La democracia colombiana no es de pipiripao como la califican los intelectuales de izquierda y progres. En cambio, lo que sí es de pipiripao es su concepción de democracia. Todos tan rigurosos y tan estrictos cuando se esgrimen los principios de la modernidad política ante dictaduras de extrema derecha y tan elásticos, tan sinuosos, tan gelatinosos y tan melifluos con los principios republicanos en cuanto se trata de justificar con teorías traídas de los cabellos el esperpento de degradar la democracia, supuestamente, para defenderla, que es lo que ha ocurrido con la aprobación del plebiscito por las bancadas incondicionales del presidente Juan Manuel Santos.
Los estrictos demócratas de pipiripao sostienen que los acuerdos de La Habana no requieren ser refrendados, afirmación que desconoce el valor de la palabra empeñada del Presidente y de su ocurrente filósofo Sergio Jaramillo que en conferencias, discursos y documentos varios se comprometieron a consultar con el pueblo los acuerdos que se firmaran. Consideran que lo que se pretende entregar en La Habana es cosa de poca monta, o sea, que asuntos como la Justicia, la integridad nacional, la democracia, la verdad, la reparación, el castigo, etcétera son cosas elementales que se pueden sacrificar para alcanzar el bien supremo de la paz. Continuar leyendo