Milagro: dineros y rosario

Partimos de la más absoluta presunción de inocencia hasta que las autoridades responsables, con su debido proceso, indiquen legalmente lo contrario. No sería la primera vez que aparece un muerto en un placar y el muerto termina siendo finalmente de otro. Sin embargo, deja estupefacto ver cómo de un banco nacional y a plena luz del día se llevan 14 millones de pesos en oscuros bolsos y a una sola semana del cambio de Gobierno nacional. El rumbo que tomó ese dinero es desconocido hasta hoy. Eso en un país en el que para comprar 501 dólares hay que pasar por la Administración Federal de Ingresos Públicos (AFIP), en un país en el que cualquier cuenta miserable puede estar sospechada hasta por la sucursal de cualquier banco. De esta insólita situación, esperamos con fervor las explicaciones pertinentes del gerente del banco, de la cooperativa, del Gobierno provincial y, por supuesto, de la Justicia.

Lo visto es sólo un ejemplo de mil conductas que, cuando menos, invitan a la suspicacia. En ese clima enrarecido por la detención de Milagro Sala y un sinfín de acusaciones cruzadas, un rosario le fue entregado a la dirigente social en nombre del papa Francisco. Ante la controversia generalizada y extendida en todas las redes sociales, monseñor Víctor Fernández publicó una nota replicada por todos los medios en la que interpreta las razones de este acto. Cualquier conocedor moderado de la temática religiosa sabe que monseñor Fernández, rector de la Universidad Católica Argentina (UCA), es una personalidad clave de la Iglesia, a quien Francisco recurre asiduamente para poner en palabra su pensamiento. Este reconocido teólogo e intelectual de fuste no duda en escribir: “Al Papa nadie le marca la cancha”, y añade muchos conceptos, entre los que explica a cuántos condenados en el mundo Su Santidad le entregó un rosario como gesto para la oración y como instrumento de conversión. Continuar leyendo

Aylan Kurdi: mis inútiles mil palabras

Si es verdad que una imagen vale más que mil palabras, qué decir, qué escribir sobre la pérdida irreparable de Aylan, ese pequeño niño sirio que ofrendó su vida en las playas de Turquía para sacudir al mundo con el horror de los refugiados.

Ese mortal testimonio visual que no necesita de ninguna palabra pudo más que las miles de portadas de los miles de periódicos, pudo más que el millón de notas periodísticas posteriores, pudo más que las palabras emotivas del poeta y la representación que artistas del mundo entero realizaron para homenajear al niño-ícono que no estará ausente de ningún resumen de la década en que vivimos y al que muchos le auguran el triste privilegio de convertirse en el personaje del año.

Fue increíble también observar la reacción de las comunidades de todo el planeta -la gente de a pie, incluso, adolescentes y niños- ante ese manifiesto brutal que transitó como nunca por las redes sociales. Y quizás sean las palabras del periodista Pedro Simón, en su extraordinaria columna “El niño en la playa” (El Mundo, España), las que mejor hayan transmitido esa angustia colectiva: “¿Cuántos niños sin nombre se ha tragado el océano? ¿Llevaban camiseta azul o una verde cuando se ahogaron? ¿Hicieron alguna vez un castillo de arena?”. Continuar leyendo

Crisis no, guerra

La Yihad global, con su alto contenido de terror y las previsibles consecuencias de su profunda xenofobia y autoritarismo, en nada se parece a una crisis, palabra cuya definición alude a un cambio súbito y violento pero acotado a un lapso de tiempo breve y determinado. Cuando hablamos de yihadismo, lo cierto es que se trata de un ataque global y poco importa si se llama Al Qaeda, Estado Islámico (EI) o Boko Haram, organizaciones que acarrean la muerte no solamente a Siria, Irak, Libia, Nigeria, Pakistán o Afganistán, sino a todo el mundo. Charlie Hebdo, el semanario víctima de un atentado en París que se cobró 17 víctimas y provocó la mayor marcha pública desde la Segunda Guerra Mundial, es prueba de ello, porque no hizo otra cosa que traer a cada una de nuestras casas la irrefutable prueba de que el terrorismo internacional no es una simple crisis, sino una verdadera guerra, y que, tal como manifestó el Ministro de Defensa francés Jean Ives Le Arian, “una guerra que será larga” y para la cual debemos prepararnos. Continuar leyendo

Nosotros y el Estado Islámico

Las primeras noticias sobre el Estado Islámico (EI) llegaron a masificarse hace pocos meses, pero hoy forman parte de nuestra cotidianeidad y también de la primera plana de los medios de comunicación de todo el mundo. Es un tema de máximo desvelo para los servicios de inteligencia de los países centrales y su importancia es tal que está en toda agenda internacional seria. Al EI también se refirió hace unos días nuestra Presidenta, en plena lucha contra los fondos buitres, durante su discurso ante la Asamblea General de Naciones Unidas, dejando perplejos a más de uno o a todos los presentes.

El Estado Islámico (EI) logra mantenerse en el tope de la atención internacional por sus ininterrumpidas intervenciones de un salvajismo sin par, cuya intención es sembrar el terror entre los propios y los extraños, con un mínimo costo y una gran repercusión. Es probable, por lo tanto, que cuando esta nota sea publicada, ya hayan ocurrido nuevos actos de violencia demencial. Continuar leyendo

Terrorismo extremo

Confirmando por qué fueron tapa hace unas semanas de la revista Newsweek, con el bien ganado título de “La cara más cruel del terror”, este lunes pasado murieron más de cien civiles y un número no determinado de soldados en los graves emfrentamientos con los insurgentes takfiríes en el noreste del estado de Borno, en Nigeria. Los terroristas llevan una semana con el control total de la ciudad de Gwoza y el ejército no ha logrado desalojarlos ni siquiera con apoyo aéreo.

Cientos de ataques y miles de muertes, desprovistas de un mínimo sentido lógico, coloca a estos asesinos en los límites superiores de la locura y del fanatismo, y ubica a Nigeria como un Estado en riesgo constante, con infinitos claroscuros, en una sociedad que se debate entre el miedo y la esperanza de un futuro promisorio.

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El Sedronar y los curas de Francisco

Me permito compartir las irónicas palabras del sacerdote Juan Carlos Molina, titular de la Secretaría de Programación para la Prevención de la Drogadicción y la Lucha contra el Narcotráfico (SEDRONAR), al decir que desde el comienzo de la serie de televisión sobre Pablo Escobar (“El patrón del mal”) han surgido “muchos magisters y eruditos en el tema del narcotráfico y hablan desde allí”. Lo cierto es que con la ayuda de la aparición en pleno día de un par de sicarios extremadamente violentos, comenzaron a aparecer estos “eruditos” nombrados por Molina. La verdad es que éramos pocos los que veníamos reclamando lo obvio de esta situación durante muchísimos años: me refiero a la atención sobre este tema gravísimo que vino a instalarse en la Argentina. Y podemos ubicarnos del lado de los denunciantes, porque desde nuestra editorial TAEDA hace casi una década que venimos bregando por dar el alerta frente a la situación que hoy vivimos.

Tal como dice Molina desde la SEDRONAR, opinólogos de toda laya y con dudosos antecedentes, hablan y escriben como expertos académicos y participan hasta de los programas de chimentos, tratando el delicado tema del narcotráfico. Esta situación se reitera, salvo en las muy honrosas excepciones de periodistas serios y responsables a quienes conocemos por su batallar en el tema. Resulta que hoy “mide” el problema narco y ahí vamos como podemos, a toda hora y casi siempre “atado con alambre”.

Es insólito ver con qué certeza y seguridad sentencian estos personajes las cosas que ocurren e incluso aquellas que irán a ocurrir, aun omitiendo una de las mayores características del delito, como es mutar en forma constante, adaptarse a cualquier nueva situación y aprovechar el más absoluto desapego a cualquier código o a la ley misma. Los que de verdad dominan el tema saben de la facilidad del narcotráfico para reacomodarse y para sorprender desde otro lugar y con otro formato. Hay tantos miles de ejemplos que hasta es innecesario desarrollarlos.

En este deambular profesional de tantos años, hemos visto este drama desde adentro: tanto en las favelas de Brasil como en muchos países de Centroamérica y en México, también hemos conocido su trasfondo en la propia selva colombiana. En todos estos lugares hay diferencias por la particularidad de cada situación, pero también en todos se mantienen patrones comunes que lamentablemente observamos ya en vastos sectores de nuestra propia sociedad. Hoy se habla de “falopa”, de laboratorios y cocinas, de decomisos, “paco” o narcomenudeo casi con obsesión, cuando hace tan solo pocos meses, no solo el tema estaba fuera del alcance de la opinión pública, sino que los propios funcionarios eran más que renuentes a admitir que esta situación era realmente crítica.

Hoy, que las encuestas encumbran el tema por encima de la propia inseguridad, aun por encima de la inflación y la pobreza, sería bueno escuchar a los que saben. Tal como dijo el titular del SEDRONAR, la importancia del asunto debiera dejar a los opinólogos de pacotilla “fuera de la cancha”.

Nosotros opinamos, sin falsa modestia, porque cargamos con años que incluyen seminarios, libros editados y mucho caminar por los lugares más críticos de la Argentina y de todo el continente. Eso debiera darnos algún crédito, pero podemos asegurar que ese crédito es casi nada comparado con la acción constante de los llamados hoy “sacerdotes de Francisco”. Ellos están ahí, instalados desde hace muchos años en los lugares más calientes y peligrosos por el accionar del narcotráfico, donde la convivencia con la droga y la violencia no es un ir ni un venir, sino un “estar”, una decisión de vida. No una ayuda solidaria, sino una convivencia definitiva.

Resulta lamentable que ni el Padre José María “Pepe” Di Paola ni sus compañeros de las Pastoral de las villas miseria, estén dando hoy su experiencia sobre las acciones y consecuencias del narcotráfico y que tampoco sean desde las villas 31, o la 1-11-14 o la 21-24, los lugares donde se busquen los testimonios desgarradores y cotidianos del efecto devastador que este drama tiene sobre las víctimas y sobre su entorno familiar.

La transformación del Cardenal Bergoglio en el Papa Francisco dio visibilidad a la acción solitaria y silenciosa de un grupo de hombres de la Iglesia que optaron por los pobres y que, en su accionar podrían semejarse al mítico y controvertido Padre Mujica, aquel sacerdote cercano a Montoneros, que fuera asesinado el 11 de mayo de 1974 supuestamente en manos de la Triple A. Estos curas del siglo XXI misionan en condiciones parecidas a las de aquel, aunque ajenos a la política y a la problemática de la violencia de aquellas décadas tan dolorosas. Si algo tienen en común, es que intentan reemplazar al Estado allí donde el Estado no llega, donde la desesperación de los padres no tiene contención ni policial, ni sanitaria, ni social. Es allí, estando prácticamente solos y sin el acompañamiento de las instituciones naturales, donde los “curas villeros” acompañan a las madres del “paco”, allí donde arropan a los consumidores y es allí donde enfrentan sin armas al narcotráfico.

Casi todos ellos nacieron en barrios acomodados, casi todos han decidido que este sea un camino a recorrer para toda la vida. Sus historias tomaron estado público al ser amenazado de muerte el Padre Pepe Di Paola en el 2009 en la villa 21-24 de Barracas, que fue su casa durante trece años, cuando presentó junto a su equipo el duro documento contra el narcotráfico en las villas. Los nombres de ese equipo no resultan conocidos a nadie fuera de estos lugares críticos, a nadie les dirá nada estos apellidos, ni Suri, ni Torre, ni Serrese, ni Mirabelli, solo por nombrar algunos; sin embargo, son ellos los que recorren los laberintos de la villa en la búsqueda de estos desesperados, sin esperar que lleguen a su puerta, esa puerta de entrada a lo ellos denominan los “hogares de Cristo”.

A todos ellos se los vincula con el actual Papa no en forma casual, sino que recibieron del entonces Cardenal Bergoglio el apoyo irrestricto cuando araban casi en el desierto; de él recibieron el impulso al duplicar el número de sacerdotes en la tarea y de él también recibieron con su presencia silenciosa el compromiso con el perfil básicamente evangélico con que encararon la dura tarea dentro de las villas. Dicen que ese perfil se inspira también en el pensamiento de referentes de la Iglesia Católica, como los respetados sacerdotes Lucio Gera (1924-2012) y Rafael Tello (1917-202), ambos padres de pastores y teólogos de la región y que junto al entonces cardenal Bergoglio le dieron forma a esta manera de misionar.

Di Paola, luego de un breve exilio y vuelto a misionar a Buenos Aires, ahora desde la villa La Cárcova, de las más carenciadas del conourbano bonaerense, manifiesta que “no solo esos son los lugares donde aspira a misionar sino que además, si Dios le da larga vida, es donde aspira a retirarse y compartir con esa gente hasta el final de sus días”. Quizás este pensamiento idealista y alejado del vulgar y criticado asistencialismo sea el camino a transitar por funcionarios del Estado, por las ONG vinculadas y por todos aquellos que verdaderamente quieran terminar con la droga.

Toda la razón para las palabras del Padre Molina, titular del SEDRONAR, en relación con que hablen los que saben. Voces como las de los “curas de Francisco” son unas de las que deben ser escuchadas para terminar con los tormentos que vivimos y con los tormentos por venir.