Por: Juan Recce
¿Conoce Ud. Puerto Paranay, Oro Verde o Puerto Naranjito en Misiones? ¿Laprida o San Isidro en la Provincia de Formosa? ¿O quizás Agua Blanca en la Provincia de Salta? Aunque cueste creerlo, estas localidades forman parte cotidiana de nuestra agenda de seguridad porteña.
Pues si fuese posible hacer visible un flujo de interacciones entre estos ignotos puntos de nuestra patria y los nodos de fabricación y comercialización de drogas en la Ciudad de Buenos Aires o el Gran Rosario nos sorprenderíamos. Es que las interconexiones logísticas entre la Villa 21.24; la 1.11.14; la 31 o la Zavaleta con Puerto Naranjito o Agua Blanca, por ejemplo, son vitales para desentrañar el fenómeno narco minorista de la Argentina contemporánea.
Como si estuviésemos viendo un psicodélico cuadro de Maurits Escher debemos repensar la geografía de nuestro país. Insertos en circuitos en los que no existen las distancias, las fronteras y las villas son para el narco minorista parte de un único circuito logístico criminal. Los rincones más alejados de nuestro país tienen conexión directa y fluida con más de un punto de nuestra Capital Federal y otras grandes ciudades.
Esta lógica de geografías emparentas y saltos cuánticos de tiempo-lugar nos llevan a trazar otros paralelos. Pensemos un minuto.
¿Quién hubiese pensado hace una década que Rosario llegaría a acumular sólo entre 2013 y 2014 más de 500 homicidios?
¿Quién hubiese pensado hace solo tres años que el triple crimen de “Villa Moreno” en el Sur de Rosario daría la primera luz de alerta sobre un cuadro de situación sin retorno respecto del avance del sicariato narco?
¿Quién hubiese pensado tiempo atrás que a sólo cuadras del Barrio “Las Barracas del Paraná”, el “Puerto Madero” rosarino, se erigirían más de 400 “kioscos” donde niños soldados trabajarían en la comercialización pasta base?
¿Quién hubiese pensado que en tan solo una década, el negocio del narco minorista rosarino habría logrado amasar una “facturación” neta anual de más de 2.000 millones de pesos?
Simple, todo esto era impensable porque no estábamos pensando en ello.
Hoy nos toca pensar.
Cerca, Rosario siempre estuvo cerca. El abismo social existente entre las ciento cuarenta mil personas que sobreviven en la más injusta marginalidad de las villas rosarinas (las más pobres del país) y la capacidad ociosa de las torres de lujo de “Las Barracas del Paraná” debería llenarnos de preguntas sobre el futuro de la Ciudad de Buenos Aires.
Trescientas mil personas viven hoy en más de treinta y ocho villas y asentamientos en Ciudad. El “destapador” de Puerto Madero se ve completo desde Puente La Noria.
¿Qué pasa con Puerto Madero? ¿Se parece a Las Barracas del Paraná? ¿Cuántos kioscos, sicarios y homicidios se ven desde la rivera del Plata y la Cuenca Matanza Riachuelo?
Es que no sólo las fronteras y las villas forman parte de circuitos unificados. Las terminales transatlánticas donde se ocultan los mega-cargamentos de exportación de drogas están también linkeadas a los grandes centros de desarrollo inmobiliario de nuestro país, al igual que sucede en Perú o en Colombia.
Barracas del Paraná y Puerto Madero se parecen demasiado. En ambos casos estamos frente a una pujante expansión de la industria de la construcción que suma más de 80.000 metros cuadrados de construcción promedio anual por proyecto, y que como patrón constante no supera 60% de ocupación a renta de la infraestructura construida. Esto significa que más del 40% de las plazas disponibles están permanentemente vacías, generando gastos y sin producir retornos.
¿Quién puede destinar varios millones de dólares a la construcción de patrimonios ociosos que no generan renta y multiplican gastos? ¿Será que esta simultaneidad de la expansión del narco-minorista y crecimiento del desarrollo de la construcción de lujo nos tienen que llevar a cuestionarnos sobre qué está pasando en la Ciudad de Buenos Aires?
Comparar nos permite establecer patrones comunes y prever desenlaces. Rosario está cerca.
El cuádruple homicidio de la 1.11.14, el desembarco del sicariato a la Ciudad de Buenos Aires y la expansión de las cocinas dentro del territorio metropolitano nos trazan un paralelo. Debemos estar atentos, si la expansión del narco minorista afecta los intereses económicos de los narcos mayoristas que operan desde la Ciudad de Buenos Aires, entonces, habrá conflicto.
¿Pueden aquellos mismos hombres públicos que actuaron como “causas habilitantes” de la expansión territorial del narco minorista y del lavado de activos mayorista en Rosario y eventualmente en la Ciudad de Buenos Aires darle batalla a este flagelo que puede minar las bases de nuestro proyecto país?
En Buenos Aires el huevo de la serpiente aún no se ha roto, pero el bicho crece. Nunca es demasiado temprano para prevenir. No basta con las re-semantizaciones y los eufemismos. El narco minorista está en expansión y el narco mayorista también. Somos un país de tránsito y un país de producción y si no actuamos asertivamente Buenos Aires se encamina a tener patrones delictivos semejantes a los de Rosario.
“No esperes que nada cambie si haces siempre lo mismo”, dice la sabiduría popular. Necesitamos un “shock” que saque a la política de seguridad del “simulador de vuelo” y la “puesta en escena” y nos sitúe como sociedad en su conjunto en un combate decidido y planificado contra el narcotráfico y a favor de la vida.