Beatriz Sarlo y las políticas reales para la vida real

Fernando Santillán

A poco menos de una semana de las PASO, el diario La Nación publicó una columna de Beatriz Sarlo en la que criticaba a Gabriela Michetti (y a partir de ella a buena parte de los candidatos) por un discurso que encuentra vacío de contenido. A contrario de lo que sostiene Sarlo, la postura de PRO es profundamente política.

Sarlo describe una mutación política que habla de “valores” antes que de “ideologías”. Los candidatos se limitarían a hacer encuestas y repetir lo que la gente dice. En definitiva, dice, “hay algo profundamente hostil a la política en los discursos generalistas cuya validación es lo que la gente declara ante los encuestadores o lo que los candidatos escuchan cuando recorren un barrio”. Parece así sostener, implícitamente, una visión de la política divorciada de lo que los votantes efectivamente quieren, que generalmente es menos una discusión de principios o ideológica que la creación de las condiciones para vivir mejor. Parecería que quien debe definir qué es importante no debería ser el electorado, el pueblo, la gente, sino los dirigentes o los intelectuales. Pero podría decirse que hay algo profundamente hostil a la democracia en los discursos ideologizadores cuya validación es lo que un teórico, o dirigente o especialista declara como lo correcto.

La columnista dice que esta mutación política “no mejoró la discusión ni la hizo más interesante”, lo cual es posible. Pero el punto central de la política no tiene por que ser la discusión, y el criterio de éxito de un sector o un dirigente no es el interés que despierte en los intelectuales sino cómo afecta a la gente. La política no puede reducirse a discusiones teóricas o académicas o tecnológicas. La política se trata, siempre, de sentar las bases para la vida en común, y eso significa sin duda discusión: sobre los problemas, sobre las soluciones y sobre los principios e ideas que están detrás de las posiciones. Pero no puede reducirse a eso olvidando que el objetivo final es la vida real y concreta de gente real y concreta, y que la política no puede ser verdaderamente democrática si no se toma en cuenta las prioridades de los votantes y las ideas que tienen sobre los problemas, lo cual no significa que un líder deba ­seguir en todo lo que surja de encuestas.

“La política se ha vuelto cotidiana no porque los políticos convencieran a los ciudadanos de su importancia, sino porque ellos mismos se convencieron de que, cuanto más se parezcan a la ‘gente’, serán más aprobados”, dice Sarlo y muestra que, por lo menos en lo que atañe a PRO, no parece haber entendido. La política se torna verdaderamente cotidiana no cuando los políticos convencen a la gente de la importancia de la política, sino cuando los políticos se convencen de que lo que importa es la gente. Con el Metrobus o con un banco público gestionado de manera eficiente, el PRO no está siguiendo un libreto de izquierda o de derecha, pero sí busca transformar la vida de muchas personas, para que podamos vivir mejor. Que de eso se trata.