Desde el dolor (II)

Leonardo Pizani

Quiero dedicar esta columna a todos los habitantes de Venezuela que hacen vida cotidiana con una sonrisa y una canción en los labios a pesar de la terrible y permanente inseguridad que padecen.

Las estadísticas

Según cifras de la ONU -que surgen de la información oficial proporcionada por los gobiernos-  en 1998 en Argentina la tasa de homicidios fue de 7,22 por cada 100.000 habitantes mientras que en Venezuela fue de 19, y en 2012 la tasa de homicidios en Argentina bajó a 5,5, mientras que en Venezuela subió a 53,7 por cada 100.000 habitantes. En Venezuela hubo en 1998 4.550 homicidios, y en 2012 16.072 según cifras oficiales.
En los primeros 14 años de discurso populista y militar en el gobierno, en Venezuela la tasa de homicidios -según cifras oficiales- se triplicó y sigue creciendo. Según otros observadores independientes, se cuadruplicó.

Las agendas

Con motivo de los procesos electorales de Uruguay y Brasil y de la campaña electoral ya en marcha en Argentina, tiende a posicionarse un análisis -que tuvo su antecedente en Venezuela con Chávez- según el cual mientras las campañas oficialistas se orientan a defender los avances y logros programáticos alcanzados por sus gobiernos, “la agenda de la derecha” sólo se sostiene sobre los temas de la corrupción, la inseguridad y la inflación por no tener que proponer en materia de política social, educación, salud o empleo.
Ese breve párrafo, que los oficialismos repiten una y otra vez, resume muy bien su discurso que incurre en peligrosas simplificaciones tanto para el análisis político de la realidad de nuestros países, como para la defensa de los intereses de los sectores populares que pretenden representar.
Meter en una sola bolsa a toda oposición contribuye a una polarización innecesaria que, aunque tiene objetivos electorales en el corto plazo, en el mediano favorece un clima de intolerancia política que no es conveniente para la consolidación de la democracia.
Darle connotaciones ideológicas a los problemas y no a las soluciones transmite la idea de que es la oposición quien se preocupa por ellos, y conlleva el mensaje de que las fuerzas hoy en el poder son corruptas y que no se preocupan por la inseguridad y la inflación que tanto afectan a toda la población.
Cuando se habla de esos problemas y se dice que conforman la agenda de la oposición, por una parte se está diciendo que no forman parte de la agenda del oficialismo, y, por la otra, se está insinuando que esos temas son vistos, por esos gobiernos, como problemas que sólo afectan a los sectores sociales medio y medio-alto (tradicionalmente de derecha, según ellos), cuando en realidad estadísticamente es perfectamente claro que los sectores más afectados por la inseguridad, la corrupción y la inflación siempre son los que tienen menos recursos.

Las otras víctimas

Pero la consecuencia más terrible de ese tipo de análisis, es que abandona y deja en total indefensión a todo aquel que teme por su seguridad.
En Venezuela lo que estamos diciendo adquiere visos de tragedia. Cuando un país llega a la situación de ser considerado uno de los más peligrosos del mundo surgen tres tipos de sujetos que necesitan ser comprendidos, contenidos y atendidos, a quienes ni los discursos, ni el gobierno ni la polarización política les resuelve nada y que están solos frente a la tragedia:  las víctimas propiamente dichas, sus familiares cercanos y los millones de personas que lo único que anhelan es vivir en paz y seguridad, y que viven en un permanente estado de terror atenazados entre la delincuencia, las policías y el gobierno militar.
En Venezuela a las 21 Hrs. el transporte colectivo prácticamente desaparece, las calles se vacían, los restaurantes cierran, los semáforos dejan de cumplir su función pues nadie se detiene ante una luz roja por miedo a que lo asalten, los automóviles a los que se pincha una goma siguen rodando y si el auto se detiene por alguna falla mecánica, el propietario prefiere correr el riesgo de dejarlo en la calle hasta que pueda regresar a buscarlo de día, porque sabe que quedarse a esperar una grúa puede significar la muerte. 
Mucha gente anda armada y especialmente los funcionarios del gobierno hacen ostentación de ello y de sus guardaespaldas. Un accidente de tránsito con un motorizado o un raspón con otro carro, puede derivar en una tragedia y mirar distraídamente al guardaespaldas de algún “chivo” del gobierno puede llevar a la cárcel. Los militares hacen lo que les da la gana y los empleados públicos -obligados a asistir a las marchas con el uniforme oficial- no hacen comentarios sobre política  por miedo a ser escuchados por un sapo o confidente que lo haga perder el empleo.
En fin, el problema de la seguridad no es el mismo en todas partes ni tiene las mismas causas ni las mismas soluciones, pero decir, o peor aún, creer que es un tema de la derecha, como también lo serían la corrupción y la inflación, además de inhumano es un gravísimo error.