Un Brasil que disfruta de una tensa calma luego de las masivas manifestaciones de mediados del presente año, ya comienza a calentar los motores para el proceso electoral del 2014. En él se definirá la reelección o no de la actual presidenta Dilma Rousseff. Hasta las movilizaciones, la reelección era considerada poco menos que un trámite sencillo. No obstante, el impacto del descontento multiplicado por los medios de comunicación masiva y las cada vez más protagónicas redes sociales derivaron en una caída de la popularidad de la mandataria del 65 % al 30 %. Para luego volver a crecer a cifras entre 35 y 40 %.
Asimismo, en el frente económico, la devaluación del real fue muy fuerte hasta agosto, rondando un 20 % y se detuvo en los últimos meses por la masiva intervención del Banco Central. Para ello, se usaron 55 mil millones de dólares (un 15 % del total de reservas y una vez y media todas las reservas del Banco Central argentino, que están en 35 mil millones). La principal preocupación del Brasil es controlar su inflación, que llegó al 6,5 anual hace unos meses y que por acción de las autoridades monetarias cerraría el año en 5,82, con un estimado de 5,84 en el 2014. Décimas por abajo del techo del 6 % anual que el equipo económico de Lula y luego de Rousseff establecieron para contar con una economía sana y estable.
Esa prioridad afecta la tasa de crecimiento en el corto plazo (2,4 en 2013 y 2,2 el año que viene) pero aleja al Brasil de proyecciones de ajustes más fuertes como se esperan en otros países de la región que cuentan con tasa inflacionarias del 25 al 30 % como la Argentina y poco más del 40% en Venezuela. No obstante, esta ventaja de mediano y largo plazo tiene como contracara un nivel de crecimiento más que modesto de la economía brasileña en el electoral 2014.
A la agitación de las capas medias, creciente y fortalecidas en estos once años del PT en el poder, se le suman algunas novedades en el plano político partidario. La joven y carismática ex ministra de Medio Ambiente de Lula, Marina Silva, que ya rompiese en el pasado con el oficialismo y lo enfrentara en las elecciones del 2010 sacando un más que digno 20 % de los sufragios y quedando sólo por detrás de Rousseff y el opositor Serra, articuló una alianza con el PSB del hábil Eduardo Campos. Él mismo, ex ministro de Ciencia y Tecnología del primer gobierno de Lula y actual gobernador de Pernambuco. Antes de esta suma de fuerzas, las encuestas otorgaban un 35 % para la actual presidenta, Marina Silva con 16 %, Campos con 5 % y 11 % para el opositor gobernador Aecio Neves del PSDB. Según trascendió, Neves ha visto, paradójicamente, con buenos ojos el arreglo de la dupla Silva-Campos dado que en su opinión este escenario de mayor fragmentación de ex aliados del PT y un descenso de la popularidad de Rousseff mejoraría las posibilidades de la necesidad de una segunda vuelta electoral entre la mandataria y el opositor que se sitúe en un segundo puesto.
Neves parece percibir que la dupla presidencial de los ex oficialistas será con Campos encabezando. Pese a ello, de confirmarse una intención del voto en torno al 40% para la presidenta, sus posibilidades de ser reelecta serían más que importantes. De más está decir que la histórica visión de Brasil como un país “ballena” de movimientos lentos y previsibles ha quedado en cuestión este año, pero aún a años luz de los vaivenes tradicionales que viven sus vecinos hispanos. Otro factor, en este caso externo, ha venido a aportarle a la presidenta un buen tema de marketing electoral. Tal es el caso de la firme postura asumida ante la administración Obama por el caso de espionaje de la agencia de inteligencia de las comunicación NSA de los EEUU. La suspensión hasta nueva fecha decidida por Brasilia de la cumbre entre los dos mandatarios y las nuevas y recientes informaciones sobre espionaje de Washington sobre el Ministerio de Petróleo y Minería brasileño no hacen más que aportar argumentos a un tema siempre redituable como es el nacionalismo. No obstante y para no confundir a Brasil con la Argentina en cuanto a su vínculo con los EEUU, nos remitimos a aconsejar la lectura de nuestra anterior columna “Psicología de una larga relación”. Nada más distante de Brasilia que las cabriolas y espasmos de confrontación o de alineamiento que se han vivido en el vinculo Buenos Aires-Washington.