Por: Carlos Mira
No hay dudas de que el de Mauricio Macri es un gobierno vertiginoso. No hay un día en que las noticias permitan correrlo del centro de la escena. Con buenas y malas, el Presidente y su equipo producen novedades o reciben impactos que los ponen en la mira.
En cuarenta días hábiles de gobierno hay para todos los gustos. Desde la apertura incruenta del cepo hasta la detención de Milagro Sala (que no fue generada por el Gobierno de Macri, pero sí por un aliado suyo y también de Sergio Massa, hay que decirlo, a cuya agrupación pertenece nada menos que el vicegobernador de la provincia y en la que el renovador se adjudicó el triunfo como candidato a presidente); desde el carnavalesco acampe en Plaza de Mayo hasta arreglar con los bonistas italianos y proyectar un mínimo no imponible de ganancias superior a cuarenta mil pesos, el Gobierno de Cambiemos ha sido cualquier cosa menos neutro.
Se ha metido con cuestiones grosas: la Autoridad Federal de Servicios de Comunicación Audiovisual (AFSCA) y la Autoridad Federal de Tecnologías de la Información y las Comunicaciones (AFTIC), los cuadros de Hugo Chávez y Néstor Kirchner, los ñoquis militantes de la administración estatal, las tarifas eléctricas, las paritarias, el déficit innombrable de Aerolíneas Argentinas, Radio Nacional y la TV pública, el enfoque de las relaciones exteriores…
Si nos pusiéramos a buscar un denominador común a todos estos temas que parecen tan dispersos, notaremos que todos ellos formaban el corazón kirchnerista versión Fernández.
En efecto, el cepo, Milagro Sala (como un viaducto que explica mucha de la ruta del dinero de la corrupción), los medios de comunicación, los subsidios, los aliados exteriores, la militancia en el Estado, Aerolíneas como línea de bandera partidaria, la intransigencia con los acreedores externos y los impuestos como exacciones económicas a la sociedad productiva, formaban parte de los cimientos mismos en los que se apoyaba es sesgo del Gobierno de la ex presidente Cristina Fernández.
Muchos de estos avances eran impostergables por razones de sanidad económica: ningún observador imparcial podía desconocer que ya no podíamos seguir comiéndonos el capital energético, porque dentro de poco no es que no habría energía para ofrecerle a una eventual industria nueva, no habría energía para planchar una camisa.
En otros aspectos, algunos consideran que el Gobierno fue muy rápido como, por ejemplo, en bajar los cuadros (“irrita y no era importante”, dicen) y en otros algo lento, como la definición de un plan antiinflacionario o en el armado de un nuevo régimen de ganancias o en la rebaja del IVA a los alimentos y a los jubilados, que hubieran servido de amortiguador a los anuncios sobre las tarifas y a la suba de los precios de diciembre y enero.
Se esperaba, por ejemplo, alguna explicación para la actuación de la policía y la gendarmería en la villa 1-11-14, en donde resultaron heridos con balas de goma chicos integrantes de una murga que quedaron atrapados en el medio de un operativo mientras ensayaban sus bailes.
Obviamente, esos chicos estaban unidos a los que hacen su camping de protesta en Plaza de Mayo por Milagro Sala, y bailaban mientras otros preparaban un asado completo que nadie sabe quién proveyó. Resulta necesario que esas explicaciones aparezcan y, si hubo extralimitaciones (presumiendo que las balas de goma siempre lo son), que sean remediadas. Pero también es imperioso que la gente que ha tomado la plaza histórica de los argentinos como una suerte de recreo del Automóvil Club también explique quién los banca, con qué plata se pagaron los kilos y kilos de carne vacuna y de cerdo que junto con centenares de chorizos se cocinaron enfrente de la oficina de los presidentes, qué actividad deberían estar realizando cotidianamente si no estuvieran “protestando”, en traje de baño y durmiendo en carpas que sólo se consiguen en casas fashion como Solo Deportes, y, concretamente, de qué viven.
Los departamentos de Seguridad del Gobierno federal y de la provincia de Buenos Aires deberían estar abocándose de lleno a averiguar si estas “represiones” han sido planificadas y ordenadas y, en todo caso, por quién. No hay que olvidar que gran parte del núcleo duro de la nomenklatura que vivió chupándonos la sangre todos estos años, operando como si el Estado les perteneciera, tiene mucho interés en que se propague el convencimiento de que cualquier otra política socioeconómica que pretenda implementarse solamente “cierra” con represión. Por lo tanto, no deja de ser llamativo que a las fuerzas de seguridad les haya agarrado un súbito fanatismo por dispararles a chicos que ensayan una coreografía con su murga.
Ese casi deber por la explicación y la investigación en esos casos que involucran a fuerzas de seguridad debería atenuarse en otro campo en donde las autoridades aparecen como desesperadas por explicar. Me refiero a Hernán Lombardi, que parece culposo explicando por qué una nueva administración debe dar cuenta de cada decisión artística que toma con profesionales con contratos vencidos o renovados en condiciones completamente irregulares.
Es más, parecería que esa culpa ha dado sus frutos cuando uno comprueba la nueva grilla de radio nacional. Es muy cierto que es la radio de todos y que los impuestos que antes bancaban una sola idea —la de la señora Fernández— ahora deben usarse para escuchar a todos. Pero, ¿era necesario contratar al “filósofo” de mal gusto José Pablo Feinmann para demostrarlo? Es obvio que no hay que pagar con la misma moneda, pero, ¿la señora Fernández hubiera ordenado que se le dé un espacio en esa radio a Santiago Kovadloff, por ejemplo?
Todavía cuesta, en estas circunstancias, tomar en serio a colegas que esgrimen el argumento de la censura para explicar por qué no se les renovó el contrato. ¡Ellos, justamente, que le cerraron las puertas en la cara y con insultos a todo aquel que no fuera de su propia tropa! ¿Es acaso un chiste?
Los próximos meses serán cruciales para Macri y también para la Argentina. El Presidente se juega su futuro político y el país su futuro a secas. El peronismo ya se fracturó en Diputados (movida que ha bajado al Frente para la Victoria del escalón de primera minoría) y es muy posible que también lo haga en Senadores. Esos votos de razonabilidad son esenciales para aquellos dos futuros.
Queda el frente sindical. El Presidente debería tomar su relación con Hugo Moyano más como si fuera el presidente de Boca que presidente de la República. A ambos los une la pasión dirigencial por el fútbol y el fútbol suele ser un buen lubricante en la Argentina. Fue un error de tacto de Macri no hacerse un momento para saludar a Moyano cuando el otro día visitó la Casa Rosada. Se quiera o no, en lo que el Presidente definió como el arte del acuerdo el líder camionero y presidente de Independiente jugará un rol definitivo que puede inclinar el humor de los trabajadores en un sentido o en otro.