ISIS es el resultado de la negligencia occidental

Al evaluar el Estado Islámico de Irak y Siria (ISIS) se pone de manifiesto que, de todos los grupos armados en la región, es por mucho el más importante, el mejor financiado, armado y organizado. Posee más miembros que cualquier otra. Ningún otro grupo lleva a cabo tantos actos de violencia y terror, no sólo contra el pueblo sirio e iraquí, sino también contra la región e incluso más allá. En resumen, el ISIS actualmente es el grupo terrorista más prominente y peligroso del mundo.

Esta evaluación no deja de resultar deprimente, pero plantea una realidad que es absoluta ante la amenaza que significa. Sin embargo, merece una atención especial, no sólo por su importancia, sino también porque el ISIS es increíblemente letal como grupo armado. A la luz de este hecho, es que pueden observarse los muchos errores cometidos en el tratamiento del problema del ISIS en la crisis de Siria e Irak, y también sobre su avance en el Líbano, sin descartar sus intentos de infiltrar Jordania y su presencia naciente en Gaza.

La información más importante que la comunidad internacional dispone respecto del ISIS, es que este grupo creció y desarrolló su presencia en Irak y a través de la expansión de sus acciones militares y políticas en Siria. Estos datos son más que fundados: fue sólo hace dos años, después de la escalada violenta del conflicto sirio y luego del inicio de la campaña represiva y brutal del régimen de Bachar Al-Assad contra su propio pueblo, que el grupo entró en el país y comenzó sus actividades criminales a gran escala.

Otro punto de reflexión es el papel desempeñado por el saliente primer ministro iraquí, Nuri Al-Maliki, que ayudó al grupo a poner un pie en Irak cuando en 2013, el ISIS llevo a cabo más de dos docenas de operaciones para liberar a cientos de ex yihadistas de Al-Qaeda de las prisiones iraquíes. Luego de lo cual, se le facilitó masivamente su paso a Siria durante julio y agosto de ese año junto con fondos, armas y municiones. Esta ayuda fortaleció al grupo y su presencia en la región. Hubo también una intensa actividad de inteligencia realizada por la seguridad iraquí y también por jugadores internacionales como Irán, Rusia y el propio Al-Qaeda, todo ello ayudó a miles de extremistas a operar en Siria y, junto a sus hermanos de Irak, les resultó en gran soporte para formar el núcleo duro del ISIS y su liderazgo.

Un informe dado a conocer en junio pasado por agencias de seguridad de países árabes sugiere que no menos de 12.000 combatientes extranjeros de 81 países llegaron a Siria e Irak para unirse al conflicto desde 2011. La mayoría de ellos se unió al ISIS. Un gran número de estos combatientes son de países árabes e islámicos. Sin embargo, se informó que unos 4.000 son ciudadanos europeos y 500 estadounidenses.

Esta evidencia contradice las afirmaciones brindadas el último año por la comunidad internacional, a la vez que fortalece la idea de que la violencia sobre el terreno claramente es responsabilidad de la presencia del ISIS en Siria e Irak, y de su satélite en Líbano, Al-Nusra.

En realidad, el factor principal de esta crisis es de naturaleza política, y se fundió con los objetivos erróneos de una comunidad internacional que también apoyó a ISIS en la caída de Khadaffi en Libia, desde donde intensificó su violencia luego de asesinar al Coronel con apoyo de las fuerzas aéreas estadounidense, francesa y británica. Esto explica la facilidad con la que el liderazgo del grupo y sus miembros se extendieron de país en país y su capacidad para configurar rápidamente una organización fuerte sin ser atacados por fuerzas occidentales durante su expansión.

La comunidad internacional fue negligente: no solo erró en su política de favorecer el derrocamiento de los dictadores laicos en el mundo árabe sino que fortaleció y armó al ISIS sin entender que estaba amamantando al bebe de Rosemary. Y así, lo convirtió en el monstruo que es hoy.

Esto explica el apuro actual del presidente Obama y de su colega Cameron por lanzar ataques aéreos sobre bases y combatientes del ISIS. Pero sería bueno que ellos sepan que las guerras no se ganan desde el aire en el mundo árabe, y que hay que poner pie en tierra para ello. Habrá que ver hasta dónde Obama y Cameron entiendan esto si quieren ir por el ISIS.

Un dato no menor es que el carácter extranjero del grupo no fue obstáculo en su ampliación territorial tanto en Siria como en Irak, infiltrándose en otros grupos islamistas armados como el Ahrar Al-Sham en zonas rurales pobres y descontentas entre Deir Ezzor, Alepo y hasta Raqqa, en Siria. El ISIS explotó la escasez de armamento y financiación que elementos del Ejército Libre de Siria estaban sufriendo y rompió estos grupos en una lucha de unos contra otros, al tiempo que creó una atmósfera de opresión y terror dondequiera que iba asesinando residentes y soldados con el fin de mantener todo bajo control. De esta manera, un nuevo y más sanguinario Al-Qaeda se creó en Siria e Irak.

Para concluir, podemos decir que el ISIS es claramente una organización “funcional”, no para llevar a cabo una agenda exterior compatible con la democracia en Siria e Irak. El papel del grupo en Siria es similar a Hezbollah en el Líbano o a las milicias armadas en Irak y sólo difieren en la naturaleza de sus lealtades y consignas. Occidente deberá comprender que esto significa que la lucha contra el ISIS corre paralelamente con la guerra contra Assad, contra Hezbollah y también contra las milicias radicales iraquíes. Es una guerra, una confrontación que en modo alguno puede ser dividida ni tomada como aislada o diferente. Es una guerra contra el terrorismo y el extremismo radical.

Si las políticas que pretende aplicar la comunidad internacional, la ONU y la OTAN no lo interpretan de tal forma, habrá malas noticias para lo que -todavía- conocemos como “mundo libre”.

Más problemas para Obama en el plano internacional

Desde los anales de la política internacional, académicos, analistas y comentaristas han comparado el orden mundial de un determinado momento histórico con una estructura arquitectónica diseñada por una potencia líder que actúa como garante de su estabilidad. En términos bien simples de comprender esto ha sido así por siempre.

Históricamente fueron varias las potencias líderes que han desempeñado ese papel: asirios, babilonios, persas, macedonios y romanos en el mundo antiguo y, en tiempos más recientes: Inglaterra. Después de la Segunda Guerra Mundial, EE.UU. asumió ese papel, conduciendo el diseño y la construcción de Naciones Unidas, como lo hizo con la Sociedad de las Naciones después de la Primera Guerra Mundial.

También EE.UU. fue el principal facilitador de la Declaración Universal de los Derechos Humanos y el poder detrás de una amplia gama de organizaciones internacionales, incluido el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, por no hablar de la UNESCO y la UNICEF. Por tanto, guste o no, en gran medida el sistema internacional se ha sustentado en el liderazgo estadounidense y su dinero.

Este sistema, a su vez, ha desarrollado leyes y regulaciones internacionales que proporcionan el marco para el debate sobre casi todos los temas, desde el registro de pesos y medidas hasta las normas de navegación marítima y aérea, y más recientemente, aeroespacial.

En las últimas siete décadas, EE.UU. ha patrocinado o colaborado con la promulgación de más de 16.000 tratados internacionales sobre todos los temas imaginables e inherentes a todo el globo.

El colapso del imperio soviético, su principal rival y al mismo tiempo su socio en el orden mundial, reforzó el papel estadounidense como garante del orden internacional. EE.UU. ha cumplido esa misión en numerosas ocasiones por medio de esfuerzos diplomáticos o mediante su poder económico y cultural con la finalidad de generar estabilidad. Esos esfuerzos incluyen el Plan Marshall y el establecimiento de sistemas democráticos en Alemania Occidental, Italia y Japón. A menudo, como en la crisis de Suez, el compromiso diplomático estadounidense fue suficiente para contener una crisis.

Una década antes de Suez, los EE.UU. habían utilizado su influencia diplomática para detener a Stalin en su deseo de invadir Grecia y ocupar la región noroeste de Irán. En algunos casos, por ejemplo, como cuando los EE.UU. lideraron los esfuerzos por romper el cerco soviético de Berlín, el poder estadounidense logró su objetivo sin disparar una bala. Y hasta cumplió con los comunistas cuando no intervino a favor de los disidentes y opositores en las revueltas de Polonia, Hungría y Checoslovaquia a causa de las concesiones otorgadas a Moscú bajo los acuerdos de Yalta.

Sin embargo, cuando fue necesario, EE.UU. hizo uso de la fuerza militar para proteger el orden mundial. Por ejemplo en la península de Corea, donde encabezó una fuerza enviada por la ONU para impedir a los chinos la anexión de Corea del Sur al feudo comunista Norte de Kim Sung-II. Marines norteamericanos intervinieron en decenas de lugares, como Jordania y Líbano. Más recientemente, hemos sido testigos de intervenciones estadounidenses en Granada, Panamá, Kuwait, Afganistán e Irak.

Nos agrade o no, no sería exagerado hablar de un orden mundial ‘hecho por los EE.UU.’ Pero, ¿qué sucede cuando el principal garante de un orden mundial existente decide abdicar?

Esto fue lo que ocurrió después de la Primera Guerra Mundial y el desplome del orden mundial llevó a décadas de caos, guerras regionales, numerosos crímenes y limpieza étnica de parte de potencias coloniales y finalmente llevo a la Segunda Guerra Mundial. El hecho de que el mundo en ese momento no era tan ‘globalizado’ como lo es hoy, ayudó a limitar los efectos de las diversas crisis, pero no las evitó.

Un segundo período de abdicación estadounidense se produjo en la década de 1970, durante la presidencia de Jimmy Carter. La explotación de la ingenuidad de Carter por parte de los opositores al orden mundial dio lugar a cruentas revoluciones para socavarlo.

Los desastres mundiales que sucedieron mientras Carter estaba en la Casa Blanca son demasiados para enumerarlos en su totalidad. Éstos incluyeron una dramática expansión de la influencia soviética en África, la aparición de regímenes sanguinarios como en Etiopía, la decisión del régimen del Apartheid de privar a millones de sudafricanos negros de la ciudadanía, el genocidio organizado por el Khmer Rouge en Camboya, la anexión de parte del territorio de Vietnam por parte de China, la proliferación de guerrillas estalinistas respaldadas por Cuba en Centro y Sudamérica, la primera crisis del petróleo, la toma del poder de Khomeini en Irán, el ataque terrorista a La Meca, la invasión soviética de Afganistán y la decisión de la India y Pakistán de desarrollar arsenales nucleares.

Pero sin duda que la debilidad de EE.UU. no fue la única razón detrás de esos eventos. Aunque ha contribuido a la creación de un clima de incertidumbre en la que los opositores del orden mundial creyeron que podían hacerle mella a la estabilidad y la paz con absoluta impunidad.

Hace seis años, cuando Barack Obama obtuvo la victoria en las presidenciales estadounidenses, fuimos pocos los académicos, analistas y politólogos que manifestamos dudas y reservas ante lo que vislumbramos que iba a ser “una versión lujosa de Jimmy Carter”.

Es difícil determinar por qué Obama lleva adelante esta política exterior. Su doctrina “hands off” sobre una gama de temas, desde las ambiciones rusas sobre Europa y la peligrosa estrategia de China en el Lejano Oriente ya ha tenido impacto en el orden mundial. Y ni siquiera he mencionado otros problemas que enfrenta en el plano internacional, como por ejemplo el proceso de paz en Oriente Medio, las ambiciones nucleares de Irán, la tragedia de Siria, la prolongación efectiva de la guerra en Afganistán por su decisión de retirar a los EE.UU. de allí, y el más reciente, el descalabro en Irak.

Hoy en día, los triunfalistas del progresismo estadounidense mantienen silencio absoluto. Esa es la prueba evidente con la que reconocen nuestras oportunas advertencias.

La agonía de Irak

Aunque las elecciones en Irak han terminado, la situación se ha deteriorado profundamente. En la provincia de Anbar -la más grande del país- es cada vez peor. Los combates se han intensificado en la ciudad de Faluyah y a las puertas de Bagdad, así como en otros lugares que se mantenían en paz desde la intervención estadounidense de 2003. Lo concreto es que Irak sólo experimentó un breve período de calma después que Al-Qaeda fue expulsada de la zona por los norteamericanos. Sin embargo, no pasó mucho tiempo del retiro ordenado por el presidente Obama para que el grupo regrese.

Según informes de agencias turcas y árabes, los combates en Anbar ha detenido las exportaciones de petróleo de Irak a Turquía. Estos envíos ascendían a 400 mil barriles al día. Lo mismo ocurrió con los 30.000 barriles diarios que el gobierno del PM Nuri Al-Maliki exportaba a Jordania. Ya nada de eso es posible con el consecuente impacto en la economía y en la población iraquí. Lo mismo sucede con las importaciones de alimentos, cemento, yeso y medicinas procedentes de Jordania y Europa hacia Bagdad. Las mafias tribales y bandas terroristas han vuelto a controlar las carreteras en el norte y el oeste del país.

¿Qué dirán de esto aquellos militantes y académicos occidentales enfermos de anti-americanismo que por los últimos 11 años exudan su auto-odio a Occidente y los EE.UU. hablando de invasión y el crimen de robar el petróleo iraquí de parte de Washington? Seguramente no dirán nada Usted no debería esperar que levanten la voz en defensa del pueblo iraquí. Los muertos y el desastre actual es prolijamente ejecutado por los mismos que ellos han apoyado y defendido desde sus plumas y zapatos arrojados a quien sea que opinara lo contrario a sus posiciones. Y como el lector inteligente sabe, las noticias pierden ímpetu en la prensa como ya lo ha perdido la carnicería siria y como seguramente se desinstalara en unos días la campaña en favor de la libertad las niñas nigerianas secuestradas por los terroristas islamistas de Boko Haram, a pesar de los hashtag y el Twitter de la primera dama estadounidense.

Las ciudades de Irak, específicamente en la zona de Anbar, están sufriendo igual que Bagdad ya que las carreteras han sido bloqueadas para todos, excepto para las tropas del ejército o los grupos criminales como Al-Qaeda y las milicias terroristas que responden a Teherán. Así, la maquinaria del crimen y la muerte entre suníes y chiíes está funcionando a la perfección sumiendo a los ciudadanos iraquíes a un cruel asedio que no padecían con la presencia estadounidense 14 meses atrás.

Pero ¿por qué todo esto está sucediendo? Lo explicaré simple y claramente: porque los combates en Anbar se complicaron y extendieron luego del retiro estadounidense debido a que las muchas partes que intervienen en él están fuera del control gubernamental. Aunque algunos afirman motivos patrióticos, lo que está sucediendo es sencillamente una guerra más sucia que cualquier guerra’ y en ella no hay: ni patriotismo ni patriotas. Lo que está presente es la actividad delincuencial de grupos como Al-Qaeda y su filial local, ‘el Estado Islámico de Irak y Siria (ISIS)’ que ha tenido éxito en dominar amplísimas zonas geográficas y están combatiendo entre tribus y contra las tropas del gobierno que, a su vez, están luchando contra otras tribus aliadas con Al-Qaeda. Todos ellos han tenido éxito en el logro de un solo resultado: la destrucción de la seguridad y la economía del país, y son responsables por el desplazamiento de decenas de miles de personas que continúan convirtiéndose en refugiados.

Los habitantes de Anbar y la zona son claramente víctimas de las actividades de Al-Qaeda y el ISIS por ordenes directas de su líder, Ayman Al-Zawahiri, el médico sucesor de Bin Laden que continúa los postulados de la organización terrorista y con su accionar es funcional a la agenda iraní tanto en Irak como en Siria.

Irak está sufriendo debido a los delincuentes de Al-Qaeda y las tribus aliadas a ellos. A esto se añade el hecho que la provincia también se enfrenta a las tropas iraquíes y otras organizaciones kurdas que escogieron la lucha armada luego del retiro de Obama. Sin embargo, nadie va a ganar en esta guerra, aunque el propio gobierno iraquí piense que resolverá la crisis mediante la fuerza de las armas. Y es interesante que no se escuche ni se lea a los colegas del progresismo hueco occidental aportar soluciones. Es posible que estos hombres de papel hayan consumido todas sus energías y neuronas en fogonear la crisis cuando estaban los norteamericanos allí. Pero ¡claro! ya no está George Bush en el Salón Oval y sin la presencia del “Cowboy malo” uno bien podría entenderlos pues ahora no parece haber nadie allí y el salón pareciera estar vacío desde los últimos 6 años con el “Cowboy bueno” de Obama.

En materia de soluciones, no es imposible derrotar al ISIS y al resto de las filiales de Al-Qaeda ya que ha sucedido en el pasado. Para ello se necesita de acciones coordinadas de las autoridades iraquíes en materia política y militar. Esto requerirá la cooperación del Ejército y de los señores de la guerra que dirigen las tribus. Solo de allí emergerá una solución política que pueda poner fin a la ruptura en curso. Una solución política y militar que permita reabrir las carreteras, la actividad productiva y el estímulo en las fábricas, junto al retorno a la exportación de petróleo a Turquía y Jordania como la reapertura y distribución en todo el territorio del país de insumos, alimentos y medicinas importados para aliviar el sufrimiento del pueblo iraquí se hace imperiosa y necesaria.

Para cambiar el escenario se requiere -en mucho- de la voluntad política de las autoridades locales y la comunidad internacional. Solo así se podrá restablecer la economía y la seguridad en Irak y no se necesita -en nada- de falsas campañas favorables al terror y la muerte bajo el falso lema de la autodeterminación de los pueblos a la que se dieron organizaciones militantes, periodistas y académicos ganados por su resentimiento hacia el modernismo y el verdadero progreso.

La candidatura de Assad es mala para todos, incluso para él mismo

Días pasados, cuando el presidente sirio Bashar Al-Assad anunció su candidatura para un tercer mandato presidencial, recordé un pasaje de la obra Esperando a Godot, de Samuel Beckett. Este clásico del teatro del absurdo, cuya trama carece intencionalmente de hecho relevante alguno, es altamente repetitiva y simboliza el tedio y la carencia de significado de la vida humana. En uno de sus pasajes, Estragón, uno de los dos vagabundos que esperan en vano a Godot afirma: “¡No puede ser peor!’ El comentario se completa con la respuesta de Vladimir, el otro vagabundo, que responde: “Eso es lo que tú piensas”.

La impresión de que hay un toque del absurdo en la situación siria se reforzó hace unos días, cuando los medios de comunicación oficiales en Teherán informaron que la República Islámica planea enviar “veedores” para asegurar la “libertad y la regularidad de la elección de Siria” el próximo mes de junio. De mínima, suena kafkiano que los mullah iraníes serán los garantes de unas elecciones libres en Siria. Es como colocar al gato al cuidado del canario.

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Obama y el “soft power”

Aunque dividida como pocas veces antes, la élite política estadounidense está unida en su forma de evaluar la política exterior del presidente Obama como un rotundo fracaso. La huida precipitada de Irak quedó claramente distanciada del retiro ordenado al que refería la administración; el juego de “suma cero” en relación a Siria, mas la posición patológica de eludir las ambiciones nucleares de Irán y el intento surrealista para alcanzar la paz en Oriente Medio, junto a su falta de respuesta a la temeraria conducta del presidente ruso, Vladimir Putin, en relación a Ucrania, son los elementos citados para definir el fracaso estratégico tanto por la derecha como por la izquierda norteamericana.

Algunos analistas afirman que el problema se debe a la falta de experiencia de Obama en su gestión como presidente de los EE.UU. Otros lo culpan de obsesivo y narcisista, y hasta hay quienes refieren a la brutal desconexión con la realidad del presidente con un mundo que interpreta a su manera, pero que tal manera es una absoluta fantasía. Reconozco que me encontraba entre los que adherían a la última opción. Sin embargo, ante la cadena de dislates que lleva adelante la administración Obama es tiempo de aportar nuevas ideas y reflexiones. Por ejemplo: ¿Y si la percepción de fracaso se debe a la negativa de Obama en hacer lo que los críticos, tanto de la derecha como de la izquierda desean que hagan los EE.UU.? ¿Y si Obama tiene éxito en lograr lo que se propuso lograr?

Profundicemos el análisis. En la era Obama, EE.UU. perdió gran parte de su prestigio como superpotencia comprometida con una determinada visión del mundo por negarse a asumir el liderazgo en la defensa de esa doctrina donde quiera que estuvo amenazada. ¿Pero por qué Obama rechaza esa visión? ¿Por qué no quiere que los EE.UU. ejerzan el liderazgo mundial? ¿Mantiene Obama las ideas de su época de estudiante, en que estaba de moda sostener que los EE.UU. eran una potencia imperialista que intimidaba a las naciones más débiles para imponer su voluntad por medio de la fuerza militar o su poderío económico? Si reflexionamos sobre estas cuestiones, la política exterior del presidente podría empezar a tener sentido. En tal contexto, su comportamiento no sería el resultado de la inexperiencia ni la ingenuidad, sino una estrategia deliberada para rediseñar los EE.UU. y redefinir su lugar en el mundo.

Para ser justos con el presidente norteamericano, no es ningún secreto su deseo por hacer de EE.UU. “un lugar diferente”. Su lema principal de campaña en 2008 fue sobre el “cambio”. ¿Y qué es lo que uno cambia? No hay duda que se cambian las cosas que a uno no le gustan y es evidente que a Obama no le gustaba el modelo de los EE.UU. de la post Guerra Fría. Aunque en aquellos días, después de haber firmado un acuerdo de cooperación con la OTAN, Putin estaba pidiendo ayuda económica a Washington para Rusia. El Medio Oriente también estaba tratando de adaptarse a la “Agenda de la Libertad” de EE.UU. y en Teherán los mulás estaban ofreciendo sus servicios a Washington en Irak y Afganistán.

El deseo de Obama es la refundación de los EE.UU. como un ‘soft power’ y lo ha demostrado en muchas ocasiones. El presidente abandonó los planes de la administración Bush para la expansión de la OTAN en el Cáucaso y Asia Central, rechazó mantener el escudo antimisiles en Europa Central y Oriental para complacer a Rusia y desmanteló las bases de misiles inteligentes en los países bálticos y Europa del Este. No apoyó los planes para atraer a Estados árabes a la OTAN y replegó la presencia militar estadounidense en todo el mundo, especialmente en Oriente Medio. La retirada de Irak fue seguida por la reducción de tropas en Afganistán con la promesa de retirada total al final de este año. El brutal asesinato del embajador de EE.UU. en Libia generó un incomodo examen político, pero también psicológico importante en la administración. Ello demostró que, con Obama, en términos de castigar enemigos, EE.UU. había vuelto a la posición que tenía antes de los Comodoros William Bainbridge y Stephen Decatur a principios del siglo XIX.

La determinación de Obama en diseñar EE.UU. como una “Gran Noruega” no se ha limitado a la política exterior. También ha presionado con recortes masivos en gastos de seguridad y defensa que redujeron el tamaño del ejército de los EE.UU. Hoy, la fuerza aérea y la marina se encuentran operativamente en su punto más bajo desde la Segunda Guerra Mundial. En 2019, cuando los recortes completen su cronograma, EE.UU. ya no tendrá la capacidad militar necesaria para enfrentar dos guerras simultáneamente, algo que había sido un elemento clave de su doctrina militar desde 1980.

La estrategia de rediseño de Obama también incluye un aumento del papel del Estado en la economía interna como lo ilustra la legislación propuesta en materia económica, laboral y de seguridad social, la adquisición participativa de General Motors y una avalancha de legislación reguladora que es, como mínimo, extraña a la idiosincrasia estadounidense.

Suponiendo que Obama quiera emular a las socialdemocracias nórdicas, hay que admitir entonces que su política exterior ha sido rutilante y exitosa, aunque propició la caída del liderazgo de los EE.UU. Hoy, luego de casi dos mandatos de Barack Obama, el número de personas que respeta y admira a los EE.UU. en todo el mundo no ha aumentado ni caído, pero el número de los que le temen ha disminuido un 60%.

Según lo veo, diría que en lugar de burlarse de la inexperiencia o la ingenuidad de Obama, sus críticos deben tomar muy en serio su elección ideológica. Y es ese el punto de partida desde el cual se debe exponer sus implicancias para analizar sus resultados invitando a los estadounidenses a reflexionar sobre la visión de su presidente del rol de su país en el mundo.

El verdadero problema de Rusia

El mes pasado, cuando Vladimir Putin ordenó que la Virgen Negra de Kazán, el ícono más sagrado de la Iglesia Ortodoxa Rusa sea trasladada, muchos creyeron que deseaba asegurar bendiciones para los Juegos Olímpicos de Invierno en Sochi. Era la primera vez que el ícono (aunque copia) ya que el original fue robado y posiblemente destruido en 1904, se desplegó para bendecir una empresa pacífica. A través de los siglos, la ‘Virgen Negra’ ha sido llevada a los campos de batalla para bendecir a los ejércitos rusos que lucharon en suelo sueco, polaco, turco, persa y frente a los invasores alemanes. Stalin la envió a Stalingrado en 1943 para bendecir la victoria sobre los invasores nazis conducidos por el mariscal de campo Friedrich Paulus. Con las tropas de Putin controlando Crimea y amenazando avanzar hacia Ucrania, ahora sabemos que el icono fue llevado, para bendecir una posible operación militar también en esta ocasión.

Putin aparece con fuerte liderazgo porque el presidente de EEUU, Barack Obama, accidentalmente electo como líder de las democracias occidentales no solo es un pusilánime sino un débil de toda debilidad. Mientras Obama evita que EEUU juegue el papel de liderazgo que ha tenido desde el final de la Segunda Guerra Mundial, Putin no ve ninguna razón para no perseguir su sueño de revivir el Imperio soviético siempre que sea posible. Al hacerlo, está actuando dentro de una tradición establecida desde el siglo XVIII, cuando Rusia emergió como potencia aunque ‘con un miedo patológico a quedar aislada’. Y ese miedo, siempre ha hecho que Rusia se comporte de manera agresiva.

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Evitar un nuevo Bosnia

Cuando se trata de evaluar lo que está bien y lo que está mal en las conductas y los conflictos humanos, es habitual estar ante una difícil decisión pues el ámbito de colisión tanto de las ideas como de las acciones a menudo incluyen zonas grises. Cuando se trata de interpretar una guerra civil, la tarea se vuelve aún más escabrosa debido a que la urgente necesidad de detener la tragedia debe superar la tentación de repartir culpas y responsabilidades.

De vez en cuando, sin embargo, nos enfrentamos a un conflicto en el que tomar partido es a la vez ‘una posibilidad teórica pero también un imperativo moral’. Exactamente a esa categoría pertenece esta crisis que ha sumido a Siria en una tragedia de magnitud por los últimos de tres años. Es por eso que uno siente cierta sensación de indignación ante los que tratan el asunto con sus tibios “sí, pero no” (para evitar tomar partido) lo que al final del día, equivale y significa llanamente tomar partido por los malhechores y asesinos.

Tiempo atrás, en el marco de una de mis conferencias en Boston, un oficial de alto rango de la administración del presidente de EEUU, Barack Obama, me dijo que actuarían duramente ‘para frenar la masacre del pueblo sirio a manos de Bashar Al-Assad si se comprobaba la utilización de armas neuro-toxicas en suelo sirio’ (el propio Obama hizo también la misma promesa). Ese era el momento de la ‘línea roja’ de Washington, me indicó. Luego, el mundo vio que nada de eso sucedió y la esperanza de los sirios que esperaban ayuda ante su sufrimiento se desvaneció por completo. El año pasado, un alto funcionario del gobierno francés declaró que el presidente de Francia, François Hollande, ‘estaba listo, incluso para una acción militar’ que pusiera fin a la carnicería de Siria. Pero por supuesto, eso fue antes de que Obama realizara su espectacular huida de la región, dejando solo al desventurado e inepto Hollande. Si Francia pretendía maquillar sus traiciones históricas en el Oriente Medio y el Levante en Siria, todo lo que sucedió es que París reincidió en su conducta artera y dual hacia los pueblos árabes.

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Elecciones en Afganistán: la expansión persa y el retorno del fundamentalismo

Con la publicación de la lista oficial de candidatos a la presidencia afgana, se ha completado un aspecto clave y fundamental de la estrategia del presidente Barack Obama para que la retirada estadounidense de Afganistán se efectúe según la agenda de Washington. El plan de la administración Obama es poner fin a los 13 años de presencia de Estados Unidos en el país a finales de este año. Las elecciones presidenciales en Afganistán están previstas para abril de 2014 y se supone que ellas deben proporcionar el marco político que permita y dé lugar al retiro de los EEUU.

Lo cierto es que hay tres problemas con esa estrategia de Washington. A saber:

a) El primero es que el anuncio de la retirada ha animado a los opositores del actual status quo, especialmente a los talibanes, a reorganizarse y prepararse para un nuevo intento para la toma del poder una vez que los norteamericanos se hayan marchado.

b) El segundo problema es que con EEUU fuera del marco de la seguridad militar necesaria para la estabilidad del país, sea quien fuera elegido presidente de Afganistán, le resultará muy difícil “ejercer y mantener el poder real“, y como máximo, se convertiría en otro líder de facción respaldado por su tribu y/o comunidad étnica. Continuar leyendo

Barack Obama: el “modelo de rendición preventiva”

El secretario de Estado de los EEUU, John Kerry, adelantó el martes pasado el plan de su gobierno sobre la guerra civil siria, que de ponerse en práctica tal y como la diplomacia estadounidense lo plantea, está condenado al fracaso desde el primer minuto en que se intente implementar. Según Kerry, “el resultado de la guerra siria no se definirá en el campo de batalla sino en una mesa de negociaciones”. Hasta allí está muy bien, aplausos para Kerry. Lo he señalado en reiteradas oportunidades meses atrás. “La guerra civil siria no se puede ganar y debe ser suprimida”. La pregunta es: ¿por qué la administración Obama esperó hasta aquí para ofrecer una salida diplomática? Si el señor Kerry conociera la historia de los conflictos árabes en particular y del mundo en general, debería saber que en determinadas fases de un conflicto armado “los resultados de todas las guerras se han determinado en el campo de batalla”.

Lo explicaré sencillo: ‘Las guerras ocurren cuando un statu quo que garantiza un equilibrio de poderes contradictorios dentro de un sistema político deja de funcionar. Cuando eso sucede, el status quo se vuelve intolerable para uno o más de los elementos que coexisten en su interior. Luego, sucede que uno o más de esos elementos tratan de romper el status quo por la fuerza, lo que provoca conflictos con otros elementos que están presentes en ese escenario con intereses reflejados en el orden político existente.

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Lineamientos para mejorar la seguridad interior

Las motivaciones detrás de potenciales ataques islamistas en suelo occidental son complejas e incluyen ideologías fundamentalistas de adherentes al yihadismo radical del anillo extremista sunnita como de grupos radicales chiítas de Oriente Medio. Ambos sectores disponen de sus propios postulados ideológico-militares y blancos de ocasión tanto en África, Europa, América del Norte y Latinoamérica, por lo que es necesario proyectar y desarrollar con precisión aspectos de prevención que cubran el accionar de la violencia terrorista.

En tal dirección es que la República Argentina debería desarrollar una política preventiva amplia y clara, considerando entre otros, tres elementos centrales. A saber:

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