Noviembre fue peor que octubre pero será mejor que diciembre

Los indicadores del Indec de la actividad económica, tanto del PBI, el comercio exterior, como de las finanzas públicas y marcha de los precios, mostraron en el último mes un inquietante deterioro, y contradijeron con contundencia al denominado “relato oficial”.

La industria ya no crece 4 o 5%, como acusó en mayo y junio, sino que ahora cayó 4,9%, y se aleja inexplicablemente de las estimaciones menos contractivas que calculan las consultoras privadas.

El saldo de la balanza comercial mantiene el signo positivo, pero revela mes a mes el efecto absorbente del resultado crecientemente deficitario de la cuenta energía y combustibles.

La Secretaría de Hacienda resalta mes a mes el rol de la actividad económica y las políticas activas del Gobierno, pero las planillas que consolidan los ingresos y gastos del conjunto del sector público nacional (no incluye a provincias y municipios) mostraron en el último mes que pese a contar con una asistencia extraordinaria del Banco Central de la República Argentina y de la Anses, el déficit fiscal, tanto primario (antes del pago de intereses de la deuda), como financiero o final, se acrecentó a niveles que comienzan a encender señales de alarma: más de 3% del PBI en 11 meses, pero con un ritmo en el último mes a más de 7% del PBI oficial.

El predicado en forma recurrente desendeudamiento del Estado ya no se sostiene, ni en el lo referente a los compromisos internos (crecientemente con el Banco Central, la Anses y otros organismos descentralizados, aunque en el relato se los minimiza, porque se considera un Pagadiós), como ahora, desde el tercer trimestre, también en moneda extranjera.

Y en materia de inflación, frente a una tasa inferior a 11% anual que el Indec informa mes a mes, y menos de 8% en el caso de los supermercados y shopping, el organismo oficial de estadística calculó para la estimación de las cuentas nacionales (PBI, consumo e inversión) que se aceleró en el tercer trimestre a casi 18% para el promedio nacional y superó 27% en el caso de la variación del índice de precios implícitos en el gasto del agregado del sector público nacional.

Por qué el año termina con indicadores más devaluados
Porque la negación de la realidad social, afectada por desconocer la inflación y sus efectos perniciosos sobre los sectores de la población de menores ingresos, incluyendo los cuadros menores de las fuerzas de seguridad que provocaron un levantamiento que terminó en desmanes, saqueos durante un par de semanas, y pese al virtual arreglo salarial y refuerzo de la vigilancia, no impidió que disminuyeran al mínimo los pedidos de reposición de mercadería. Es su único capital.

Como resultado de ese fenómeno, las industrias y distribuidoras proveedoras a los canales de consumo masivo vieron mermar sensiblemente sus ventas respecto de lo esperado, y más aún en comparación con las de un año antes.

Porque la negación de la crisis energética, pese a los esfuerzos por disimularla con abultadas importaciones de gas y otros combustibles y cortes más allá de lo programado a las empresas industriales, para poder proveer a improvisadas incorporaciones de usinas térmicas para proveer de energía eléctrica a los hogares, no sólo afectó el ritmo fabril, sino también el consumo de las familias en varias ciudades, en este caso por temor a perder todo frente a una amplia ola de apagones, en particular en el ámbito de la ciudad y Provincia de Buenos Aires, como en Rosario y otras localidades del interior del país.

Porque el desmedido incentivo al consumo, ahora con la extensión de los asuetos en la administración pública, por la Fiesta Navideña y los festejos del fin de año (hay algo por festejar, más allá de quienes están convencidos de haber sido partícipes gozosos de la “década ganada”?), arrastrará a varios servicios y empresas grandes y medianas, con el consecuente impacto contractivo de la producción y la inversión, así como del flujo del comercio exterior.

Porque la fracasada pero ahora repetida política de minidevaluaciones diarias del peso, a un ritmo largamente superior a la tasa de interés, incentiva la demanda de divisas por parte de los importadores, turistas y empresas que logran autorizaciones para cancelar deuda externa y girar utilidades al resto del mundo, mientras que, por el contrario, desalienta las liquidaciones por parte de exportadores y turistas que visitan la Argentina. Sólo con fugaces políticas para atraer dólares las reservas del Banco Central lograron detener la hemorragia, pero no sirven para curar las heridas en ese plano.

Porque haber acelerado el ritmo de devaluación a más de 6% por mes, a una tasa equivalente a 108% al año, tuvo su impacto inmediato en la profundización de los aumentos sostenidos y generalizados de los precios de la economía.

Porque con semejante deterioro de los indicadores de consumo, inversión y producción, el aumento esperado de la recaudación tributaria en diciembre volverá a estar crecientemente por debajo del desempeño del gasto público, con lo que se potenciará el rojo de las cuentas públicas.

El 3 de enero, como promete el Jefe de Gabinete de Ministros, se presentarán las 200 metas de Gobierno para el próximo bienio, un período que hoy luce extremendamente lejano, sino no se acepta la necesidad de diseñar y anunciar un plan integral de contención de la inflación con medidas de fondo que ataque las verdaderas causas, en lugar de los probados y repetidamente fracasados, controles, acuerdos o precios administrados, porque sólo buscan ocultar las consecuencias. En ese escenario, diciembre no sólo será peor que noviembre, sino que estará condenado a ofrecer mejores indicadores a los que arroje el primer mes del nuevo año.

La suba del gasto ya superó al aumento de impuestos

Se trata de una carrera peligrosa cuyo efecto perverso no sólo se manifiesta en un creciente rojo fiscal, que fuerza a un incremento de la emisión de dinero para pagarlo y la aceleración consecuente de la inflación, porque no hay voluntad de los agentes económicos por demandar pesos y por eso fuga hacia el dólar, sino, peor aún, en la pérdida de puestos de trabajo y mayor exclusión social. No es casual la aparición de saqueos en algunas provincias y la tremenda pérdida de votantes que registraron los candidatos del Gobierno en las últimas legislativas.

Con las firmas del Jefe de Gabinete, Jorge Capitanich y el Ministro de Economía, Axel Kicillof, el Gobierno amplió hace una semana en $18.000 millones el gasto público de este año. Es para atender los pagos de jubilaciones y pensiones, asignaciones familiares tanto de la ANSeS como de las Cajas de las FFAA, Policía Federal, Prefectura, Servicio Penitenciario y Poder Judicial, y pensiones no contributivas de Desarrollo Social. Es equivalente, en el mejor de los casos, al doble del monto que se proyecta recaudar con el salto de los impuestos internos para los bienes suntuarios, como autos de alta gama, embarcaciones, aeronaves y motos, de 10% a un rango de 30% en un primer tramo y 50% en el más alto.

Podrá argumentarse que el impulso del gasto público en septiembre, con un incremento de más de 43% en comparación con un año antes, no es extrapolable para los meses siguientes, porque estuvo alentado por un fenómeno estacional, como fueron los momentos previos a las elecciones legislativas. Aunque no hay duda de que se está expandiendo en más de 4 a 5 puntos que la inflación real y que la suba del cobro de impuestos.

Pero no puede objetarse que la disminución en los últimos meses de las tasas de crecimiento de los recursos tributarios, sea porque perdieron competitividad las exportaciones, sea porque las empresas ahora acusan caída de la rentabilidad y por eso tributan menos Ganancias, sea porque el empleo dejó de crecer y las horas trabajadas por la nómina estable bajan, y por tanto se atenuó el aumento de los aportes personales, ha ido ampliando la brecha negativa con la dinámica del gasto público.

Prioridades invertidas

Sin embargo en las primeras dos semanas y media de cambio de estilo que impuso el nuevo jefe de Gabinete de Ministros no se advierte que semejante desbalance, que es la génesis del resto de los desequilibrios que afectan a la economía en su conjunto, a la mayor parte de la sociedad en particular, constituya uno de los temas de la agenda inmediata a comenzar a resolver ya.

Por el contrario, las primeras medidas de política económica, como la destinada a elevar la presión tributaria para los bienes suntuarios, o acordar con Repsol una fórmula de pago por la expropiación del 51% de las acciones que tenía en YPF, no son ni de implementación y efecto inmediata, ni de efecto rápido en términos de ahorro de divisas e ingreso de capitales para inversiones de riesgo, ni tampoco van camino a atenuar el ritmo inflacionario. Tampoco cabe esperar respuestas rápidas de Rusia, China y Brasil al pedido de créditos para apuntalar las reservas del Banco Central que encaran los ministros de Planificación, Julio De Vido, y de Economía, Axel Kicillof.

Menos aún cabe esperar un freno a la demanda de dólares por parte de turistas interesados en hacer viajes al resto del mundo, porque la suba neta de la alícuota del anticipo a cuenta de impuestos está lejos de tener un impacto relevante, dado el contexto inflacionario, las tasas de interés reales negativas y la reticencia a medidas de shock que conduzcan a restablecer una gradual recuperación de la confianza, clave para frenar el drenaje de reservas en el Banco Central.

Poner el acento para atacar la inflación en la concertación social y el análisis de las hojas de balances de cada uno de los integrantes de las denominadas cadenas de valor de cada sector productivo de la Argentina, para detectar cuellos de botellas y acciones monopólicas y políticas de suba de precios por parte de empresas con posición dominante, es negar las reales causas de la inflación a ritmo de más de 25% anual en el promedio del último cuatrienio.

Mientras no cambie esa estrategia, la huida del dinero y refugio de muchos agentes económicos en la compra de dólares o de bienes y servicios dolarizados, las cuales son consecuencias de los desequilibrios fiscal, monetario y cambiario, persistirá la hemorragia de reservas del Banco Central, se agravará la destrucción de puestos de trabajo y será creciente exclusión social, por caída de la inversión productiva en un clima de incertidumbre, donde lo único que aparece como cierto el sostenido aumento de los impuestos en busca de financiar el impulso que mantiene el gasto público.

Las reservas del Central caen a zona crítica

No se trata de una relación psicológica, como podría ocurrir en pocas semanas, ya que al ritmo de hemorragia de los últimos diez días perforarán el nuevo piso emblemático de u$s30.000 millones, como se contabilizaban exactamente siete años atrás, sino porque bajarían al equivalente a menos de cinco meses de importaciones en valores nominales y por debajo de dos meses si se consideran sólo las tenencias de divisas propias de la autoridad monetaria.

Son valores ciertamente críticos, que reafirman una tendencia singularmente inquietante para los actores económicos, dada las restricciones operativas que prevalecen para la obtención de créditos internacionales, no sólo por el alto índice de Riesgo País, por arriba de siete puntos porcentuales en términos anuales en dólares, sino más aún porque se agregó la aceleración del ritmo de devaluación a una tasa superior a 50% al año.

Un año atrás las divisas de la autoridad monetaria equivalían a 7,8 meses de compras externas de bienes, de las cuales casi 90% imprescindible para sostener la actividad productiva y las necesidades de inversión de las empresas y del sector público, aunque bien medidas no alcanzaban para adquirir 4 meses de importaciones.

Con pocas variantes, esas proporciones eran las que prevalecían antes de la imposición del cepo cambiario y del resurgimiento de las Declaraciones Juradas Anticipadas de Necesidades de Importación, en octubre de 2011.

Pero desde comienzos del año en curso el proceso tendió a agravarse aceleradamente y se manifestó en la escalada de la brecha cambiaria entre los tipos de convertibilidad de los pasivos monetarios del Banco Central y el oficial, del orden de 60% a más de 100% en la actualidad.

Contención peligrosa
Aunque el factor novedoso en esta desarticulación de las variables monetarias, cambiarias y comerciales con el resto del mundo, provocado por un incontenible gasto público, es que ahora la brecha entre el tipo de cambio de convertibilidad y la cotización del dólar en el mercado libre se amplió a 30%, cuando hasta septiembre último rara vez superaba el 10%, para arriba o para abajo.

Ese punto de giro, que comenzó a generarse en el mes de las elecciones legislativas, se intensificó en la última semana con la llegada de Juan Carlos Fábrega a la presidencia del Banco Central, porque decidió apelar al auxilio del Banco Nación y de la Anses para la tarea regulatoria del mercado cambiario y de bonos dolarizados.

Se percibe en la plaza que esas instituciones comenzaron a ofertar divisas propias para el pago de compromisos comerciales del Gobierno, como importaciones de combustibles, ante las claras carencias de caja de la Tesorería de la Nación, y también a vender títulos públicos dolarizados, para forzar una disminución del tipo de cambio implícito en esas transacciones (“contado con liqui”, en la jerga del mercado bursátil), a un rango de $8,50 por dólar, o menos.

Con esos artilugios, se logró bajar la cotización del cambio libre a $9,74 por dólar, después de haber saltado a poco más de $10 antes de las elecciones legislativas, mientras que la paridad implícita en los indicadores monetarios escaló de 10 a más de 12 pesos en la actualidad, porque mientras el Banco Central no pudo frenar la hemorragia de dólares que provoca el rojo fiscal, la cantidad total de dinero siguió expandiéndose.

El nuevo equipo económico provocó un modesto cambio en las expectativas empresarias, al anunciar una relación más amigable entre sector público y privado y reconocer la necesidad de recuperar competitividad de la industria y de las denominadas economías regionales, así como que avanzará en el retorno al mercado internacional de deuda para financiar obras de infraestructura para mejorar la oferta de dólares.

Sin embargo, en los primeros días en funciones del trío Capitanich-Kicillof-Fábrega, han sido limitadas las medidas concretas y abundaron los anuncios de expresiones de buenos deseos para alcanzar 200 metas de gestión para el próximo bienio.

El intercambio comercial con el resto del mundo sigue siendo superavitario en más de u$s8.000 millones, pese a que el déficit de la balanza energética se amplió en más de u$s4.000 millones. De ahí que trabajar sobre el fortalecimiento del excedente para poder responder a las necesidades financieras y aliviar las tensiones en el mercado de divisas, resultan claramente bienvenidas.

Sin embargo, mientras no se dispongan de acciones concretas e inmediatas que conduzcan a recuperar la solvencia fiscal sin aumentar la presión tributaria, y contener la creación de dinero no deseado, no se podrán evitar las presiones alcistas en el mercado libre de cambios y el drenaje de reservas. Según las estadísticas monetarias, el dólar libre acumuló en las últimas semanas un atraso de más de dos pesos respecto del de convertibilidad teórica.

Ni desendeudamiento, ni superávit gemelos

Por cuarto año consecutivo las finanzas públicas estuvieron en 2012 otra vez más lejos de honrar el relato de la solvencia fiscal, y consecuentemente de reflejar una disminución de la deuda en valores absolutos.

Por el contrario, pese a que desde 2010, para no ir más atrás, el Banco Central a cargo de Mercedes Marcó del Pont aprobó el destino de poco más de u$s30.000 millones para pagar deuda pública, provocando una sangría no despreciable de reservas, la deuda pública consolidada se elevó hasta fines de 2012 en poco más de u$s50.000 millones.

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Plazo fijo vs dólar o el karting vs un fórmula 1

La historia económica argentina es muy rica en experiencias sobre el paso de un régimen de tipo de cambio fijo y consecuente caída en atraso cambiario por no acompañar el ritmo de la inflación, a sistemas cambiarios flotantes que se inician con paridades altas y competitivas, pero que luego derivan en retrasos y deterioro de la competitividad de los productores de bienes y servicios cuando se acelera el alza de precios por desequilibrios fiscales crecientes.

En el primer caso se asiste a un escenario en que los inversores, y también las familias, tienden a financiar sus actividades y consumos con ahorros en moneda extranjera, porque observan que sus excedentes en pesos rinden más en colocaciones a interés en el sistema financiero.

Por el contrario, en el segundo, cuando la paridad cambiaria flotante empieza a ser manipulada como ancla inflacionaria, habida cuenta de la alta dependencia de la producción manufacturera del componente importado y de la toma de precios del mercado internacional de los sectores exportadores, en particular de cereales y oleaginosas, se despierta la tendencia al ahorro en dólares, en detrimento de las imposiciones en pesos.

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¿Cuánto de la suba del dólar lo explica la inflación?

Se sabe que el mercado marginal de cambios es muy chiquito, en cuanto a monto de transacciones que se estiman mueve diariamente, pero al mismo tiempo es muy influyente sobre el humor de los agentes económicos y el nivel de las transacciones.

Pero, curiosamente los valores que se manejan y que han ganado las primeras plana de los portales y de los diarios, no sólo los especializados sino también de interés general, no parecen surgir del capricho de un par de inescrupulosos y desestabilizadores, sino que se nutren de datos de la realidad.

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