Por: Daniel Sticco
El Banco Central continúa impulsando la emisión de billetes de máxima denominación, cien pesos, y fuerza a muchas familias y comerciantes a perder cada dìa -centavos y hasta pesos- en el redondeo en las compras al menudeo de bienes no bancarizables, como un poco de pan, una golosina, una fruta, o verdura, o un jabón de tocador desnudo, entre múltiples necesidades cotidianas, porque no logra hacerse de dinero de las mínimas nominaciones de 2, 5, 10, 20 y hasta de 50 pesos y no está comúnmente aceptado en esos casos el pago con tarjeta de débito y menos aún con tarjetas de crédito.
Cada vez es más frecuente el reclamo de un vendedor a un consumidor de un bien o servicio, como el taxi: ¿no tiene más chico?, y la respuesta se repite cada segundo: “no!, el banco no entrega billetes de menos de cien pesos”, por lo tanto hay alguien que gana o pierde con el redondeo, por capricho del poder político.
La razón es muy simple: Sobre 100 billetes en circulación al cierre de la primera quincena de diciembre 34,5% correspondían a papeles de 50 a 2 pesos y el 65,5 por ciento restante a los de cien. Pero cuando se recalcula la participación de estos últimos en términos del valor del papel moneda en circulación se eleva a poco más de 91 por ciento del total.Esto quiere decir que del valor de la circulación monetaria en poder del público menos de 10% está compuesta por billetes de nominación inferior a la máxima, fenómeno que complica al extremo las transacciones cotidianas.
Inflación y bancarización
No obstante, el Gobierno nacional, y la nueva autoridad monetaria, han decidido, pese al contexto inflacionario de 24% en la medición del Indec y de 40% en los cálculos privados, mantener la política de emisión preferencial de billetes de 100 pesos, los cuales ya suman 3.052 millones papelitos y alcanzó el equivalente a casi 74 por habitante. Mientras que de las denominaciones de 2 a 50 pesos circulan en conjunto un total que es la mitad de la de 100 pesos, pero en valor representan por habitante menos del 10 por ciento de sus disponibilidades.
Semejante disparidad se profundiza quincena a quincena, porque el Gobierno y la autoridad monetaria miran más el costo de la impresión de los billetes, más bajo en términos relativos cuanto más alta es su nominación, porque todos demandan el mismo gramaje de papel y tinta, que las desventuras que enfrenta más de la mitad de los ciudadanos, y el supuesto deseo, indefendible, de alentar la bancarización de todas las transacciones. Al tiempo, que consideran que con esa estrategia evitan reconocer la brutal tasa de inflación acumulada en los últimos siete años.
Frente a este escenario, argumentan que es necesario que se use más el plástico no sólo para viajar, o pagar los impuestos y el valor de los servicios, sean públicos como teléfono, gas, agua, o privados, como colegios, expensas y compras en centros de compras, entre otros, sino que se extienda a los bienes que se venden a menos de 50 y 20 pesos, aunque no se toman las medidas conducentes a ese proceso, como combatir en serio la economía en negro y exterminar la inflación.
Del lado de los banqueros, salvo raras excepciones, es común escuchar que el Banco Central debería lanzar billetes de 200 y hasta de 500 pesos para “aumentar la seguridad, reducir el costo operativo de los bancos y que se termine el problema de faltante de dinero en los cajeros automáticos”.
Sin embargo no ocurre a menudo oír argumentos sobre que corregir un problema en el extremo superior del mercado no soluciona los costos operativos que se acumulan en el extremo inferior, no sólo porque el poder adquisitivo promedio de las familias se mantiene en niveles inferiores a los 10.000 pesos, sino también que más de un 35% se desempeña en la informalidad y que la mayoría de los alimentos y artículos de limpieza que consumen la mayor parte de los hogares no sólo tienen precios inferiores a 50 pesos, sino que se expenden en lugares donde la presencia de bancos es muy baja y casi ninguno se ha especializado en entregar cambio en forma ágil.
Pero no sólo eso, la mayoría de los países en desarrollo y más aún los altamente desarrollados tienen en circulación billetes con máxima nominación que equivalen a casi diez veces el peso argentino, en el caso de los EEUU y hasta más de 80 en el de Europa, y sus índices de bancarización (relación de depósitos y préstamos con el PBI) es superior entre cuatro y cinco veces.
De ahí que entre las asignaturas pendientes que se prevén que quedarán para el próximo gobierno no sólo estarán la superación de los desequilibrios macroeconómicos, sino también la de equilibrar la proporción de la circulación de billetes de todas las nominaciones necesarias para las transacciones al menudeo y también el lanzamiento de emisiones apropiadas para grandes operaciones.