El estudio de un nuevo código penal no puede ser desvinculado del contexto democrático actual, que requiere ubicar la deliberación sobre el código en un ámbito de debate desinhibido y robusto. En pocas palabras, será poco democrático un código cuyo texto no sea realmente debatido, tanto en el Congreso como fuera—con una participación ciudadana capaz de influenciarlo substancialmente. Ahora bien, ¿qué tipo de discusión?
En primer lugar, una discusión que se base en razones. Y estas razones deben ser, justamente, razonables. La idea no es discutir prejuicios, proposiciones sin sentido o teorías que no tengan base en la realidad. En segundo lugar, la discusión no debe ser utópica, sino pragmática (o prudente, si se prefiere). Un código penal para Argentina no puede ser igual que un código para Suiza. Los problemas son distintos, las historias diferentes, las tradiciones jurídicas diversas. Es decir, un código debe tener raíces. Se pueden adoptar soluciones comparadas, siempre y cuando sirvan; lo que no se puede es dejar de lado lo concreto y actual que acontece en la Argentina de 2014: ¿cuál es la situación carcelaria?; ¿cuáles son los tipos de delitos que se cometen más frecuentemente?; ¿qué influencia tiene el consumo de estupefacientes en los crímenes violentos?