China expande sus vínculos en América Latina

China está expandiendo con una nueva vitalidad los vínculos con América Latina y el Caribe. El año pasado, el presidente Xi Jingping, en su primer viaje al hemisferio, visitó México, Trinidad y Tobago y Costa Rica. En enero se inauguró el Foro China-América Latina. En la actualidad el Canciller Wang Yi, como antesala de una nueva gira presidencial, realiza visitas a Cuba, Venezuela, Brasil y la Argentina.

La prioridad de China en la Alianza del Pacífico, con acuerdos de libre comercio con Chile, Perú y Costa Rica, se extiende al Mercosur, aunque dicho bloque le ha impuesto barreras arancelarias. Tanto Argentina como Brasil aspiran a que el intercambio comercial no se reduzca a materias primas y aspiran que incluya productos con valor agregado. El 72% de las exportaciones regionales a China son bienes primarios. Ello implica que solo el 12% de las exportaciones de América Latina a China incluyen productos de baja, media o alta tecnología.

El comercio entre China y América Latina se duplicó en la última década y en el 2013 alcanzó los 261 mil millones de dólares. China se ha convertido en el principal destino de las exportaciones del Brasil (19%), Perú, Chile y Venezuela. Para Argentina es el segundo mercado. Las principales adquisiciones, en términos de volúmenes, se concentran en el petróleo de Venezuela y Ecuador, cobre de Chile, mineral de hierro de Brasil y soja de Argentina.

El 13% de las inversiones chinas en el exterior han ido a América Latina. La asistencia financiera de Beijing es igualmente importante y ha superado largamente los préstamos otorgados por el Banco Mundial, el Banco Interamericano de Desarrollo, en particular en la financiación de proyectos de infraestructura. En el período 2005-2013 ha efectuado desembolsos por más de cien mil millones de dólares, en particular a Venezuela como adelanto de compras de petróleo.

La Comisión Económica para Latinoamérica y el Caribe (CEPAL) ha proyectado que para el año 2016 China superará a la Unión Europea como socio comercial. En este contexto, los estímulos chinos para que la economía mantenga en el 2014 un crecimiento superior al 7%, suponen un respiro para América Latina.

En el campo cultural la agresividad China es igualmente importante. En los últimos años se han abierto 32  institutos Confucio en América Latina. La televisión estatal china tiene, desde el 2007, un canal en español. En el 2011 se inauguró una versión en castellano del People Daily. Todos síntomas que la presencia de China en América Latina, recién empieza.

El drama humanitario en Siria

Siria se ha sumergido en un espiral de crueldad y violencia con graves consecuencias humanitarias. Ante ese panorama desolador, el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas ha adoptado por unanimidad una resolución destinada a impulsar asistencia humanitaria y detener los excesos condenables contra la población civil de los tres años de combates militares continuos e indiscriminados. Era hora que lo hiciera. El texto de la resolución 2139 (2014) insta a todas las partes, en particular al gobierno de Damasco, a permitir a las agencias humanitarias de la ONU acceso y transporte de ayuda humanitaria con rapidez, seguridad y sin obstáculos a cualquier zona conflictiva. Asimismo, llama a levantar los asedios en áreas pobladas y a detener toda hostilidad contra los civiles.

Resulta desilusionante y preocupante que una resolución de esta naturaleza fuera necesaria cuando lo que reclama la disposición es lo que ya prescribe expresamente el derecho internacional humanitario y en particular los Protocolos de Ginebra. Sin embargo, fue el grado dramático de violación de la normativa internacional lo que exigió al Consejo de Seguridad adoptar una reafirmación de conductas humanitarias elementales de todo conflicto armado.

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El gasto militar en el mundo

El gasto militar en el mundo mantiene una escala ascendente que resulta cada día más preocupante. La tendencia es mayor que en los momentos más agudos de la confrontación Este-Oeste. Esa espiral, es a la vez, una paradoja frente al significado de la globalización. Los números son alarmantes.

Estados Unidos es la potencia militar dominante en el mundo con un presupuesto que equivale, en su conjunto, a la suma del gasto en defensa del resto de los siguientes diez países que le sigue en orden de importancia. Un poder, en efectivos como en armamentos, nunca antes visto en la historia y cuyo abrumador desarrollo tecnológico en materia militar y aplicaciones conexas amplia de manera más espectacular aun esa brecha calculada ya en cientos de miles de millones de dólares.

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Armas nucleares: el Consejo de Seguridad debería dar el ejemplo

El acuerdo nuclear preliminar con Irán, más allá de las ambigüedades y limitaciones, es políticamente importante por representar un impasse de confrontación regional pero dista de la euforia con la que ha sido anunciado y recibido. Eso es así básicamente por dos circunstancias.  Por un lado, ha expuesto la potencial capacidad nuclear militar de Irán en materia de uranio enriquecido como de la intención de producir plutonio. Por otro, el carácter transitorio del arreglo diplomático presupone complejas negociaciones adicionales para intentar concluir un acuerdo que sea significativo en términos de asegurar que no posea en el futuro material fisionable para producir un arma nuclear. Por el momento, ese no es el caso.

El comunicado conjunto firmado en Ginebra el 24 de noviembre se refiere al acuerdo como un “primer paso” y “plan conjunto de acción” que establece “un proyecto hacia una solución integral a largo plazo”. Es decir, se trata de un esquema provisorio de fomento de la confianza y de expectativas diplomáticas. De hecho, las obligaciones que se derivan del acuerdo están planteadas en términos de “medidas voluntarias”. También reversibles.

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Siria: las otras armas prohibidas

La incorporación de Siria al régimen de prohibición de las armas químicas no ha detenido el uso inhumano de otras armas prohibidas. Recientes anuncios dan cuenta del uso de las llamadas bombas racimo que actúan de forma indiscriminada afectando de manera inaceptable la vida de civiles. El peligro radica en ser un artefacto contendedor que puede ser lanzado desde tierra, aire o mar y que al abrirse durante la trayectoria expulsa entre varias docenas o cientos, según el modelo, de submuniciones o minifragmentos que estallan cuando tocan el suelo aunque en un 30% de los casos se transforman en minas que se entierran o permanecen en la superficie. El desastre humanitario que ocasionan es peor a las minas terrestres tradicionales.

La Convención sobre Municiones de Racimo, adoptada en Irlanda en mayo del 2008, significó un avance de desarme humanitario de enorme significación aunque lamentablemente no ha logrado el objetivo de la universalidad y es quizás por ello que no se ha producido una reacción internacional categórica de condena del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas contra el régimen de Al Assad por el uso inhumano de este tipo de armamento. En total, 112 países se han sumado a la Convención con las notables ausencias de Estados Unidos, Rusia y China.

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Un vacío legal aumenta el riesgo de ciberataques

Argentina y Brasil han acordado cooperar para enfrentar los riesgos de ciberataques externos que es una amenaza a la seguridad de los países de creciente relevancia estratégica. Tanto Argentina como Brasil muestran lagunas preocupantes en la defensa de los respectivos sistemas electrónicos, tanto en lo que hace al sector público como privado. Datos no oficiales, confirmados solo a través de informaciones esporádicas con motivo de los episodios denunciados por el agente norteamericano Edward Snowden, permitirían presumir que desde hace años ambos países han sufrido violaciones sistemáticas a fuentes de información de carácter confidencial incluso en lo que hace a secretos industriales y al sistema financiero.

La guerra informática ha dejado de ser motivo de ciencia ficción. Hoy parece ser común en el mundo las acciones digitales tendientes a obtener información privilegiada ilegal como para controlar o producir alteraciones en los sistemas informáticos. Ha pasado a ser el talón de Aquiles de la mayoría de los países y no se limita a los virus conocidos o por conocer. Es mucho más complejo como extenso. Las consecuencias son graves, no sólo en lo que hace a la privacidad de los ciudadanos y las empresas, sino a la seguridad del Estado. El Ministro de Defensa de Brasil, Celso Amorin, ha señalado que los ciberataques “pueden generar los efectos de un arma de destrucción masiva”.

La proyectada cooperación bilateral argentino brasileña, que requiere inversiones significativas en materia de conocimiento informático, parecería esencial para poder reducir los riesgos que se enfrentan. Sin embargo, los desarrollos tecnológicos que se avecinan en el mundo permitirían presumir que el esfuerzo bilateral, aunque muy importante, no serían suficientes.

Es hora de impulsar una iniciativa multilateral para negociar en Naciones Unidas un instrumento jurídicamente vinculante que detengan las graves consecuencias que pronostica lo que genéricamente se denomina como conflictos digitales. El tema ya es materia de continuas acusaciones entre las grandes potencias tecnológicas como ha quedado en evidencia, por ejemplo, con denuncias norteamericanas de la existencia de centros de hackers en China. Ya Edward Snowden habría indicado que la isla Ascensión cumpliría la misma función de hackeo para América Latina. Quizás también para África.

Los efectos que plantea la informática digital son posteriores a todas las convenciones internacionales vigentes. No existe regulación o norma alguna en el derecho internacional ni siquiera en el derecho humanitario sobre la guerra cibernética. Sin embargo, principios generales del derecho internacional serían aplicables como por analogía algunos tratados en materia de protección de bienes o personas. En el campo del derecho internacional humanitario los ataques informáticos serían de incumbencia del “jus in bello”.

Claramente no es suficiente. Se necesita con urgencia un régimen jurídico multilateral específico. Es hora de iniciar una decidida campaña internacional para acordar las normas imprescindibles para reducir los riesgos que plantea la era digital y asegurar que los innumerables y revolucionarios beneficios no se utilicen para fines hostiles o criminales.