Cristina se mueve

En medio de un contexto inédito para todos los sectores políticos, a más de diez años de la llegada del actual oficialismo al poder, vale la pena repasar de qué forma se movió la presidenta Cristina Kirchner en lo que va de este mes de marzo.

Por un lado, estuvieron sus planteos ante la Asamblea Legislativa, el 1 de marzo. En ese discurso, la Presidenta trazó un mapa político del país. Definió a la UCR y al PRO como los dos principales actores de la oposición. Y, al mismo tiempo, a cada uno de ellos les tendió un puente de diálogo sobre temas puntuales. También mencionó, sin nombrarlo explícitamente al Frente de Izquierda y los Trabajadores (FIT), al que le cuestionó por realizar cortes de calles y rutas para reclamar contra un fallo judicial. Ni una palabra para el partido provincial que lidera Sergio Massa.

Apenas finalizado aquel discurso, Massa -detrás de quien aparecen notorios respaldos de sectores conservadores del peronismo, del centroderecha y de grandes grupos económicos nacionales y extranjeros- apuntó todos sus cañones contra el anteproyecto de Código Penal.

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Dos, tres, muchos candidatos

Las elecciones presidenciales de 2015 tendrán lugar en un contexto inédito por varias razones. La más obvia de ellas es que se desarrollarán luego de doce años de gobierno de un mismo signo político, un récord desde 1983 hasta la fecha. Cuando falta algo más de un año para que los precandidatos se inscriban en las internas abiertas, obligatorias y simultáneas hay otro elemento que llama la atención: la proliferación de posibles precandidatos.

Del lado de la oposición, Hermes Binner, Ernesto Sanz, Julio Cobos, Sergio Massa y Mauricio Macri han expresado su intención de ser candidatos o alientan una postulación. Pero también desde el oficialismo Daniel Scioli, Sergio Urribarri, Florencio Randazzo, Juan Manuel Urtubey, Aníbal Fernández y Jorge Capitanich figuran como postulantes. Se habla asimismo del ministro de Defensa, Agustín Rossi, o del presidente de la Cámara de Diputados, Julián Domínguez.

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¿De acuerdo en seis, siete, ocho temas?

El ex presidente Eduardo Duhalde, pero también otros dirigentes, plantean de manera cíclica la necesidad de que las distintas fuerzas políticas puedan “coincidir en cuatro o cinco temas para elaborar políticas de Estado”. El objetivo es loable. Desde la oposición, el razonamiento se completa con la idea de que el kirchnerismo instaló “la división y la confrontación” como forma de hacer política. Suelen decirlo Mauricio Macri, Ernesto Sanz y lo da a entender también Sergio Massa.

Como sea, parece cierto que las “políticas de Estado” requieren en la Argentina largos años de discusiones, de marchas y contramarchas. El apoyo de la mayoría de las fuerzas políticas a la vigencia de planes sociales de amplio alcance o al juzgamiento a los represores de la dictadura parece confirmar esa idea.

Para ampliar el foco y tener algo de perspectiva, hay que decir que el logro de acuerdos políticos duraderos sobre aspectos centrales de las políticas públicas no es algo que los sistemas políticos producen con facilidad en todo tiempo y lugar.

La Asociación Americana de Ciencia Política (APSA) reunió a unos 50 de sus integrantes, profesores de universidades estadounidenses, a analizar la cuestión. El grupo de expertos emitió el mes pasado un reporte de casi 200 páginas titulado “Negociando acuerdos en política”. Los politólogos del país del norte avanzaron en la investigación preocupados por “la ruptura de la negociación política” en el Congreso de ese país, que se tradujo en octubre pasado en el “cierre” parcial de la administración federal.

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Estados y Unidos

-¿Es de Tina o es de Argen?
-Es de Argen, pero ¿qué importa de dónde es?

Publicidad Electoral del Frente Progresista Cívico y Social

El reciente “cierre del gobierno” de los Estados Unidos (cuyos detalles analiza la politóloga María Esperanza Casullo en profundidad aquí) es otra oportunidad más para comprobar que la visión consensual, de puros acuerdos que recorre la mirada “inocente” que un sector de la dirigencia política local y de algunos medios de comunicación buscan mostrar sobre los llamados “países serios” -de acuerdo a algunos de esos exponentes, todos aquellos que no son la Argentina- está bastante alejada de la realidad.

Una fracción del Partido Republicano forzó el “shutdown” por estar en desacuerdo con una ley aprobada por el Congreso y avalada por la Justicia: la que avanza con el plan de salud conocido como “Obamacare”. Nada de negociaciones, nada de ponerse de acuerdo, ningún pacto de la Moncloa ni de otro tipo.

Es interesante evaluar también una visión muy difundida que indica que el rol del periodismo sería “cuestionar siempre al poder”, entendiendo por “poder” a quien ocupe el Ejecutivo nacional. Sobre todo cuando tanto The New York Times como The Washington Post, en sendos editoriales la emprendieron con dureza contra los republicanos, avalando la posición de la Casa Blanca.

El New York Timesatacó en parcicular a John Boehner, el republicano que encabeza la Cámara baja. Lo acusó de protagonizar un “fracaso” y de plantear demandas “absurdas” y “ridículas” a cambio de la posibilidad de frenar el “cierre” del gobierno.

“La imprudente obsesión de los republicanos con la destrucción de la reforma de la salud y con herir al Presidente ha quedado plenamente al descubierto. Y, mientras la ira del público crece con esta crisis totalmente innecesaria, ésta debería estar dirigida a un partido y un presidente de la Cámara baja que son incapaces de gobernar”, enfatizó el periódico.

Por su parte, el Washington Post publicó un editorial titulado “los diputados republicanos le están fallando a los norteamericanos”. “…(E)ste Congreso está fallando. Más específicamente, los líderes republicanos de la Cámara de Representantes están fallando. Deben cumplir con sus funciones básicas para el pueblo estadounidense o dar paso a los legisladores que lo hagan”, subrayó el matutino. Además, le advirtió en particular a los legisladores opositores que se espera un “mínimo nivel de competencia y responsabilidad” por parte del Congreso, que permita “pagar las cuentas y no avergonzarnos frente al mundo”.

Al sur del continente, en la actual campaña electoral argentina de cara a las elecciones legislativas , el Frente Progresista Cívico y Social dice ser la herramienta política para unir a dos países que han sido divididos en estos años kirchneristas: “Argen” y “Tina”. A su vez, Mauricio Macri llamó a “terminar con los enojos, las divisiones y las broncas”. Y el candidato a diputado Sergio Massa llamó varias veces a “terminar con la lógica de la división”.

Deberían empezar a pensar en exportar su fórmula porque, al parecer, afuera no se consigue. O quizás ocurra que ni aquí ni en casi ningún lado la política se parece a un té a las 5 con buenos amigos.

Una larga lista de esperanzas blancas

El precandidato del Frente Renovador en la provincia de Buenos Aires, Sergio Massa, puede ser definido apenas como “un intendente”, tal como lo hacen algunos analistas y también como prefiere definirse él mismo. Uno más de “20 intendentes” que ahora presentan una opción para enfrentar al oficialismo.

Se puede hacer más compleja la caracterización. ¿Qué intendente ha administrado durante tantos años el monto de fondos “nacionales” que maneja la ANSES? ¿Qué intendente ha llegado al cargo más alto del Gabinete nacional? ¿Cuántos jefes comunales han encabezado un club de fútbol de Primera División? ¿En qué municipio se han realizado eventos culturales, deportivos, sociales con tan importante nivel de difusión como en Tigre?

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Son liberales, Kimosabi

(Esta nota cuenta algún que otro pormenor de la película “El llanero solitario”)

La película El llanero solitario, uno de los “tanques” de estas vacaciones de invierno, protagonizada y producida por Jonny Depp, aborda cierto tema de teoría política que quizás nos sirva para reflexionar sobre sucesos recientes del debate público en la Argentina.

Ocurre que uno de personajes principales del film, John Reid, quien más tarde se convertirá en el Llanero Solitario, se muestra como más que un atento lector de John Locke. Así, cuando una mujer lo invita a unirse a una plegaria, Reed rechaza el convite y dice “esta es mi Biblia”, mientras muestra una copia del Segundo tratado sobre el gobierno civil, del padre del liberalismo.

¿En qué cree entonces Reed, si es que ha leído a Locke? Básicamente en que el hombre ha sido en alguna etapa concreta y primigenia de la historia un ser que por naturaleza se encontraba en un pacífico “estado de perfecta libertad” y de “igualdad”. En esa plácida situación, cada uno pudo disponer de sus posesiones como más lo juzgó oportuno y la ley que regía entonces a todos era la de la razón, accesible a cada hombre.

Locke relata en su obra clásica que la propiedad tiene un límite para los hombres que es poseer hasta tanto sea utilizable, es decir mientras no se eche a perder lo que posee. Pero claro, la introducción del dinero, una medida de valor que no es “perecedera”, hace que, en los hechos, la propiedad resulte ilimitada y que esté distribuida en forma desigual.

Ese estado de naturaleza casi perfecto puede convertirse en estado de “guerra” cuando algunos hombres violan la propiedad o ponen en peligro la vida de otros. Luego, mediante un pacto, los hombres deciden crear una comunidad en la que renuncian a su poder inmediato y consienten que la mayoría tiene derecho a “actuar y decidir en nombre de todos”. Si el gobierno que se crea llega en algún momento a tener la intención de contar con un poder ilimitado, los hombres tienen derecho a rebelarse contra él.

Derecho de propiedad ilimitado y de distribución desigual y gobierno limitado es, a no dudarlo, parte del ideario liberal de la “Biblia” que el bueno de Reid acarrea de acá para allá.

Sin embargo, tan lector de Locke como el orgulloso fiscal Reid, a quien como fiscal “el Estado de Texas le ha conferido el poder” de aplicar la ley, es el villano de la historia, Latham Cole, que hasta cita al autor británico de memoria en un tramo del film. El personaje encarnado por el actor Tom Wilkinson es un magnate que lleva adelante la construcción de un ferrocarril. Con el andar de la historia nos daremos cuenta de que el hombre de negocios viola la ley, utiliza para su beneficio el poder del Estado -del Ejército norteamericano- y mediante engaños y crímenes brutales saquea las riquezas locales.

En el transcurso de la película, Reid muta de fiscal a Llanero Solitario y también empieza a revisar la idea de que los hombres son bondadosos y racionales por naturaleza.

Mientras tanto, en la Argentina vemos que algunas ideas de Locke parecen mantenerse más vivas de lo que se creía. Por lo menos así surge de las campañas electorales de buena parte de la oposición, que plantean que los argentinos han sido divididos por la maléfica acción del Gobierno nacional.

Según parece, los argentinos vivían en un estado de paz y armonía, cada quien sin preocupaciones, sin conflictos y sin perjudicarse en nada unos a otros hasta que el kirchnerismo, en forma “irracional” vino a desunirlos. El actual oficialismo enfrentó a buenos amigos, de acuerdo a las propagandas de campaña de Hermes Binner. También dividió para siempre a los hombres y mujeres de “Argen” y de “Tina”, por lo que se desprende de los “spots” de campaña de Ricardo Alfonsín y Margarita Stolbizer. Y hasta dejó de “hacer la paz”, “sonreír” y “dar amor”, si se decodifican los jingles de Sergio Massa.

Provenimos entonces de un mundo ideal donde todos éramos iguales y vivíamos felices, pero el Gobierno se erigió como un “opresor” al que sería bueno quitar de ese lugar. Los amantes de la propiedad ilimitada y el gobierno limitado, quizás el primigenio John Reid, firmarían al pie de esta interpretación.

No sabemos si pensaría lo mismo el Llanero Solitario. O el indio Toro. Me imagino -si se me permite la licencia poética- que si le preguntáramos a aquel nativo americano , lo diría con claridad: “son liberales, Kimosabi”.

¿Te acordás de los cacerolazos?

El 9 de noviembre pasado, un columnista del diario La Nación escribió que “la historia de las manifestaciones deberá escribirse de otra manera de ahora en adelante”. Otro editorialista consideró a su vez que “el pueblo” había mostrado su “rostro”. Y desde las mismas páginas un intelectual habló de “un nuevo sujeto político”.

El 18 de abril de este año, un cronista de un diario de la capital acompañó durante el cacerolazo convocado ese día con un abogado “robusto” y de “35 años”, quien administra una página de Facebook llamada “El Cipayo”. Le dedicó al hecho una larga crónica. El mismo día, un analista político de aquel periódico consideró que la presidenta Cristina Kirchner se encontraba “frágil y abrumada” ante las protestas.

Cuando faltan pocos días para el lanzamiento formal de la campaña electoral, la situación parece algo distinta de aquel “auge” cacerolero. Por un lado, el principal contendiente del Gobierno en la provincia de Buenos Aires, Sergio Massa, a quien el kirchnerismo buscó en las últimas horas caracterizar como neto “opositor”, eligió un discurso bastante más ambiguo que el de las protestas que tuvieron epicentro en la Ciudad de Buenos Aires. De hecho, amonestó al actor Fabián Gianola, otro precandidato en su lista por afirmar que en la actualidad se vive una “dictadura K” -una idea que se escuchó de algunos sectores que participaron de aquellas manifestaciones-. Al mismo tiempo, vetó de la lista a dirigentes de tono muy crítico con el Gobierno, como el economista Carlos Melconian.

El intendente encarna una de las propuestas opositora con más volumen pero, a diferencia de cierta estridencia en las marchas de protesta contra la gestión kirchnerista, apela a la “concordia” y a la “paz”. Y se aleja del discurso muy crítico de las manifestaciones al reconocer “aciertos” del actual oficialismo, como la Asignación Universal por Hijo, la “inclusión jubilatoria” o la política de derechos humanos.

Su apuesta es mantenerse dentro de ese tono lo más posible, quizás hasta el final de la campaña, de modo buscar seducir a un “centro” basado en cierto “sentido común” de posiciones no tan intensas en lo político. Los votos que busca no están sólo en la oposición más frontal, sino también en sectores que no sienten repulsión por las políticas implementadas en la última década. Para unos parece tener guiños, gestos más que palabras y para otros destina algunas afirmaciones como las que repasamos.

El último fin de semana, una encuesta difundida por la consultora Poliarquía indicó que, lejos de la “fragilidad”, la gestión de la presidenta Cristina Kirchner conserva un 46% de respaldo en la provincia de Buenos Aires. Por su parte, el gobernador Daniel Scioli, quien viene de ratificar en las últimas semanas su alineamiento con la Casa Rosada, es aprobado por el 56% de los bonaerenses.

Este tipo de evaluaciones realizadas por consultoras de opinión pública, así como la estrategia encarada por Massa quizás haya desconcertado a los sectores más “enojados” con el Gobierno nacional.

Lo cierto es que los escenarios políticos permanecen más abiertos que lo que indicaron meses atrás ciertas evaluaciones, siempre apresuradas y deseosas de ver un “fin de ciclo”.

Mariposa Tecknicolor

En la Argentina, una de las fortalezas de un movimiento político está en su capacidad de amalgamar sectores, estilos y miradas diversas -temáticas pero también, y sobre todo, territoriales- sobre la realidad. A la vez, complementar esa diversidad, esos coloridos, bajo un eje de acción común. Se trata de dos movimientos nada fáciles de conjugar.

El oficialismo ha perdido aliados en los últimos años. Hugo Moyano y un sector de la CGT es uno de los más notorios. Sumó, también es cierto, una militancia juvenil con la que no contaba en 2010.

Se habla mucho de la lista “multitarget” que encabeza Sergio Massa. Integrada por intendentes, una periodista especializada en jubilados, un industrial, algunos sindicalistas, algún representante agrario y un actor. Y de la fortaleza que puede tener un planteo “diverso”.

Del otro lado, se contrapone un oficialismo supuestamente monolítico, monocolor, monocorde y fundamentalista. ¿Es tan así? La presentación de listas del oficialismo que encabezó la presidenta Cristina Kirchner sirvió para al menos matizar esa visión.

La jefa de Estado se mostró cerca de Daniel Scioli, un dirigente que -los propios kirchneristas más acérrimos lo han señalado varias veces- no cultiva el mismo estilo de la jefa de Estado.

En el palco se vio a gobernadores que no tienen la misma trayectoria o mirada de la realidad que las organizaciones juveniles y de derechos humanos que apoyan a Cristina, como Gildo Insfrán o José Alperovich. Estaba el gobernador salteño, Juan Manuel Urtubey, quien ha manifestado diferencias con políticas de la Casa Rosada.

También se pudo ver, por ejemplo, al flamante ministro de Defensa, Agustín Rossi, compartiendo palco con el precandidato a diputado y ex gobernador Jorge Obeid, de distintos sectores del PJ Santafesino. O al secretario de Seguridad, Sergio Berni, quien parece tener un estilo y una miradas diferentes que, por ejemplo, la diputada Juliana Di Tullio. El primer candidato a diputado por el oficialismo bonaerense, Martín Insaurralde, tiene de hecho varias características similares a las de su rival Sergio Massa. Y una mirada rápida podría notarlo más parecido a su competidor que a su compañero de lista Carlos Kunkel.

“Cuando Néstor Kirchner le dio forma al Frente para la Victoria a nivel nacional fue para contener la diversidad. Y yo mismo soy una expresión de la diversidad y la amplitud del Frente para la Victoria”, señaló hace pocos días Scioli.

En la capacidad de poder expresar estas dos vertientes, las de la diversidad y de unidad de acción, se jugará parte de la suerte del oficialismo en las próximas elecciones legislativas.