Cunas, leche podrida, guardapolvos

Jorge Luis Isidoro Borges, un compatriota notable al que sus ideas le cerraron injustamente el camino de Estocolmo, fue un acérrimo enemigo del Estado, entendido este como emprendedor de actividades económicas. Es suficiente leer alguno de sus cuentos relacionados con cuchilleros famosos por su valor y su hidalguía para llegar a esa conclusión. Decía el inigualable vate en uno de ellos: “La hoja del peleador orillero, sin ser tan larga —era lujo de valientes usarla corta— era de mejor temple que el machete adquirido por el Estado, vale decir con predilección por el costo más alto y el material más ruin” (Borges se refiere en este caso a la pelea entre el malevo y el policía).

El pensamiento del escritor argentino nos lleva a la malograda licitación que realizara el pasado Gobierno de la señora Cristina Fernández de Kirchner respecto del operativo Cunitas, el cual debe inscribirse en una de los fracasos más atrayentes de su efímero reinado.

No sólo, según trascendiera, son “ruines” (para emplear un término borgeano) los materiales empleados, sino que la confección misma adolece de tantas fallas que un Gobierno serio tendría que haberlas rechazado, a estar a lo dicho en diversos medios. Inscríbese este fracaso en los tristemente famosos casos de los guardapolvos quemados o la leche en mal estado que convirtiera, lamentablemente, en célebres los nombres de Bauzá y Spadone. Continuar leyendo

Un agravio y una explicación

Durante mucho tiempo he supuesto que las históricas divisiones que padeció el socialismo en nuestro país se debieron a cuestiones religiosas. Fundaba esa teoría en un aspecto sugestivo. El socialismo preconizaba (lo hace en la actualidad) el agnosticismo. Sin embargo —para una sociedad que a principios del siglo XX creía que el matrimonio era el destino natural de las hijas mujeres, que consideraba al matrimonio civil sólo un trámite burocrático inevitable para consumar el verdadero, es decir aquel en que la novia (de blanco y apadrinada), acompañada por su flamante esposo, recibía la bendición de la Iglesia— la doctrina patrocinada por el socialismo era una irreverencia.

Muchos dirigentes de valía perdió el socialismo por esa intransigencia de doctrina; entre otros Antonio de Tomaso (ministro de Agricultura de Agustín P. Justo), Federico Pinedo (ministro de Hacienda durante la misma administración). Alfredo L. Palacios estuvo “castigado” con el exilio de esa fuerza durante varios años por su disposición a participar en lances caballerescos (el socialismo consideraba al matrimonio y los duelos como expresiones típicas de la burguesía, que reputaba enemiga).

Sin embargo, a esta altura de mi vida, debo confesar que he vivido en el error: el socialismo se dividió por razones políticas y una curiosa forma de ver la historia de nuestro país. Por ejemplo, tomemos los dos exponentes máximos del socialismo: Juan B. Justo y Nicolás Repetto; ambos médicos, recibidos en nuestras universidades (sin sentir, ninguno de ellos, persecuciones y actos discriminatorios por sus ideas mientras concurrían a las aulas de su facultad). Los dos participaron en la política activa de la nación con una visión diferente de la república y de sus hombres. Continuar leyendo

Una oportuna demanda judicial

Ha originado numerosos comentarios la medida cautelar que promovió el presidente electo, Mauricio Macri. La mayoría ha sido crítica de la acción deducida, con argumentos fundados en el hecho de que ese reclamo impedía lo que se consideraría una “fiesta de la democracia”.

Me permito disentir con esa posición.

La medida cautelar ha sido una actitud positiva, si se tiene en cuenta quiénes son los protagonistas y los resultados posibles si ella no fuera deducida. El ingeniero Macri ha demostrado una gran sagacidad al promover esa acción: ello le permitió tener en sus manos la policía, las fuerzas de seguridad y las armadas, elementos imprescindibles para asegurar que la transición se lleve a cabo sin inconvenientes y sobre todo, sin interferencias. Continuar leyendo

Una derrota que no permite torcer la historia

Carlos Tejedor (1817-1903) fue gobernador de la provincia de Buenos Aires entre 1878 y 1880, ocasión en que la revolución de este último año dispuso el fin de su mandato. Tejedor era un político de raza; aun exilado, participó en Chile de la elección que llevó al célebre Manuel Francisco Montt a la primera magistratura del país trasandino. A su regreso en nuestro país, intervino en la redacción del Código Penal. Como notable positivista, fue profesor y decano de la Facultad de Derecho de Buenos Aires.

Auguste Comte (1798-1857) fue profesor en la Universidad de La Sorbona y perdió su cargo cuando emitió su famosa teoría que consideraba la comprobación y la sociología como las bases científicas del pensamiento humano. Por supuesto, ese despido consistió en su tránsito hacia la notoriedad: no hubo un político con gravitación en el mundo que no estuviera adscrito a la filosofía positivista (por oposición al idealismo) que él había inaugurado. Ello fue muy visible en países que, como el nuestro, se encontraban muy cercanos a la escuela europea. Continuar leyendo

Europa y la irrupción migratoria

Es cierto que en el año 370 de nuestra era los bárbaros penetraron el Imperio romano a través del Danubio, empujados por las hordas de Atila. Mucho antes de esa fecha, el Imperio —que levantó poderosas empalizadas para protegerse de la hostilidad de sus vecinos— estuvo invadido en diversos puntos. De hecho, siempre se sintió acosado por los que envidiaban su prosperidad y su orden, la justicia y la legalidad de sus contratos, todo lo cual se fundaba en normas existentes con anterioridad a los actos que se consumaban.

Incluso se llegó a acuñar una expresión al término del Imperio que, como todas las que son falsas, contiene una parte de verdad. Se decía que el bárbaro ingresaba al territorio imperial y el romano encargado de su defensa le ofrecía la tierra, la civilización y hasta su propia hija con tal de salvar su vida; el bárbaro quemaba sus tierras, poseía por la fuerza a la hija y a la mujer del romano y finalmente acababa con su existencia. Ese dato es absolutamente inexacto. La realidad es que el bárbaro ingresaba (incluso a veces llamado por el mismo ciudadano) y como el romano tenía conciencia de la necesidad de mezclar su sangre, le ofrecía su hija en matrimonio (el que era regido por las leyes de Roma). El bárbaro, acostumbrado a esas mujeres “coloradas” que se protegían del frío con grasa de foca, quedaba deslumbrado por esas jovencitas que se bañaban, perfumaban y peinaban; también por el régimen imperante en Roma, cuyos jueces aplicaban un derecho que era muy distinto al uso de la fuerza del brazo para defenderlo. Si el bárbaro no entendía el valor del mensaje o se “hacía el loco”, el romano mandaba avisar al comandante de la legión más próxima que marchaba de inmediato para “darle una pateadura” (como diría Arturo Pérez-Reverte), matar a los más osados, someter a los soldados y esclavizar a los demás, que eran desperdigados por los mercados del Imperio. Continuar leyendo

Homenaje a Sarmiento, un hombre de otra Argentina

Domingo Sarmiento fue, como señala su himno, un hombre polifacético, en el que convivían, al mismo tiempo, distintas personalidades que lo hicieron sin duda un personaje admirado y odiado al mismo tiempo. Admito situarme en el primer sector.

No obstante la coexistencia de esas facetas, es casi imposible hablar de alguna de ellas sin omitir una referencia a otra. ¿Maestro? No resulta factible sin vincularla a la del político y la de este sin relacionarla con la del militar, etcétera. ¿Jurista? No es posible sin acercarla a la figura del exilado, a la del autodidacta, al del individuo despojado de todo apetito crematístico, que sin embargo suponía (con acierto) que la nación tenía con él una deuda impaga.

Quizá de pocos compatriotas públicos existan tantas anécdotas como de Sarmiento. Ello no solo se debe a la exuberancia de su carácter. Sirve, además, para informarnos de otra Argentina, un país en el que la moral no se escondía y la decencia económica era una materia que no servía para hacer campaña electoral, la virtud era un valor entendido, había que acreditar distintos méritos (inteligencia, coraje, imaginación, talento, capacidad para proponer soluciones a problemas concretos), la pretensión de ser refractario a un supuesto soborno no estaba considerada y si alguien la hubiese planteado, solo habría despertado mofas. Continuar leyendo

La maldición Tejedor

Hace tiempo que -con una frecuencia llamativa- insisten sus allegados en que la candidatura de Daniel Scioli podría verse afectada por la maldición que pesa sobre los gobernadores de Buenos Aires. Tal vez los que efectúan esa manifestación recurran al eufemismo de omitir el nombre del autor de esa maldición o se encuentren abriendo el paraguas antes de la lluvia. Quizás ni siquiera sepan que se trataba del Dr. Carlos Tejedor.

Tejedor fue gobernador de la provincia de Buenos Aires hasta junio de 1880, oportunidad en que su mandato debió resignarlo a manos de su vice, el doctor José M. Moreno como consecuencia de la derrota operada en la cruentísima revolución que lo tuvo por protagonista decisivo.

La provincia de Buenos Aires, soberbia y veleidosa, había amenazado varias veces con transformarse en república. No lo hizo, en parte por el patriotismo de sus hijos, en parte porque las guerras civiles en pocas ocasiones -como en esta- tienen el mérito de unir a sus hijos. Sin embargo, las relaciones entre nación y “la” provincia no eran cordiales. La nación se sentía inquilina de aquella, que tenía el puerto, la aduana, el banco, la universidad, el teatro, la cultura y el dinero. Para colmo, Buenos Aires era la capital… ¡de la provincia!, por lo cual las autoridades nacionales de inquilinas se convertían en intrusas, dado que la ley de compromiso (por la cual, después de la batalla de Pavón, la provincia se obligaba a que Buenos Aires albergara a los gobernantes nacionales) había cumplido su vigencia varios años atrás. Continuar leyendo

La derecha y la izquierda de elecciones

Solía decir un sacerdote amigo que quien piensa de manera cristiana y actúa como si no lo fuera termina pensando como actúa; por supuesto, el buen cura se refería a las conductas privadas, procurando alejar a sus fieles de la tendencia natural a observar mecanismos licenciosos.

Esta reflexión podría aplicarse (con una adecuada traslación) a la política argentina, y en especial a Mauricio Macri, quien, a fuerza de teñir su conducta de consignas populistas con tal de atraer votos indecisos, puede terminar como temía el viejo párroco: enamorado de esas tesis cuyo repudio hizo que más de la mitad del electorado capitalino lo acompañara. Por otra parte, esta decisión, además de peligrosa, es inservible (con perdón de sus estrategas), ya que nadie votaría al señor Macri por más que la demagogia le impusiera bailar o hacerle morisquetas a la Presidente. Nadie le creería y por supuesto no torcería su voto (tal vez alguno perdería).

Es posible que su estrategia consista en atraer al votante indeciso, precavido por temor al salto al vacío, pero los indicadores económicos son alarmantes y es probable que el Gobierno deba obrar en consecuencia. Por otra parte, la calma chicha que acompañó hasta la presente elección se encuentra interrumpida y quizás la Presidente deba adoptar algunas medidas odiosas, en cuyos sueños más temibles no imaginó nunca.

Si el señor Macri ha juzgado las políticas llevadas a cabo por los gobernantes, ¿qué dirá ahora? ¿Está a favor o en contra? Da la impresión -sin pisar los pies de sus estrategas- que esa tarea debería dejársela a Daniel Scioli, el que se ocuparía de explicar lo inexplicable y perder votos espantados, los que irían a parar, en un ballottage, al candidato que represente a la oposición. Continuar leyendo

El futuro del país en ballottage

El domingo por la noche me fui a dormir con una idea formada del desarrollo de las próximas elecciones. Por la mañana me asaltaron algunas dudas y el transcurso de los días fue acentuando esa sensación.

Mi primera impresión fue de resignación. Me parecía que Mauricio Macri, como el general Urquiza después de la batalla de Pavón, deseaba íntimamente no imponerse en la elección general y replegarse sobre su distrito. Como el célebre entrerriano, que ansiaba la unidad nacional y se le permitiera gobernar en paz su feudo, la decisión de Macri sería (a juicio exclusivo del suscrito) la de triunfar en CABA y “abandonar” la carrera presidencial.

Varias razones impiden teñir de arbitraria esta idea. Macri desafió una tradición unánimemente aceptada por todos los participantes: la integración de la fórmula con una persona de Buenos Aires y otra del interior. La decisión de incorporar a la Gabriela Michetti tiene una doble implicancia: desdeñar las provincias -y en consecuencia la competencia por la presidencia- y reforzar Capital Federal, asegurando que su liderazgo resulte indiscutido. Continuar leyendo

De Alsina a Zannini

La elección del señor Carlos Zannini por parte de la Presidente de la Nación puede dar lugar a algunas opiniones opuestas: algunos sostendrán que la intención presidencial fue “ningunear” al candidato; otros entenderán que su intención se endereza a controlarlo; unos creen que arrastrará los votos del riñón duro de la “K”, otros (la mayoría, piensa con modestia este autor) suponen que correrá a los votantes moderados, que esperaban un cambio sin saltos al vacío.

La historia nos enseña que el impar Sarmiento tuvo como vice a Adolfo Alsina. El gran sanjuanino estaba disgustado con que le hubiera tocado nada menos que ¡un caudillo! Y por si fuera poco, un individuo de una personalidad  fascinante, conmovedora, cuyo arrastre merece un comentario que excede los alcances de esta columna. El notable Sarmiento dijo entonces: “¡No voy a permitir que ese compadrito gobierne. Ése solo va a tocar la campanilla del Senado!” Sin embargo, tendría que haber sabido que ese “compadrito”, además de caudillo popular y de arrastre, barbudo, corpulento, valiente y mujeriego había sido un intelectual de nota cuya tesis al doctorarse en Derecho, dejó atónito a su mentor, el doctor Peña.

Es verdad que son desiguales el señor Zannini de Alsina y tal vez la distancia supere a la que provoca el viaje “De la Tierra a la Luna” (como dijera Julio Verne), pero las funciones son las mismas no obstante los diferentes edificios y que el trayecto entre un Gran Maestro y un motonauta se expande más allá de las letras mayúsculas. Sin embargo (nunca fue desmentido), el señor Zannini tiene una gran influencia sobre la Justicia, su  proximidad a Jaime y De Vido son visibles, la cercanía con La Cámpora es palpable y por si esas virtudes no fueran suficientes, la señora de Kirschner dio su bendición a su unión electoral con el émulo de Dardo Rocha.

El señor Macri ha contrariado la historia al designar como compañera a la señora Michetti, una capitalina nata a pesar de haber nacido (y criado, como solía decir un viejo amigo) en la ciudad bonaerense de Laprida, privilegiando la Ciudad de Buenos Aires. Es cierto que esta decisión del PRO implica una respetable desesperación para quienes ansiaban con ver unida la oposición, y en ese sentido hubieran deseado que el compañero de fórmula fuera el radical Sanz, pero Macri y el ecuatoriano Durán Barba se supone que saben lo que hacen, frustrando las expectativas de Lousteau, el más perjudicado con esa fórmula.

Michetti, Zannini, Sáenz, versus Alsina, Pellegrini, Figueroa Alcorta sirven para explicar la distancia que existe entre la Argentina del Centenario y la actual.