Receta para terminar con las crisis crónicas en el país

En los últimos 70 años se ensayaron en el país los más diversos planes de estabilización de precios, como paso para superar las crisis sistémicas cada 7 o 10 años, según cómo se lo mida, pero ninguno, sea ortodoxo o heterodoxo, o una combinación de ambos, ha resultado eficaz para lograr su objetivo de modo concreto y contundente para exterminar el flagelo de la inflación y con ello, blindar a la economía del riesgo de repetición de una nueva crisis.

Así se probaron programas de controles de precios de los más diversos; inflación cero; precios administrados, desagio con el Plan Austral; caja de conversión con la Convertibilidad; y en este tiempo cambio de la Carta Orgánica del Banco Central para abandonar el rol de preservar el valor de la moneda para reorientar el crédito, y pasar a ser el principal banco del estado para financiar un gasto público que crece más que los recursos que se les sustrae a los residentes por la vía de impuestos, porque por capricho, y por suerte! en las actuales condiciones de fin de mandato, se mantiene la restricción al financiamiento con crédito del resto del mundo, en una apretada síntesis.

En este punto, cabe preguntarse si no es el momento de ensayar una nueva receta propia para las características de un país como la Argentina que se ha acostumbrado a burlar las instituciones, e intentar aplicar políticas económicas probadamente fracasadas, y que por tanto nunca debieran haber ocurrido, menos por gobiernos que se dicen democráticos simplemente porque se mantiene el voto cada dos o tres años para legisladores y cuatro para presidente de la nación.

Desde los años ’70 uno de los maestros de economistas, aún de los más contemporáneos, como Simon Smith Kuznets, Nobel de Economía en 1971, un estudioso de la estimación e interpretación de las cuentas nacionales, enseñaba en sus clases de Harvard y luego a través de sus libros que a los países se los podía agrupar en cuatro clases: los desarrollados, los subdesarrollados, Japón y la Argentina, para enfatizar la atipicidad de ambos casos, y que en la explicación del desarrollo económico no había que sobreestimar la importancia de los recursos naturales: Japón, que no tenía ninguno, había avanzado mucho más que la Argentina, que tenía muchos”. Frase célebre que repitió en sus libros Paul Anthony Samuelson.

A partir de esa clasificación, que en los últimos años se fue afirmando con arcaicos métodos de administración de precios e incentivo del consumo con gasto público desmedido, se me ocurre que es tiempo de que los argentinos comencemos a aceptar esa condición de ser defectuosamente diferentes, en la economía, al resto del mundo, pero que puede ser sanable de modo definitivo.

La Tesorería de la Nación como ente autárquico
El camino que se me ocurre para ser uno más en el planeta, en especial entre los casos exitosos, y no uno distinto que no sólo no logra emerger sino que pierde terreno en la capacidad de generación de riqueza relativa con sus vecinos, como Chile, Paraguay, Uruguay, Bolivia, Perú, además de Brasil y otros, es crear la institución Tesorería de la Nación, con carácter autárquico, alejado del poder político y no modificable siquiera por nueva Ley de Congreso; así como recuperar la autarquía del Banco Central de la República Argentina, para que vuelva a velar por el valor de la moneda, esto es que no se devalue ni que se aprecie más allá de rangos muy acotados, tentativamente tres por ciento.

Su función debe ser ejecutar el Presupuesto de Gastos y Recursos de la Nación propuesto por el Poder Ejecutivo y aprobado por el Congreso, con pauta mínima de resultado cero, o un déficit de hasta 3% del PBI, no acumulable, si se asegura el financiamiento con crédito externo. Y sin que pueda ser modificado, como hasta ahora, por meras decisiones administrativas del Jefe de Gabinete.

De este modo, el Poder Ejecutivo no podrá diseñar Presupuestos que sólo respondan a un trámite administrativo, sino que deberá concentrarse en la búsqueda de la mejor asignación del gasto en función de los esperados recursos tributarios, de acuerdo con los objetivos partidarios, pero sin poder desviarse de la exigencia de la extrema disciplina fiscal.

En las condiciones actuales, estimo que el punto de partida ofrece enormes grados de libertad para recuperar la solvencia fiscal sin generar situaciones traumáticas justificables racionalmente porque existen bolsones de gastos que no debieran existir, como la catarata de subsidios y gastos tributarios (exenciones) injustificables y el exceso de empleados en posiciones circunstanciales que aspiran a consolidarse en las áreas de administración que en parte podrían ser canalizadas a reforzar las áreas postergadas del sistema de salud, educación, seguridad, acción social y obras de infraestructura y en parte a aliviar la presión tributaria sobre el sector productivo y los asalariados.

Impacto virtuoso
De ese modo, con la creación de la institución Tesorería de la Nación, con funcionarios de carrera técnica y especializada en administración pública, no sólo se podrá atacar de cuajo y rápido la larga historia inflacionaria y de cesaciones de pagos reales, sino que se abrirá la puerta al desarrollo con ingreso de capitales productivos que posibilitarán un genuino aumento de los recursos tributarios.

En ese caso, el exceso de ingresos que pudiera surgir respecto de lo presupuestado deberá acumularse como Fondo Anticíclico, cuyo uso únicamente podrá votarse en el Congreso, a propuesta del Poder Ejecutivo, previa consulta a cada ministerio de las necesidades insatisfechas, para el siguiente año fiscal.

Se sabe que la inflación es un fenómeno monetario originado en la creación primaria de dinero por un sector público indisciplinado. De ahí que poniendo la caja en orden, alejada del manejo discrecional sin límite del apetito ilimitado que caracteriza a los políticos argentinos, se podrá no sólo exterminar la suba sostenida y generalizada del nivel de precios al consumidor, sino también se podrá ingresar más temprano que tarde en la senda del crecimiento y desarrollo sustentable, con aumento del empleo y el bienestar de todos los argentinos, como han logrado la mayoría de los países.

¡Estamos del tomate!

Ahora parece que la culpa de todos los males de la política económica se reducen a una hortaliza muy difundida no sólo en la mesa de los argentinos, sino del mundo, cuya aparente escasez forzó romper con el largamente predicado “vivir con lo nuestro” para acudir al mercado internacional para nivelar la oferta y demanda a los precios que quiere el Jefe de Gabinete.

Claramente se está frente a un escenario de acelerada devaluación de los instrumentos de política económica, el cual como es natural el mercado anticipa y lo refleja en la acelerada pérdida de valor de la moneda, sea a través de la inflación, sea a través de la escalada del tipo de cambio, oficial y más aún el libre.

Primero se intentó regular y administrar los precios de 10.000 productos, luego se redujo a 500, y desde comienzos del año nuevo a 100, pero ahora se advierte que el acento se pone en uno. Más de 220 años de historia económica ampliamente difundida en el mundo moderno fueron reducidos a la nada en la Argentina de hoy.

Y la pregunta clave es por qué este Gobierno muestra tanta vocación por remunerar a los proveedores internacionales, sea de petróleo venezolano, gas de Bolivia, energía de Uruguay y ahora tomate de Brasil, con precios singularmente mayores a los que se les niega a los productores argentinos.

Se puede hacer cualquier cosa, menos evitar las consecuencias

Naturalmente, frente a semejante señal que se le envía a los agentes económicos no sorprende que la reacción sea el debilitamiento de la inversión productiva y por tanto la escasez aparece a la vuelta de la esquina en varios rubros donde la Argentina tiene condiciones naturales para ser claramente excedentaria y ser fuente de mayor generación de divisas, como la carne vacuna, el trigo, el petróleo, la energía, los lácteos, la minería, los vinos, el turismo receptivo, entre muchos otros rubros.

La miopía de los funcionarios, o el capricho de quienes no se animan a contradecir los lineamientos que reciben de la primera mandataria, continúa pese a que esa actitud ya se manifiesta en destrucción de puestos de trabajo en algunas industrias, reaparición de las vacaciones anticipadas como paso previo a las suspensiones y consecuente deterioro de la capacidad de consumo de las familias argentinas y por tanto conspiran contra el logro de las metas de recaudación de impuestos.

Para peor, ese escenario no se traduce como en el pasado en mayores exportaciones de saldos ocasionales, porque pese a haberse acelerado el ritmo de devaluación del peso a un ritmo que parece superar a la inflación real en unos cinco puntos porcentuales, muchas firmas exportadoras, principalmente pequeñas y medianas, no se atreven a generar negocios por la creciente incertidumbre para el corto y mediano plazo.

Por tanto, a fuerza de ser reiterativo con columnas previas, cabe resaltar que mientras se niegue la realidad y con ello la señal que transmiten los precios en todos los mercados, hoy es el tomate, ayer fue la carne o la harina del trigo, y se insista con que los aumentos de precios surgen de prácticas inescrupulosas de empresarios que sólo se ocupan de maximizar las ganancias, sin mirar sus consecuencias en términos de pérdida de ventas, en lugar de observar los desaciertos que se vienen cometiendoen materia de política monetaria, fiscal, comercial y de respeto de las instituciones, la inflación y el dólar seguirán su carrera ascendente e incontrolable.

La economía jugó su rol en el resultado de las PASO

Después de dos años de cepo cambiario, traba a las importaciones, incluida la de insumos esenciales, pesificación de las operaciones inmobiliarias, y fracaso del control de precios, la ciudadanía dio su voto de repudio.

La profundización de la presión tributaria sobre los salarios, al punto que ya un cuarto de los trabajadores ve que su ingreso de bolsillo no crece a la par de los aumentos que obtiene en paritarias, fue un factor clave en la pérdida de casi 20 puntos porcentuales de aquel 54% de octubre de 2011.

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Congelamiento de precios a cambio de más importaciones

Durante mayo se observaron puntos de giro en materia de decisiones económicas respecto de lo que venía ocurriendo desde que se inauguró el cepo cambiario, a fines de octubre de 2011.

En primer lugar la Secretaría de Comercio dispuso la liberación de 9.500 productos de los 10.000 iniciales y se creó una fuerza juvenil para que fiscalice el cumplimiento de la medida, pese a que no está avalada por norma alguna. Sólo se publican en la página de internet de la cartera a cargo de Guillermo Moreno.

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Política de precios: a contramano del mundo y acelerando

Desde 2007, para no ir más atrás, pero especialmente desde fines de 2011, tras el rotundo e incuestionable triunfo electoral para otro período de 4 años, el Gobierno nacional se abocó no sólo a transitar a contramano del mundo -a menos de aquel que explica más de 90% del PBI-, sino, peor aún, a acelerar la marcha.

La confianza que dio encontrarse sólo en el camino, sin casi nadie en el frente y con la asistencia de vientos de cola que facilitaron la marcha durante largo parte del trayecto -el precio de la soja mantenía una tendencia ascendente y Brasil traccionaba la compra de autos, partes y de algunos alimentos-, hizo pensar que no se corrían riesgos, y por tanto se podía afianzar la velocidad de crucero, pero cada vez más fuerte.

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