¿Cuánto de la suba del dólar lo explica la inflación?

Daniel Sticco

Se sabe que el mercado marginal de cambios es muy chiquito, en cuanto a monto de transacciones que se estiman mueve diariamente, pero al mismo tiempo es muy influyente sobre el humor de los agentes económicos y el nivel de las transacciones.

Pero, curiosamente los valores que se manejan y que han ganado las primeras plana de los portales y de los diarios, no sólo los especializados sino también de interés general, no parecen surgir del capricho de un par de inescrupulosos y desestabilizadores, sino que se nutren de datos de la realidad.

Por un lado, el más directo es la información que brinda diariamente el Banco Central sobre los pasivos monetarios, cuyo principal componente es el aumento de la emisión para financiar el exceso de gasto público, y las reservas en divisas que, por el contrario, caen en forma sostenida. Luego de ajustes técnicos, el mercado llegó al cierre de febrero a una relación de convertibilidad de 7,95 pesos por dólar.

Por el otro, toma como referencia la relación de 1 a 1 de fines de la convertibilidad en diciembre de 2001, y a partir de allí se aumenta en 40% que era el atraso cambiario acumulado hasta entonces y que llevó al ministro de Economía Jorge Remes Lenicov a fijar una paridad post convertibilidad de 1,40 pesos por dólar.

Si a este valor se lo incrementa por la tasa de inflación aceptada entre 2002 y fines de 2006 de 81% y desde entonces por la variación del promedio de precios al consumidor que calcula el consenso de las consultoras privadas y direcciones de estadística provincial hasta hoy del orden de 260%, surge un cambio teórico de 9,11 (S.O.S.).

De ahí que los precios que circularon por la City, partieron de 8,36 y terminaron la jornada en 8,75 se alinearon a esos dos parámetros.

Fundamentos técnicos

En tren de encontrar explicaciones vinculadas con la economía real, en particular con la que hace al flujo de divisas por parte del comercio exterior, puede argumentarse que del lado de la oferta virtualmente ya finalizó el período de venta de la cosecha fina, la cual fue muy pobre y con reducido excedente para volcar al resto del mundo, mientras que la gruesa comienza el movimiento fuerte a partir de fines de abril, principios de mayo.

En cuanto al otro lado, el de la demanda de divisas, ya superado el período de vacaciones y paradas técnicas de plantas, las empresas comienzan a intensificar la compra de insumos para sus procesos productivos, y proceden a comprar divisas comerciales.

Luego se agregan factores puntuales, como la incertidumbre que se propaga en la city frente a políticas que afectan al mercado de cambios, como las trabas y anticipos que se aplican a quienes quieren comprar moneda extranjera para hacer viajes, algunos por turismo, otros comerciales, y que ante la negativa de la AFIP a autorizar la operación se ven forzados a buscar canales alternativos.

Con ese cuadro, no sorprende que se sostenga la sangría de depósitos en dólares en los bancos, por temor a que sean sorprendidos con un impuesto como acaba de intentar sin éxito el gobierno de la Isla de Chipre.

Frente a este escenario, las autoridades económicas y monetarias se mantienen al margen del mercado, porque no quieren ser caratuladas de débiles que corren de atrás de los acontecimientos.

Sin embargo, el abultado déficit fiscal de 2012, el deterioro de las finanzas provinciales y la sostenida desaceleración del ritmo de aumento de los precios de las materias primas que exporta la Argentina, en un escenario en que las expectativas de inflación de la población se afirman por arriba de 30% al año y se interrumpió una mega inversión productiva, requieren tomar medidas que conduzcan, primero, a frenar el aumento de la incertidumbre, y luego, a generar un marco de cordura monetaria, fiscal y cambiaria que posibilite mejorar el horizonte para las empresas y las familias argentinas.