Por: Dardo Gasparre
Mauricio Macri ha presentado a la sociedad su plan económico integral, aunque pocos se hayan dado cuenta de tamaño hecho.
Ante el Cecyp, una suerte de club social de los más importantes empresarios, Macri aseguró que en su Gobierno no intervendría para fijar el tipo de cambio y que ese valor sería determinado por el mercado.
Es importante prestar atención a las dos partes de su afirmación. Está planteando un mercado libre de cambios, por un sistema de oferta y demanda, y también está anunciando que no existirá intervención del Estado para determinar los tipos de cambio.
A la vez, con esa sola frase, el Banco Central de la República Argentina (BCRA) deja de ser la contraparte obligada de las transacciones cambiarias.
Prácticamente un mercado cambiario de esas características no existe desde el Gobierno de Marcelo Torcuato de Alvear, recordado porque fue durante su mandato cuando el país alcanzó el proverbial sexto lugar entre las economías mundiales.
La decisión es seguramente la forma más rápida de salir del cepo, ya que no requiere de la acumulación de reservas para hacer frente a una posible corrida, por dos razones. Por un lado, porque desaparecería el fuerte estímulo de un dólar subsidiado desde el sector de la demanda y, por el otro, porque el BCRA no tendría la obligación de vender dólares ante una demanda alta, ya que el mercado se compondría solamente de privados o particulares.
Es posible aventurar que se llegaría en poco tiempo a una posición de equilibrio en algún punto intermedio entre los 9 y los 15 pesos, tan pronto como los operadores adquiriesen la gimnasia que se ha perdido para operar en mercados libres.
Es esperable la crítica de quienes dicen que la medida generaría una devaluación, como si tal cosa no estuviese altamente descontada en nuestra economía, y como si existiese alguna alternativa viable al ajuste del valor del peso, cuyo deterioro ya se mide por cantidad de camiones de transporte de caudales, no en cifras.
La única alternativa a aceptar la realidad cambiaria es la parálisis total a la que se está llegando, o la parálisis parcial del gradualismo, que tiene más contraindicaciones que ventajas, suponiendo que tuviera alguna ventaja. Y siempre es mejor que el tipo de cambio esté determinado por el mercado antes que la variante de que un grupo de funcionarios establezca cada día cuál es el valor de la moneda.
Pero la frase del candidato tiene implícitas muchas políticas. Entre ellas la de no obligar a liquidar las divisas recibidas por cualquier concepto, ni pagar a 180 días, no cobrar las exportaciones al contado, que tanto daño han causado al comercio exterior.
También contiene la eliminación a las trabas para importar y exportar extraarancelarias, que resultan en general peor que los recargos, en especial poco predecibles. Y ciertamente, elimina por definición las prohibiciones a la devolución de préstamos y giros de dividendos, que fueron tan nocivas para la obtención de inversiones.
Como es cierto que una parte, solo una parte, de la adopción de un tipo de cambio realista reciclará alguna inflación, esta idea también está indicando que se está previendo contener el gasto y la emisión, y también absorber los excedentes monetarios para neutralizar ese efecto.
Y para completar las inferencias, seguramente, para eliminar las distorsiones por expectativas, un mercado libre de cambios supone un rápido arreglo con los holdouts, ya que sería imposible pensar en un mercado libre de cambios con una distorsión tan importante como el default pendiente sobre nuestro sistema.
Esto en cuanto a lo que es técnicamente fácil suponer, que son las medidas coherentes con un mercado libre de cambios. En cuanto a los efectos de estas medidas en la actividad económica del país, cada sector, cada factor, comprende mejor que nadie los cambios que pueden producirse, lo que se ha perdido y lo mucho que se puede recuperar. Lo mismo ocurre con las oportunidades que se abren.
Hace bien Daniel Scioli, el gradualista, en tratar de sepultar con críticas y chicanas dialécticas la propuesta de Macri. En dos líneas, el jefe del PRO ha planteado un plan económico que lo puede llevar a la Presidencia.