Parecido pero diferente

Fernando Morales

La torre “Coraceros” es un coqueto edificio de oficinas ubicado prácticamente sobre la costa en la ciudad chilena de Viña del Mar. Mirando al oeste desde el piso 24 se tiene la sensación de estar volando sobre el Pacífico. Tal vez la imagen sea similar a la que podríamos obtener desde cualquier torre con vista al mar ubicada en algún punto de nuestro amplio litoral atlántico. Pero la torre “Coraceros” ofrece un espectáculo adicional; sus amplios ventanales con vista al este nos permiten ver la majestuosa altura del “Aconcagua”. Es recién ante esta vista cuando uno puede llegar a comprender lo que es la “estreches territorial” . Curioso “privilegio” visual, imposible de obtener de este lado de la cordillera; sería absurdo suponer que desde algún punto elevado de nuestra maravillosa patria podamos ver al mismo tiempo dos límites terrestres de su dilatada geografía.

Compartimos muchas cosas con nuestros vecinos trasandinos. Muchas más que nuestro nacimiento como Estados independientes gracias al sable libertario del General San Martín. Una geopolítica propia de países ubicados en el extremo sur del planeta, un extenso litoral marítimo, repleto de riquezas; fuente de trabajo y bienestar para gran parte de su pueblo; un océano que a diferencia de los Andes no es sinónimo de separación sino que bien aprovechado conecta este extremo sur con los grandes centros de consumo de Oriente y Occidente respectivamente. Hemos compartido además una larga sucesión de conflictos limítrofes que alguna vez nos pusieron al borde del enfrentamiento armado. Y como usted bien sabe – amigo lector- Ambos países son gobernados por mujeres y esas mujeres tienen una concepción política más o menos parecida. Aunque intelectualmente hablando parecería ser que la estreches se encuentra de este lado las montañas…

Es radicalmente diferente, salir del país en plan turístico a hacerlo por motivos de trabajo o como integrante de una delegación nacional a un congreso internacional. El sol siempre ”brilla” para el turista al margen de las contingencias sociales y políticas del lugar que visita. Se traen de regreso tanto en nuestra memoria como en la del teléfono celular, imágenes siempre bellas; no importa si visitamos Miami, La Habana, Tel Aviv o Sudáfrica. El imperio, la libertad, la paz o la miseria, se ocultan la mayor parte de las veces de los displicentes ojos turísticos.

La semana que dejamos atrás; me encontró participando de un congreso internacional de marinos en el vecino país. Representantes de instituciones marinas de Latinoamérica y Europa interactuaron durante varias jornadas con los anfitriones locales, en su mayoría oficiales de la armada chilena, empresarios navieros y dirigentes gremiales del sector. Y si me atrevo a molestarlo, querido amigo, con estas reflexiones es porque considero que muchas veces el alejarnos unos pocos kilómetros de nuestra convulsionada realidad resulta útil para repreguntarse una vez más porque nos pasa lo que nos pasa

La interacción con senadores y diputados, alcaldes y altos jefes navales es sin lugar a dudas siempre muy interesante e instructiva. No obstante el ida y vuelta con el hombre de la calle es en cualquier circunstancia inigualable. Al dejar el país, solemos llevar en nuestras maletas, todo aquello que creemos necesario para una confortable estadía; llevamos también como equipaje de mano, nuestra cultura; nuestra idiosincrasia y nuestra coyuntura . Esta última incluye: obsesión por temas como el dólar, el cepo, la inseguridad, preocupación por la corrupción en todos los estamentos del Gobierno; intolerancia al que piensa distinto; alteración de la historia de la patria; ocultamiento de la verdad, relato, modelo; arengas presidenciales insoportables, inentendibles y caprichosas. Y por sobre todo una difusa y peligrosa mezcla de gestión de Estado con aplauso militante rentado.

Tal vez el primer baño de realidad (de una realidad distinta quiero decir) me lo dio el conserje del hotel en el que nos hospedaron. “ No, señor, no cambiamos dólares, a dos calles de aquí tiene una casa de cambio” en el mismo sentido es fácil recibir como repuesta de parte de cualquier empleado de comercio “ no tengo idea” si uno pretende que rápidamente el precio de un bien expresado en moneda local le sea convertido a la divisa que desvela nuestros sueños. La explicación a este primer “cachetazo” cultural es obviamente muy sencilla: el peso chileno es una moneda fuerte de valor constante desde hace muchísimo tiempo; no es que el pueblo chileno es más patriota, simplemente no necesitan refugiarse en una moneda extranjera.

CNN Chile (si, amigo lector, el imperio tiene su emisora allí y, aunque no lo crea, nadie habla de “corpo” alguna) es de gran utilidad para ponerse al tanto de la actualidad local. Gran preocupación causaba por estos días en todo el país la muerte número 12 en lo que va del año de un ciudadano por un hecho de inseguridad. Asimismo, el jefe de Carabineros (los uniformados pueden hablar en Chile, parece mentira) expresaba con tranquilidad que un presunto hecho de corrupción policial había sido esclarecido

Las apariciones presidenciales son tan sobrias como los atuendos de la señora Bachelet. Aunque parezca increíble, suele repetir su vestimenta. Su entorno es su despacho, la bandera de Chile y no mucho más. No hay militancia rentada. Y aunque al igual que lo que ocurre aquí; los sectores uniformados no comulgan con sus ideas, no dejan de reconocer que es una estadista con mayúsculas. Y que no ven en sus acciones un afán de revancha sino una profunda convicción republicana. Por las noches la señora Bachelet, al igual que todos sus antecesores, regresan a su hogar. El Estado chileno no provee alojamiento ni al presidente, ni a sus ministros ni a sus jefes militares.

Hay preocupación en Chile por cosas más o menos parecidas a las de este “lado”: la desocupación, la educación y la salud están primeros en la agenda. Se agregan a ellos una realidad geográfica difícil, un Océano Pacífico que no siempre hace honor a su nombre y una tierra que cada tanto los estremece por demás. Lo que no hay es crispación. No son retados cada mañana por un jefe de Gabinete hablando incoherencias prolijamente preparadas de antemano. No son arengados cada día para ilustrarlos sobre campañas transnacionales en su contra. Sus conflictos son acotados, Perú, Bolivia y Argentina son de tanto en tanto factores lógicos de tensión. Pero ven en el mundo en general una enorme fuente de oportunidades. No castigan el consumo, lo fomentan; no censuran al opositor, lo confrontan. Y a pesar que el océano come cada año un centímetro de su escaso territorio, definen a su país como un ”balcón al mar”, lo que simboliza una apuesta al futuro

No pretendo convencer a nadie (ya que ni yo lo estoy ) que la cordillera separa al infierno del paraíso. Sigo siendo un convencido que habitamos un país maravilloso con una inmensa mayoría de población integrada por gente de bien y con profundo amor por su país. Sí es cierto que afrontamos una tremenda falencia de talento en nuestra clase dirigente, la que se evidencia en la cima misma del poder. Me atrevo a comenzar a pensar que mis profundas diferencias con esta gestión, que nos lleva inevitablemente a un profundo abismo del que nos costará muchísimo salir, son tal vez más de forma que de fondo. Derechos humanos, modernización de la Justicia y de los instrumentos de esta, apuesta a la industria nacional, lucha contra la concentración del poder económico; asistencia a los sectores más necesitados de la sociedad; educación, vivienda y salud para todos, son banderas con la que difícilmente un ciudadano no pueda sentirse identificado.

Apropiación de las banderas de la democracia, intentar doblegar a la Justicia para ponerla al servicio del régimen, empresarios amigos con impunidad absoluta y vía libre para el saqueo a las arcas de la nación, adoctrinamiento en las aulas, parricidas al frente de los planes de vivienda del Estado. Son situaciones que poco tienen que ver con un modelo de gestión al que se le pueda dar un voto de confianza. “Las comparaciones son odiosas” decían las abuelas. A veces lo realmente odioso es ver con sana envidia como mientras nuestros vecinos de Oriente y Occidente, crecen y se afianzan en sus respectivas escalas. Argentina se va quedando sola, aislada, víctima de formas perversas implementadas por oportunistas que han traicionado incluso a sus propios ideales, los que aplicados con un poco más de honestidad tal vez hubieran sido realmente beneficiosos para todos y todas