias necesidades básicas insatisfechas.

Con default o sin default, el daño ya está hecho

Después de 43 días de insistir con posturas intransigentes y sin surgir una idea diferente a la rechazada por el juez y los holdouts para enfrentar el cumplimiento de una sentencia judicial adversa, apareció el intento de un aporte del sector financiero privado nacional para evitar un nuevo default, pero a último momento la iniciativa fue desestimada por el Gobierno y se aproxima la cesación de pagos, sin adjetivaciones (técnico, selectivo, inducido, express).

Fue justamente el sector al que repetidamente se lo cuestiona por supuestas abultadas ganancias, por su “gen especulativo y poco propenso a atender las necesidades de la economía real”, argumentan a menudo, el que una vez más intentó poner el pecho a las balas, pensando no sólo en el perjuicio que le ocasionaría a sus activos un nuevo default de la Argentina, sino fundamentalmente a la sociedad en su conjunto en términos de actividad, inflación, devaluación, desempleo y mayor aislamiento internacional. Los costos serán enormes, e impredecibles, por eso no se puede descartar una salida de este laberinto en pocos días, o semanas.

La industria bancaria representa sólo el 5% del PBI interno, pero una crisis financiera por descapitalización y pérdida de liquidez generaría singulares perjuicios sobre el 95% restante. Por tanto, si bien la reacción desesperada de último momento de la banca privada nacional puede atribuirse a una clara defensa de intereses corporativos, porque no tiene las espaldas que caracteriza a la banca extranjera y también a la pública (por su capacidad de obtener asistencia ilimitada del Tesoro nacional), no debieran desestimarse las consecuencias sobre una economía real ya jaqueada por la aceleración de la inflación, la profundización de la recesión, con su consecuente impacto sobre la angustia de las familias argentinas, y la vuelta de las tensiones cambiarias.

Nada de eso cambiará a partir de hoy, ni hubiera cambiado si se anunciaba un acuerdo en los términos de la iniciativa que presentó Adeba, porque en la medida en que sólo se intentaba comprar tiempo para llegar al 1 de enero de 2015, cuando desaparecerán los infundados temores a las derivaciones de la aplicación de la cláusula RUFO, la pasividad de la política económica seguirá con el “más de lo mismo”: creciente déficit fiscal, atraso cambiario para no avivar el fuego de la inflación, deterioro del superávit comercial y por tanto postergación de las inversiones privadas, y también las del sector público, y consecuentemente debilitamiento del consumo, por las pérdidas de oportunidades laborales, caída de las horas trabajadas y mayor desempleo.

Los últimos seis meses han dejado claro que Economía pareció comprar tiempo con la devaluación de enero para poder recuperar grados de libertad en el frente externo y mejorar el clima de negocios, pero no lo aprovechó. Por tanto, no existen razones de peso para pensar que ahora si se acordaba, o se acuerda en semanas sea diferente. En particular, porque el salvavidas de último momento para evitar un nuevo cuadro de default vino de la mano del sector privado, aunque con alguna ayuda del presidente del Banco Central de la República Argentina, y no de la creatividad e ingeniería de los equipos de Economía, que sólo fue capaz de alimentar el relato, y no lo abandonó el día D.

Perjuicio severo
Se agregó otra mancha al deterioro de la institucionalidad porque se ratificó el rechazo a un fallo desfavorable de una sentencia judicial por parte de una jurisdicción extranjera que eligió el propio país. Esto va más allá de si la resolución no fue justa, ni equitativa, ni avalada por organismos internacionales y presidentes de países amigos. Nadie dijo explícitamente que es de buena gente no acatar los fallos de la justicia, y menos cuando fue avalada en segunda instancia por la Cámara de Apelaciones y la Suprema Corte, de un país que voluntariamente propuso otro.

Me pregunto, ¿con este precedente, aún cuando se pueda resolver en días o semanas, sin llegar hasta el 1 enero de 2015, qué inversor del resto del mundo estará dispuesto a confiar sus ahorros a un país que ha mostrado no cumplir con las garantías de emisión de deuda en caso de conflicto de intereses?.

YPF lanzó una emisión de bonos por 5.000 millones de dólares para avanzar con su plan de inversiones en el desarrollo de Vaca Muerta, pero sólo pudo colocar 1.000 millones, y ahora seguirá trunco, o condicionado a aportes de los jubilados, con uso de fondos de la caja de la Anses, el Banco Nación y otras fuentes oficiales, que pueden fondear sus desequilibrios con emisión monetaria.

La generación del ahorro doméstico ha sido singularmente debilitada desde la aplicación del cepo cambiario a fines de 2011 y si bien es relevante en su stock, en un proporción largamente superior a 100.000 millones de dólares, no se advierten señales de política económica de cambio para tentarlos a que sean volcados a la actividad productiva. Todo lo contrario: aumentan los controles de precios, el aumento de la presión tributaria, el atraso cambiario y la descalificación de los sistemas judiciales del resto del mundo, y ahora, con el nuevo escenario, alimentará la fuga del sistema institucionalizado.

Con ese precedente, hablar de apetito inversor por parte de empresas y bancos extranjeros, parece constituir una parte más del relato y de las expresiones de buenos deseos de los interesados: Gobierno nacional y provincial y asesores financieros, más que en factores fundamentales sustentados en un clima de negocios no sólo favorable por el potencial de las riquezas subexplotadas de la Argentina, sino también por una demorada revalorización de las garantías constitucionales ofrecidas.

Los economistas sabemos muy bien que en la economía, como en cualquier orden de la vida, se puede hacer cualquier cosa, menos evitar las consecuencias. Con el default sucede otro tanto, se sabe cómo y cuándo se ingresa, pero no su extensión y efectos. Si realmente el escenario que brindó Kicillof es el correcto, la reestructuración de la deuda pública vencida a hoy y de los vencimientos que se acelerarán en los próximos seis meses, no lo podrá resolver un Gobierno débil y en retirada. Por eso, el consenso de los analistas descuenta una salida inmediata, para que, al menos, la recesión no sólo no se agrave a un rango de más de cuatro por ciento en lo que resta del año, sino para que no se extienda también hasta el 2015.