¿Será que la gente sigue a los caminos o los caminos a la gente? ¿Marcamos el rumbo o este nos viene dado?
¿Hubiera San Martín cruzado los Andes si hubiese estado convencido de que la gente sigue a los caminos y no los caminos a la gente? ¿Qué hay de Napoleón? ¿De Aníbal y los elefantes? ¿De Churchill? ¿De Steve Jobs o Bill Gates? ¿De Borges o Cortázar?
Durante milenios, incontables debates teológicos y filosóficos en torno a esta pregunta han desvelado a generaciones de líderes y dirigentes. Los destinos de sus pueblos y de sus organizaciones han dependido en gran medida de esta apuesta “cognitiva”. Es por ello, tal vez, que ni la teología ni la filosofía han podido llegar a respuestas conclusivas que nos sosieguen definitivamente. ¿Será justamente porque el punto de gravedad del problema no está fuera, sino dentro, en la mente de los hombres, en su concepción del mundo?
En algún momento de nuestra historia como nación sembrar fue poblar, luego lo fue emprender, extraer, construir y así hilvanamos nuestra historia. En el mundo del futuro, territorio, población y tecnología seguirán definiendo nuestro devenir como especie, así de concreto como ha sido siempre en la historia de la humanidad. ¿Dejaremos que el devenir se moldee solo por las fuerzas del azar y los caprichos del destino o seremos arquitectos conscientes de nuestro propio futuro? Continuar leyendo