Castrocracia

La comunistocracia cubana comenzada a labrar, a construir ladrillo a ladrillo tras el violento arribo al poder de 1959, que desplazó a la anterior aristocracia para ocupar sus casas, sus bienes, sus automóviles, sus cuentas bancarias, sus bastones de mando, de ningún modo pudo heredar el buen gusto, el glamour ni el empuje empresarial y productivo de los burgueses proscritos.

Cuando yo vivía en Cuba, los representantes de las clases sociales encumbradas tenían como una de las tareas importantes disimular y ocultar ese alto standing que poseían en comparación con el resto del pueblo, ya que a este se lo sometía a sacrificios numantinos y podía llevar un serio desgaste en el escasísimo entusiasmo que ya se respiraba, o en los reparos a la protesta y la rebelión.

Varias veces me incidieron en el ruego de que no invitase a mis amigos de la escuela al hotel Habana Libre, ya que no era conveniente que viesen cómo vivíamos. Me explicaron, literalmente, lo recuerdo como si lo estuviese escuchando, que la razón de ese ocultismo era que Cuba iba en camino de la igualdad total, pero todavía había ciertas diferencias que se subsanarían cuando llegásemos al comunismo, cuando todos viviesen como vivíamos nosotros. Se lo creía quien se lo quería creer. Continuar leyendo

Amnesia selectiva

Ayer estuve conversando durante horas con un amigo íntimo de La Habana que pasó por casa y al que no veía hacía más de diez años. Mi amigo había sido un irredento antisistema, tenía un problema con las autoridades casi cada día. Así como yo sentía una gran antipatía por el Gobierno y el poder, pero no por el sistema comunista, sino por el poder en sí mismo. Ello nos llevaba a profesar la misma simpatía por Fidel y sus genízaros que la que ellos sentían por nosotros, a quienes llamaban: “lumpen”, “rockeros”, “borrachos”, “inútiles”, “poco revolucionarios”, “antisociales”.

En síntesis, mi amigo se estaba volviendo loco en la isla, porque tenía deseos de viajar, de leer lo que le daba la gana, de manifestarse, de disfrutar de la vida y, a medida que iba creciendo, iba tomándole una mayor animadversión al sistema, a la Policía, al partido, a las infinitas organizaciones de masas, y ya al final a todo aquel que tuviese una guayabera y dos plumas en el bolsillo. Como yo.

Hizo lo que pudo por irse de Cuba, teniendo en cuenta que en aquellos años intentarlo ya era un delito penado con cárcel. Sin embargo él ni disimulaba, le decía a todo el que quisiese oír que ya no aguantaba aquel país y aquella represión. Los amigos empezaron a dejarlo solo, porque se despachaba en contra del Gobierno, sin tomar recaudos en cualquier sitio y a cualquier hora. En esos años sólo por manchar el nombre del comandante se podía ir preso muchos años. Continuar leyendo

El nuevo Tiranosaurio Rex

El drama de los refugiados sirios que está de rabiosa actualidad estos días en Europa, que de por sí constituye un motivo de preocupación, me sumió además en una triste observación.

La tragedia que traen de sus tierras de origen los exiliados se ve agravada cuando pasan por las manos de los criminales serbios, búlgaros y húngaros, que no dudan ante la posibilidad de ganar unos beneficios con el tráfico ilegal de personas.

Pero lo peor les espera al cabo de las mafias, los Gobiernos y la sensibilidad general de la población de estos países ex satélites de la URSS. En relación con la “solidaridad”, los derechos humanos, casi inexistentes, en tanto Austria muestra una sensibilidad y sobre todo una forma de actuar ejemplar.

La historia de la primera mitad del siglo XX nos demostró claramente que no es que los austríacos sean intrínsecamente bondadosos y que en cambio los húngaros, serbios o búlgaros sean cucos demoníacos por naturaleza.

Este es el resultado del perverso experimento muy inapropiadamente llamado “comunista”, ya que no cumplía siquiera con los basamentos que tal ideología propugnaba por entonces y que en el continente europeo tuvo lugar en los países de detrás del muro de Berlín, donde menor desarrollo capitalista existía. Continuar leyendo

American flag

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Esta foto me la hice en el monumento de las víctimas de Maine en el malecón de La Habana, un día de sol bueno y mar de espuma cuando Pilar quería estrenar sus zapatitos de pluma.

Unos minutos después una patrulla de policía se detuvo para pedirme identificación, porque según ellos yo estaba faltándole el respeto a un símbolo histórico; por suerte mis amigos cubanos no estaban encaramados y no tuve mayor problema para convencer al oficial de que al ser extranjero no lo sabía, y continuar nuestro paseo por el malecón silbándole a las caderas musicales habaneras y bajando uno de aquellos pomos de ron casero.

El monumento fue construido en 1926, originalmente tenía un águila imperial encima de las dos columnas y tres bustos de presidentes norteamericanos que tenían una relación histórica muy estrecha con Cuba. Continuar leyendo

Los ex dictadores del proletariado que abren la puerta al capitalismo

La izquierda cuenta con una ventaja y un problema fundacional: es la vía idónea para gestionar un conjunto de valores morales, éticos, de solidaridad, de fraternidad, equidad, justicia social y que son de aplicación y expresión individuales y de masas, lo cual parece conferirle a quien se reconoce de dicha sensibilidad, un aura de superioridad moral frente a quien declara una mayor inclinación hacia la consecución de los beneficios económicos, del enriquecimiento material en detrimento del espiritual o del ansia de justicia social.

Y a su vez lo coloca en una situación contradictoria de cara a las sempiternas aspiraciones de poder, ya que en el mismo instante que la izquierda tomase el poder pasaría a ser la derecha más extrema de su propia propuesta, de las causas y los elementos fundacionales de su propia génesis.

La sensibilidad llamada de “izquierdas” a lo largo de Historia y desde la Revolución Francesa, y que ha tenido distintos sustentos ideológicos más o menos estructurados, parece incompatible con las aspiraciones a formar parte de más altas esferas del Poder. Continuar leyendo

Miseria y nepotismo

Que impresionante basura terminó siendo la Revolución Cubana, nos ha sorprendido su pestilencia incluso a los que creíamos esperar todo tipo de oportunismo de su parte.

Lo más vergonzoso no es que Fidel y Raúl ahora entreguen el país al gran capital, sin permitir a los pequeños y medianos empresarios cubanos desarrollarse y tomar esas posiciones del mercado.

Ya que reniegan incluso de los últimos flecos del paripé socialista que venían sosteniendo para autoengaño únicamente de los acólitos incondicionales, podrían permitir que fuese una nueva y promovida clase empresarial cubana, de dentro o fuera de la isla la que protagonizase el cambio.

Sin embargo lo peor no es eso, sino que se amistan con EEUU, cuna de innumerables valores democráticos, civiles, culturales, artísticos, de vanguardia en el mundo, y resulta que lo primero y único que reciben es a Paris Hilton y de Inglaterra a Naomi Campbell.

No es causal, es un símbolo que marca una tendencia, un deseo profundo que viene de lejos, postergado mientras se pudiese vivir de otros mecenazgos.

Vaya embuste que es y fue la Revolución y sus dirigentes.

Me encantaría verles la cara ahora a los que gritaban desaforadamente golpeándose el pecho: ¡Socialismo o Muerte!, amenazando a todos aquellos quienes admirábamos de los países occidentales, sus derechos de expresión, de pluralidad, libertad cultural, ¿qué nos dicen ahora? ¿ que Paris Hilton es representante de los trabajadores explotados de los Estados Unidos, o una luminaria progresista o un icono de vanguardia contracultural?

En parte no niego mi satisfacción de que vayan mostrando sus inmundicias, las que siempre tuvieron y conocíamos muy bien, pero que mantenían semi ocultas ¿Cuál es el discurso ideológico ahora para alienar y alinear a los obsecuentes de la “izquierdosidad” (no confundir con el verdadero izquierdismo).

A raíz de la visita de estas luminarias norteamericanas e inglesa a La Habana para contribuir con un baño de cultura a la isla, la militante Naomi Campbell y la ilustre Paris Hilton, dos incansables luchadoras por los derechos civiles del hombre desposeído desde temprana edad en sus países, ejemplos culturales, artistas irreverentes de primera línea, revolucionarias en cuanto renglón se las analice, me han hecho recordar dos cositas.

Una que me sugirió la foto del festejo con algarabía incluida del primogénito de Fidel y la primogénita de Hilton, ex constructor del Hotel donde yo recalé en La Habana y viví tres años mitad tristes y mitad luminosos, es que ambos sienten orgullo de su inutilidad supina, de ser célebres únicamente por los desmanes o negocios de sus respectivos padres.

Y la segunda cosa que recordé, es que en Cuba el poder absoluto, la vida y la muerte de la gente, pertenecía a Fidel, el Ejército entero pertenecía a su hermano Raúl, la ganadería vacuna a su hermano mayor Ramón Castro, la Federación de Mujeres Cubanas, a la esposa de Raúl y cuñada de Fidel, Vilma Espín, el destino de la Física Nuclear lo dictaba el flamante admirador de Paris Hilton, Fidel Castro Balart, el hijo de Fidel, hoy el béisbol de todas la isla está a cargo de otro hijo de Fidel, el ejército estará dentro de no mucho a cargo de un hijo de Raúl y sobrino de Fidel, y para ponerle la tapa a la botella, incluso lo contestatario está en manos de ellos, la dirección de los grupos de LGTB, de la comunidad homosexual cubana está en manos de una hija de Raúl, aunque a mi juicio, ésta es más auténtica, podría estar en ese puesto también por méritos propios, pero no deja de ser una sobrina de Fidel y habría que ver como hubiese continuado su apuesta del lado de los marginales más denostados desde el machismo y la homofobia de la Revolución, una vez que hubiese recibido los primeros palos por defender tal desviación de la “hombría revolucionaria” como decía su tío.

Esto me lo recordó el hecho de que Fidelito fuese raudo a darle un abrazo a otra inútil hija de un poderoso,

Me pregunto cuántas monarquías, dinastías o dictaduras modernas, e incluso históricas, presentaron semejante panorama de una falta de pudor total, quizás haya que irse muy lejos en el tiempo, a la extensísima dinastía Ching para encontrar nepotismo de tal amplitud.