Todo método es político

“Apoyo el reclamo, pero no los métodos” es una de las clásicas frases argentinas ante los distintos conflictos que se suceden a lo largo y a lo ancho del país. La pregunta que sigue es, ¿y entonces, cómo? Es decir, ¿qué otro método más efectivo conocen quienes comprenden la “legitimidad” de los reclamos pero no están de acuerdo con las formas en que se llevan adelante?

Lo que ha ocurrido en estos días en Lugano con el problema de la vivienda es paradigmático. El conflicto viene de arrastre: a fines de 2010, ante una ocupación de terrenos por parte de los vecinos, el gobierno nacional y el porteño desalojaron juntos con una violenta represión. El saldo fue de tres muertos, y la promesa de incluir a los ocupas en un plan de viviendas. Ningún funcionario fue preso, y nadie –ni Nación ni Ciudad- puso un peso para el plan de viviendas. Frente al papel vergonzoso –en ese entonces y ahora- del PRO y el FPV, el Legislador porteño del Frente de Izquierda, Marcelo Ramal lo dijo clarísimo y sin medias tintas: “Si queda algo de justicia en este país, los que gobiernan el país y la Ciudad deberían ir a juicio político por dejar a 500 mil personas en la ciudad de Buenos Aires sin vivienda”.

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Un año convulso

Contexto

Argentina vive un período tan convulsivo como interesante. Desde la derrota oficialista en las elecciones legislativas de 2013 hasta los recientes acontecimientos, el tablero se ha sacudido con mucha intensidad y atravesamos un período de transición cuyo desenlace todavía no está sellado. En una nota previa al 27 de octubre (“Dos siglos…”) advertíamos que el ajuste ya se encontraba en pleno desarrollo. No obstante, el gobierno venía gestionándolo con cierta moderación, pero hacia el final del año se aceleró vertiginosamente. Si este proceso hubiera culminado, tanto el gobierno como la burguesía podrían darse por satisfechos. Sin embargo, la situación se planchó parcialmente por las paritarias, solo para que los trabajadores negocien todavía más a la baja. Luego se retomará el rumbo, probablemente con el “sinceramiento de tarifas” y el “descongelamiento de precios” como primeras medidas.

Resultados

Argentina es un país agrodependiente, y siempre ha requerido la transferencia de riqueza que brota del agro a otros sectores de la economía. Las retenciones (impuestos), la devaluación o sobrevaluación (tipo de cambio), el control de los precios y los subsidios son instrumentos que viabilizan esa finalidad. Todos los gobiernos tuvieron que llevar adelante esa difícil tarea de “expropiar” a los capitales agrarios para “redistribuir”.

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Dos siglos de economía argentina y un problema llamado capitalismo

Este artículo surgió en marzo de 2013, a poco de conocerse el resultado fiscal de 2012, que para sorpresa de casi nadie fue negativo, por enésima vez. Por razones que no vienen al caso, ese escrito a medio terminar quedó cajoneado. En aquella oportunidad le había puesto como título: “El déficit fiscal. Un problema histórico y la necesidad de una clarificación”, y su pretensión era poner en contexto y en concreto este problema tan llevado y traído, en general, de modo superficial.

Cuando leí la nota de Nicolás Cachanosky publicada hace unos días en Infobae (“Tres décadas y un problema llamado déficit fiscal”), rebrotó la necesidad de intervenir en el debate. Me interpeló aún más la frase con la que este economista arranca su planteo: “analizar el caso argentino con énfasis en políticas públicas sin poner la lupa en el problema del déficit fiscal es pasar por alto el problema de fondo”. Al efecto, en Argentina una de las corrientes más reconocidas en el estudio de las políticas públicas es la del “enfoque de derechos”, que afirma que los Estados deben diseñar sus políticas sociales tomando los “mandatos” (sic) constitucionales y de los numerosos instrumentos de derechos humanos. Algo que podría sonar atractivo, pero es una pura abstracción. Expresa deseos -la satisfacción de las necesidades humanas-, pero ignora por completo los límites para su materialización en la sociedad en la que vivimos. Efectivamente, ideas como éstas “no ponen la lupa en el problema de fondo”, pero lo paradójico es que, a mi entender, este señalamiento vale también para las ideas que se expresan en su nota, propias de la economía liberal.

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