Memoria y responsabilidad

Un año después de su muerte, Alberto Nisman es recordado por todos nosotros, no en la devoción idolátrica de alguien a quien no podamos criticar o revisar cómo a lo largo de tantos años transitó la causa AMIA, sino con el profundo respeto y el honor que le corresponde a un fiscal de la Nación que fuera asesinado, justamente, por investigar y denunciar.

Los que no tenemos ninguna duda de que no se suicidó, empezamos a escuchar, un año después, a una sociedad que vuelve sobre sí misma a tomar conciencia y a separarse de esa manipulación horrorosa que fue, antes de que lo mataran, el agravio, el ataque, la provocación y la violencia desde el autoritarismo de un Estado que lo denostó como para desestimarlo en su persona —no en su función—. Luego de que lo mataran, nuevamente, y durante mucho tiempo, se trató de hablar de él y no de lo que representaba o del trabajo que hacía.

Recuerdo la consternación de todos ese 18 de enero, que ya en la madrugada nos habíamos levantado con el estremecimiento de la noticia; y el sentido común de los argentinos, que en este caso estoy convencido de que no falla, dijo: lo mataron. Había sido nada más que cinco días después de haber presentado su denuncia y en la víspera de ir al Congreso a ampliarla y a aportar más datos.

Además, fuimos también testigos simultáneos, no sólo de la pérdida de su vida, sino de la impericia, ya sea por negligencia o por dolo, de contaminar la escena de ese departamento y de continuar la misma matriz de zona liberada, que ya habíamos conocido en los dos atentados, tanto en la AMIA como en la Embajada de Israel.

Como ejemplo de esto, tenemos a los diez custodios que no estaban, el cinismo de hacer ir a su madre para que llevara las llaves para entrar; y luego, lo que de alguna manera sigue todavía como una especie de sombra silenciosa que va a salir a la luz, la fiscal Viviana Fein, quien luego de haber obstruido, no avanzado, ocultado o no haber sido lo suficientemente enérgica y eficiente en la investigación de la que ya fue apartada por la jueza Palmaghini, fue premiada por la Fiscal General de la Nación.

Todos esperamos que Gils Carbó no solamente se aparte de la denuncia, sino que, también, en algún momento, sea juzgada, porque era su responsabilidad cuidar al Fiscal. No ofrecerle protección sino cuidarlo. Además, esperamos se arroje luz en la Justicia sobre Sergio Berni, que estaba en la escena del crimen y todavía nadie verificó con quién habló, a excepción de un periodista, que quizás inoportunamente en la madrugada misma, anunciaba que Nisman estaba muerto. Se tuvo que escapar del país para proteger su integridad física.

No sería justo hablar de estos personajes sin mencionar, por un lado, a quien todavía tiene que responder por el soldado Ledo: César Milani; y, por otro, a un jefe de Gabinete, Aníbal Fernández, que hizo el trabajo que tan bien sabía hacer: denostar, confrontar, vapulear e insultar la figura de Nisman durante las semanas posteriores.

Un año después, cuando uno recuerda todo eso, hay sombras pero también hay luces: los fiscales que nos convocaron el 18 de febrero del año pasado, bajo una lluvia inolvidable. También el coraje y el valor de una ciudadanía que no se doblegó, cuando todavía el relato K seguía plenamente vigente con su prepotencia y autoritarismo; y mostró que había una Argentina que no estaba anestesiada.

Un año después, con la efemérides, vuelve todo a una agenda. Desde Memoria Nisman, quizás tenemos una forma silenciosa o de bajo perfil que fue haber montado una guardia de honor durante todos estos meses. Hicimos una especie de balance, supimos la importancia de mantener la constancia y no esperar ni los aniversarios ni el protagonismo, sino tener la coherencia y la disciplina de hacer de la memoria una construcción, que lleva esfuerzo y trabajo. En este sentido, mi especial reconocimiento a Santiago Kovadloff, quien durante todo este tiempo, cada 18, en la calle o en el mismo salón de Ramah del templo de Libertad, convocó paneles de oradores y un auditorio diverso, minúsculo en cantidad pero potente en trascendencia, para reflexionar sobre lo que significa en la Argentina el asesinato de un Fiscal, la poca respuesta de sus instituciones y la anomia y la anestesia de la mayor parte de la ciudadanía.

De cara a este acontecimiento, un año después, con la asunción de un nuevo gobierno, cabe destacar que, más allá del duelo que aún le debemos y los honores que le dispensamos a Nisman, no hay nada más contundente para homenajearlo que los avances obtenidos. Por un lado, con la coherencia y al mismo tiempo la idoneidad del ministro de Justicia, Germán Garavano, quien no utilizó el recurso que el gobierno de Fernández de Kirchner había usado de volver a apelar el dictamen y el fallo de inconstitucionalidad; y finalmente, lo que todos sabíamos y reclamábamos, ese momento oscuro de un febrero donde un Congreso adicto por obediencia debida cometió el atropello de haber vulnerado la soberanía de la Justicia y firmó a libro cerrado, y muchos en contra de su conciencia, el Memorándum de Encubrimiento, nunca de entendimiento.

Por eso, también corresponde honrar la memoria de Pepe Eliaschev, quien como periodista de investigación que fue, dos años antes de la firma de esa entrega que el Ejecutivo hizo de la causa y la memoria de los muertos, tuvo el coraje y el valor de denunciar las reuniones secretas en Alepo, siempre desconocidas por el Canciller y después constatadas, para sellar lo que durante años el mismo Néstor Kirchner se rehusó a firmar y que el Canciller con la Presidente entendían que era algo que podía aportar, no a los principios sino a sus intereses aún no descifrados, sobre por qué hacerse socios y encubrir a Irán.

En recientes investigaciones, como el último libro de Daniel Santoro y lo que salió a la luz al reconocer el Canciller mismo que sabía que Irán puso la bomba, preguntándole a un presidente de una institución judía “¿qué querés que haga?, ¿con quién querés que negocie?” se refuerza todo esto. A confesión de las partes, no hace falta relevar las pruebas de lo que todos sospechábamos.

No obstante, luego de ese recorrido, el memorándum es inconstitucional. Esto es muy importante porque se vuelve a iniciar la posibilidad de que la denuncia no muera con él, y que otro fiscal y quizás en otro juzgado, la pueda reabrir; ya que fue de manera inescrupulosa, por la extorsión y el temor que tuvo Rafecas en el Consejo de la Magistratura, al cometer el bochorno de desestimar totalmente la denuncia, antes de que la Presidente reinaugurara las últimas sesiones en el Congreso, tal como ella pidió.

De alguna forma hoy, con el memorándum inconstitucional y la muerte de Nisman como parte indivisible de la causa AMIA, todos tenemos la expectativa de que esta causa, que durante todo este tiempo no avanzó mucho, no quede sepultada como pasó el último año. En ese sentido va la creación de una Secretaría de Estado para seguir los casos AMIA y Nisman; la reciente resolución del director de la Agencia Federal de Inteligencia (AFI) que habilita a presentarse ante la Justicia a todo funcionario o ex funcionario; y la disposición del presidente Mauricio Macri de desclasificar la documentación referente a Nisman.

Para honrar y recordar al Fiscal no hay nada más noble que volver al cauce de la investigación; y que esperemos se esclarezca el atentado a la AMIA, que en otras palabras quiere decir que sea juzgado, porque la investigación arroja claridad sobre la participación local, que todavía no fue juzgada, y la internacional, que es Irán.

Al respecto, esperemos que este nuevo Congreso, que tiene que deliberar y no solamente votar lo que les mandan, por mayorías automáticas, pueda tratar la posibilidad del juicio en ausencia, una materia controversial, pero que tiene que darnos la posibilidad de avanzar sobre aquellos que están imputados y no quieren colaborar con la Justicia; y fundamentalmente, que la Unidad Fiscal Especial (UFI) de la causa que lideraba Nisman vuelva a recobrar la actividad.

Todos nosotros honramos la memoria de Alberto acompañando a su familia, en particular, a sus dos hijas, que tienen muy claro que al papá lo mataron. La culpabilidad del hecho está en manos de la Justicia, y no podemos prejuzgar, pero la evidencia clara y contundente de que la responsabilidad política es de Cristina Fernández de Kirchner y su gobierno es algo que nunca se va a borrar de cada uno de nosotros. Como la memoria de Alberto.

Los 21 años de memoria y los 6 meses de olvido

En dos días 18, mataron. En julio de 1994, en la masacre de la AMIA, a 85 víctimas inocentes. Inocentes, los que estaban dentro del edificio de la mutual judeoargentina y los que caminaban por la calle Pasteur.
En enero de 2015 mataron en Puerto Madero a un fiscal de la nación culpable. Culpable de investigar y de denunciar por encubrimiento a la Presidente, al canciller, a los funcionarios del Gobierno de la nación.
Por la verdad, la memoria y la justicia durante más de dos décadas de ejercicio sostenido de reclamo, hemos llegado a una nueva efemérides en este 21.er aniversario de la masacre de la AMIA. Aún sin resultados, pero con la evidencia en los expedientes de una conexión local que espera un nuevo juicio, pero está tan claramente identificada como impune por mala praxis de la Justicia, que también será juzgada. Una conexión internacional que documenta la participación de Irán en el atentado que tiene a sus actores localizados de manera tan clara como también lo es el memorándum como acto simultáneo de encubrimiento y de inconstitucionalidad perpetrado por un Gobierno que ha demostrado no tener ni límites ni escrúpulos. Continuar leyendo

El día 18

18 es el día de enero en el que suicidaron a Nisman. Es el día de julio en el que masacraron a 85 víctimas en la sede de la AMIA. Es el día de marzo posterior al de la voladura de la Embajada de Israel, con 29 víctimas fatales.

Así como el 11 es la fecha en la que el fundamentalismo terrorista islámico ha perpetrado sus atentados profanando la vida y al Islam en distintas ciudades del mundo; los terroristas del Estado iraní, con apoyo de conexión local impune, lo hacen en Buenos Aires los días 18. Paradójico que el atentado contra la Argentina en su soberanía, como fue el caso de embajadas extranjeras, como la del Estado de Israel; o en sedes de instituciones de la sociedad civil, como la AMIA, o a fiscales de la Nación de confesión judía, como Nisman, sean los 18, ese número que en la tradición judía representa la vida (jai=18), en el terror iraní fue signado con la muerte. Continuar leyendo

El tercer atentado

Hoy iba a venir el Fiscal Nisman al Congreso de la Nación a ampliar las pruebas, y a la mañana nos encontramos ante un hecho, además de trágico, por el que expresamos nuestra solidaridad con su familia y nuestro pesar por su muerte, un hecho de una gravedad institucional del que creo que los argentinos no tomamos todavía debida conciencia y frente al cual tenemos un compromiso, que es que si murió Nisman no mueran las pruebas. Es fundamental que su trabajo pueda prosperar en términos de lo que muchos ya habíamos denunciado sin contar con las pruebas que sí tenía el Fiscal: que el Memorándum con Irán era encubrimiento. Estábamos por acercarnos a la contundencia de lo que la Justicia independiente pudiera corroborar.

Todos sabemos que el único motivo por el cual Nisman pierde su vida está vinculado a la Causa AMIA. Es decir, no hay ni antecedentes ni otros motivos que puedan explicar sino la investigación de la AMIA; por lo tanto, Nisman es una víctima más. Y si bien, con la prudencia y la mesura de todos, se le está dando a la Justicia independiente, al peritaje y al ámbito institucional que dirima en qué circunstancias murió, sostenemos que suicidio por inducción o suicidado es matarlo.

Por otro lado, quiero recordar que las cintas del atentado a la Embajada de Israel y de la de sede de la AMIA desaparecieron. Desaparecieron pruebas. Por eso, tenemos el compromiso de seguir con esta investigación, porque si bien terminó la vida de Nisman trágicamente ayer, esto recién empieza por la gravedad de lo que implica. Porque más allá de si se suicidó o lo suicidaron, cosa que investigará la Justicia, lo que importa es la seria implicancia política, institucional de un Ejecutivo que hace una semana tenía que responder a la imputación de Nisman; y ahora tiene que explicar una muerte.

Falleció alguien que durante las últimas horas y semanas dio las pruebas de ir de frente, de tener el coraje y el valor de hablar, de presentarse, de no haberse intimidado, que anticipó que estaba siendo amenazado, y fue sugestivamente el día que iba a ampliar la información de sus pruebas en el Congreso de la Nación.

Primero, presionaron para que la reunión de la Comisión en el Congreso sea abierta y así no pueda por ley traer las pruebas. Cuando venía al Congreso con evidencias, apareció sin vida. El Fiscal está muerto, pero no la causa ni las pruebas. Que no desaparezcan.

Hoy la gente está consternada y de alguna manera shockeada, porque nadie puede comprar la hipótesis de un suicidio como si hubiera sido una decisión de esta persona; y mucho menos volver a comprar el relato, ahora adaptado a esta última tragedia. Así como la semana pasada explicaron que Nisman denunció para tapar el éxito de la temporada en Mar del Plata, ahora dicen que se suicidó porque no tenía pruebas y hoy tenía que venir al Congreso.

Nisman murió, pero no muere su denuncia. Nuestro dolor y repudio se traducirá en más memoria, verdad y justicia. Este es un tercer atentado en la Argentina, atentando porque nos quieren matar de miedo. Ante esto, renovamos en compromiso su lucha, que será a partir de hoy la de todos los argentinos.

20 años de impunidad

Los atentados en Buenos Aires inauguraron una nueva era en la guerra abierta, que el terrorismo islámico desató contra ciudades y objetivos civiles en nuestro tiempo.

Los atentados a la Embajada de Israel y a la sede de la AMIA pueden tener móviles diferentes, pero un común denominador. Irán contrata como política de Estado de régimen terrorista, paga con redes internacionales globales; e implementa, a través de sus embajadas, con la necesaria participación de la conexión local. Luego será en Londres, New York y Atocha, en formatos diferentes, bajo el mismo principio: el mundo ya no es un lugar seguro; y hace falta, nada más que tomarse un avión, para recordar lo que la memoria social y la justicia internacional rápidamente olvidan

Nuestras vidas están amenazadas permanentemente por el terror; y son pocos los Estados como Irán, que reconocen abiertamente —frente al silencio y complicidad de los demás— que esa es su bandera; y que han declarado una guerra mundial libre. La embajada de Irán en Latinoamérica es Venezuela. Así, como Buenos Aires es capital de la impunidad. 

No debemos olvidar que en las otras ciudades, en donde se perpetraron atentados similares, hay policía, inteligencia, causas, jueces, culpables y condenas a favor de la sociedad; y que cuentan con un Estado eficiente —y no, como nuestro caso, en donde agencias del Estado encubren con su maquinaria de hacer inteligencia para los asesinos, en lugar de preservar y defender a las víctimas, donde un Poder judicial no tiene poder; y donde la política de Estado carece de vocación de llegar hasta el final de los primeros y últimos culpables—.

Nosotros, los ciudadanos argentinos, contamos, con el pasar de los años, con dos datos de la realidad en cuanto al atentado de la AMIA, que sí constan en el expediente y la causa judicial. La responsabilidad del atentado es de Irán, y existió una conexión local culpable, en la implementación de la masacre. 

A pesar de eso, nuestro canciller firmó el certificado de impunidad de quienes niegan la tragedia más cruenta, el genocidio de seis millones de judíos y de tantos otros miles de muertos; los mismos que piden la destrucción de los judíos y del Estado de Israel. Y lo firmó justo en un Día Internacional en Memoria de las Víctimas de la Shoá, el día en el que el mundo entero se compromete a no olvidar y a que como humanidad seamos testigos del horror y custodios de nuestros hermanos sin distinción.

Irán pretendió, desde el primer momento, rechazar las imputaciones y desconocer a la Justicia argentina. Es decir, negar lo que la Fiscalía requiere, que es, ni más ni menos, que Irán permita que sus funcionarios imputados sean juzgados con las garantías que confiere la ley, sin la impunidad que les asegura Teherán.

Nuestra peor pesadilla fue superada por la realidad. No sólo la presunción de que nada se obtendría para avanzar en la causa, sino lo que no nos deja salir del estupor, la vergüenza y la indignación es la claudicación de principios por intereses. Sabemos qué principio se cedió: el de la justicia. Aún no sabemos qué intereses se negociaron. El Poder Ejecutivo decidió canjear Irán por AMIA. Su prioridad ahora ya no es la causa, sino la negociación con Irán. 

Argentina le otorga todo, absolutamente todo lo que Irán pretendía, dándole la espalda al pueblo argentino que viene luchando por una justicia que no llega.

La dilación que asegura el acuerdo, que no es vinculante a la causa, es un acto de obstrucción a la Justicia. El acuerdo ha cruzado un límite en el rumbo y las prioridades de nuestra sociedad. Si la política exterior argentina propone alinearnos con Irán, será solo la sociedad argentina la que pueda revertirlo.

La masacre de la AMIA no es sólo un tema comunitario judío, sino, fundamentalmente, una prioridad de todos los argentinos. Quiero decirlo con claridad, y en una sola frase: nuestro canciller firmó un acuerdo que es, en sí mismo, un acto de encubrimiento.

No olvidamos y renovamos nuestro compromiso de revertir por inconstitucional y vergonzoso el acuerdo con Irán. Las víctimas de la Shoá y de la AMIA claman justicia como nosotros reclamamos que quienes firmaron con Irán también sean juzgados.

Por verdad, memoria y justicia.

Sin vergüenzas

La impericia y negligencia del acuerdo fue declarada inconstitucional por la Cámara Federal. El fallo será apelado, y así lo anunciaron dos ministros sin ministerios: Relaciones Exteriores; Justicia y Seguridad. No es convicción ni procedimiento institucional. Es, esencialmente, un acto reflejo de la soberbia que nos gobierna y que no reconoce errores, sino que denuncia conspiraciones.

Apelan sin vergüenzas. Saben que nos mienten, pero van por más; es decir, una vez más, van por todo. Impunidad. Apelan, en lugar de admitir errores y propiciar la derogación de esta vergüenza del memorándum de entrega a Irán para cancelar las alertas rojas, para que no avance la causa y solo prospere la impunidad. La de ellos, que no tienen vergüenza, y la del régimen iraní, sin principios ni escrúpulos, solo teología política fanática que propicia el terror.

La Argentina no tiene política exterior. No tenemos justicia eficiente e independiente, mucho menos tenemos seguridad. Vivimos intoxicados por la violencia. La que es simbólica, en lo gestual y discursivo de una autocracia ejecutiva unipersonal que lleva una década dividiendo a los argentinos, como en las acciones cotidianas del delito y el crimen a las que nos acostumbramos, ya anestesiados. La política interior se diferencia de la exterior en cuanto a que su mala praxis ha malogrado nuestro crecimiento económico en inflación, recesión, desempleo, habilitación al lavado de fondos, proliferación del narcotráfico. 

Vivimos enfermos de violencia cultural, verbal y física, que tiene la más cruenta evidencia en el delito y el crimen; producto de haber negado casi diez años un problema de todos por igual, mientras la decisión política del Ejecutivo, nos desconocía diciendo que era una sensación o una manipulación de los medios.

No tener política exterior no nos exime del alto costo de la impericia y la probada negligencia de quienes tienen responsabilidad en un tratado que la Cámara Federal dictaminó que es inconstitucional. El mismo Canciller reconoce frente a la dirigencia comunitaria que fracasó.Y la Presidente lo anticipó en Naciones Unidas y en el Congreso de la Nación: Irán no colabora, y el pacto con Irán no tiene vigencia por la misma indiferencia de Irán, que solo necesitaba la negligencia ejecutiva en manos del Canciller que firmó y la de legisladores oficialistas que -con trámite exprés- votaron, en obediencia debida y a libro cerrado, esta ley que debe ser derogada tanto por inconstitucional como por inmoral.

El doble estándar de pactar con Irán por vía inconstitucional es una traición a la soberanía nacional, en su justicia independiente, como a la memoria sagrada de las víctimas, que volverán a profanar con sentidas palabras en las efemérides de los ya veinte años de impunidad que se cumplen por el atentado a la AMIA, que clama y reclama memoria y justicia.

Que el memorándum es inconstitucional no era tema de debate sino una obviedad que requería solo de coraje, valor y coherencia de jueces que dictaminen, con justicia, lo obvio. Ahora tenemos por delante una deuda interna que es, una vez derogado, sentarnos a trabajar para retomar lo que Néstor construyó y Cristina destruye. Avanzar con el dictamen de la Fiscalía de investigaciones independiente, denunciar en foros internacionales al régimen terrorista fundamentalista de Irán, cortar nuestras relaciones comerciales, expulsar a sus funcionarios de nuestro país, legislar que estos crímenes no prescriben, que Latinoamérica toda colabore en desmantelar la red de terrorismo, inteligencia, financiamiento y células dormidas y activas que Irán despliega en la región.

Quedará pendiente junto con reparar este pacto inconstitucional y vergonzoso, no solo en el exterior —donde ya no somos creíbles y estamos aislados—, sino en el seno de nuestra sociedad, que necesita ministerios de Justicia, Seguridad y Relaciones Exteriores. Más allá de sus actuales ministros que, ya sin vergüenzas, han demostrado lo que no pueden ni quieren hacer, por no saber o simplemente por su mal desempeño en la función pública, hasta el día en que se vayan o lleguen a ser juzgados, los argentinos necesitamos que se revierta el estado en el que se encuentra la política nacional. Necesitamos constitucionalidad, orden republicano, federalismo, representación y la posibilidad de vivir en la seguridad que trae para nuestro pueblo la educación y el trabajo que hace al progreso y nos devuelve la paz.