Una de las principales banderas de la coalición electoral que ganó las pasadas elecciones presidenciales en la Argentina y en distritos claves, como la provincia de Buenos Aires y la capital federal, ha sido el regreso del país al sistema internacional. Buscando relaciones maduras, constructivas y no de sermoneo a las principales potencias, y en especial a las dotadas de sistemas políticos republicanos y democráticos.
En ese contexto, de más está decir que en esa hoja de ruta ocupan un rol central los Estados Unidos. Todavía la principal potencia económica del mundo y más aún en el campo militar. Como dato cabría recordar que la inversión de defensa de Washington casi triplica la del segundo, en este caso, China, y es ocho veces mayor a la de Rusia. Sin olvidarnos desde ya del peso central de la potencia norteamericana en nuestra vida cotidiana, ligada a la tercera revolución industrial o la era de internet y la redes sociales. El lector podría hacer una revisión rápida para comprobarlo con sólo mirar las aplicaciones en los teléfonos inteligentes, las tabletas y las computadoras. Por último, el aún inefable dólar como moneda de reserva internacional, incluyendo la del mismo Banco Central de China.
En la reciente Asamblea General de las Naciones Unidas, como suele pasar todos los años, se escucharon discursos a través de los que cada mandatario buscó enviar mensajes al público internacional, pero, como dice la famosa frase -“toda política es doméstica”-, básicamente a sus tribunas internas.
Una referencia casi obligada es la atinente a la necesidad de más multilateralismo, cooperación, coordinación, justicia, críticas al abuso de poder de los Estados más fuertes o de algunos de ellos depende convenga, la relevancia de la Ley Internacional, etcétera.
En algunos casos, esto se combina con discursos electorales en medio de una elección inesperadamente peleada y pareja, como la que se está dando en el Brasil. Si Marina Silva estaba viendo la alocución en la ONU de la presidenta Dilma Rousseff, puede sentirse más que satisfecha, dado que fue otra cabal muestra que el PT la considera un desafío más que preocupante y concreto a su continuidad en el poder. Continuar leyendo →
En los últimos meses, el presidente de los EE.UU., Barack Obama, ha tenido que enfrentar algunos serios desafíos a lo que él se propuso como uno de sus principales objetivos: dar un cierre lo más ordenado posible a las intervenciones militares lanzadas por su predecesor George W. Bush en Irak y Afganistán.
La primera fue ya en gran medida concretada y la segunda terminaría de ejecutarse antes de que el demócrata abandone la Casa Blanca. Su otro gran meta era poner en orden la economía americana pos crisis financiera del 2008 y la tercera, de la cual se habla menos, es reforzar la vocación hacia el Pacifico y Asia de los EEUU, tanto en lo que respecta a temas económicos, comerciales y financieros, así como también en presencia diplomática, cultural y militar.
No casualmente, la administración Obama ha dejado trascender de manera más o menos nítida que el Medio Oriente no debe ser un pantano que termine consumiendo energías y recursos que la superpotencia necesita en Asia-Pacifico, entre otras cosas, para gestionar la relación de socio económico y rival geopolítico que le plantea China. La decisión del coloso comunista de desarrollar una política exterior más asertiva en sus aguas e islas cercanas no ha hecho más que reforzar los lazos de EEUU con tradicionales aliados como Japón, Corea del Sur, Taiwan, Indonesia y Filipinas y con viejos enemigos como Vietnam, así como con una India que, pese a su condición de democracia y prácticas occidentales de gobierno, durante la Guerra Fría mantuvo una relación distante con Washington y cercana a Moscú.
El desmadre de la guerra civil siria y un proceso también complejo y caótico en Irak son fenómenos que amenazan la estrategia llevada a cabo por Obama durante sus casi 6 años al frente de la Casa Blanca. Su negativa de regresar a guerras (más aun civiles y con enemigos múltiples) que lo alejen del proyecto de jerarquizar aun más la zona de Asia-Pacifico, ordenar la economía e incrementar el autoabestecimiento energético de su país, quedó en claro durante el encuentro que mantuvo a comienzos de septiembre con una decena de renombrados académicos y especialistas en relaciones internacionales de los EEUU.
Si bien no ha trascendido el listado completo, de los que se conoció quedó en evidencia la presencia de la crema innata de los especialistas de la escuela Realista. No casualmente dos referentes históricos de la misma y con amplia experiencia en combinar teoría y práctica en la función pública, tal son los casos de Henry Kissinger y Zbigniew Brzezinski, han sido voces por demás autorizadas y muy comprensivas con los cursos de acción (o de no acción en algunos casos) que ha venido llevando a cabo Obama frente a los casos de Siria e Irak. Asimismo, desde claustros puramente académicos, íconos realistas como J. Mearsheimer de la Universidad de Chicago y S. Walt de Harvard han salido en defensa del Presidente y han advertido que sus tácticas y estrategias están más en sintonía con la prudencia y visión de largo plazo que pregona el Realismo desde hace dos milenios que los excesos de liberalismo internacionalista del periodo Clinton en los 90 y la agenda neoconservadora de G.W. Bush tas el ataque del 11 de septiembre.
En la visión de estas mentes brillante, la actual Casa Blanca busca una postura distante tanto sea de fobias que tiendan al aislacionismo de EE.UU. así como de cruzadas inútiles y riesgosas, recordando siempre que los golpes más duros contra Al Qaeda se dieron durante la gestión de Obama y que la guerra de Irak en el 2003 fue altamente inútil a los intereses estratégicos de la superpotencia. Tampoco dejan de citar las posibilidades concretas, si bien aún no definitiva, de un acuerdo con Irán que evite tanto el desarrollo militar de su tecnología nuclear cómo también una escalada que derive en ataques sobre tierra persa del poder aéreo estadounidense e israeli.
En la visión de estos profesores, Obama dedica parte de sus fuerzas a resolver malas decisiones del pasado. En el caso de Clinton, el acercar demasiado la OTAN a la frontera rusa y con ello plantar la semilla de la actual crisis en Ucrania y la “guerra por opción” de Bush hijo en Irak, la cual solo derivó en un mayor desorden de la región y la toma del poder de élites políticas y armadas shiitas que responden más a Irán que al mundo Occidental.
Este mundillo de mentes brillantes dista de influenciar en el gran público americano, tal como lo atestiguan las encuestas que anuncian una muy probable mejora de los republicanos en el Congreso en las próximas elecciones legislativas de noviembre y el análisis de opinión pública del prestigioso Pew Research Center, que arroja que una mayoría de los ciudadanos americanos cuestionan la laxitud de Obama frente al desafío de Assad en Siria, de Irán y del ISIS en tierra iraqui y siria.
>Para un Presidente que está ya pensando más en su legado, no es un mal precedente que el milenario Realismo le extienda un manto de apoyo y comprensión. La historia muestra que los que desafiaron agudamente las enseñanzas de Tucidides, Maquiavelo, Hobbes, Bismark, Metternich, Morgenthau, Carr, Kennan, Lippmann y el mismo Kissinger, dejaron pesadas herencias a sus países y sociedades, que incontables veces se dejaron llevar por el exitismo, cálculos de corto plazo y jueguitos para la tribuna.
Tal como lo indicábamos en este portal la semana pasada, el accidente aéreo que provocó la muerte del candidato presidencial del Partido Socialista, Eduardo Campos, y de 6 acompañantes fue un verdadero “Cisne Negro” en estas elecciones brasileñas.
Hasta ese día, los mandos del oficialismo veían con preocupación pero con confianza una victoria de la presidente Dilma Rousseff en una segunda vuelta frente al socialdemócrata Neves. Un síntoma en este sentido era que la candidata petista encabezaba la intención de votos en el Estado de origen de Neves.
No obstante ello, para el Gobierno había quedado atrás la posibilidad de un triunfo en primera vuelta cómo mostraban las encuestas poco más de un año atrás. Las protestas de amplios sectores de las nueva y creciente clases medias brasileñas de mediados del 2013 dieron por tierra con ello, sumado a un escaso crecimiento económico, un leve pero aumento al fin de la inflación (pero siempre por debajo de un envidiable 7 por ciento anual) y críticas a los gastos por el Mundial de fútbol.
En tanto, las élites económicas y financieras comenzaron a ver con buenos ojos una alternancia en el poder, más aun frente a lo que se consideran un cierto exceso o intención de dirigismo económico y centralización en la tomas de decisiones de la Presidente. No casualmente, cualquier signo que apuntara a una Rousseff con un camino menos despejado a un segundo mandato se reflejaba en una suba de la Bolsa de Valores y otros indicadores de confianza de los inversores.
El ascenso de Marina
Las principales empresas de encuestas del Brasil se han lanzado a la calle a llevar a cabo importantes muestreos a escala nacional para comprobar cómo quedaron los índices post accidente.
La foto del día previo al mismo era una Dilma con 38% de intención de votos, Neves con entre 20 y 22 puntos y un Campos con 8. Cuando los entrevistados eran consultados por una segunda vuelta, Rousseff se alzaba con el 42, Neves con 35-36 y Campos entre 8 y 10. Éstos estudios también destacaban la existencia de una masa crítica importante de ciudadanos que optaban por no ir a votar y hacerlo en blanco. Algunos no dudaban en atribuirle a los sectores molestos con el Gobierno que protestaron en el 2013 pero que no encontraban canal electoral a esa insatisfacción.
Se espera que los primeros números estén disponibles en la última semana de agosto y comienzos de septiembre. No obstante, y como corresponde, comenzaron circular algunos de encuestas pedidas de urgencia por el oficialismo y de partidos opositores. Los mismos darían Dilma con 29-28 (antes 38), Neves y Silva -recientemente ungida como candidata del socialismo- parejos en torno al 20 al 22 porciento.
A ello se suman análisis políticos que comienzan a cuantificar algunos activos importantes de Silva. Un mujer, ex ministra de Medio Ambiente de Lula, que no dudó en irse del gobierno del PT en plenas mieles del poder con el líder sindical, con fama de muy formada, decente y que, si bien proviene de un ideario de izquierda en su juventud, no duda en criticar el aborto y en alentar la iniciativa privada en la economía. Su condición de creyente y evangelista se percibe cuando hace referencia a Dios en el cierre de sus discursos.
Finalmente, con un atributo no menor en un país como Brasil tan como es su ascendencia afroamericana. Los rasgos y colores de los candidatos por si solo no ganan elecciones, pero la Ciencia Política bien sabe de su rol cuando se combina con otros como los antes mencionados y con adecuados respaldos económicos y estrategias electorales. En otras palabras, lo que la politologia llama “one of us” o ver al presidenciable como “uno de nosotros”. Sin olvidar que la “marca” Silva, ya se probó en las elecciones del 2010 en plena euforia política del PT y economía del Brasil, en la cual la ecologista proveniente de una familia humilde de la zona de Acre, obtuvo poco más de 19 porciento de los votos.
Desde el 2002, los sectores más humildes han sido un arma electoral clave para el oficialismo. Si alguien está en condiciones de fisurar ese escudo, es precisamente una mujer que se hizo desde lo más abajo de los estratos sociales del país y proveniente de por fuera de las grandes ciudades desarrolladas. Si algo faltaba, esta dotada de algo tan difícil de definir como el amor pero que cada uno de nosotros identifica cuando lo ve o sea el carisma. Categoría difícil de asir, pero que ya el gran sociólogo Máx Weber no dudo en poner en el centro de la escena con su categoría de “líder carismático” en el cual no hubiese dudado en colocar a Lula y no a Rousseff. A la cual le habría atribuido rasgos más cercan al tipo de “liderazgo burocrático”.
Sin números aun en la mano, uno podría deducir que si hace dos semanas Neves estaba a 6 a 7 puntos de distancia de Rousseff en un ballotage, Silva bien podría estar como mínimo empatada en la actualidad. Sin duda la poderosa maquinaria del oficialismo hará todo lo posible para apuntalar a Neves como principal rival en la inevitable vuelta. De forma tal de evitar que fines del 2014 dé a luz a una verdadera “Obama brasileña”.
Si uno se guiará por algunos clichés, no siempre errados, bien podría ser natural en un país que en el 2002 le dio el poder por primera vez a un ex obrero metalúrgico, en el 2010 a una mujer y ex guerrillera y por qué ahora no a una humilde afro americana preocupada por la pobreza y el medio ambiente. No obstante, aun es joven y si de apuestas se trata todavía la reelección de Rousseff tiene un margen razonable de esperanza. Pero sin duda mucho menor que antes de la trágica muerte de Campos.
El reciente fallecimiento del candidato Eduardo Campos, en un accidente aéreo, implica un verdadero “cisne negro” o sorpresa estratégica en estas elecciones. Frente a estas situaciones, la ley indica que el partido o alianza debe designar un nuevo nombre. Se tratará muy probablemente Marina Silva, la carismática postulante a vice de Campos. Silva fue ministra de Medio Ambiente de Lula y luego se distanció de él y del gobierno del PT con críticas a las políticas ambientales entre otros temas. En el 2010 esta joven de orígenes humildes y de ascendencia africana, fue la verdadera sorpresa con sus impactantes 20 millones de votos y colocándose tercera posición con poco más del 19 porciento del total de sufragios. Al momento de pactar con Campos en Octubre 2013, Silva apostó a secundar a un político con experiencia como ex Ministro y gobernador y aparato electoral como el PSB vis a vis la novedad que ella representa para la política brasileña. En el nuevo escenario, las próximas encuestas lo marcarán o no, su ascenso podría potenciar caudal electoral del eje PSB-Red de Sostenibilidad y reducir la tendencia a cierto abstencionismo o desánimo a sufragar que se detectan en ciertos sectores de la sociedad del Brasil.
Promediaba el segundo mandato del Presidente George W. Bush, y su gobierno, caracterizado por tener más que estrechas relaciones con Israel, entraba en un áspero debate con el gobierno hebreo. El motivo: la exigencia de Washington de elecciones libres e inmediatas en los Territorios Palestinos y en especial en la Franja de Gaza. A los pocos meses, el resultado fue la victoria electoral de la organización Hamas, grupo sunita fundamentalista pero aun así con estrechas relaciones con el régimen chiíta de Irán y con la Siria de Al Assad. El mismo, firme aliado de los persas y de Hezbollah en el Líbano.