La prestigiosa consultora de opinión Pew Research Center llevó a cabo una amplia encuesta a nivel nacional en los EEUU para evaluar la posición que según los ciudadanos americanos su país tiene en el mundo. Los resultados combinan visiones a primera vista contrastantes, pero no por ello menos interesantes al momento de evaluar a la superpotencia. El informe, que se hace cada cuatro años, se llama “El lugar de América en el mundo” y se efectúa en asociación al Council on Foreign Relations, probablemente uno de los centros de estudios sobre temas internacionales más importantes del mundo, sino el más. El muestreo abarcó a 2003 adultos y se llevó a cabo entre el 30 de octubre y el 6 de noviembre del presente año. Entre sus resultados más importantes se destacan: Continuar leyendo
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EEUU e Irán: de aliados a enemigos, y ahora ¿socios reticentes?
Días atrás, y ya en un contexto de fuertes trascendido, el Grupo 5 + 1 (EEUU, Francia, Reino Unido, Rusia, China y Alemania) anunció un acuerdo transitorio con Irán para restarle vértigo al proceso de la potencia persa hacia el control de la tecnología y el material necesario para fabricar bombas nucleares. Una nueva ronda, en este caso se espera que definitiva, se debería llevar a cabo dentro de seis meses, momento en que ambas partes evaluarán hasta qué punto cada uno ha cumplido con lo comprometido. En el caso de Teherán, centrar su enriquecimiento de uranio a niveles por debajo del 5 % y ya no al 20 %. Si bien para el montaje de un explosivo nuclear se requiere grados superiores al 90 %, aquellos países que logran alcanzar el 20 % están en condiciones tecnológicas y logísticas de llegar al nivel de uso militar. Para simplificarlo, de 0 al 20, el proceso sería semejante a subir un ripio con una muy marcada inclinación y dificultad, para luego tornarse menos pronunciada y fatigosa. Tal como hiciésemos referencia en un par de artículos previos en esta columna, la llegada al poder del pragmático -pero también hábilmente escurridizo- nuevo presidente Hassan Rouhani era una fiel demostración de la voluntad del máximo líder religioso, político y militar de Irán, Ali Khamenei, de darle el visto bueno a una negociación frontal y extremadamente compleja con los EEUU. Asimismo, a mediados del 2014 deberían quedar en evidencia los pasos que las potencias occidentales han dado para atenuar en parte las sanciones económicas y comerciales que afectan más contundentemente la vida cotidiana de Irán.
Salvo una mayúscula sorpresa, que nunca se debe subestimar, todo indica que en 6 meses habrá un avance más allá de los trucos y trabas que puedas surgir. Un fracaso rotundo abriría la puerta de un ataque militar de los EEUU. El presidente Obama tendrá el capital político para mostrar a la opinión pública americana e internacional que su opción por la diplomacia fue firme y sincera, hecho que quedó convalidado por la reticencia a autorizar finalmente los ataques aéreos y misilísticos sobre el régimen de Siria, el más estrecho aliado de Irán en la región. Los cuestionamientos que recibirá de los escépticos de la sinceridad del régimen fundamentalista iraní no harán más que acumular el capital político que la Casa Blanca podrá emplear si se comprueba que Teherán sólo buscó ganar tiempo. No sería la primera vez. Hace poco menos de diez años el entonces principal negociador de temas nucleares de Irán, nada más y nada menos que el actual presidente, supo usar sus habilidades para distraer por un buen tiempo a los EEUU con idas y vueltas mientras el programa de uso civil y militar seguía avanzando a toda velocidad.
México quiere sumarse al mundo petrolero 2.0
En los próximos días, el Congreso mexicano comenzará un debate sobre la reforma energética que propone el presidente Peña Nieto, hombre del PRI, partido que en 1938 impulsó la creación de la empresa Pemex y la nacionalización de los hidrocarburos. Esta compañía enfrenta varios desafíos importantes, como pérdidas en los últimos nueve meses de 7 mil millones y niveles de producción de 2,5 millones de barriles diarios, el nivel más bajo en dos décadas. Desde agosto, el Ejecutivo impulsa una legislación que le dé más espacio a la inversión privada e internacional. Para concretarlo, deberá conseguir una mayoría calificada de tres cuartas partes.
Asimismo, el gobierno impulsa reforzar la seguridad de Pemex frente a los ataques de las mafias del narcotráfico. Se invertirá en sistemas de seguridad electrónicos de cámaras, sensores, drones, lanchas, etcétera. Esto se hará también y de manera coordinada con la Comisión Federal de Electricidad, principal proveedora de energía eléctrica del país. El plan de seguridad de Pemex se extenderá en una primera etapa hasta el 2017 e invertirá 2900 millones de pesos mexicanos. Se buscará también reducir el número de robo de combustible y secuestro de personal. En la visión del gobierno, sin una mejora de la seguridad física de estas instalaciones y del personal, no habrá inversión sustentable en el mediano y largo plazo.
Dos dinastías se asoman para disputar del poder post Obama
La política de los EEUU fue noticia en las últimas semanas por la postura del Partido Republicano de presionar en el Congreso para forzar cambios de la administración Obama en materia de seguro médico. El famoso “Obamacare” es considerado por la oposición como excesivamente intrusivo y costoso. Para lograrlo, recurrieron al mecanismo de cortar la aprobación de fondos básicos para el funcionamiento de parte del Estado. Desde ya, un titular impactante para cualquier país y más cuando se trata de la principal potencia planetaria.
Finalmente, se logró luego de varias semanas un principio de acuerdo. El sector más moderado de los republicanos ganó margen de maniobra frente a los halcones del Tea Party. Cabe recordar que ya Bill Clinton durante su gestión demócrata en la década del ’90 sufrió un “cierre parcial” del Estado. Poco tiempo después, lograría su reelección para un segundo mandato. Su clave: un delicado equilibrio entre contener a las bases demócratas y sus agendas más sociales y conquistar a un significativo segmento del voto centrista que pendula entre los dos partidos dependiendo de la elección y los temas de agenda de cada momento.
Brasil votará economía, ruptura con aliados y nacionalismo 2.0
Un Brasil que disfruta de una tensa calma luego de las masivas manifestaciones de mediados del presente año, ya comienza a calentar los motores para el proceso electoral del 2014. En él se definirá la reelección o no de la actual presidenta Dilma Rousseff. Hasta las movilizaciones, la reelección era considerada poco menos que un trámite sencillo. No obstante, el impacto del descontento multiplicado por los medios de comunicación masiva y las cada vez más protagónicas redes sociales derivaron en una caída de la popularidad de la mandataria del 65 % al 30 %. Para luego volver a crecer a cifras entre 35 y 40 %.
Asimismo, en el frente económico, la devaluación del real fue muy fuerte hasta agosto, rondando un 20 % y se detuvo en los últimos meses por la masiva intervención del Banco Central. Para ello, se usaron 55 mil millones de dólares (un 15 % del total de reservas y una vez y media todas las reservas del Banco Central argentino, que están en 35 mil millones). La principal preocupación del Brasil es controlar su inflación, que llegó al 6,5 anual hace unos meses y que por acción de las autoridades monetarias cerraría el año en 5,82, con un estimado de 5,84 en el 2014. Décimas por abajo del techo del 6 % anual que el equipo económico de Lula y luego de Rousseff establecieron para contar con una economía sana y estable.
Brasil: bienvenidos los ‘60
En momentos en que a nivel político está de moda hablar del “setentismo” y con el regreso de la música y la estética “Graduados” de los “ochentas” en Argentina, el gigante brasileño parece recibir a toda orquesta los “sesentas”. Más allá de que la historia no se repite, si bien algunas veces rima, ese cliché con algo de verdad hace referencia al ingreso, seguramente esporádico, pero definitivo, de una gran masa de clase media en la vida política y socioeconómica en Brasil.
Los ’60 serán recordados por la agitación de los hijos de la clase media en los países desarrollados, e incluso en la Argentina. La Ciencia Política comenzó a analizar y problematizar este fenómeno ya en aquellos momentos, comenzando por el gran Samuel Huntington y su ya clásica visión sobre la turbulencia que generaba y generaría la “brecha” entre las realidades cotidianas y las expectativas de esas crecientes capas medias. Una literatura, con correlatos de excepcionales politólogos como Martín Lipset y argentinos como Guillermo O’ Donnell, que pese a su casi medio siglo de antigüedad seguramente serán de interés para los tomadores de decisión y periodistas brasileños.
¿Cómo se llego a esto? ¿Cómo es que de un día para el otro la imagen del Brasil como país estable y de movimientos lentos y previsibles -un “país ballena” como suele decirle Mónica Hirst- pasa a pegar saltos y cabriolas más propias de la Argentina? Quizás una de las respuestas más articuladas y con anclaje en la historia sea enumerar y articular algunos aspectos claves: la estabilidad política del Brasil puede reconocerse como un activo (más aún si se la compara con la Argentina y otros de sus vecinos). Incluyendo el período de su régimen militar (1964-1984), el cual avanzó de manera sustancialmente ordenada para finalmente dar progresivamente mayores grados de apertura política y finalmente encarar una transición pautada con el poder político. Cabría sólo sobrevolar todos los cambios, giros, tragedias y colapsos que se dieron el la Argentina durante esas mismas dos décadas.
La llegada de la democracia brasileña nos mostrará que sólo uno de sus presidentes no pudo finalizar su mandato por razones que no fuesen de salud. Nos referimos al breve período de Fernando Collor de Mello. Seguramente, un mandatario que no terminó de entender cabalmente que la densidad institucional no daba para proyectos fundacionales y atropelladas como las que llevaron a cabo sus pares de países como la Argentina y Perú en los ’90. El comienzo de esa misma década combinaría la estabilidad institucional con la macroeconómica de la mano del Plan Real. La lluvia ácida de inflaciones de dos a tres dígitos anuales comenzaría a quedar atrás de la mano de un manejo más prudente de las cuentas fiscales y la deuda externa. El comienzo del siglo XXI le abriría la puerta, luego de varios intentos frustrados, al PT y su carismático Lula da Silva a acceder al poder. De esta forma la izquierda democrática y sus ramas sindicales y sociales se comenzaban a integrar definitivamente al establishment político. Con sus particularidades y estilos, pero con los pies definitivamente dentro del plato para ventaja de la estabilidad política del país en el futuro. Quizás esta misma realidad moderó en parte la ofensiva de la oposición más prudente sobre el debilitado Lula en aquellos complicados meses del 2004 y comienzos del 2005, en pleno escándalo por corrupción en el gobierno. Esa oportunidad no fue desaprovechada por el ex líder sindical y con el voto de los sectores populares y campesinos del noreste, que comenzaban a ser activamente asistidos con planes sociales, obtuvo su reelección y la era dorara sus años en el poder.
De manera casi simultanea a la llegada del PT a la presidencia, Brasil se vio ampliamente beneficiada por el boom de las materias primas que generaba el ingreso definitivo de las masas criticas de las poblaciones de China, India y en menor medida África en el consumo de alimentos, minerales, etc., multiplicando por 4, 5 y hasta 6 sus precios internacionales. Ese nuevo mundo, que también ha favorecido de lleno a nuestro país y sin el cual no se puede explicar el ciclo político argentino de los últimos 10 años, logró aportarle crecimiento y disponibilidad financiera al Brasil.
Para mediados de la pasada década, nuestro vecino y socio combinaba estabilidad política y económica, crecimiento y un liderazgo fuerte, y estaba dispuesto a no forzar el entramado institucional de la mano de una re-reelección. Consolidando una constante en la historia del Brasil moderno, el rechazo a visiones de hombres providenciales por encima de todo y de todos. Esta dinámica, así como la existente en la segunda potencia latinoamericana -México- y en la tercera -Colombia-, da un sentido bastante claro sobre hacia dónde se orientará Latinoamérica en los próximos lustros y décadas, bastante alejado de corrientes más épicas y de la excepcionalidad de las personas por sobre las instituciones, como se da en los países bolivarianos.
La foto del Brasil que nos quedaba de los últimos años es la validación popular al PT con la victoria de Dilma Rousseff, la elección de ese país para organizar eventos de la magnitud del Mundial de fútbol y los Juegos Olímpicos, fuerzas armadas crecientemente repotenciadas y respaldadas por el poder político, de izquierda paradójicamente, la visión en EEUU y en Europa acerca de una Brasilia como interlocutura clave, así como las mejoras masivas en materia socioeconómica. Esas 40 millones de personas que se sumaban a las capas medias eran lo más visible y contundente de ese éxito.
Para algunos, la agitación y malestar de las últimas semanas es un chispazo pasajero. Para otros, quizás una mayoría, el reflejo de serios problemas por venir que irán desdibujando los logros del Brasil. La nuestra es una postura intermedia y quizás más optimista. Regresando a los clásicos de la ciencia política que citáramos, no habría demasiado para sorprenderse pero la realidad es que uno vuelve a mirar esos libros cuando se dan de manera sorpresiva algunos de los fenómenos que ellos analizaron y anticiparon. Más allá de ello, el sistema político y la sociedad civil del Brasil tienen los cimientos suficientemente sólidos como para capear el temporal.
Si hace un año o menos muchos pecaban de idealistas con la dinámica en ese país, ahora no cabe cometer la misma equivocación en el sentido contrario. La existencia de un sistema de partidos sustancialmente fuerte, una macroeconomía sana, altos precios internacionales de los productos exportables, una fuerte y activo mundo empresarial privado y público, una política exterior pragmática y activa, un arraigado federalismo, una dirigencia política con capacidad de autocontrol frente a la punición del poder, justifican este cauto optimismo. En otras palabras, la suficiente mediación institucional para canalizar las expectativas y malestar. Ya nada será igual para el Brasil y habrá cierta “saudade” (melancolía) en algunos sobre ese país que hasta hace poco era la “niña bonita” del proceso de modernización en la región. Pero una mirada mas atenta pondrá en evidencia, más temprano que tarde, que los “sesentas tardíos” vienen a hacer más sustentables los cambios.