Dos tercios del activo del BCRA es deuda del Tesoro

Uno de los puntos modificados en 2012 en la Carta Orgánica del Banco Central fue la extensión de los límites para que el Estado nacional pueda colocar deuda a la entidad, a través de Letras Intransferibles y Adelantos Transitorios, cuyo monto prácticamente se duplicó en el transcurso de 2014. Así, el Banco Central puede otorgarle adelantos por una cantidad equivalente al 12% de la base monetaria (al 15 de agosto, el dato más reciente disponible, se situaba en $391.070 millones), más una cantidad equivalente al 20% de la recaudación de los últimos doce meses (que acumula unos $1,12 billones).

De esta forma, los Adelantos Transitorios en la actualidad tienen un límite de $270.928 millones, al sumar un máximo de $46.928,4 millones fijados por base monetaria y otros $224.000 millones por la recaudación. Según los últimos datos del BCRA, los Adelantos al Tesoro totalizan $217.950 millones y ya cubren el 80,4% de la capacidad prestable a Hacienda por este concepto, en un marco de déficit fiscal ascendendente.

Otra vía de financiamiento del Estado a través de la entidad que conduce Juan Carlos Fábrega es la colocación de Letras Intransferibles que pasan a integrar el activo del BCRA, a cambio de divisas para el pago de deuda. Se trata de títulos en dólares que no pueden negociarse en el mercado secundario y, por lo tanto, carecen de liquidez, condición que contradice al Artículo 33 de la Carta Orgánica, que estipula que “el Banco podrá mantener una parte de sus activos externos en depósitos u otras operaciones a interés, en instituciones bancarias del exterior o en papeles de reconocida solvencia y liquidez pagaderos en oro o en moneda extranjera”. Las Letras Intransferibles ascienden hoy a unos u$s42.900 millones, computados en el balance como 355.284 millones pesos.

Los Adelantos Transitorios y las Letras Intransferibles suman unos $573.234 millones (+92,4% respecto de diciembre de 2013), con lo que representan un 63,8% del activo de la autoridad monetaria, en 897.957 millones de pesos. Casi dos terceras partes del activo es deuda contraída por el Tesoro con el BCRA. A principios de año, estos dos ítems sumaban $297.934,4 millones y significaban el 41,2% del activo. Hasta 2010 no llegaban al 30 por ciento.

Si bien este año la Base Monetaria (billetes y monedas, cheques cancelatorios y depósitos en cuenta corriente) crece sólo 3,7% (unos $13.900 millones) respecto del final de 2013, un porcentaje muy inferior a la inflación acumulada cercana al 20% en casi nueve meses, la emisión de Letras y Notas del BCRA (LEBAC y NOBAC) se duplicó, de $110.547 millones a $221.076 millones, con el añadido del importante aumento en las tasas a pagar por estas obligaciones, que significarán en el futuro muchos más pesos volcados al mercado o bien tasas aún más elevadas para renovarlas.

La debilidad del balance del BCRA también se percibe en las reservas internacionales, que al 15 de agosto alcanzaban los u$s28.953 millones, unos $239.739 millones al tipo de cambio mayorista ($8,2803), apenas 26,7% del activo, y un monto que ya es equivalente a los Adelantos Transitorios ($217.950 millones) o a los títulos de deuda emitidos por el BCRA ($221.076 millones en LEBAC y NOBAC).

El mundo todavía ayuda

La profundización del déficit fiscal y la estabilización de la inflación un peldaño por encima de la de 2013 agregan tensión a una coyuntura local que impide ver que este año las condiciones financieras internacionales aún colaboran para que el desempeño económico de la Argentina se rectifique. Es tan cierto que la sequía de divisas, la escasez de inversiones y la atrofia del crédito empantanan el crecimiento, como que estos condicionantes no son impuestos por el exterior, sino un daño autoinfligido por las políticas de Gobierno.

Una prueba de que el mundo no se “nos cayó encima” la da el complejo cerealero oleaginoso, con cifras alentadoras en términos de producción y exportaciones, para atenuar un año que será el más duro para la economía argentina desde la salida de la convertibilidad. Los contratos de la soja para entregar en mayo, cuando la cosecha gruesa estará a pleno, se situaron en u$s537,34 por tonelada, cerca del precio máximo del año (en u$s545 la semana pasada) y en un destacado nivel en términos históricos.

Las cerealeras y procesadoras de granos informaron hasta el viernes 4 de abril un monto liquidado por exportaciones de u$s5.055 millones desde que arrancó el año, una cifra cercana al récord de 2011 para el mismo período, cuando también acompañaron las elevadas cotizaciones de materias primas con una cosecha por encima de las 100 millones de toneladas.

Las bolsas de cereales locales mantienen una estimación récord de 54,5 millones de toneladas de soja para la campaña 2013/2014, y de 24 millones de toneladas para el maíz. La producción agrícola y sus derivados representan el 36% de las exportaciones totales del país: Argentina es líder mundial en ventas de aceite de soja (45% del mercado global), harina de soja (43% del total), es el segundo exportador mundial de maíz (16% del mercado) y tercero de porotos de soja (8%).

El sector financiero, por su lado, hace negocios en base a expectativas futuras que se imponen sobre las señales de un presente desbordado de dudas e improvisación. Y en este caso, la evaluación a 24 meses es favorable para la Argentina, con un cambio de administración mediante. Fruto de esta visión, el índice Merval gana 19,5% en el año, medido en pesos, desde los 5.391 puntos del cierre de 2013 a los 6.444 puntos hoy.

Desde que inició el año, el dólar “contado con liquidación”, que resulta de dividir el precio de las acciones y bonos en el mercado local por su valuación en el exterior, subió 11%, desde los $8,88 a los $9,86, comparación que permite inferir que los activos de la Bolsa argentina no sólo no se depreciaron en dólares, sino que ganaron en promedio un 8,5% en divisas en poco más de tres meses. En el mismo lapso, el Dow Jones de Wall Street cayó 2%, desde los 16.576 puntos del 31 de diciembre a los actuales 16.245 enteros.

También fue importante el retroceso del llamado “riesgo país”, es decir, el diferencial que calcula la banca JP Morgan entre el rendimiento de los bonos del Tesoro de los EEUU y sus similares emergentes, que desde marzo mostró una caída de 15% para la Argentina, para alcanzar los 760 puntos básicos, la sobretasa más baja desde el 1° de septiembre de 2011, cuando se situaba en 757 enteros. Quiere decir que la deuda argentina redujo a 7,6% el rendimiento extra que está obligada a ofrecer para obtener financiamiento en el exterior. Es verdad que es elevada en la comparación regional, pero ya posibilita las colocaciones de deuda corporativa, como fue el caso de YPF, a tasas de un dígito.

En los últimos días se sumó otro indicador positivo para la Argentina. El real brasileño tuvo una neta apreciación contra el dólar en las últimas tres semanas. La divisa norteamericana, que se negociaba a 2,36 reales a comienzos de año, desciende ahora un 5,9% en el recorrido anual, a 2,22 reales del lunes. Como Brasil es el principal destino de las exportaciones argentinas, la revalorización de su divisa mejora la competitividad de los productos nacionales en cuanto a precio: otra mano tendida para apuntalar los débiles ingresos que presenta el comercio exterior en 2014.

Insostenible en el corto plazo: las reservas cayeron 9% en enero

El primer mes del año fue largo y agitado en términos financieros, con un resultado amargo y preocupante en cuanto a la expectativa de solvencia de la Argentina: las reservas internacionales del Banco Central cayeron u$s2.500 millones, en su pérdida mensual más abultada desde enero de 2006 cuando, por la cancelación total de la deuda con el FMI, se redujeron 29,9%, desde los 28.077 millones a los 19.689 millones de dólares.

Según datos preliminares de la entidad monetaria, desde el cierre de 2013 las reservas cayeron 8,2%, a 28.100 millones de dólares. Sin embargo, esta pérdida podría ampliarse a un 9%: según el dato consolidado de reservas al 29 de enero -difundido el viernes- éstas se situaron en u$s28.201 millones, unos 320 millones por debajo de la cifra provisoria informada ese día (u$s28.520 millones). Por lo tanto, el martes 4 de febrero se conocerá el número definitivo.

Mucho más que la inflación o el ascenso del dólar blue, es el nivel de activos líquidos en el Banco Central el indicador que moviliza las decisiones de los agentes financieros. Esta percepción de que las reservas se diluyen a un ritmo cada vez más veloz también dio empuje a medidas de política económica impensadas en los más de 10 años de administración kirchnerista, y menos aún con el perfil de un economista como Axel Kicillof en el Palacio de Hacienda.

Frente a un déficit primario que se multiplicó por cinco en 2013, a la par del ascenso de los precios minoristas, el Gobierno optó por la receta ortodoxa, no sin antes acusar a “grupos económicos poderosos” por incentivar la inflación, y a productores agropecuarios por “amarrocar” stocks de soja por un monto entre 27.000 y 30.000 millones de dólares, tal como declaró el jefe de Gabinete, Jorge Capitanich.

En ese presente, desde Economía y el Banco Central avanzaron en la mayor devaluación del peso en 12 años y en una suba de tasas hasta acercarlas a la inflación real, que apunta a captar pesos e, inevitablemente, encarecer el crédito y enfriar la economía.

Sin embargo, las reservas del BCRA ceden en forma más veloz que los efectos concretos de las medidas implementadas. El dólar oficial a ocho pesos todavía no conmueve a los exportadores del complejo cerealero-oleaginoso, que activan ventas a menor ritmo que en 2013 y 2012. Fruto de este conflicto es que el dólar informal apenas cede y se sostiene entre los 12 y 13 pesos, un valor insospechado hace apenas un mes atrás.

En el sector financiero dieron su veredicto: el riesgo país aumentó 36% y se arrimó a los 1.100 puntos básicos, sobretasa que aleja al Estado y a las empresas argentinas de la opción de obtener financiamiento en los mercados internacionales. El Credit Default Swap o seguro contra una eventual cesación de pagos subió 60%, hasta los 2.700 puntos, como síntoma de desconfianza sobre la futura capacidad de cumplimiento de las deudas públicas y privadas. La cotización de las empresas argentinas cayeron en torno al 20% en dólares y el valor bursátil de YPF recortó un tercio desde el arranque del año.

La flexibilización del “cepo” al dólar, que permite las compras de particulares para atesoramiento es, en este caso, un modesto gesto político y un dato anecdótico más que una referencia útil para desentrañar el futuro económico de 2014. En cinco jornadas operativas, las ventas minoristas concretadas -previa autorización de la AFIP- ascendieron a u$s95 millones, cuando en el período, las reservas cedieron diez veces más: 963 millones. No obstante, habrá que estar atentos a lo que ocurra durante febrero con esta apertura, una vez cobrados los sueldos, porque es de prever que aumentará la demanda de divisas muy por encima del nivel de enero.

Desde todo punto de vista, ya asoma un ajuste que se extenderá a toda la ciudadanía, tanto en el ámbito privado como en el gubernamental, producto de la licuación de salarios y deudas en pesos por efecto de la inflación, el encarecimiento del crédito en dólares, la pérdida de poder adquisitivo a la que contribuirá la devaluación y una restringida posibilidad de mejorar los ingresos por una actividad económica previsiblemente recesiva.

En 2013 el dólar oficial sube lo mismo que en toda una década

El anuncio del jefe de Gabinete Jorge Capitanich en la mañana del viernes causó un inesperado sobresalto: el Gobierno estableció un aumento de las tarifas del servicio de colectivos de la ciudad de Buenos Aires y el conurbano bonaerense desde el 1° de enero. El boleto mínimo pasará de 1,50 a 2,50 pesos con la tarjeta SUBE y de 3 a 5 pesos para quienes renuncien al subsidio y opten por pagar con monedas.

Sin embargo, al igual que el dólar, las tarifas aún siguen rezagadas respecto de la inflación acumulada en los últimos diez años. En la práctica, se siguen manteniendo subsidios por unos $12 mil millones anuales, aunque el incremento del boleto podría significar un ahorro de unos $3 mil millones, si se toma en cuenta que las líneas de colectivos del área metropolitana transportaran en promedio unos 250 millones de pasajeros mensuales promedio.

Este importante incremento del 66% es el más elevado desde principios de 1991, cuando el salto inflacionario derivó en la sanción de la Ley de Convertibilidad entre el peso y el dólar para frenar una acuciante estampida de precios de la hiperinflación que hería de muerte a la actividad económica. La presente conjunción de precios en alza y déficit presupuestario obligó en este caso a una medida que puede interpretarse como una claudicación para el gobierno de Cristina Kirchner, y que eleva el costo de un ítem de amplia incidencia en el gasto cotidiano de las familias de sectores socioeconómicos bajos y medios, si bien aún se destaca el esfuerzo fiscal para mantener subsidiado el 40% del valor del pasaje para beneficiarios de la Asignación Universal y el Programa Jefes de Hogar, jubilados y pensionados y personal de trabajo doméstico registrado en la ANSeS.

Esta “reestructuración de niveles tarifarios”, como la define el Gobierno, no es ajena al atraso de otro precio que estuvo contenido en el mercado interno: el del dólar oficial. La administración kirchnerista consideró a las tarifas y al tipo de cambio como dos factores que, bajo control, permitían moderar la inflación, cuya progresión obligó de todos modos a un sinceramiento que se prevé va a recalentar la tendencia alcista en bienes y servicios, y va a incentivar las demandas salariales que ya cobran fuerza con miras a 2014.

En el recorrido de 2013 el dólar oficial sube $1,57 (desde $4,925 a $6,4925), prácticamente lo mismo que aumentó entre el 1° de enero de 2003 y el 1° de enero de 2013 (desde $3,36 a $4,925), comparación que deja en claro la magnitud de la voluntad oficial por descontar la enorme brecha entre el incremento del valor del dólar y el de otros bienes en la última década, un ejemplo de lo que los economistas llaman “distorsión de precios relativos”.

Dólar y tarifas están lejos de un nivel de equilibrio, cuando la dinámica inflacionaria no tiene pausa. Sólo basta considerar que las reservas internacionales del Banco Central concluirán el año en su menor monto desde diciembre de 2006. Entonces la base monetaria ascendía a unos 74.300 millones de pesos, lo cual resultaba $2,43 por cada dólar, un 25% menos que los $3,06 que cotizaba el dólar en las casas de cambio y bancos.

Al 20 de diciembre de este año –el dato más reciente aportado por el Banco Central- la base monetaria se situaba en un máximo histórico de $365.189 millones, con reservas por u$s30.680 millones, relación que deja un dólar teórico, de “cobertura” o de convertibilidad, de $11,90, un 83,3% más caro que el actual dólar oficial.

A menos reservas, más devaluación

El capital más importante para un Gobierno no son sus reservas en el Banco Central ni sus cifras de superávit comercial o fiscal, sino la confianza que sus iniciativas obtienen en la consideración ciudadana. El incremento del dólar a un ritmo mucho menor que el de la inflación a partir de 2007 generó una distorsión que dio envión a la demanda de la divisa, hasta un límite tal que los funcionarios del Palacio de Hacienda optaron por idear las restricciones cambiarias aplicadas a partir del 31 de octubre de 2011.

La prohibición al atesoramiento del dólar es sinónimo de desaliento al ahorro, en la misma magnitud que la fijación de tasas de interés para depósitos por debajo del ritmo de aumento de los precios minoristas. Una visión cortoplacista de aquello que puede interpretarse como incentivo a la expansión económica llevó a la administración de Cristina Kirchner a impulsar medidas, imposiciones y restricciones que apuntaron a priorizar el consumo por encima del ahorro, que es el cimiento de la inversión, pues alimenta de fondos al sistema financiero para generar crédito e incrementar la producción de bienes y servicios.

El “cepo” llegó para canalizar forzosamente hacia el consumo aquel dinero que se “desviaba” hacia la compra de dólares. El costo fue el más elevado: la desconfianza de una importante porción de la sociedad en la idoneidad y criterio de los funcionarios que toman decisiones económicas. Varios de ellos fueron los primeros en dejar el gabinete nacional después de las últimas elecciones legislativas.

Sin comprender la dinámica de los hechos y los errores de diagnóstico que llevaron a la restricción cambiaria no se puede explicar la actual pérdida de reservas, que es un síntoma del déficit fiscal, la sobreemisión de pesos para financiarlo y la elevada inflación persistente en dos dígitos. Principalmente estos factores en conjunto amplifican los desequilibrios macroeconómicos sobre los que el Gobierno deberá trabajar en un plazo cuyo límite ya no se avizora en las elecciones de 2015, sino bastante antes.

La semana pasada las reservas del Banco Central mostraron una reducción de u$s983 millones, sin precedentes desde el pago de Boden en agosto de 2012, cuando resignaron u$s1.715 millones en una sola jornada, aunque a diferencia de aquella caída, la actual no se debió a la cancelación de obligaciones de deuda, sino principalmente a solventar la importación de energía, es decir gastos corrientes que el Gobierno no puede asumir con fondos del Tesoro.

Los activos líquidos de la autoridad monetaria disminuyeron desde los u$s32.500 millones a u$s31.517 millones en cinco jornadas cambiarias, según datos del BCRA sujetos a ajuste. Así en 2013 la pérdida de activos ya suma u$s11.773 millones, un monto sólo superado por el del crítico año 2001, cuando una incontenible fuga de capitales totalizó un drenaje de reservas por u$s19.000 millones a lo largo del año.

En la misma dirección, la apreciación del dólar oficial en casi 9 centavos ó 1,5% la semana pasada, hasta los $6,0825 en el mercado mayorista, fue la mayor desde la semana del 20 al 27 de marzo de 2009, cuando alcanzó un 1,6%, en coincidencia con el máximo declive de los valores bursátiles mundiales durante la crisis financiera.

Una conclusión posible es que paulatinamente, la devaluación oficial será a mayor velocidad para achicar distancia con el ritmo de la pérdida de reservas, aunque sigue lejos de este último. Mientras que los activos internacionales disminuyen 27,2% en poco menos de once meses de 2013, el dólar oficial se aprecia 23,5% (desde $4,925 a $6,0825), lo cual equivale a una devaluación del peso de 19,2% (desde $0,203 por dólar del cierre de 2012 a $0,164 por dólar hoy).

Noviembre asoma como un mes clave para percibir una tendencia definida en la futura política monetaria que ahora conduce Juan Carlos Fábrega desde la presidencia del ente emisor. En 16 días hábiles, las reservas cayeron casi u$s2.000 millones, más que en cualquier otro mes de 2013. En el mismo lapso, el dólar oficial ganó 2,87%, muy por encima de la inflación real, y recortó distancia con el dólar libre, que quedó quieto en $9,92, su valor del 31 de octubre.

La mitad de los pesos son préstamos del BCRA al Tesoro

Es común que los economistas definan por la baja del valor del peso y no por la suba del dólar la evolución del tipo de cambio. Detrás del peso devaluado subyacen las dificultades que presenta el déficit fiscal y la vía de escape que el Gobierno eligió para salir del paso: la simple y llana emisión de moneda, sin el respaldo de un incremento proporcional de los dólares en las reservas. Estos pesos son prestados por el Banco Central al Tesoro como adelantos transitorios, que en teoría deberían ser reembolsados dentro de los doce meses de efectuados, aunque lo usual es que se renueven al vencimiento.

En la reformada Carta Orgánica del Banco Central sancionada en marzo de 2012 se establece que el Directorio de la entidad será quien determine “el nivel de reservas de oro, divisas y otros activos externos necesarios para la ejecución de la política cambiaria, tomando en consideración la evolución de las cuentas externas”. Para este fin se modificó la ley de Convertibilidad y se llamó “reservas de libre disponibilidad” a aquellas que excedan un indefinido “nivel que determine el Directorio”.

Este cambió permitió que la relación entre base monetaria y reservas internacionales del Banco Central divergiera del tipo de cambio oficial, al punto que convalidó algo que ya ocurría desde noviembre de 2011, que los activos líquidos no llegaran a cubrir los pesos en circulación y en la cuenta corriente del Banco Central. Según los últimos datos del BCRA, al 1° de noviembre, el cociente entre base monetaria ($342.132 millones) y reservas (u$s33.312 millones) deja un precio teórico de dólar de $10,27, cuando la tasa de cambio oficial a esa fecha fue de $5,9108 por dólar. Esta brecha tiende a ampliarse cuando la emisión persiste al alza y las reservas siguen en caída (u$s33.062 millones según datos provisorios del viernes último).

El pago de deuda con reservas impacta en el activo del BCRA, porque reemplaza divisas internacionales por una deuda intransferible en pesos a pagar un año después -en un período de alta inflación- y que además se renueva al vencimiento antes que cancelarse.

Como complemento, en la Carta Orgánica del BCRA se modificaron los límites para el otorgamiento de adelantos transitorios en pesos al Tesoro nacional, un verdadero auxilio para que las cuentas públicas no cierren el año con déficit primario, como ocurrió en 2012. Los préstamos podrán contabilizar hasta el 12% de la base monetaria, más 10% de la recaudación de los últimos doce meses.

Esta ampliación disparó la cantidad de dinero en circulación, que creció el año anterior un 38,3% y en 2013 se moderó a un rango de inflación real del 24,5% anual. Así, hasta el 31 de octubre de 2013, los adelantos transitorios ascendieron a $153.780 millones, un 55% de la base monetaria. Es decir, representan más de la mitad de los pesos en circulación.

Además, hasta septiembre de 2013 estuvo vigente una “facultad excepcional” que incluía adelantos transitorios extra por otro 10% sobre los recursos anuales en efectivo que el Gobierno nacional haya obtenido, lo cual habilitaba (con datos de recaudación y base monetaria al 30 de septiembre) un tope de unos $178.000 millones, que no se llegó a alcanzar.

Por lo tanto, de no mediar una nueva reforma de la Carta Orgánica, el monto total de este aporte deberá reducirse paulatinamente, pues de mantenerse en los niveles presentes de recaudación y base monetaria (aunque serán algo mayores hacia fin de año) los adelantos al Tesoro en 2014 tendrán un nivel máximo que rondará los $120.000 millones, frente a los $153.780 millones actuales, porque una parte deberá cancelarse con el transcurso de los meses y no podrá renovarse sistemáticamente como hasta ahora.

En este aspecto puede incidir una apreciación del dólar oficial más acelerada, promovida por la entidad que preside Mercedes Marcó del Pont, porque un peso que se devalúa genera una recaudación más alta por retenciones a las operaciones de comercio exterior y así amplía el tope impuesto para el giro de adelantos transitorios. El dólar oficial ganó el último año un 25%, a $5,965, desde los $4,772 un año atrás.

Cefalea y acefalía

Dos palabras resumen el estado de incertidumbre que invadió al poder político y a gran parte de la sociedad argentina: cefalea y acefalía. La primera, el síntoma de la “colección subdural crónica”, el hematoma craneal que motivó la operación de la presidente Cristina Kirchner y que desplegó generalizadas muestras de apoyo y oportunos deseos de pronta recuperación. La segunda expresa las dudas sobre la real extensión de los plazos del interinato de Amado Boudou, a cargo del Poder Ejecutivo, sus atribuciones para mantener activa la gestión y su capacidad para afrontar los conflictos irresueltos que arrastra la administración kirchnerista.

Oficialismo y oposición manifestaron su solidaridad sin fisuras hacia la jefa de Estado, que en un escenario óptimo podrá estar en plenitud de funciones días después de las elecciones legislativas, para completar el mandato hasta 2015, con toda la legitimidad del 54% de votos obtenido en 2011. La operación es seria, aunque de bajo riesgo, como definieron varios especialistas en las últimas horas. Sin embargo, no deja de preocupar que el post-operatorio se estire a 90 días y que el Gobierno deambule por un período de intrascendencia, a cargo de un vicepresidente desprestigiado, investigado por la Justicia y sin margen de maniobra para encarar iniciativas impostergables.

En el plano económico corre tiempo de descuento. El crecimiento de la actividad sostenido en base a emisión sin respaldo -que a la vez alimenta la inflación-, la pérdida de los fundamentos que hasta 2011 le dieron brío a esta expansión y la imposición de un Presupuesto 2014 inconsistente desde todo aspecto, votado a las apuradas a falta de un trimestre para que concluya el año, son muestras de un esquema agotado y que además dejó de ofrecer réditos electorales para el oficialismo.

Las cuentas públicas transitan por el déficit fiscal primario, si se descuenta el auxilio financiero de los préstamos del BCRA, ANSeS y el PAMI al Tesoro nacional. Insistir a la vez con un creciente déficit energético, atraso cambiario, declive de reservas en el Banco Central y aislamiento financiero internacional es exponerse a factores de riesgo para la estabilidad económica en un contexto de mayor debilidad política para el Gobierno. Las medidas para corregir estas deficiencias se esperaban para después de octubre, pero la enfermedad de la Presidente arrasa con estas expectativas inmediatas.

Cualquier decisión trascendente en estos aspectos no puede tomarse sin la aprobación de Cristina Kirchner. Como la mayoría de sus antecesores en la primera magistratura, ella se caracteriza por su personalismo. No es su culpa: la ciudadanía siempre avaló esta representación por un sistema híper-presidencialista. A la hora de votar los argentinos consagramos jefes de Estado con imagen fuerte, los caudillos, la concentración del poder en una mano. Esta impronta no es ajena a muchos de los problemas de salud de aquejaron nuestros máximos dirigentes.

En el mejor de los casos, la actual es una oportunidad para poner a prueba los distintos mecanismos de la República, que el país no se paralice y transite por un sendero de estabilidad institucional, aún con elecciones de por medio. Será una muestra de adultez de nuestra democracia, que superó sin perder la línea de sucesión constitucional un trance mucho más grave, de profunda crisis social, política y económica en diciembre de 2001, después de la renuncia de Fernando de la Rúa y aquella semana con cinco presidentes, que dejó muertos y heridos por la represión a las manifestaciones y un default cuyas consecuencias todavía marcan la agenda del Gobierno.

Mayor debilidad para las cuentas del BCRA

Conocidos los detalles del proyecto de Presupuesto 2014, distintos analistas económicos advirtieron sobre la pérdida de patrimonio del Banco Central, debido a la función que le asignó el Gobierno a la entidad como principal sostén de las deficitarias cuentas del Tesoro nacional. La tensión a la que está sometido el activo del BCRA se debe, por un lado, a la caída de reservas en divisas por el pago de deuda pública en dólares; por el otro, a la inyección de pesos al Tesoro por transferencias y giro de utilidades.

Un estudio de la consultora Empiria, que dirige ex gerente general del Banco Central Hernán Lacunza, refirió que el proyecto de Presupuesto 2014 prevé que el Tesoro dispondrá de casi u$s9.900 millones para el pago de deuda y al menos $76.000 millones “entre adelantos y transferencias de utilidades devengadas para financiarse a través del Central”. Añade que “el Gobierno no toma nota del estrés patrimonial de la entidad monetaria, tras casi cuatro años de proveerle fondos por el equivalente a 4,5% del PBI, frente al 1,5% del PBI facilitado entre 2004 y 2009”.

Continuar leyendo

La soja resiste al cambio de escenario

El debate público de las últimas semanas fue acaparado por los discursos de los políticos que disputan las elecciones primarias este domingo y, como es lógico, las cuestiones económicas quedaron postergadas, pero no implica que pierdan vigencia. Al contrario, en las últimas jornadas hubo indicadores que mostraron señales de un cambio de escenario internacional, como las caídas de precios de las materias primas, que aún dejan sin respuesta el interrogante sobre cómo condicionarán la realidad económica y financiera del año próximo.

La Argentina mantiene su “sequía” de dólares, no porque falten, sino porque los que ingresan salen del sistema financiero con el mismo ritmo. Por ejemplo, la Cámara de la Industria Aceitera de la República Argentina (CIARA) y el Centro de Exportadores de Cereales (CEC), entidades que concentran la exportación de granos, oleaginosas y derivados, informaron que en los primeros siete meses de 2013 liquidaron unos u$s15.136 millones por ventas al exterior, contra u$s14.575 millones del año anterior, un 3,7% más.

Aunque por la cosecha récord este año se hubiera justificado un volumen de liquidación mayor al del año pasado, queda claro que no están ingresando menos divisas. Pero son los precios, a diferencia de 2012, los que acompañan menos. El miércoles, la soja tocó su piso más bajo desde enero de 2012, nítidamente debajo de los u$s500 por tonelada, y finalizó la semana en u$s434,40 (contrato a noviembre) y u$s492,81 (entrega inmediata), aún lejos de sus precios de u$s581,01 y u$s598,92, respectivamente, del 8 de agosto de 2012. Es un declive entre 18 y 25 por ciento.

Al ser la soja –porotos, aceites y harinas- el principal producto de exportación argentino, la evolución de su precio en el mercado internacional gravita en el ingreso de divisas al país, en las reservas que dispone el Banco Central y en la recaudación en concepto de retenciones. Un informe de Empiria Consultores calculó que con una cosecha 2013/14 de 52,5 millones de toneladas de soja, las cotizaciones actuales restarían u$s1.670 millones al balance cambiario y $4.230 millones a la recaudación. Es decir que se pierden u$s1.000 millones de divisas y u$s325 millones de recaudación por cada u$s25 que cae la cotización de la tonelada o por cada 2,5 millones de toneladas menos que se produzcan.

Estos montos son relevantes, sin embargo hay que reconocer que las exportaciones agrícolas, que representan un tercio del total, mantienen el flujo de dólares aún con la fuerte volatilidad que sobrelleva este mercado, pues al crecer los stocks globales –como en 2013-, cae el precio internacional en proporción similar. El año pasado ocurrió al revés: disminuyó la producción mundial –incluida la Argentina- y la respuesta del mercado fue un incremento de precios, ante una demanda que se mantuvo constante.

Así, las ventas cursadas por CIARA y CEC totalizaron u$s23.069 millones en 2012 (un año de esmerilada cosecha por la sequía: 90,4 millones de toneladas), frente a exportaciones totales por u$s81.205 millones (28,4% del total). En 2011 (entonces con cosecha de 104,3 millones) rindieron u$s25.033 millones contra exportaciones totales por u$s84.269 millones (29,7% del total). En 2010, el agro liquidó u$s22.234 millones (cosecha de 92,2 millones de toneladas), de los u$s68.500 millones que exportó el país (32,5%). En el primer semestre de 2013, CIARA y CEC liquidaron u$s12.799 millones, un 31,3% de las exportaciones totales de la Argentina en ese período, por 40.921 millones de dólares.

Estos números reflejan por qué no prosperó la propuesta de retenciones móviles a las ventas del agro, como sí funcionaron en el rubro petrolero desde 2007. La alícuota marginal que fijaba la resolución 125 de marzo de 2008 determinaba que el Estado captaría la mayor parte de los aumentos de cotización de la oleaginosa cuando ésta superase los u$s400 por tonelada en el mercado de Chicago, sin tener en cuenta ese natural equilibrio entre stock y precio. En su libro Yo no me quiero ir, el economista Federico Sturzenegger explica que el esquema tenía una “inconsistencia inquietante”, porque “aumentaba considerablemente los ingresos del fisco en épocas de ‘vacas gordas’ (cuando la cosecha y/o los precios no eran buenos) y los disminuía en épocas de ‘vacas flacas’, pero no incorporaba la creación de un fondo anticíclico para ahorrar los recursos extraordinarios de los momentos de bonanza y gastarlos luego en tiempos de debilidad económica”.

Todo indica que el sector agrícola cumplirá con su aporte de dólares como cada año a pesar de los fluctuantes precios y cantidades. Por lo tanto, hay que buscar la respuesta al drenaje de divisas en otros rubros altamente deficitarios en términos comerciales, como turismo, energía y automotrices (incluidas las autopartes), que a la vez profundizan la caída de reservas del Banco Central, ya disminuidas por los vencimientos de deuda, en torno a u$s7.300 millones este año y u$s8.700 en 2014, si se concreta el pago del cupón atado al PBI.

¿Habrá cambio de rumbo?

Como una declaración de principios, Cristina Kirchner dijo el 6 de mayo: “Mientras yo sea Presidenta los que quieren ganar plata a costa de una devaluación que tenga que pagar el pueblo van a tener que esperar a otro Gobierno”. Al día siguiente y en forma sorpresiva la plana mayor del equipo económico anunciaba un blanqueo de dólares, a través de un bono para financiar obras energéticas y un certificado para dinamizar el deprimido sector inmobiliario y de la construcción.

La controvertida propuesta del CEDIN y el BAADE traslucía la preocupación por la falta de divisas y el aumento de la brecha entre el dólar oficial y el paralelo, con una convocatoria para capitales de origen dudoso, justificada por la sequía de inversiones, como ocurre en el rubro petrolero. Atrás quedaba la presión para pesificar la economía, incorporaba la emisión de nueva deuda y reconocía la tensión generada por el tipo de cambio atrasado, discusión vigente en medios independientes, palpable en una economía de crecimiento anémico, pero ausente en la agenda del Gobierno.

Continuar leyendo