Por: Diego Guelar
Si bien la consigna electoral era “continuidad o cambio”, cuando hablamos de las naciones, tenemos que referirnos exclusivamente a continuidad. Cambian las administraciones, las personas, las coyunturas, las tecnologías, las condiciones ambientales, los procedimientos y los protocolos.
Las naciones son una sucesión de acontecimientos que todos juntos son la historia de un pueblo, radicado en un territorio, que ha plasmado a lo largo del tiempo una personalidad compleja que tiene tradiciones y flexibilidades. Pero siempre debe tener, si pretende ser una nación madura, rasgos de previsibilidad y credibilidad que se van constituyendo en su signo de identidad.
Pareciera que a los argentinos nos sigue costando fijar esas características que sirven para entendernos entre nosotros y comunicarnos con los otros. Por eso inventamos la figura del péndulo, que puede girar de un extremo a otro en forma continua. Claro que ese péndulo, del cual hemos abusado tanto, no nos permite acumular energías en forma permanente y estable. Así, llegamos al año 2015 con índices sociales y económicos equivalentes a los de la década del setenta. ¡Han pasado 40 años y no hemos podido crecer! Es decir, hemos marchado para atrás usando el espejo retrovisor como si fuera el parabrisas delantero.
En el camino tuvimos picos de crecimiento que, una vez que nos desbarrancábamos, nos volvían a poner en el punto de partida. Nos pasó en 1976, en 1983, en 1989, en el 2001 y ahora empezamos una nueva administración que tiene que revertir 4 años sin crecimiento, una inflación del 30%, falta de reservas en el Banco Central y una deuda superior a la que teníamos en el momento del último default.
Pero, en vez de autocriticarnos y dejar de repetir errores, como botón de muestra damos el bochornoso espectáculo de una transmisión de mando vergonzosa y tres bastones depositados en la Basílica de Luján, la Casa Rosada y la sede del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires.
Por si eso fuera poco, la Asociación del Fútbol Argentino (AFA), un símbolo mayor de las pasiones argentinas, no puede organizar una elección de sólo 75 electores. Estas son anécdotas menores, pero muestran nuestra persistencia en negar el valor de los símbolos, las tradiciones y el respeto propio y ajeno.
El futuro se construye desde lo que somos, lo que hacemos y lo que parecemos.