Poco a poco, el discurso de personas cercanas al “sistema” o al “régimen” o que han anidado en sus ramas y se han beneficiado pródigamente de su pertenencia a las élites económicas e intelectuales, incorporan en sus planteamientos la fraseología insultante y panfletaria del izquierdismo sobre el ex presidente Uribe y el uribismo.
En días pasados, Gabriel Silva Luján, ex ministro de Defensa de Álvaro Uribe Vélez, desplegó en una de sus columnas bocanadas de fuego que sobrepasan los límites de la afrenta y el insulto para caer en el barrizal de la difamación y la injuria al comparar a su ex jefe con el “patrón del mal”, Pablo Escobar. Con toda razón tendrá que responder en los estrados judiciales por ofensa al buen nombre.
En una de sus últimas caricaturas a las que llama “Suma”, Bacteria coloca una foto de Pablo Escobar con sombrero montañero y poncho como un paisa, le suma la frase “20 años después” y el resultado es la foto de Álvaro Uribe trajeado como paisa. Bacteria interpretó gráficamente lo que dijo el señor Silva.
El ejemplo ha sido copiado por muchos columnistas cuyo nombramiento es irrelevante. Pero, de todos ellos, me ha causado una relativa extrañeza la columna del científico, ex gerente de la multinacional Mazda en Colombia, rector universitario, José Fernando Isaza (El Espectador, 27/11/2013), en la que compara la responsabilidad en crímenes de lesa humanidad del comandante de las FARC, Pablo Catatumbo, con la de Uribe Vélez en el caso de los “falsos positivos”.
Isaza, valiéndose de unas declaraciones de alias “Catatumbo” en las que dice que ellos no han dado órdenes para que sus hombres cometan esos crímenes, hace una reflexión sobre la dificultad que tal circunstancia representa para la participación de los mandos guerrilleros en política. Aunque dicho obstáculo podría sortearse favorablemente: “es de esperarse que, en la negociación, se logren los mecanismos para que con la reparación, el perdón y la dejación de armas puedan reintegrarse a la vida civil y participar en la actividad política con derecho a ser elegidos”.
A renglón seguido, Isaza se refiere a la “directiva 29 de 2006” del Ministerio de la Defensa en cabeza de Camilo Ospina, con la que el gobierno de Uribe llamó a la Fuerza Pública a presentar mejores resultados en su lucha contra las organizaciones terroristas y les ofreció algunas dádivas y estímulos por bajas producidas al enemigo. Como quiera que unidades armadas del estado distorsionaron el sentido de la norma y cometieron asesinatos horrendos contra inocentes y presentarlos como guerrilleros dados de baja en combate, Isaza, usando la misma lógica y argumentos de organizaciones y dirigentes comunistas que se han distinguido por su aversión a la Fuerza Pública colombiana, acusa al exministro Ospina y al expresidente Uribe de ser responsables políticos, no condenar los falsos positivos y hasta justificarlos. Saca en limpio al presidente Santos, que era el ministro de Defensa en la época de mayor número de casos al decir que de “los 3.084 asesinatos (que) ocurren entre 2002 y 2009. Se reducen luego que Santos, como ministro, retira del servicio a comandantes bajo cuyo mando se produjeron estos crímenes.” Con lo que falta a la verdad ya que quien produjo la baja de oficiales de alto y mediano rango, fue el presidente Uribe. Sospecho que esa sacada en limpio tiene que ver con el propósito de todas las izquierdas, progres y buenistas de apoyar la reelección de Santos.
La alusión a este caso concluye con dos dardos envenenados. Uno, sugerir que la inclusión de Ospina en la terna para fiscal por parte de Uribe tenía la intención de evitar que estos crímenes fuesen abocados por la Justicia, con lo que eleva la suspicacia y la maledicencia a rango dialéctico. Y dos, dejar flotando en el aire, en el marco de una campaña de enlodamiento a ultranza en la que cuando no es suficiente la acusación jurídica se acude a la difamación, la injuria, la calumnia y a la pregunta “¿puede aspirar al Senado el comandante supremo de las Fuerzas Armadas en el período de los falsos positivos?”. Por supuesto no utiliza la misma lógica y pregunta sobre si quién era el ministro de Defensa de la época de los falsos positivos puede ser reelecto presidente de la República.
Lo que más grave en la retórica injuriosa del científico de marras es que termina igualando lo inigualable, como si tuviesen el mismo estatus un presidente elegido con toda la legitimidad que da órdenes a la tropa, de la que es, por cierto, su comandante supremo, para que honren con buenos resultados el esfuerzo financiero hecho por el estado y la sociedad con el fin de reforzar su capacidad y su armamento; que unas guerrillas situadas en la ilegalidad y la ilegitimidad, que tienen por política, avalada desde el secretariado, practicar el secuestro extorsivo, el reclutamiento de menores, la violación de los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres, sembrar minas quiebra patas, arrasar pueblos con armas irregulares, que volaron un club repleto de civiles, mantuvieron encadenados a secuestrados por 14 años, mataron más de 120 personas indefensas que se refugiaban en una capilla, etcétera.
De forma que Isaza, nos sugiere que, es lo mismo actuar desde la legitimidad que desde la ilegitimidad, que da lo mismo ser guerrillero que ser soldado, respetar y acogerse a las leyes vigentes que sublevarse contra ellas y violarlas flagrantemente. Como Isaza no puede demostrar nada ni tiene pruebas y omite reconocer que en las guerras hay premios y estímulos por resultados, deja la cizaña flotando en el ambiente y se suma a la creada por Cepeda y sus mamertos.
La política al mando de los que buscan a cualquier precio la reelección de Santos es apuñalar a Uribe por todos los flancos y de todas las formas. Participan de esa carnicería grotesca hasta quienes trabajaron con él y hoy se suman al coro difamador, eso sí, no piden perdón por haber aceptado cargos en su gobierno. Tirios y troyanos, perros y gatos, alacranes y sapos, comunistas, liberales de medio pelo afectados por fiebres revolucionarias tardías y marxistas acrónicos, gritan que “unidos jamás serán vencidos”.