Más allá del enfoque que cada uno tenga sobre las políticas que se están llevando a cabo, es indiscutible que el Gobierno de Cambiemos está enfrentando todos los problemas que componían la larga herencia kirchnerista y acaso otras más antiguas.
A diferencia de Cristina de Kirchner, que para mantener la iniciativa sobre la agenda inventaba conflictos, proponía y aprobaba raras leyes de igualdad, vacías de contenido, o iniciaba cruzadas contra los medios o contra el mundo externo como una suerte de Quijote desaforado, Mauricio Macri controla y dicta la agenda política atacando problemas concretos y de interés generalizado.
Los temas que proponía la ex Presidente solían ser épicos y burocráticos, con ataques permanentes a los derechos de los ciudadanos o por lo menos molestos y lesivos a esos derechos. Sobre todo, urticantes para la mitad del país, casi matemáticamente y, en general, inconducentes. Cambiemos está tacleando los temas importantes, a veces urgentes, a veces profundos, a veces de largo aliento, que dejó palpitando el Gobierno del Frente para la Victoria y sus socios. El cepo, las retenciones, los pagos de importaciones, el default eterno, la reinserción en el sistema mundial, fueron las urgencias que encaró, con bastante solvencia y acierto, con observaciones varias, por supuesto. La apertura de las discusiones sobre seguridad y reforma política, que ciertamente requerirán políticas de Estado para ser eficaces, y temas tan variados como la discusión no terminada de Fútbol para Todos o de los medios oficiales. Continuar leyendo