Promediaba el segundo mandato del Presidente George W. Bush, y su gobierno, caracterizado por tener más que estrechas relaciones con Israel, entraba en un áspero debate con el gobierno hebreo. El motivo: la exigencia de Washington de elecciones libres e inmediatas en los Territorios Palestinos y en especial en la Franja de Gaza. A los pocos meses, el resultado fue la victoria electoral de la organización Hamas, grupo sunita fundamentalista pero aun así con estrechas relaciones con el régimen chiíta de Irán y con la Siria de Al Assad. El mismo, firme aliado de los persas y de Hezbollah en el Líbano.
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EEUU e Irán: de aliados a enemigos, y ahora ¿socios reticentes?
Días atrás, y ya en un contexto de fuertes trascendido, el Grupo 5 + 1 (EEUU, Francia, Reino Unido, Rusia, China y Alemania) anunció un acuerdo transitorio con Irán para restarle vértigo al proceso de la potencia persa hacia el control de la tecnología y el material necesario para fabricar bombas nucleares. Una nueva ronda, en este caso se espera que definitiva, se debería llevar a cabo dentro de seis meses, momento en que ambas partes evaluarán hasta qué punto cada uno ha cumplido con lo comprometido. En el caso de Teherán, centrar su enriquecimiento de uranio a niveles por debajo del 5 % y ya no al 20 %. Si bien para el montaje de un explosivo nuclear se requiere grados superiores al 90 %, aquellos países que logran alcanzar el 20 % están en condiciones tecnológicas y logísticas de llegar al nivel de uso militar. Para simplificarlo, de 0 al 20, el proceso sería semejante a subir un ripio con una muy marcada inclinación y dificultad, para luego tornarse menos pronunciada y fatigosa. Tal como hiciésemos referencia en un par de artículos previos en esta columna, la llegada al poder del pragmático -pero también hábilmente escurridizo- nuevo presidente Hassan Rouhani era una fiel demostración de la voluntad del máximo líder religioso, político y militar de Irán, Ali Khamenei, de darle el visto bueno a una negociación frontal y extremadamente compleja con los EEUU. Asimismo, a mediados del 2014 deberían quedar en evidencia los pasos que las potencias occidentales han dado para atenuar en parte las sanciones económicas y comerciales que afectan más contundentemente la vida cotidiana de Irán.
Salvo una mayúscula sorpresa, que nunca se debe subestimar, todo indica que en 6 meses habrá un avance más allá de los trucos y trabas que puedas surgir. Un fracaso rotundo abriría la puerta de un ataque militar de los EEUU. El presidente Obama tendrá el capital político para mostrar a la opinión pública americana e internacional que su opción por la diplomacia fue firme y sincera, hecho que quedó convalidado por la reticencia a autorizar finalmente los ataques aéreos y misilísticos sobre el régimen de Siria, el más estrecho aliado de Irán en la región. Los cuestionamientos que recibirá de los escépticos de la sinceridad del régimen fundamentalista iraní no harán más que acumular el capital político que la Casa Blanca podrá emplear si se comprueba que Teherán sólo buscó ganar tiempo. No sería la primera vez. Hace poco menos de diez años el entonces principal negociador de temas nucleares de Irán, nada más y nada menos que el actual presidente, supo usar sus habilidades para distraer por un buen tiempo a los EEUU con idas y vueltas mientras el programa de uso civil y militar seguía avanzando a toda velocidad.
El diálogo EEUU-Irán y su impacto en Argentina
El 9 de agosto pasado en esta columna analizamos la victoria y ascenso del nuevo presidente iraní:
“Una nueva etapa política comienza en Irán con la asunción del presidente Hasan Rohani. Una novedad con sustanciales atenuantes, dado que el poder político-religioso-militar del país sigue en manos del líder espiritual Khamenei, que desde 1987 rige los destinos de este ex imperio milenario. Rohani es asimismo un hombre de extrema confianza del líder y desde la década del 80 ocupó cargos por demás sensibles en el área de seguridad nacional. También tuvo a su cargo a comienzo del presente siglo las negociaciones nucleares con los EEUU y es recordado por haber ‘ganado tiempo’ para que el programa avanzara, pese a las resistencias de la superpotencia y sus aliados. Su nuevo gabinete tendrá como ministro de Relaciones Exteriores a Mohammad Javad Zarif, un experimentado diplomático que negoció con EEUU un tema de rehenes en el Líbano y la relación Teherán-Washington en Afganistán. Es también ex embajador en las Naciones Unidas y tiene un doctorado en la Universidad de Denver.
“Trascienden sus canales de diálogo más que discretos con figuras como el vicepresidente norteamericano con Joe Biden y con el secretario de Defensa Chuck Hagel. Este nuevo ministro está ligado históricamente al ex presidente Rafsanjani, mandatario durante el período en donde se produjeron los ataques terroristas de 1992 y 1994 en Buenos Aires y con pedido de captura de Justicia argentina. Un peso pesado en la política y en la economía de Irán. También, Rouhani nominó a Mohammad Forouzandeh como jefe negociador del tema nuclear, e integró estos años -junto al actual presidente- el estratégico Consejo Supremo de Seguridad Nacional. También preside una poderosa fundación de caridad y ayuda social del Estado. Es un ex Guardián de la Revolución, la élite armada del régimen. Este equipo, de contar como se espera con el visto bueno de Khamenei, parece destinado a un póker decisivo y de alto nivel entre Teherán y Washington en materia nuclear. Los dos bandos saben que si no se llega a un acuerdo básico en los próximos 12 a 18 meses, la posibilidad de escalada militar se acentuará fuertemente, con un Israel que ha decidido por ahora darle tiempo a esa ventana de negociación y no adentrarse en un ataque unilateral. Viable en lo técnico, pero de altísimos costos en todos los frentes imaginables”.
Sin duda, las referencias al pragmatismo y habilidad, incluyendo la destinada a ganar tiempo y a desorientar al rival, que hicimos en ese momento sobre Hasan Rohani quedaron reflejadas en la histórica llamada telefónica que mantuvo con el presidente Obama así como la postura asumida por Teherán en las últimas semanas acerca de la necesidad de que Siria entregue su armamento químico, siempre y cuando hubiese garantías de no ser atacada por EEUU y sus aliados en Europa y en el Medio Oriente. No obstante, el póker antes citado dista de estar llegando a su fin y de manera armónica. Las partidas más agudas y tensas están por verse. Casi un equivalente al respetuoso choque de guantes que los boxeadores hacen antes de empezar extenuantes peleas.
El diálogo telefónico Teherán-Washington, el primero entre presidentes en 34 años, viene a impactar en un tema doméstico argentino pero cuyo alcance trasciende nuestras fronteras, tal como fue el ataque terrorista a la AMIA en 1994, tema por demás sensible para un futuro listado de razones que justifiquen un eventual ataque de EEUU y/o Israel a los herederos de los persas. El caso AMIA es el estandarte que marcaría formalmente a Irán como un Estado que fomenta el terrorismo. El memorándum negociador entre Argentina e Irán se enmarca en este sentido. Una combinación de intereses implícito y explícitos de ambos. En el caso de Buenos Aires, la idea de romper el status quo en que algunos ven a la causa del ataque de la calle Pasteur, buscar quizás fuentes alternativas de compra de energía, sintonizar más la política exterior a los estándares de la Venezuela chavista, la convicción y las ganas y la voluntad de asistir a una profunda y acelerada mutación de las relaciones de poder mundial. La cual supuestamente iría limando la hegemonía americana y dejaría al mundo más en manos de potencias como China, India, Brasil, Sudáfrica, Irán, etcétera. Cuando se mira que aún los EEUU representan el 25 % del PBI mundial, el 47 % del gasto militar del mundo, que es el principal proveedor de los desarrollos tecnológicos que rodean nuestra vida cotidiana, que encabeza por lejos los patentamientos científicos y que es el poseedor de la unidad de valor, el dólar, más deseada y ahorrada a escala mundial (incluyendo China, que atesora un trillón de dólares en bonos americanos), surgen algunas dudas sobre cuánto hay de diagnostico y cuánto de ganas de que ese fin de preeminencia suceda.
Por esas vueltas del destino y de la capacidad tecnológica que ha tenido y tiene nuestro país, la interacción de estas pampas con la cuestión iraní dista de limitarse al tema AMIA: desde haber sido proveedor de un importante cargamento de uranio a Israel durante su naciente programa atómico a comienzo de los años ’60, a ser proveedor de maquinaria y combustible nuclear para uso civil a Irán en los años 70 y 80 (hasta el 1988, cuando Buenos Aires habría percibido la orientación militar que asumía la dinámica del programa persa) al papel protagonizó de un diplomático argentino, como Rafael Grossi, en las negociaciones e inspecciones de la Organización Internacional de Energía Atómica (OIEA); sin olvidar aquellas que nos llevaron a estar cerca de enemigos acérrimos de Irán, como el Irak de los años 80, cuando nuestro desarrollo misilístico Cóndor II habría tenido el respaldo de Egipto para hacerle llegar estos vectores cuando estuviesen terminados al entonces a la “prooccidental” Bagdad de Sadam Hussein en su guerra de 8 años con los ayatollahs iraníes.
Buenos Aires debería estar atento a no confundir esta naciente etapa de semblanteo y negociación entre Washington y Teherán con una legitimación lisa y llana del acercamiento de enero pasado por medio del memorándum. Asimismo, también sería errado asumir que nada cambió y que la Argentina sigue tan agudamente descolocada como hace semanas atrás, momento en que ni Irán afirmaba haber ratificado el memorándum, cosa que aún no hizo el Parlamento y sobre el cual no hubo ninguna referencia del nuevo presidente y del más que poderoso líder espiritual Alí Khamenei, ni la comunidad judía en Argentina, Israel y los EEUU vertían opiniones positivas sobre la iniciativa. Posturas que distan de haber cambiado aún.
Para nuestro país, el tema no pasa por negociar o no con Irán en un juego de blanco o negro o antes deslegitimado y ahora supuestamente legitimado por la conversación de Obama con el nuevo mandatario iraní. Los EEUU, Reino Unido, Francia, China, Rusia y Alemania no están interesados en un Teherán poseedor de un arsenal nuclear. Para persuadir al régimen fundamentalista, se asume que se deben maximizar las presiones comerciales, económicas y diplomáticas así como evitar acuerdos que hagan borrón y cuenta nueva sobre el respaldo al terrorismo. Como se verá, el conjunto de potencias, más allá de las posturas más duras de EEUU y sus aliados occidentales, y las relativamente más flexibles de Moscú y Pekín, integran tanto el mundo que algunos asumen “que fue” (Washington, París, Londres y Berlín) como el mundo “que se viene”. Sea eso así o no, cada uno sacará conclusiones con la cabeza y el corazón. Sería importante que nuestra política exterior asuma que está inmersa en una mesa de póker como aquellas que muestran en programas de TV a profesionales en imponentes escenografías… Y que nuestro fuerte es el truco con su carga de exageración, grandilocuencia gestual y retórica y bajada de línea a los otros contendientes. Nada mas lejos que el póker.
La geopolítica de EEUU: del Nilo y el Éufrates al Ganges
A diferencia de las décadas pasadas en las que se desarrollaron otras escaladas bélicas en el Medio Oriente, en especial entre Israel y diversas coaliciones árabes, actualmente la región esta siendo cruzada por los vientos del choque entre laicos y fundamentalistas (en especial ligados a la Hermandad Musulmana en Egipto, Túnez y crecientemente en Turquía) y las escaladas de violencia de sunnitas vs. shiítas o sus “primo hermanos” alawitas. Siria es un fiel reflejo de ello, pero también ello es claramente visible en Irak, Pakistán y Bahrein. Todo ello condimentado, por una red transnacional de terrorismo como es Al Qaeda, cuyos dos primeros mandos son respectivamente un egipcio, Zawahiri, y su ascendente nuevo numero 2, el yemenita Nasir al Wuhaysi.
La presencia del grupo filo iraní Hezbollah en las operaciones militares de los alawitas de Assad en Siria contra los laicos y fundamentalistas sunnitas (la amplia mayoría en el país) muestra la complejidad y permeabilidad del escenario. En tanto, Irán avanza en la puesta en operaciones de centenares de nuevas y sofisticadas centrifugadoras para enriquecer uranio al 20% o más y en el montaje de un centro de lanzamiento cohetes espaciales y eventualmente misiles intercontinentales en Shahrud a 100 kms al NE de Teherán. Ya en enero pasado un cohete llevó un mono al espacio y lo regresó vivo a la tierra. Tecnología, esencialmente de uso dual, o sea civil y militar. Cualquier decisión de los EEUU y o Israel de operar militarmente dentro de los próximos 12 a 18 meses sobre el programa nuclear de Teherán deberá tener en cuenta una multiplicidad de impactos cruzados pocas veces vistos.
Nuevo gobierno, pero mismo régimen en Irán
Una nueva etapa política comienza en Irán con la asunción del presidente Hasan Rohani. Una novedad con sustanciales atenuantes, dado que el poder político-religioso-militar del país sigue en manos del líder espiritual Khamenei, que desde 1987 rige los destinos de este ex imperio milenario. Rohani es asimismo un hombre de extrema confianza del líder y desde la década del 80 ocupó cargos por demás sensibles en el área de seguridad nacional. También tuvo a su cargo a comienzo del presente siglo las negociaciones nucleares con los EEUU y es recordado por haber “ganado tiempo” para que el programa avanzara, pese a las resistencias de la superpotencia y sus aliados. Su nuevo gabinete tendrá como ministro de Relaciones Exteriores a Mohammad Javad Zarif, un experimentado diplomático que negoció con EEUU un tema de rehenes en el Líbano y la relación Teherán-Washington en Afganistán. Es también ex embajador en las Naciones Unidas y tiene un doctorado en la Universidad de Denver.
Trascienden sus canales de diálogo más que discretos con figuras como el vicepresidente norteamericano con Joe Biden y con el secretario de Defensa Chuck Hagel. Este nuevo ministro está ligado históricamente al ex presidente Rafsanjani, mandatario durante el período en donde se produjeron los ataques terroristas de 1992 y 1994 en Buenos Aires y con pedido de captura de Justicia argentina. Un peso pesado en la política y en la economía de Irán. También, Rouhani nominó a Mohammad Forouzandeh como jefe negociador del tema nuclear, e integró estos años -junto al actual presidente- el estratégico Consejo Supremo de Seguridad Nacional. También preside una poderosa fundación de caridad y ayuda social del Estado. Es un ex Guardián de la Revolución, la élite armada del régimen. Este equipo, de contar como se espera con el visto bueno de Khamenei, parece destinado a un póker decisivo y de alto nivel entre Teherán y Washington en materia nuclear. Los dos bandos saben que si no se llega a un acuerdo básico en los próximos 12 a 18 meses, la posibilidad de escalada militar se acentuará fuertemente, con un Israel que ha decidido por ahora darle tiempo a esa ventana de negociación y no adentrarse en un ataque unilateral. Viable en lo técnico, pero de altísimos costos en todos los frentes imaginables.
Bullying y política exterior
En los últimos años especialistas, gobiernos y medios de comunicación han colocado como tema de atención y preocupación el fenómeno del bullying u hostigamiento y agresión sobre algunos niños y jóvenes en las escuelas y otros ámbitos, enfatizando los desequilibrios existentes y generados tanto en el agresor como en el agredido.
Inseguridades, insatisfacciones, traumas, la búsqueda de ser aceptado y respetado, desestructuraciones de valores, etcétera, son citados entre otros tantos signos de bullying. Trasladándolo al plano de la política internacional y especialmente el ámbito latinoamericano, o sudamericano como la moda imperante suele preferir, se podrían detectar gobiernos que llevan a cabo políticas exteriores sobreactuadas y que en algunos casos podrían asemejarse al bullying. Si bien a diferencia de las relaciones interpersonales en estos casos se trata de estados con escaso poder a nivel global, mientras que los receptores de esas conductas suelen ser potencias económicas, políticas y militares de primer orden, aunque no siempre, como pueden dar fe paraguayos o uruguayos.