El sueño imposible de financiar el gasto con deuda externa

Es peligrosamente unánime el criterio de que el país tome deuda externa con fines múltiples. Partiendo desde lo más obvio, el pago a los holdouts, se llega a la aplicación de tales recursos a la financiación del plan Belgrano y otras obras, y se corona con la utilización de esos ingresos para atender parte del gasto público. Esa unanimidad de criterio no es técnica, sino que responde a la conveniencia y a los intereses de todos los factores, incluyendo al gran pueblo argentino en su mayoría, que reclama a gritos el ajuste, pero sólo de todo aquello que no le afecte.

Es importante que se analicen las consecuencias y los efectos de cada una de estas posibles decisiones, cosa que trataré de hacer sin apelar a fórmulas ni curvas ni terminología complicada, aunque utilizando los principios ortodoxos.

Las estimaciones del endeudamiento en 2016-2017 oscilan entre cuarenta y cincuenta mil millones de dólares, supuestamente en plazos que van desde 5 a 30 años, si el mercado lo permite. Estas cifras no contabilizan totalmente la emisión de nueva deuda provincial, que todavía no se ha sincerado.

Comencemos por analizar la deuda que se tomará para el pago a los holdouts, supuestamente 5 mil millones en esta etapa y otro tanto en una segunda, para cancelar el total existente en todo el mundo y en cualquier estadio de litigio. Esos montos no están considerados hoy en la información de deuda del país, ni en su valor original ni en el acrecido. Continuar leyendo

Deuda eterna o inversión externa

Perdón por no ocuparme de los temas del momento con los que nos distraernos para no arriesgar opiniones de fondo. Seguiré analizando lo que los candidatos deben enfrentar si son electos presidente y lo que aparentemente están pensando hacer, suponiendo que estén pensando.

Daniel Scioli y Sergio Massa están jugados al endeudamiento, tanto para financiar el gasto como para eliminar el cepo y también para la imprescindible renovación y hasta revolución de la infraestructura, que lleva 20 años de atraso como mínimo. Mauricio Macri ha hablado a veces de inversión, pero con bastante timidez y sin precisar las áreas. Ahora lo oculta.

Los estatistas conciben la deuda como el único mecanismo de financiamiento y lo mismo ocurre con nuestra sociedad, que tiende a acostumbrarse a la mediocridad de pensamiento y espíritu con sorprendente facilidad. Nuestros políticos son dignos de esa sociedad. Se ha llegado al error de llamar inversores a los que compran un bono.

A esos políticos, casi todos estatistas, no les cabe la idea de inversión privada. Necesitan que sea el Estado el que funcione como gran hacedor y que se endeude para ello. Lo mismo ocurre con nuestros empresarios prebendarios. Necesitan un Estado estúpido con quien contratar y que les pague más de lo que corresponde y tome deuda para pagarles. Eso les permite prescindir de la competencia y de la necesidad de ser eficientes y obtener rápidas ganancias en juicios manejados por abogados vendidos. Continuar leyendo

Orejeando las plataformas

Los candidatos presidenciales están empezando a mostrar de a poco sus cartas, como en una partida de truco, estilo al que somos tan afectos. Eso permite que, siguiendo con la metáfora,  se pueda a empezar a “orejear” algunas de las ideas centrales de los proyectos de cada uno. Vamos  a tratar de sacar conclusiones concentrándonos en algunos temas clave que configurarán el marco del futuro país.

Negociación con los holdouts. Los tres candidatos han dicho que negociarán para resolver el conflicto. Lo ideal sería negociar con todos quienes aún tienen bonos defaulteados, tanto con fallo en firme como los que no, de jurisdicción americana o de cualquier otra.  Sin embargo, es posible pensar en resolver el tema crucial, que es el pari passu decretado por Griesa,  recuperar la posibilidad de acceder a los mercados internacionales y mientras tanto comenzar a negociar con el resto de holdouts, que no tienen ni juicio ganado ni ingresan como me too. Pretender arreglar tantos intereses y situaciones diferentes al mismo tiempo suena a una excusa para demorar el partido.

Mauricio Macri parece el más decidido a una negociación rápida. Sergio Massa toma un camino intermedio seguramente inspirado por el mismo equipo que nos metió en este lío, y Daniel Scioli, como en otros temas, dice frases de compromiso. El odio residual de Cristina Kirchner será, en los primeros meses, un grillete en la pierna del Gobernador.  No hay que creer que una negociación veloz implica el otorgamiento de concesiones, aunque Lavagna y Nielsen puedan soñar con “muñequear” la discusión para ganarles por cansancio a los horrendos buitres.

Resulta sin embargo evidente que hay que salir del atolladero jurídico, financiero, económico y de confiabilidad que implican los defaults en los que ya se ha incurrido por este tema y los que se vendrán. Con cualquiera de las ideas expuestas por los presidenciables, el país no tiene margen para demorar la salida en este tema.

La propuesta más realista es la de Macri, de usar el sistema de facilitador instaurado por Griesa para dar un corte al canje de deuda que ya demoró 10 años. Aún cuando este camino, fuera – hipotéticamente -  menos conveniente que el muñequeo de Lavagna-Nielsen o que el histeriqueo Sciolista, una solución rápida parece ser lo mejor para el país. Ya se han visto los efectos de las canchereadas y pulseadas en las negociaciones con el sistema internacional, además.

Salida del cepo cambiario. Esta columna defiende desde hace varios meses (y este columnista desde hace años) la adopción de un mercado de cambios único,  libre y sin intervención del Banco Central. De modo que es obvio que estaremos de acuerdo con la única propuesta concreta sobre este punto, que es la macrista, ya con Carlos Melconián como claro vocero económico de Cambiemos.  Felizmente.

Pero más allá de esa preferencia técnica-teórica,  plasmada en esta nota en marzo pasado, no parece haber otra manera de salir del monumental intríngulis en que estamos metidos. Tanto Massa como Scioli proponen un gradualismo, concepto sumamente elástico y también impreciso. Ambos parecen creer que se puede seguir cierto tiempo en estas condiciones.

Scioli-Bein-Blejer & equipo confían en ajustes graduales del tipo de cambio, en conseguir crédito externo que permita ir aflojando el cepo de a poco y de ir bajando la inflación en varios años, en una suerte de convergencia de tipo de cambio y tasa de inflación que termine en un equilibrio.

Massa- Lavagna-Nielsen creen que no es necesario devaluar, que se puede generar un fuerte ingreso de divisas vía el aumento de la exportación, que prometen fomentar, y proponen una drástica mejora de la infraestructura a esos efectos. Se confía en la licuación del problema vía crecimiento, pero no está tan claro cómo financiarán los instrumentos para ese crecimiento. Subsidios y créditos al productor no es el camino adecuado.

En todo caso, las ideas en ese punto de Massa y Scioli, parecen contraponerse con sus planes sobre los Holdouts, que ambos pretenden llevar a la larga. Con tantos profesionales de experiencia, sorprende que exista semejante contrasentido en sus proyectos. Sin confianza no hay salida. Y no hay entrada (de capitales).

En una siguiente nota avanzaremos en el resto de las ideas que requieren mayor desarrollo del posible en una sola nota. El proyecto más concreto y abarcativo, por lo menos de lo comunicado hasta ahora, es el del massismo. Sin embargo, tiene mucho de voluntarismo y mucho de peronismo-desarrollismo de los años 60. Y plantea nuevamente un plan de subsidios-incentivos que preocupan.

Massa propone un gigantesco plan de obras de infraestructura costeado por el estado, un viejo sueño de los contratistas argentinos, entre ellos Franco Macri, paradojalmente, que requerirá, junto con otras ideas, un masivo endeudamiento que no está claro cómo será manejado y monitoreado. Ni cómo se obtendrá y a qué tasas.

Tanto Massa como Scioli parecen despreciar, minimizar o descartar la inversión extranjera, lo que hace más difícil cualquier proyecto de largo plazo.

Macri tampoco ha hablado mucho de la inversión externa, quién sabe si por temor a ser incorrecto o porque no piensa usarla. Sería una pena.

Ninguno de los tres ha aportado ideas contundentes sobre la inflación. Todos dicen que es mala, pero ninguno habla de bajar gastos, ni siquiera los rubros más alevosos. Aquí parecen los tres abonados a la teoría de promover crecimiento para licuar el efecto del gasto gigantesco que se sigue aumentando a cada minuto. A menos que guarden in péctore una guadaña.

Los  tres quieren crecer, exportar más, bajar retenciones o eliminarlas y aumentar el empleo. Eso es fácil de suponer  y de decir. Sobre todo con un peso sobrevaluado por un rato, como propone el peronismo en sus dos versiones. Advierto más contrasentidos en Massa-Scioli que en Macri, que me ofrece dudas en sus ideas sobre las empresas del estado, y que espero que tenga ocultas algunas ideas superadoras sobre la baja del gasto, para que su proyecto sea viable.

El que más libremente deje actuar al mercado más probabilidades de éxito tendrá y más confianza generará.

Se que este análisis no le alcanza a usted, lector. A mí tampoco. Volveremos.

El plan económico de Macri

Mauricio Macri ha presentado a la sociedad su plan económico integral, aunque pocos se hayan dado cuenta de tamaño hecho.

Ante el Cecyp, una suerte de club social de los más importantes empresarios, Macri aseguró que en su Gobierno no intervendría para fijar el tipo de cambio y que ese valor sería determinado por el mercado.

Es importante prestar atención a las dos partes de su afirmación. Está planteando un mercado libre de cambios, por un sistema de oferta y demanda, y también está anunciando que no existirá intervención del Estado para determinar los tipos de cambio.

A la vez, con esa sola frase, el Banco Central de la República Argentina (BCRA) deja de ser la contraparte obligada de las transacciones cambiarias.

Prácticamente un mercado cambiario de esas características no existe desde el Gobierno de Marcelo Torcuato de Alvear, recordado porque fue durante su mandato cuando el país alcanzó el proverbial sexto lugar entre las economías mundiales.

La decisión es seguramente la forma más rápida de salir del cepo, ya que no requiere de la acumulación de reservas para hacer frente a una posible corrida, por dos razones. Por un lado, porque desaparecería el fuerte estímulo de un dólar subsidiado desde el sector de la demanda y, por el otro, porque el BCRA no tendría la obligación de vender dólares ante una demanda alta, ya que el mercado se compondría solamente de privados o particulares. Continuar leyendo

¿Aux barricades?

Recientemente, Elisa Carrió anunció que si intentaban robarle los votos, “sacaría la gente a la calle”. Estaba anticipando la desesperación del Frente para la Victoria (FPV) ante la posibilidad de no ganar en primera vuelta, lo que lo condenaría a la derrota en segunda.

Como la diferencia entre el cielo y el infierno kirchnerista puede llegar a ser de solo cuatro o cinco puntos, la presunción de un fraude tiene fundamentos, en especial en las zonas del malón electoral del conurbano, donde para ser fiscal de la oposición se requiere por lo menos ser cinturón marrón de karate.

La profecía de Lilita puede llegar a proyectarse hacia después de las elecciones, cualquiera fuera el candidato ganador. Sobre todo teniendo en cuenta la conformación de las Cámaras, la cristinización del Ministerio Público y el descuartizamiento y la invasión K de la Justicia. Continuar leyendo

Que 2015 sea un año de tres semanas

Esta nota es una mezcla de buenos deseos y opinión. No es cuestión de tirar pálidas solamente, de modo que detallaré mis esperanzas para el nuevo año con todo optimismo.

Empiezo entonces resumiendo con el título. Anhelo que, en términos de acción de gobierno,  este sea un año de tres semanas: las que van del 10 al 31 de diciembre.

El resto del año espero que el gobierno no haga nada, o, si fuera necesario, que no le permitamos hacer nada, entre la ciudadanía, el periodismo libre, la oposición y la justicia.   

Estos son mis deseos: 

- Que no se tome ninguna medida que aumente el gasto: nombramientos, designaciones, contrataciones, tercerizaciones y compras de cualquier otro tipo. Si fuera posible que se subejecuten todas las partidas presupuestarias. Continuar leyendo

Trasladar las esperanzas para el 2016

¡Feliz 2016! Hace varios días que en mi cuenta de Twitter vengo posteando esta salutación. El significado es obvio. Por lo menos en los aspectos económicos, (de los políticos no me ocupo por ahora) no parece que 2015 vaya a ser un año que permita augurios esperanzados ni demasiados brindis.

Argentina es un país con escasa innovación y como tal, de escaso nivel de ventajas competitivas en sus productos. Depende entonces de dos clases de bienes para exportar: las materias primas, en las que no es formador de precios, y los productos industriales, en su mayoría fuertes demandantes de insumos importados y con precios internacionales que no permiten demasiada flexibilidad a la suba del precio.

Está claro que para los bienes agrícolas, el productor se verá fuertemente afectado por la suba de los costos internos y del lado de los ingresos, por un tipo de cambio con un peso muy sobrevaluado. Eso presagia menor actividad, y seguramente menores niveles de empleo.

En cuanto a los bienes manufacturados, como ya se está observando, han comenzado a reducirse las ventas porque los compradores del exterior, empecinados en no querer comprender las ventajas del modelo de redistribución con inclusión social, se niegan a pagar por nuestros productos más caro que lo que le cobra el resto del mundo por ellos. Esto también agregará desempleo a la ecuación.

Este doble escenario no tiene por qué sorprendernos. Un tipo de cambio retrasado y congelado reajusta siempre por desempleo. Ya lo vivió Menem al final de la convertibilidad, en definitiva un sistema de retraso cambiario frente al aumento del gasto.

Ocurre que los costos internos se componen exclusivamente de costo salarial, impuestos y costo del capital, o interés. Esa suma hay que divirla por el tipo de cambio oficial para obtener el costo de producción. Sin necesitar de estudios especiales, es fácil notar que con impuestos crecientes, (incluyo inflación) costo salarial generoso y escaso crédito barato, el costo de producción será muy alto en pesos, y al dividirse por un tipo de cambio falsamente barato, la producción nacional será muy cara en términos internacionales.

Cualquier otro país devaluaría, o permitiría una devaluación, aunque fuera como medida cortoplacista. La experiencia nos dice que eso no pasará aquí. Nos hemos transformados en especialistas en “no hacer lo que hay que hacer”. Un paso aún más adelante que “hacer lo que no hay que hacer”.

Además de que luego de tanto atraso, de tanto gasto y de tanta emisión una devaluación pondría presión sobre la inflación, hoy falsamente controlada, (es un decir) el gobierno quiere ganarle al mercado. El resultado en el corto plazo es previsible: no habrá devaluación, por lo menos en la medida conveniente.

Como tampoco bajará el gasto, (ni siquiera dejará de subir), ni se ampliará el crédito a tasas razonables, ni bajarán las presiones salariales, y además se prevé subir las cargas sociales y ventajas laborales, la ecuación se alterará necesariamente para peor. El desempleo tomará características preocupantes.

En un año electoral, con un gobierno populista, sería irreal pensar en un plan integral para bajar la inflación, el gasto y los impuestos, lo que hace también impensable una devaluación sin sufrir serias consecuencias.

Nada que no hayamos dicho todos varias veces en los últimos meses, pero que hay que volver a decir para explicar que 2015 será, en el mejor de los casos, otro año en blanco.

Algunos colegas respetables sostienen que 2016 también será duro porque allí se deberá practicar el ajuste que ahora se elude irresponsablemente. Pero ese ajuste contendrá una esperanza que es imposible de concebir y soñar en 2015.

Todo este panorama estará fuertemente matizado por la imposibilidad de importar, dada la mala situación de reservas, lo que agravará la recesión y el desempleo. La amenaza de aumentar el valor de las indemnizaciones en nuevas leyes en estudios, puede precipitar despidos y conflictos.

Aún cuando no fuese la solución ideal, un gobierno sensato trataría de conseguir divisas auténticas para incorporarlas a las reservas, y aún para (desesperadamente) poder pagar insumos vitales. También descarto que se vaya a ir por ese camino.

A estas penurias sumémosle las que devendrán del juicio perdido con los holdouts y sus correlativas, y de otros que perderemos, más sanciones adicionales que recibiremos.

Esto, matizado por nuevas leyes vengativas de parte del ejecutivo, a veces con propósitos más o menos claros y despreciables, y otras veces de pura venganza, simplemente.

A menos que algún psicólogo de renombre me explique que se ha encontrado un súbito tratamiento contra las psico y socipatías que parecen afectar al gobierno, perdónenme si no tengo la suficiente hipocresía para desearles felicidades en un año que ya se que será penoso para el país y su gente.

Permítanme entonces trasladar el augurio y las esperanzas a 2016.

Enero 2016: desenredando la madeja K

En mi nota anterior sugería que el nuevo gobierno debía fijarse un objetivo de país a 4 años vista, y proponía que esa meta fuera la reinserción – o inserción – en el comercio mundial. (Cliquee aquí si la quiere leer, Señora.)

La meta parece poco ambiciosa. Sin embargo, si se aplicase, el concepto sería, en mi opinión, revolucionario.

Pero ahora vamos a  los temas que a usted lo angustian y que son de corto plazo, urgencia o terapia intensiva, como quiera llamarles.

Cepo cambiario 

Este punto se divide en dos. La prohibición  y paralización del mercado de divisas, y el nivel del tipo de cambio. Justamente para no tener que devaluar ni perder reservas se creó – inútil y lamentablemente – este sistema. Debo decir que desecho todo intento de usar el tipo de cambio como ancla inflacionaria, en especial ante el nivel de circulante falso que se ha generado, lo que inhabilitaría cualquier solución. Continuar leyendo