La ciudadanía habla, no muy seguido, pero habla. El domingo habló. Y a los dirigentes políticos que le ofrecieron como plato único la oposición dividida les dijo “no”. Cuando el temor a la continuidad del kirchnerismo ganaba la calle, el debate giró en torno a adoptar o no el modelo venezolano de unidad en la diversidad con la mirada puesta en sumar para hacer frente al adversario común. Mauricio Macri, entonces, apuró un entendimiento con Elisa Carrió y con un sector del radicalismo y entre ellos optaron por cerrar allí las posibilidades.
Mientras tanto, el peronismo desencantado con el estilo autoritario de Cristina y los suyos crecía, y encontró en Sergio Massa un referente. Su desprendimiento del kirchnerismo, hace apenas algo más de dos años, se inauguró con un contundente apoyo popular en las urnas que dio por tierra con las ilusiones reeleccionistas de la Presidente. Ese día, Sergio Massa se constituyó en el principal enemigo político del Gobierno por aquello de que “No hay peor astilla que la del mismo palo”. Hoy, tras las elecciones del domingo pasado, mientras clausura toda posibilidad de entendimiento con Daniel Scioli, confirma su decisión de terminar con el kirchnerismo y se erige en la llave para su concreción. Porque a pesar de la euforia que reina entre la militancia y los simpatizantes de Cambiemos, aún falta.
En un escenario de peronismo y antiperonismo creciente, en el que se venía exacerbando un enfrentamiento explícito en la sociedad revoleándose culpas mutuas, el ex intendente de Tigre creó un espacio para esos muchos que las dos principales fuerzas políticas en existencia expulsaban. Una porque exige militancia de alfombra, la otra porque sobreactúa una pureza interna que implica numerosas exclusiones. Continuar leyendo