La guerra por el control de la inteligencia

No le va a resultar nada sencillo al gobierno de Cristina Fernández salir del laberinto de horror en que se ha metido después de la muerte del fiscal Alberto Nisman. Probablemente los K estén enfrentando la crisis más complicada desde que llegaron a la Casa Rosada, casi terminal y no muestran los reflejos y la audacia de otras veces.

Siempre el kirchnerismo se las ha arreglado como para revertir o superar crisis, tragedias o papelones con un costo creciente pero no fulminante. Claro que las malas praxis fueron llevando a Cristina a ir perdiendo popularidad para quedarse prácticamente solo con el respaldo del voto cautivo.

Quizás en esta oportunidad la gravedad del  escándalo pueda perforarle un poco esa “base de fierro”. No es seguro, ya que la famosa “grieta” impide a muchos que aún se identifican genuinamente con el Frente para la Victoria analizar la gravedad del momento. Lo viven con la lógica futbolera que se ha metido en la política y en parte de la sociedad en la última década, casi con la liviandad de “no fue offside” o “ a estos hay que ganarles sobre la hora y con un gol con la mano”. Una pelea a muerte.

Pero la dinámica que ha adquirido el horrendo sainete en torno al deceso del fiscal va a complicar la gobernabilidad, el proceso electoral y hasta probablemente la transición con la próxima administración. El cadáver de Nisman y sus consecuencias van a estar presente en cada una de las acciones administrativas y políticas de oficialismo y oposición.

Para comenzar es muy probable que el velatorio y el entierro -aún se desconoce la fecha por las pericias forenses que reclamó su ex mujer Sandra Arroyo Salgado- convoque a una multitud indignada y atemorizada. Puede llegar a transformarse en la mas importante concentración contra el kirchnerismo por la cantidad y por los símbolos políticos que se emitirán en cada detalle.

No cabe ninguna duda que la jefa de Estado es la principal afectada por esta muerte y todo lo que se diga y se haga va a ser computado en su contra. Además sin muchos argumentos sólidos para la defensa. Pero ella no se va a quedar a la defensiva y redoblará la apuesta, como se vio ayer en su aparición por cadena nacional. En consecuencia: cada vez crecen mas las chances de ingresar en una “guerra de carpetazos” sin cuartel que salpique para todos lados.

Obviamente, la Presidente tiene mucho que perder frente a eventuales e incómodos secretos de Estado que muchos enemigos del Gobierno están dispuestos a ventilar y a llevar a la Justicia, donde jueces y fiscales sacan turno para golpear a la Casa Rosada. “Bonadio cree que podría haber terminado como Nisman en diciembre del año pasado”, se escucha con temeridad en el submundo de la política. También se comenta que Stiusso “está dispuesto a usar todo su arsenal para que no lo arrasten”.

Por eso considerar que estamos frente a “una interna de los servicios” es una frivolidad temeraria. La crisis ronda lo institucional, afecta al mundo político y amenaza con enrarecer aun mas el clima. La génesis de este doloroso thriller se sitúa en 2013 con el crimen de Pedro Viale, alias “El Lauchón”, agente de la SI y muy cercano a Stiusso por efectivos del Grupo Halcón de La Bonaerense. Un asesinato que no tuvo gran repercusión mediática pero sí mucho impacto en la política.

“La boleta de El Lauchon dejó en evidencia que comenzaba una guerra de poder por el manejo de la inteligencia (poder e información) para los próximos años”, dicen hombres que han transitado por el intrincado nexo entre espías y los jueces federales. Una zona gris muy sinuosa. Interpretan que la Casa Rosada miró para otros lado cuando salieron a la calle a dirimir sus diferencias la Policía de Daniel Scioli y el ex hombre fuerte de la SI. Con la supuesta aparición estelar del general César Milani.

Esto explica porque, según publicó La Nación el 22 de diciembre del año pasado, el gobernador de Buenos Aires se reunió con Stiusso a instancias del ex subjefe de la SI, Francisco Larcher. La guerra ya estaba declarada ya que ese encuentro, según fuentes confiables, no terminó nada bien. En el área de inteligencia apuntan contra la alianza entre Scioli y Milani. Y es notoria la mesura y la incomodidad del mandatario bonaerense luego de conocerse el deceso del fiscal de la AMIA.

 “Todos pueden cobrar en esta guerra, sobre todo los presidenciables”, se escucha en mesas políticas bien informadas. Es natural y obvio que la mayor debilidad la tienen Cristina y Scioli pero la semana pasada desde usinas K intentaron embarrar a Mauricio Macri por la causa de la escuchas y el rol del Fino Palacios con Misman. Pero el jefe de Gobierno porteño se sabe bien blindado.

Tiene comisarios con mucha calle y experiencia en la conducción de la Policía Metropolitana y hasta el apoyo táctico de Elisa Carrió. También dicen que Sergio Massa ha tomado sus recaudos: ha fichado en sus filas a Larcher y otro ex subjefe de la SI, Darío Richarte, para evitarse eventuales dolores de cabeza como la operación de 2013 del gendarme que entró a su casa.

Hasta el Papa Francisco aparece en el radar, aunque no por su propio interés, obviamente. En los últimos días, un sitio web del ultra-oficialista Roberto Navarro difundió una información sobre un supuesto apoyo a CFK que traía del Sumo Pontífice el embajador argentino en la Santa Sede, Eduardo Valdés. Es decir intentaron involucrarlo en la crisis de Nisman al lado de la jefa de Estado. Obviamente fue desmentido.

La cuestión es que, de acuerdo a fuentes confiables, Valdés está enfrentado con Stiusso desde los tiempos de la pelea con Gustavo Béliz y se muestra interesado en esta guerra. Dicen que opera con el espía de origen radical, Jose Luis Vila, para tener su propia estructura de inteligencia en Roma. Vila ha quedado fortalecido en la SI desde la salida de Stiusso y esta muy cerca de Fernando Pocino, el ganador de esa contienda.

En definitiva, todos contra todos. Un combate sin reglas que va dominar la escena política y electoral y con pronóstico reservado. Luchan para ver quién se queda con el control del poder de la inteligencia.

Escenario político incierto

Hace unos meses todos en el mundo político sostenían que luego del Mundial de Fútbol comenzaba a full la campaña electoral para las presidenciales de 2015. Sin embargo, parecería que esos pronósticos iniciales se han visto modificados una vez que concluyó la final que Alemania le ganó a Argentina.

Es cierto que los presidenciables van a salir con más asiduidad a recorrer el territorio y seguirán trabajando para instalarse mejor en la opinión pública. Pero no mucho más. Ninguno quiere mostrar su juego y además saben a ciencia cierta que la sociedad no está nada interesada en los comicios del año próximo. La gente se muestra muy preocupada por el futuro económico, repiten a coro la mayoría de los encuestadores.

Todo parece indicar que los pronósticos de la economía real no son muy alentadores para este segundo semestre. La pérdida de poder adquisitivo y el temor a perder el empleo aparecen como problemas centrales en la agenda de la opinión pública. Evidentemente no es el mejor momento para salir a hablarle a la gente de elecciones que recién se van a realizar en octubre del año que viene.

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Se va definiendo el fixture electoral

Es evidente que aún falta una eternidad para llegar a las elecciones presidenciales del año próximo pero no cabe ninguna duda que los tiempos se van acelerando luego de la derrota electoral del kichnerismo el año pasado y además porque se termina el mandato de la presidenta Cristina Fernández sin chances de volver a competir por ese cargo.

Por eso los movimientos y especulaciones políticas están a la orden del día y todos piensan en la sucesión presidencial cuando falta mucho más de un año para esos comicios, a realizarse concretamente el domingo 25 de octubre de 2015. Si se compara con lo que ocurría un año antes de las presidenciales de 2011, el ritmo político era más anodino, pese a que la oposición venía de triunfar en las legislativas de 2009 y aún no había fallecido Néstor Kirchner con el impacto político que provocó. Claro que ahora se percibe un fin de ciclo del kirchnerismo donde el PJ quiere distanciarse para no pagar un alto costo político en las urnas por el creciente mal humor social que se respira en la calle. Por eso, 2015 será un largo año electoral que arrancará en marzo con los comicios a gobernador en Catamarca ya quela mayoría de los gobernadores quieren despegar las competencias locales de la contienda nacional.

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Crece el temor al lunes 28

Falta muy poco para las elecciones legislativas y crece la incertidumbre respecto a lo que va a ocurrir a partir del lunes 28, evidentemente el escenario aparece como más interrogantes por el estado de salud de la presidenta Cristina Fernández. El martes 20 de agosto anticipamos en esta columna que la reacción de CFK ante la derrota en las PASO volvía “a poner en el centro de la escena los temores por la gobernabilidad y una transición ordenada hacia 2015”.

Decíamos además que “lamentablemente no parece estar disponible el escenario de la transición ordenada en medio de un fin de ciclo que anticipa además un cambio de régimen”. Todo parece indicar que los pronósticos son más preocupantes de lo previsto luego de las primarias de agosto porque la intervención quirúrgica a la jefa de Estado puso en evidencia la debilidad de un gobierno que sólo depende de la voluntad de una persona que aparentemente volverá a sus funciones para la segunda quincena del mes próximo.

A su regreso, Cristina deberá afrontar serios problemas en materia económica y financiera pero ahora la encrucijada se centra en que el proceso de recuperación demorará más de lo que se preveía inicialmente. Es cierto que no deberá asumir personalmente el mal trago de una probable derrota electoral dentro de dos domingos pero su ausencia en el poder ya dejó de ser un déficit para el kirchnerismo y se ha transformado en un problema muy difícil de solucionar en el corto plazo y que afecta a la gobernabilidad.

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Insaurralde no es el único K que pierde por más diferencia que en agosto

Si bien la mirada de la dirigencia política, empresaria y financiera está puesta en la diferencia que le saque Sergio Massa a Martín Insaurralde el último domingo de octubre, lo cierto es que a partir de las PASO se percibe un escenario desfavorable para los candidatos del Frente para la Victoria que va más allá de la provincia de Buenos Aires y que marca un cansancio en la sociedad frente al estilo kirchnerista y al liderazgo de la presidenta Cristina Fernández.

Es cierto que lo que ocurre en el principal distrito del país siempre es noticia, sobre todo cuando surge una joven figura como Massa, que rápidamente coloca en jaque al aparato del Estado provincial y nacional. El peso específico del escenario electoral bonaerense es inigualable pero conviene repasar otros distritos grandes y chicos para percibir la profundidad de lo que realmente está ocurriendo en la sociedad argentina.

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Un derrota bonaerense que tiene varios padres

Los resultados de las PASO en la provincia de Buenos Aires generaron un impacto mayor en el escenario político debido a las operaciones de acción psicológica que intoxicaron a unos y a otros. La instalación del supuesto “empate técnico” engañó hasta a las propios massistas que durante el fin de semana comenzaron a dudar de las chances reales de ese espacio político. La paridad que podía hacer ganar a Martín Insaurralde fue una operación impulsada desde la Casa Rosada y por el sciolismo.

Dicen en el Frente Renovador que el único que confió a rajatabla en el triunfo en las urnas fue Sergio Massa. Pese a que su campaña no fue tan profesional como se esperaba y con las controversias que provocó el sospechoso asalto a su casa, el intendente de Tigre mantuvo la confianza y exhibía tendencias electorales similares a las que se registraron en las urnas. “Sergio no compró la operación del sciolismo”, decían el domingo a la noche en su entorno.

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