Por: Martín Guevara
La izquierda cuenta con una ventaja y un problema fundacional: es la vía idónea para gestionar un conjunto de valores morales, éticos, de solidaridad, de fraternidad, equidad, justicia social y que son de aplicación y expresión individuales y de masas, lo cual parece conferirle a quien se reconoce de dicha sensibilidad, un aura de superioridad moral frente a quien declara una mayor inclinación hacia la consecución de los beneficios económicos, del enriquecimiento material en detrimento del espiritual o del ansia de justicia social.
Y a su vez lo coloca en una situación contradictoria de cara a las sempiternas aspiraciones de poder, ya que en el mismo instante que la izquierda tomase el poder pasaría a ser la derecha más extrema de su propia propuesta, de las causas y los elementos fundacionales de su propia génesis.
La sensibilidad llamada de “izquierdas” a lo largo de Historia y desde la Revolución Francesa, y que ha tenido distintos sustentos ideológicos más o menos estructurados, parece incompatible con las aspiraciones a formar parte de más altas esferas del Poder.
Desde el preciso instante que un militante de izquierdas pasa a ser “Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas” y debe emplearse en la gestión de la venta de minas, tanques, bombas, ametralladoras, desde el instante que pasa a estar al frente de los cuerpos de orden como las policías y las gendarmerías, y desde el momento se ve obligado a reprimir una manifestación, o simplemente una trifulca en un barrio deprimido, desde el preciso instante en que ese representante de la sensibilidad de los oprimidos tiene que tomar la jefatura de las prisiones, y de todos los cuerpos represivos, pasa a estar en el extremo más a la derecha de su propio proyecto inicial.
La izquierda sólo encontrará la clorofila y los glóbulos rojos, la fecundación y la fotosíntesis de sus propios proyectos, como garantes de democratización y del empoderamiento popular sobre diferentes métodos de auditorías y control del Poder, por parte de los contribuyentes.
La utopía fundacional de los principios de la izquierda es incompatible con las altas esferas del Poder político, use el disfraz use, y por si no fuese suficientemente cromática y obvia la contradicción que plantea la situación, el siglo pasado y el presente, se han ocupado de vomitarnos encima, el resultado de todos y cada uno de los experimentos que fueron llevados a cabo con mejor o peor intención inicial, y en todos los casos dejando un tendal de decepción y dolor.
No ha habido sitios con mayor reacción negativa a cualquier discurso de solidaridad, de unión o de altruismo, que los países donde tuvo lugar el experimento de las sociedades mal llamadas “comunistas”, y en ese sentido, el caso de Cuba, está adquiriendo visos de convertirse en paradigmático, en proverbial.
Por primera vez, de entre todas las dictaduras “pseudo-comunistas”, aquellos mismos líderes que protagonizaron la toma del poder, o sea la Revolución, no sus hijos ni sus acólitos, sino ellos mismos quienes habían subvertido todo el orden establecido e incluso liquidado físicamente a los representantes de anterior sistema, a través del fusilamiento, la prisión, el exilio, el ostracismo y la demencia, están siendo los mismos actores protagonistas, que sin el más mínimo rubor, sin la más elemental muestra de decoro que recomendarían las buenas costumbres, ni reconocimiento de error alguno, presentación de excusas o solicitud de perdón por el dolor causado, están planteando regresar al capitalismo, pero ahora de la mano de ellos mismos, de los ex dictadores del proletariado, de los ex marxistas leninistas, o de sus hijos y de sus amigos y parientes.
Como si no hubiese pasado más de medio siglo, ni miles de muertos, ni millones de seres humillados, que no pudieron volver a ver su tierra, como si no hubiera quedado un país con los valores destruidos, las familias divididas, y sobre todo una tierra estéril, un terreno yermo, un páramo para la Utopía, tantas veces pisoteada humillada, vilipendiada.
¿Qué más da si se abrazan Raúl y Obama? Mayte ya no puede bajar del flamboyán en el cual se ahorcó, ni Alejo regresará de su muerte hepática con delirium tremens por haber sido marginado de todo espacio social, ni Jorge y todos los que iban en su balsa subirán desde el fondo del mar; aunque pienso que si nos plantamos y les exigimos que compartan el poder, que se arrepientan del daño infligido, que se vayan para siempre a un retiro concedido por la bondad de sus víctimas, entonces podría ser que sí subiesen, quizás aflorasen a superficie en su balsa junto a todos esos hombres, mujeres y niños globos inflados de agua salada, violetas y putrefactos, ateridos de frío entre las algas en la oscuridad, hinchados de recuerdos y de pena, de frustración y de terror, puede que vuelvan para no dejarnos olvidar. Para recordarnos que soñar puede ser que resulte caro, peligroso y difícil, pero que es la única forma de mantener viva la clorofila y los glóbulos rojos, para fecundar el presente y volver regar, mimar, y atesorar las aspiraciones del alma de los eternos soñadores.
Por menos.. ¿para qué molestarse?