El presidente Mauricio Macri acaba de revelar que el despilfarro de recursos durante la administración de la señora Cristina Fernández sumó muchísimo más dinero que la corrupción. Al mismo tiempo, confirmó que dividirá en dos su discurso inaugural de las sesiones ordinarias del Congreso, el 1º de marzo: cincuenta minutos los dedicará a explicar el estado en que recibió el país y otro tanto a hablar del futuro.
Parece ser que la cuestión de la herencia recibida fue un tema de debate en el Gobierno ni bien asumió, el 10 de diciembre. Había claramente dos posturas: franquear el conocimiento de lo que se encontró o no hacerlo —al menos en ese momento— para evitar el pánico de la población. Obviamente, ganó esta última postura. Se trató, para nuestro humilde entender, de un error. De un grueso error.
En primer lugar, darle el gusto a un Gobierno corrupto y mentiroso (como nunca antes se había conocido en el país) de salirse con la suya, porque medio país seguía en la oscuridad informativa, parece un hecho de una injusticia mayúscula, máxime cuando quien lo hace no recibe ningún reconocimiento por eso, sino sólo palos y señales de revancha.
En segundo lugar, es inconsistente con la idea trasmitida más de una vez por quien hoy es presidente: la sociedad está madura para aceptar los cambios. Suponer que está madura para aceptar los cambios, pero no para escuchar las razones por las cuales hay que hacerlos supone una contradicción en los términos. Continuar leyendo