Así no se hace un Código Penal

Ignacio Boulin Victoria

El estudio de un nuevo código penal no puede ser desvinculado del contexto democrático actual, que requiere ubicar la deliberación sobre el código en un ámbito de debate desinhibido y robusto. En pocas palabras, será poco democrático un código cuyo texto no sea realmente debatido, tanto en el Congreso como fuera—con una participación ciudadana capaz de influenciarlo substancialmente. Ahora bien, ¿qué tipo de discusión?

En primer lugar, una discusión que se base en razones. Y estas razones deben ser, justamente, razonables. La idea no es discutir prejuicios, proposiciones sin sentido o teorías que no tengan base en la realidad. En segundo lugar, la discusión no debe ser utópica, sino pragmática (o prudente, si se prefiere). Un código penal para Argentina no puede ser igual que un código para Suiza. Los problemas son distintos, las historias diferentes, las tradiciones jurídicas diversas. Es decir, un código debe tener raíces. Se pueden adoptar soluciones comparadas, siempre y cuando sirvan; lo que no se puede es dejar de lado lo concreto y actual que acontece en la Argentina de 2014: ¿cuál es la situación carcelaria?; ¿cuáles son los tipos de delitos que se cometen más frecuentemente?; ¿qué influencia tiene el consumo de estupefacientes en los crímenes violentos?

No es fácil contestar estas preguntas en Argentina con certeza. Por esa razón, creo que no estamos listos para la discusión del código penal. En efecto, en nuestro país no hay estadísticas claras sobre delitos, crimen organizado, tasas de reincidencia y otros datos similares que son insoslayables a la hora de debatir el código. Es que al regular la forma en que el Estado ejerce el poder punitivo, el código penal afecta significativamente la manera en que se diseña una política criminal efectiva. Sin embargo, al faltar los datos fundamentales (estadísticas criminales confiables), es imposible que la discusión sobre el código sea realista. El diálogo tendrá tan poco sentido como el intento de averiguar cuántos ángeles caben en la cabeza de un alfiler.

Por lo dicho, creo que no es el momento. Primero, hay que recuperar—en algunos casos, implementar—el sistema estadístico en cada una de las provincias y a nivel nacional. Después de eso, podrá discutirse el código con calma e información cierta. El debate del código penal necesita menos dogma y más números. De lo contrario, lo que haremos será tan absurdo como operarnos el corazón sin antes habernos hecho siquiera una radiografía.