Si bien la consigna electoral era “continuidad o cambio”, cuando hablamos de las naciones, tenemos que referirnos exclusivamente a continuidad. Cambian las administraciones, las personas, las coyunturas, las tecnologías, las condiciones ambientales, los procedimientos y los protocolos.
Las naciones son una sucesión de acontecimientos que todos juntos son la historia de un pueblo, radicado en un territorio, que ha plasmado a lo largo del tiempo una personalidad compleja que tiene tradiciones y flexibilidades. Pero siempre debe tener, si pretende ser una nación madura, rasgos de previsibilidad y credibilidad que se van constituyendo en su signo de identidad.
Pareciera que a los argentinos nos sigue costando fijar esas características que sirven para entendernos entre nosotros y comunicarnos con los otros. Por eso inventamos la figura del péndulo, que puede girar de un extremo a otro en forma continua. Claro que ese péndulo, del cual hemos abusado tanto, no nos permite acumular energías en forma permanente y estable. Así, llegamos al año 2015 con índices sociales y económicos equivalentes a los de la década del setenta. ¡Han pasado 40 años y no hemos podido crecer! Es decir, hemos marchado para atrás usando el espejo retrovisor como si fuera el parabrisas delantero. Continuar leyendo