Por: George Chaya
El mes pasado, cuando Vladimir Putin ordenó que la Virgen Negra de Kazán, el ícono más sagrado de la Iglesia Ortodoxa Rusa sea trasladada, muchos creyeron que deseaba asegurar bendiciones para los Juegos Olímpicos de Invierno en Sochi. Era la primera vez que el ícono (aunque copia) ya que el original fue robado y posiblemente destruido en 1904, se desplegó para bendecir una empresa pacífica. A través de los siglos, la ‘Virgen Negra’ ha sido llevada a los campos de batalla para bendecir a los ejércitos rusos que lucharon en suelo sueco, polaco, turco, persa y frente a los invasores alemanes. Stalin la envió a Stalingrado en 1943 para bendecir la victoria sobre los invasores nazis conducidos por el mariscal de campo Friedrich Paulus. Con las tropas de Putin controlando Crimea y amenazando avanzar hacia Ucrania, ahora sabemos que el icono fue llevado, para bendecir una posible operación militar también en esta ocasión.
Putin aparece con fuerte liderazgo porque el presidente de EEUU, Barack Obama, accidentalmente electo como líder de las democracias occidentales no solo es un pusilánime sino un débil de toda debilidad. Mientras Obama evita que EEUU juegue el papel de liderazgo que ha tenido desde el final de la Segunda Guerra Mundial, Putin no ve ninguna razón para no perseguir su sueño de revivir el Imperio soviético siempre que sea posible. Al hacerlo, está actuando dentro de una tradición establecida desde el siglo XVIII, cuando Rusia emergió como potencia aunque ‘con un miedo patológico a quedar aislada’. Y ese miedo, siempre ha hecho que Rusia se comporte de manera agresiva.
A lo largo del siglo XVIII, Rusia utilizó como excusa ‘la protección de las minorías cristianas para invadir a sus vecinos musulmanes’, sobre todo al Imperio Otomano y a Irán, a quienes usurpó vastas porciones de territorio junto al norte del Cáucaso. También Georgia y Armenia fueron anexionadas con esa excusa al igual que Crimea. La emperatriz Catalina II, fue la primera que se valió del pretexto de ‘proteger a los cristianos para arrebatarle Daguestán y Georgia a Irán’. Rusia también utilizó otras excusas para apoderarse de territorios que pertenecían a sus vecinos europeos, entre ellos Alemania, Polonia y Finlandia, y durante casi 100 años se expandió a una tasa promedio de 100 kilómetros cuadrados al día creando el imperio más grande de la historia en términos de territorio. Los defensores del cristianismo construyeron el imperio ruso de aquellos tiempos alegando que su empresa disponía de bendición divina, al tiempo que Rusia utilizaba el truco de la concesión de la nacionalidad rusa a las personas de los países vecinos como pretexto para sus invasiones desde el siglo XVIII.
En 1829, Rusia utilizó una nueva excusa: ‘liberar a las mujeres de Georgia’ a quienes concedió la ciudadanía rusa, y lo mismo sucedió en 1842 con el harén del Sha de Persia como pretexto para una invasión de lo que hoy es Irán. Toda esa controversia acabó cuando una turba persa se vengó asesinando al Encargado de Negocios de Rusia, Alexander Griboyedov.
En 1911, un grupo de príncipes persas revolucionarios liderados por Musr Al- Saltaneh, se opuso al poder oficial dentro de Irán y se declararon súbditos del Zar levantando banderas rusas en sus palacios. El Zar utilizó el pretexto de ‘proteger’ a sus nuevos súbditos para invadir Irán y ocupo cinco provincias iraníes; envío su ejército en apoyo de los sublevados y destruyó el parlamento iraní.
En 1912, Rusia jugó nuevamente la carta de proteger a sus ciudadanos para invadir partes de China y anexionar grandes extensiones de territorio, especialmente lo que hoy es Mongolia. Después de la revolución bolchevique de 1917, el imperio, rebautizado como Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, reemplazó el cristianismo imponiendo su matriz ideológica: ‘el comunismo’. Esto también ocurrió en nombre de la defensa del ‘socialismo’ en los años 1950 y 1960. Lo que continúo es muy conocido dentro la historia del comunismo soviético, la Unión Soviética: envió tanques y tropas a Hungría, Polonia y Checoslovaquia para aplastar cualquier posición que confrontara su política imperial. Lo mismo sucedería luego con la invasión de Afganistán en 1979, también fue vendida como un intento de ‘defender el socialismo’.
Después de la desintegración del imperio soviético en 1991, Rusia revivió la vieja excusa de proteger sus familiares y amigos en los países vecinos. En algunos casos, esas minorías son auténticas comunidades de más de un siglo de existencia. En otros, sin embargo, son comunidades fantasiosas y creaciones artificiales que se utilizan como medio de presión sobre los vecinos más débiles.
Con Putin, Moscú ha estado distribuyendo un gran número de pasaportes rusos, algunos expertos europeos sugieren que hay millones de personas con ciudadanía rusa en países vecinos como Azerbaiyán, Bielorrusia, Ucrania, Letonia, Lituania, Estonia y Kazajstán. Y también hay un número significativo de titulares de pasaportes rusos en zonas de Moldavia, que no tiene frontera con Rusia. La primera prueba de esta estrategia y cadena de excusas se observó en 2000, cuando, como primer ministro, Putin obligó a Tayikistán a albergar 15.000 soldados rusos estacionados en seis bases. La segunda fue en agosto de 2008, coincidiendo con los Juegos Olímpicos de Beijing, cuando Putin, esta vez como presidente, ordenó la invasión de Georgia y anexó las repúblicas autónomas de Osetia del Sur y Abjasia. Hoy Rusia tiene unos 40.000 soldados estacionados en esos dos enclaves.
Ucrania es la tercera nación en experimentar el juego de Putin, y muy posiblemente no será la última travesura de Vladimir. Crimea muestra la sintomatología del malestar profundo causado por la incapacidad rusa para encontrar su lugar en el orden internacional posterior a la Guerra Fría, pero también la incapacidad de las potencias europeas y los EEUU en consensuar con Rusia un acuerdo en función de su real peso estratégico en la comunidad internacional, pero no en función de su ambiciones expansionistas.
En el último cuarto de siglo, con la pérdida rusa de Europa Oriental, todo el continente europeo se ha reorganizado en el marco fijado por la OTAN y la Unión Europea. Pero Rusia es una de las cuatro potencias europeas que sigue excluida de la OTAN y la UE. La única muestra de liderazgo que Moscú ha tenido en la post-guerra ha sido su asiento con poder de veto en el Consejo de Seguridad de la ONU, una reliquia de la Guerra Fría. Pero incluso con ello, hasta que Obama paralizara la política exterior de EEUU y las potencias occidentales, encabezadas por Washington, simplemente han ignorado a Rusia cuando les convenía, como fue el caso de la intervención militar de 2003 en Irak. Para Occidente, Rusia se quedó fuera de Europa, pero paradójicamente sigue siendo su principal socio comercial.
Lo cierto es que Rusia está cercada por no pocas naciones de mayoría musulmana que albergan profundo resentimiento a la opresión comunista del pasado. Hacia el Este, Moscú se ubica de cara a dos potencias hostiles -China y Japón-, parte de cuyos territorios permanecen bajo ocupación rusa. Hacia el interior, Rusia se enfrenta a una guerra sin fin contra las fuerzas yihadistas en cinco repúblicas del Cáucaso, mientras que las relaciones con Georgia y Armenia siguen siendo tensas. El primer ministro Dimitri Medvedev dice que Rusia está hoy a la vanguardia de la lucha contra el ‘terrorismo islámico’. Sin embargo, los yihadistas no son los únicos que representan una amenaza a la visión idealizada de Putin sobre la búsqueda de un liderazgo global ruso. Grupos misioneros cristianos bien financiados, principalmente por EEUU están ampliando sus redes en toda Rusia a expensas de la Iglesia ortodoxa, que se ha convertido en directa aliada ideológica de Putin.
Para empeorar las cosas, el estilo autocrático de gobierno de Putin estimula a un número creciente de rusos a inclinarse hacia ideas democráticas occidentales, multipartidistismo, pluralismo y desacralización del poder político. Mientras tanto, la economía rusa influenciada por la oligarquía en apoyo a las necesidades de Putin se ha venido ralentizando y en algunos casos, incluso ha desaparecido.
El verdadero problema con la Rusia actual, no es si las tropas rusas permanecen en el interior de sus bases en Crimea o muestran sus dientes en las calles de Sebastopol. El verdadero asunto a dilucidar, es cómo encontrarle a Rusia un lugar en un orden mundial en cuya creación no participó, y es ello lo que genera el marco actual de las conductas rusas. Si esto no sucede, la política actual de Putin podría transformar a Rusia en un Estado delincuente en toda regla. Y eso sería peligroso tanto para Rusia como para el mundo, incluso si la Virgen Negra de Kazán viajara constantemente entre Washington y a Moscú para realizar un milagro.