El gasto militar en el mundo mantiene una escala ascendente que resulta cada día más preocupante. La tendencia es mayor que en los momentos más agudos de la confrontación Este-Oeste. Esa espiral, es a la vez, una paradoja frente al significado de la globalización. Los números son alarmantes.
Estados Unidos es la potencia militar dominante en el mundo con un presupuesto que equivale, en su conjunto, a la suma del gasto en defensa del resto de los siguientes diez países que le sigue en orden de importancia. Un poder, en efectivos como en armamentos, nunca antes visto en la historia y cuyo abrumador desarrollo tecnológico en materia militar y aplicaciones conexas amplia de manera más espectacular aun esa brecha calculada ya en cientos de miles de millones de dólares.
De acuerdo al reciente estudio anual del Instituto Internacional para Estudios Estratégicos (IISS) con sede en Londres, “Balance Militar 2013”, el presupuesto de defensa norteamericano alcanza los 600.400 millones dólares anuales sin incluir en esa cifra los gastos del arsenal nuclear como en lo que hace a la modernización de la nueva generación de armas nucleares que se encuentran incorporados al presupuesto del Departamento de Energía, las operaciones militares de la CIA como es el caso del uso de drones o los desarrollos del programa espacial de la NASA fuertemente vinculado a los sistemas de misiles u otras aplicaciones militares áreas y cibernéticas.
China es el que sigue a Estados Unidos en importancia en gasto militar con 113 mil millones de dólares, Rusia 68 mil millones, Arabia Saudita en la cuarta posición con 59 mil millones, Reino Unido 57 mil millones, Francia 52 mil millones, Japón 51 mil millones, entre otros. Por América Latina el país con el mayor gasto militar es Brasil con un presupuesto de defensa anual de 34 mil 700 millones de dólares, ubicándose en el décimo lugar en el mundo. Le siguen Corea del Sur, Australia, Italia, Israel e Irán.
La Organización del Atlántico Norte (OTAN) suma en consecuencia un poderío militar apabullante en virtud de la capacidad de combate como de los medios tecnológicos a disposición. A pesar de la crisis económica y financiera europea, no se espera en los próximos años una reducción significativa en los presupuestos militares de la mayoría de los integrantes de la Unión Europea. La cuarta fase del escudo antimisiles en Europa, por el contrario, hasta podría representar un aumento del gasto en defensa en la UE.
El estudio de 500 páginas del IISS analiza la situación militar de 171 países y enfatiza, entre otras consideraciones en lo que hace a seguridad regional, que el gasto militar nominal en América Latina tuvo un incremento en el 2013 del 3.04% y de un 15% respecto al período 2010-2013. En Venezuela subió al 12%, Colombia al 11%, Bolivia el 8% seguidos por México (6%), Chile (4%) y Perú (3.5%). Argentina es uno de los pocos países cuyo gasto militar sigue siendo “ceñido” mientras Uruguay lo ha reducido en un 4.1%.
El presupuesto de defensa de Brasil de 34 mil 700 millones de dólares, el décimo en el mundo, es similar a más del doble de la suma, en su conjunto, del gasto militar de toda la región latinoamericana. Resulta muy llamativa la necesidad de un desembolso de tal magnitud en un país que no participa en ninguna contienda en ninguna latitud, a diferencia de los 20 primeros países en gastos militares. La pregunta inevitable es: ¿Por qué?